Redistribuir el cuidado: el desafío de las políticas
A.
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Cuidado y protección social
¿Cómo relacionar el cuidado con la protección social? Si bien el cuidado es parte de las políticas de los Estados de bienestar europeos y desde el feminismo se interrogaron tanto los análisis (Esping-Andersen, 1990) como las configuraciones concretas de los Estados y regímenes de bienestar, refiriéndose al cuidado (Lewis, 1992; Sainsbury, 1993 y 1994; Orloff, 1993 y 1996; Martínez, 2005 y 2010) la pregunta sigue vigente ya que el debate sobre la definición del cuidado mismo queda abierto. También hay distintas formas de pensar la protección social y su institucionalidad. En este acápite se propone articular el cuidado y la protección social con el fin de establecer el telón de fondo sobre el cual se abordará la organización social del cuidado y su economía tomando como base una nueva ecuación institucional. Partiendo de la definición del cuidado desde la perspectiva de la reproducción social, se analizará el rol de la protección social en esta reproducción, trascendiendo la noción de riesgo (social), a menudo la piedra angular a partir de la cual se piensa la protección social, con la incorporación de un enfoque de derechos. Este enfoque considera la necesidad de traspasar las fronteras del trabajo asalariado como principal referente de la protección social para concretar el derecho a ser cuidado y a cuidar en forma universal. 1.
Definir el cuidado: la perspectiva de la reproducción social
Se pueden distinguir dos grandes tendencias en los intentos por definir el trabajo de prestación de cuidados: la que considera los cuidados como el hecho de criar y educar y la que se relaciona con el trabajo de producción de la fuerza de trabajo. En la primera perspectiva, se trata de un “trabajo que presta un servicio persona a persona y desarrolla las capacidades de los beneficiarios de tal servicio” (England, Budig y Folbre, 2002, pág. 459). En la segunda perspectiva, la reproducción social abarca diversos tipos de trabajo —mental, manual y emocional— tendientes a proporcionar los cuidados necesarios, definidos histórica, social y biológicamente, para el mantenimiento de la vida y para la reproducción de la próxima generación (Laslett y Brenner, 1989, pág. 383). La primera tendencia, la que se basa en la crianza, se enfoca solo en las personas dependientes, cuando la noción de dependencia es discutible (Esquivel, 2011) pues el cuidado vale para todos, incluyendo a las personas autovalentes.