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“Llamo a que cultivemos la verdad y seamos más amigos de la verdad”, P. Francisco De Roux, S.J.

Padre Francisco de Roux, S.J. presidente de la Comisión de la Verdad, durante un evento en la Universidad Javeriana.

Karem Priscila Díaz Díaz* “LLAMO A QUE CULTIVEMOS LA VERDAD Y SEAMOS MÁS AMIGOS DE LA VERDAD”, P. FRANCISCO DE ROUX, S.J.

En entrevista con Hoy en la Javeriana el P. Francisco de Roux, S.J., presidente de la Comisión de la Verdad, hace un llamado a los jóvenes a ser libres de toda subordinación social, política o económica y a que la academia tenga presente siempre la realidad humana.

¿Qué significa para los colombianos y para el mundo conocer el informe de la Comisión de la Verdad (CV)? P. Francisco de Roux, S.J.: Si los colombianos tenemos la generosidad y la grandeza de escuchar los relatos de dolor de las víctimas y el coraje de plantearnos las preguntas que esa realidad levanta, lo que puede esperarse es una resignificación de nosotros como comunidad nacional y una transformación de nuestra propia identidad. Nuestra identidad es al mismo tiempo la Colombia bella de paisajes naturales esplendorosos y la Colombia herida en los pueblos del Pacífico y el Catatumbo, es al mismo tiempo nuestra diversidad cultural desbordante y nuestros millones de campesinos desplazados, nuestra riqueza étnica de indígenas y afros y raizales y rrom y nuestras comunidades destruidas por masacres, nuestra creatividad económica y nuestros millones de pobladores excluidos, nuestras fiestas juveniles esperanzadoras y los miles de jóvenes que de todos los lados murieron en la lucha armada sin sentido, la belleza y perspicacia de nuestras mujeres y los miles y miles de cuerpos de mujer convertidos en campos de batalla, la felicidad de nuestros hogares y el dolor de las familias destrozadas que buscan a decenas de miles de desaparecidos, la agilidad de las piernas de nuestros futbolistas y los muñones de huesos amputados por las minas antipersona de los que sobreviven en sillas de ruedas.

¿Como sacerdote jesuita, cuál ha sido su aporte y el sello que le ha dado a este titánico trabajo de la CV? P. FR: Mi aporte ha sido mantener en el centro la actitud de Dios en Jesús que es la pasión incondicional por cada ser humano y de manera preferencial por cada víctima del conflicto armado interno y de los entramados que dieron lugar al conflicto: los más de 120 mil desaparecidos, los más de 50 mil secuestrados y sus familias, las mujeres abusadas y destrozadas, los más de 16 mil niños y niñas llevados a la guerra, los

pobladores que vieron todo destruido y más de 4 mil masacres en sus pueblos, los más de 7 mil soldados y policías golpeados o muertos por minas antipersona, los más de 8 mil hombres inocentes asesinados como “falsos positivos” (…). Y también ha sido aporte tener una mirada de comprensión –que no quiere decir estar de acuerdo– para con los victimarios que reconocen la verdad de sus crímenes (…). Finalmente contribuir a mantener unido al grupo de miembros de la Comisión de la Verdad en medio de fuertes debates y ayudar a sostener el coraje para seguir a pesar del impacto de los testimonios desgarradores de las víctimas y para nombrar la verdad en medio de los ataques, las estigmatizaciones y las amenazas.

¿Cuál es su mensaje a la Javeriana y a las obras de la Compañía de Jesús frente al informe de la Comisión y sus recomendaciones? P. FR: Invito a que lean con cuidado y espíritu crítico y constructivo los volúmenes de la Comisión y que los enriquezcan, los corrijan, los mejoren, pero que igual los escuchen y los mediten y los lleven a la práctica.(…) Estos libros, trabajados en medio de la escucha de las víctimas y de encuentros de reconocimiento entre afectados y responsables, no son textos académicos, no están escritos por especialistas, pero son trabajos muy serios, producidos por una metodología que partió de la realidad indiscutible del dolor para preguntarse el por qué, el cómo y debido a qué responsabilidades y decisiones; que continuó con el contraste de fuentes y documentos para poder entender lo ocurrido y que sopesó evidencias para llegar a afirmaciones cuando la realidad se imponía. Sabemos que son solo un comienzo, que la verdad está siempre más allá, porque vendrán nuevas informaciones y nuevas interpretaciones, sin embargo, lo indiscutible, lo que no es tolerable y tenemos la responsabilidad de que no se repita, son las diez millones de víctimas que están allí, que siguen creciendo, que son parte de Colombia y de nosotros mismos.

Invito a que en las labores académicas y pastorales, en las relaciones con la sociedad, sean con quien fuere, tener siempre presente la realidad humana que no podemos ocultar y la pregunta sobre nuestra responsabilidad ante esta barbarie. Invito a nuestros alumnos y exalumnos a ser libres de toda subordinación social, política o económica que les quite la independencia y la audacia para estar al lado de las víctimas de todos los lados, del ser humano roto, sin excepciones. Porque si se quedan callados, si dan la espalda a esta realidad, la dignidad humana de cada uno de ellos se desploma y se desvanece la autoridad moral e intelectual de los jesuitas, puestos por Dios en la tragedia humana de la Colombia de hoy. Llamo a que cultivemos la amistad, pero siempre seamos claros con todos para decirles: “somos amigos de ustedes, pero somos más amigos de la verdad que de ustedes”. Y finalmente invito a que esta búsqueda de la verdad nos ayude a comprendernos mejor. Y a que esta comprensión supere las desconfianzas y las estigmatizaciones y los señalamientos. Que nos lleve a aceptarnos y a aceptar responsabilidades de hacer, en el respeto mutuo, un futuro colectivo desde nuestras diferencias culturales, étnicas, políticas, de género, de concepción del desarrollo. Esa diversidad nos hace más fuertes. Nos invita al diálogo continuo. Y nos tiene que llevar a la decisión de nunca más matar a nadie por ningún motivo.

