Cada vez existe más evidencia empírica sobre el impacto positivo de la provisión y el uso responsable de servicios financieros formales, tanto en el bienestar de los hogares como en el desempeño de las empresas. A nivel individual, la inclusión financiera beneficia a hogares y pequeños productores rurales al facilitar la acumulación segura de activos, el apalancamiento de dichos activos para realizar inversiones en capital humano y físico, y una mejor gestión de riesgos. A nivel agregado, los efectos positivos están vinculados con la mejora en la asignación de recursos escasos entre las distintas actividades.
No obstante los recientes avances en diferentes dimensiones de la inclusión financiera en América Latina y el Caribe, persisten importantes brechas que se acentúan en el ámbito rural, que históricamente ha sido desatendido por los proveedores tradicionales de servicios financieros.