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Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL)
como “buen vivir” (en el Ecuador) o “vivir bien” (en el Estado Plurinacional de Bolivia) y significarían “vivir en armonía y equilibrio; en armonía con los ciclos de la Madre Tierra, del cosmos, de la vida y de la historia, y en equilibrio con toda forma de existencia” (Huanacuni Mamani, 2010, pág. 30). Ateniéndose a este paradigma como vivencia, actitud e ideal de vida, junto con el equilibrio interno de la persona y la relación comunitaria con los demás (intercultural, intergeneracional y de género), el buen vivir remite a una relación y convivencia armónica con la dimensión sobrenatural (espiritual) y natural (material). Esta última es la que ha suscitado mayor interés fuera del mundo indígena y la que de forma inédita también ha sido incluida en la Constitución del Ecuador (2008) como derecho. En el buen vivir lo principal es el fortalecimiento constante de la vida misma, comunitaria y natural, lo que ayuda a repensar los proyectos de cambio desde una mirada holística que integra al ser humano en un marco más amplio, como es la naturaleza. Sin embargo, para no extraviarse en la complejidad teórica de los últimos años en torno de este concepto, reconstruido a partir de los saberes ancestrales y posicionado por el movimiento indígena, se deben diferenciar al menos tres vertientes teóricas y prácticas, que están estrecha e ineludiblemente interrelacionadas. En primer lugar, como inspiración, se observa el discurso indígena elaborado probablemente a partir de la práctica de algunas comunidades, sobre todo de aquellas más aisladas de los grandes centros urbanos, con bases socioeconómicas especiales, minimizadas y subalternas, o solo de algunas familias y personas, en especial ancianas, dentro de esas mismas comunidades: “el buen vivir es como una mesa con cuatro patas, me decía mi abuelo, es estar bien con uno mismo, con el otro hermano, con la Pachamama, y con el mundo espiritual que más que un solo Dios son las Deidades diversas”42. En el Ecuador, el origen del discurso sobre el buen vivir se puede rastrear hasta las movilizaciones de 1990 y 1992, en que las organizaciones indígenas de la Amazonia reclamaron la legalización de sus territorios ancestrales. En ese contexto, la familia quechua amazónica Viteri (Leonardo, Alfredo, Carlos y Letty) tuvo un papel clave, al empezar un proceso de consultas a las comunidades de la provincia de Pastaza sobre modelos de desarrollo alternativos, propios, para gestionar sus territorios recién reconocidos por el Estado (Viteri y otros, 1992). En el Estado Plurinacional de Bolivia, de acuerdo con Carlos Mamani, en el origen del concepto estuvo un grupo de intelectuales que desde la década de 1990 intentan reconstruir el pensamiento ancestral con varias fuentes, como las crónicas de Guamán Poma de Ayala. Fue entonces cuando apareció el concepto de qamiri (el que sabe vivir), pero no el de suma qamaña, que sería una retraducción forzada de “vivir bien”. 42
S. E., activista indígena, en un taller sobre los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) después de 2015, Quito, 24 de abril de 2013.