¿Cómo y por qué Colombia llegó a tal nivel de violencia?

P. FR: Porque perdimos el sentido del valor del ser humano y de la naturaleza, y en la codicia y el espejismo llegamos a comportarnos como si el dinero, las empresas, los negocios, las tierras, las cuentas bancarias, el prestigio académico, el honor militar, el poder político y la “revolución” fueran más importantes que las personas. (…) Y perdimos la comprensión de ser una comunidad en la diferencia, un cuerpo en el que todos nos necesitamos y que no podemos aceptar que esté descabezado en El Salado, quebrado de piernas en El Catatumbo, sin ojos en Tumaco, rotos en la vagina en Tierralta, espiritualmente destruido en

En Puerto Matilde, Yondó Antioquia. Foto de Camila Acosta, Oficina de prensa de la Comisión de la Verdad.

los resguardos del Vaupés, reventado en el estómago en el Catatumbo, encadenado de brazos en Arauca, con pedazos de sí mismo arrojados en el Canal del Dique. Y perdimos la conciencia de que somos seres falibles que construimos desde la inevitable realidad de nuestros errores y por eso tenemos que apoyarnos unos a otros. Porque históricamente cuando a principios de los años 60 pequeños grupos se levantaron en armas, porque interpretaron que la única solución a la exclusión social era la lucha armada, el Estado defendió con las armas la legitimidad de las instituciones. Desde entonces nos trenzamos en una guerra sin término, que se recrudeció con la entrada del narcotráfico en los años 80 para financiar a guerrilleros y paramilitares y meter la corrupción en el conflicto. (…) Y si bien en La Habana se logró el cese al fuego bilateral y, después de perdido el plebiscito, el Acuerdo del Colón, y se alcanzó la paz con las FARC, lo cierto es que como sociedad no hemos salido “Lo indiscutible, lo del “modo guerra”. que no es tolerable Dentro de ese modo de sociedad en y tenemos la guerra, pusimos la seguridad en las arresponsabilidad mas y le entregamos esa responsabilidad de que no se a los soldados y policías; y nos desenrepita, son las tendimos de la seguridad que se basa en diez millones la construcción de confianza colectiva, de víctimas que una responsabilidad que los ciudadanos están allí, que no podemos descargar en otros. (…) Y, siguen creciendo, además, convencidos de que el asunto que son parte de es con armas, hicimos las empresas de Colombia y de seguridad privada que hoy tienen cerca nosotros mismos”, de quinientos mil hombres con armas P. Francisco de para defender a los colombianos contra Roux, S.J. los otros colombianos. Ni las armas de la guerrilla nos trajeron justicia social ni cambios positivos. Al contrario, la guerra fue absolutamente inútil. Inconmensurablemente costosa, (…) una guerra en la que 90 mil jóvenes colombianos, entre soldados, policías, guerrilleros y paramilitares, murieron en batallas absurdas (…) y donde muchos ni siquiera sabían por qué tenían que matarse.

¿Qué es lo que no podemos volver a repetir como nación y como ciudadanos para caer en tanta violencia, odio, discriminación e intolerancia? P. FR: El que nos sigamos odiando, señalando y matando y no tomemos la determinación como sociedad de que aquí a nadie por nada se le quita la vida, nadie más será amenazado ni extorsionado, ni secuestrado, ni obligado al exilio. (…) No podemos seguir considerándonos más gente o más persona o con más dignidad que los demás (…) No podemos continuar despreciando a nuestros hermanos negros afroco-

Foto: Oficina de prensa de la Comisión de la Verdad.

lombianos e indígenas, sus vidas, sus culturas sus territorios y creernos que somos más gente que ellos. No podemos seguir haciendo empresas y negocios que utilizan las ganancias extraordinarias para sacar capitales del proceso productivo y congelarlos en riqueza privada, sin la visión empresarial ni la disciplina fiscal de poner esos capitales en la creación de nuevas empresas con los millones de jóvenes excluidos que esperan confianza, y así generar más entusiasmo y solidaridad y pasión por la vida en Colombia. (…). No podemos seguir destruyendo al campesinado. Y no podemos permitir que el narcotráfico siga penetrando como una hiedra toda la estructura social, política y económica del país.

¿Cuál es la recomendación a los colombianos para que apropien este informe de la CV y hagan suyo el compromiso de construir la paz en su día a día? P. FR: Que no tengamos miedo de enfrentar la tragedia humana de Colombia y de apropiarla como parte de nuestra identidad, (…) que no tengamos miedo de rechazar definitivamente lo intolerable que nos ha destruido como seres humanos que tengamos la audacia de acoger nuestra historia como es y construir futuro desde la verdad. Y hacerlo en la solidaridad con las víctimas, en la fe en la juventud y en el dialogo estudioso de los problemas, transparente y valiente y respetuoso, donde de las diferencias nos enseñan, nos enriquecen y potencian

* Periodista de la Dirección de Comunicaciones

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