Religiosidad popular en México: una visión desde la historia

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Meditaciones y ofrecimientos a la pasión de Nuestro Señor Jesucristo

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Señor y Dios de los Tronos, a quienes hiciste trono y asiento especial de tu deidad en quienes descansas, como en solio tuyo, yo te ofrezco los merecimientos de estos soberanos espíritus, para que en unión de los tuyos y de tu Madre santísima y de tu Iglesia triunfante y militante te dignes concederme la conformidad con la voluntad divina, que tú en la cruz practicaste y la que práctico tu Santísima Madre, viéndote en ella padecer tan terribles tormentos, para que en nuestra resignación descanses, como descansas en ellos.

Después, dirá para acabar la la novena de hoy lo que en otros días, y pedirle muy en particular la gracia que vengo a suplicarles.

Octavo día De la misma suerte que en los días antecedentes, considerará la sabiduría de Cristo, que en medio de tantos dolores y de una pasión acerbísima, y sabiendo cuán cercana tenía la muerte, se acordó de dar cumplimiento a las escrituras y tenía presentes las profecías de ellas, como si las leyera y detuvo su ejecución hasta que tuviesen cumplidas todas; aprenderé del Señor a no cuidar de mí, sino de su ley y de sus mandamientos, y que ni por tormentos, ni por enfermedades falte a esto, y pediré al Señor gracia y fortaleza para cumplir en primer lugar esta obligación, y tenerla siempre en todas mis cosas y sucesos presentes. Después dirá con todo su corazón: Señor y Dios de los Querubines, a quienes adornaste de eminente sabiduría, para que con ella alcancen los ocultos misterios de tu religión y las verdades de tu santa ley, y enseñen a los otros ángeles y ministros de tu santísima providencia, lo que en el cumplimiento de ella deben hacer, yo te ofrezco sus merecimientos en unión de los suyos, y de la Santísima Madre y de los demás justos amigos tuyos, para que por lo que te agrada en ellos, me concedas sabiduría y conocimiento de tu voluntad en la hora de mi muerte, para que ni un punto salga de ella en aquella hora, por más enfermedades y aflicciones que mi alma padezca, y sepa imitar a tu dolorosa y penosa cruz, y después merezca gozarte en tus eternos descansos, y en especial me concedas la gracia que vengo a suplicarte, Amén.

Y después dirá todo lo que en los otros días.


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