IV EDICIÓN PREMIOS VICENTE LISERO

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Directorio Militar, como tributo y homenaje a su actuación en la campaña de África”. Conviene resaltar de estos textos su lenguaje, el estilo “literario” un tanto rebuscado y, diríamos hoy, cursi y afectado, abundando en expresiones llamativas como la de los servicios incalculables prestados a la nación, la conformidad entusiástica de los concejales, la labor inapreciable del insigne General, el cual es, nada menos, salvador de la patria, Gran Patricio, Bienhechor de la Patria y demás fanfarrias, que, veremos, se perpetúan en la época de Franco. (Los textos han sido tomados del Archivo Municipal de Coria, en los correspondientes libros de Actas de Sesiones de su Ayuntamiento.) 2.- Adhesiones desde Coria en la Dictadura de Franco. Desde 1936, tras el golpe de Estado, Cáceres, y Coria, quedaron encuadradas en el llamado bando nacional y desde bien temprano se repitieron en la localidad, y en su entorno, las iniciativas propias de adhesión a la Dictadura del General Franco y a los personajes que le rodearon. En este caso se han recogido, a modo de ejemplo, dos muestras que pueden ser significativas. La primera se origina, como las anteriores, en el ámbito municipal y en este caso no está dirigida directamente al dictador, sino a uno de los generales golpistas que le secundaron durante la Guerra Civil. Corría 1937 y, reunido el Ayuntamiento el 24 de octubre, celebraba una sesión extraordinaria para “Solicitar el Título de Gran Caballero de la Gran Orden Imperial de Flechas Rojas para el eminente General Excmo Sr. D. Gonzalo Queipo de Llano.” Las razones aducidas para conceder tan estrambótico título fueron que, dicho general, “con su heroísmo puesto al servicio de los más altos ideales patrióticos (...) consiguió librar a estos pueblos de su jurisdicción de los horrores de las furias marxistas, restableciendo la tranquilidad y bienestar, recobrando la semilla del más puro concepto socialcristiano, dones de inapreciable valor, que pueden apreciar más exactamente en su magnitud aquellos de nuestros hermanos que directamente han sufrido los más crueles martirios y persecuciones. Creo, por ello,(afirmaba el alcalde), que se realizaría un acto de estricta justicia si por el Generalisimo Franco, Ilustre Jefe Supremo de esta España Inmortal, se concediera al Excmo. Sr. General del Ejercito del Sur Don Gonzalo Queipo de Llano el merecido título de Caballero (etc...), solicitándolo al efecto

del invicto Jefe del Estado…” Ni que decir tiene que se acordó por unanimidad adherirse a la petición de ese galardón junto con otros pueblos de la zona. (Archivo Cárcel Real de Coria. Libros de Actas municipales) La segunda muestra de adhesión ya no es municipal, sino que pertenece al entorno eclesiástico, en concreto al obispo Llopis Ivorra, quien al dar su opinión sobre el general Franco lo hace como cabeza y representante de la diócesis de Coria-Cáceres, evidenciando la más que evidente sintonía entre algunos sectores de la Iglesia y el poder político, por más que el documento sea ya de los últimos momentos de la dictadura. En un diario de Cáceres se publicó una entrevista en la que se preguntaba al obispo su opinión acerca del general muerto el día anterior, y este, entre otras cosas, afirmaba que su opinión la había gestado a lo largo de diferentes contactos personales y encuentros mantenidos con Franco, el cual le parecía “… una figura histórica de dimensión hispana y universal; un eminente político; un fervoroso católico practicante; un estadista de dotes excepcionales. Todo ello con una envoltura humana hecha de bondad y honradez, de profunda moralidad social y clarividente, sin esfuerzo, en las cuestiones más difíciles. Creo que es suficiente para expresar, y lo hago con todo el cariño, no solo la admiración personal mía, sino la impresión universal, que comparto, de que Francisco Franco, Caudillo de España, ha sido uno de los mejores hijos que ha tenido la Patria”. (Hemeroteca de la Biblioteca Pública de Cáceres. Diario Extremadura: 21 de noviembre de 1975.) Hasta aquí los textos. Y ahora se me antojan dos reflexiones a la luz de estos documentos: la primera es que cabe preguntarse hasta qué punto las manifestaciones de adhesión a cualquier dictador son sinceras o esconden, simplemente, un disimulado interés por aprovecharse del poder político, haciendo el juego que conviene a la dictadura. La segunda, más positiva, es la de alegrarme porque vivamos en una plena democracia, gozando de sus correspondientes libertades políticas y en la que no es necesario rendir pleitesía alguna a ningún político, por muy alto que sea su cargo, salvo el homenaje que voluntariamente, por respeto o por admiración, queramos manifestar a quien se nos antoje, por considerar que se lo merece. Jesús Galavís Reyes

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