Australian connection. Escritores españoles de paso por Australia.

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Prólogo

Se podría decir que la fascinación en España por Australia es similar a la de muchos otros países alejados de ella, es decir, inversamente proporcional al conocimiento e interés real por el país. La imagen país es un fenómeno histórico psicosocial difícil de explicar y muchas veces aún más difícil de gestionar. En su ya clásico Down Under, Bill Bryson muestra la falta de interés por Australia en otro país anglosajón como Estados Unidos contando las escasas referencias a este país en un periódico americano durante un determinado año elegido al azar. En España, si hiciésemos la misma prueba, seguramente serían aún menos. Quizás uno no recuerde ni cuándo fue la última vez que leyó una noticia sobre Australia en la prensa española, y si lo recuerda, a lo mejor es porque un tiburón mordió a un surfista o algo tan similarmente noticiable. Australia, a pesar de esta falta de presencia en nuestra realidad cotidiana y medios de comunicación, ocupa sin embargo un lugar especialmente vivo en nuestro imaginario colectivo. Debido posiblemente a su lejanía en el espacio y el tiempo, Australia podría ser el nombre de otro planeta, una especie de colonia intergaláctica, al que uno espera llegar tras varios días de vuelo en una nave aterrizando en un lugar parecido al bar de la Guerra de las Galaxias en el que hay seres humanos igual que nosotros pero mezclados con otros más extraños, algunos que en vez de andar botan como si fueran pelotas de baloncesto, y otros, humanos también, pero que llegaron allí miles de años antes; un planeta que es igual que el planeta tierra pero que no deja de producir la sensación de ser otro planeta. Por eso cuando le propones a alguien en España la posibilidad de viajar a Australia, se les despierta inmediatamente la imaginación, casi como si les estuvieras ofreciendo la posibilidad de viajar a Marte. La idea de ir y volver para contar lo que vieron en ese otro planeta tierra, suele resultar tremendamente seductora. Lo pude comprobar con Rosendo Mercado, que aunque había salido de España sólo en contadas ocasiones, no pudo resistirse a la tentación de pasarse horas metido en varios aviones sin fumar, para venir a Australia a rodar un surrealista documental sobre el monje tocayo Rosendo Salvado (De Rosendo a Rosendo), que fundó un monasterio benedictino en el siglo XIX cerca de Perth, y dar un par de conciertos. 7


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