Vol. I La Vida en la Muerte

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Proyecto Voces Vol. I “La Vida en la Muerte” Noviembre, 2023 Los derechos de esta obra están atribuidos legalmente a Mariana Arreola Montesinos bajo la licencia CC BY-NC-SA 4.0

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Pero, aunque las arenas del tiempo vistan este disfraz vegetal, el reloj cubre su rostro con largas, delgadas manos. Otra sonriente luna empieza a levantarse.

—Gjertrud Schnackenberg (n. 1953).

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Sueños de madera Manuel Valdez

Levantarse y comenzar de nuevo, ¿es eso

apilan, idénticos. Pero así como el sol cae y

algo posible?, por lo menos se trata de la

desaparece lento en el horizonte, pronto se

cuestión que taladra la cabeza de Lucía todos

desvaneció aquella rutina sofocante que ella

los días, cuando se levanta o se encuentra

conocía, ya que el mismo trabajo que le había

viendose al espejo; cuando está a punto de

quitado los mejores años de su vida, ahora

cerrar los ojos o está por despedir una vuelta

prescindía de ella como si se tratara de un

más al sol.

pedazo de papel.

Han sido varios días desde que la domina la

Sin trabajo, y sin un rumbo definido, se vio

fuerte sensación de vivir enjaulada, como una

envuelta dentro de un espiral de negatividad

bella ave en cautiverio, y tampoco son

en el que ni sus pensamientos ni sus

precisamente pocas las horas que habita

emociones eran sus aliados. Hubo una noche

sumergida en las preocupaciones de la

que estaba dispuesta a terminar como todas

maquinaria laboral de la que muy a su pesar

las anteriores, en la cual, con una botella en

forma parte, entre los rituales mundanos de

mano, se dijo a sí misma, -Sólo me queda esta

una vida que cree carece de valor. Mientras le

botella, el poco dinero que ahorré y un viejo

busca mérito a opiniones ajenas a las que

avión

llama “éxito”, lidia con la manifestación de

reminiscente de su infancia, el cual parecía

su ínfima mortalidad: el tiempo, quien le

querer despertarla, como si se encontrara

susurra al oído que se le acaban los momentos

dentro del letargo de un largo sueño.

de perseguir aquello con lo que alguna vez

Hastiada y con los ojos pesados como

soñó, pero ella piensa no tener edad para

piedras, contempló despedirse de aquella

recordar los ecos de una vida que hace tiempo

vida que poco tenía para ofrecerle, pero antes

dejó atrás. Siente que se encuentra en una

de que dispusiera de sus manos para lograr

pausa permanente, en la cual los días se

aquel cometido, un pensamiento cruzó por su

de

madera-;

dicho

avión

era

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cabeza, como un rayo iluminando una

ocupados que no le prestaban atención al

pradera: ¡Madera!

aspecto lúgubre del supuesto hombre.

-Fabricaré

nuevas

vidas

podré

Finalmente, el caballero de Lucía cedió, y

olvidarme de quien fue Lucía en primer lugar.

antes de poder desanimarse, haciendo gala

Fue así como se embarcó en la “aventura” de

del dinero que ganó con su disfraz, se vio

construir marionetas que pudieran cubrirla de

envuelta en el proceso de crear otra identidad

pies a cabeza, de modo que ni ella misma

que la hiciera olvidar la suya. Se trataba de la

fuera capaz de reconocerse. Y con el dinero

figura de una niña de no más de ocho años,

que le quedaba, consiguió toda la madera que

puesto que buscaba estar rodeada de

le hacía falta, fabricando así la primer

pequeños que la hicieran sentirse más joven.

evidencia de su ingenio: una marioneta hecha

Así se encaminó al parque más cercano, no

a escala con la forma de un hombre alto y

sin antes llevar consigo el pequeño avión de

robusto, de unos brazos prominentes que se

madera, que parecía seguir tratando de

encontraban

hacerle entender algo que ella ignoraba.

reforzados.

y así

Pensó

con

entusiasmo que ahora podría cargar con el

No pasó mucho tiempo para que aquella niña

peso que cualquier persona le pidiera.

nueva se viera rodeada de otros niños que

Pasaron los días, y los pasos que dió con

deseaban conocerla y sobre todo, poder jugar

aquella marioneta se multiplicaron. Iba de

con el dichoso avión. Fue así que, con el

aquí para allá cumpliendo con las tareas que

objetivo de ser apreciada por los infantes,

cualquiera estuviera dispuesto a ofrecerle,

decidió comenzar a prestarlo. Lo que

dentro de ella, ingenuamente creía estar

comenzó como pequeños ratos, se vio

experimentando un nuevo comienzo digno

convertido en tardes enteras en las que la niña

del renacer, pero la gran figura de madera

estaba sola de nuevo, ahora sin su avión.

pronto se vio afectada por el sobreesfuerzo,

Harta de querer complacer a los demás, le

dejando ver sus grietas causadas por

plantó cara al grupo de niños hipnotizados

desgaste, grietas que le generaron miedo a

por el objeto de madera, pero para su

Lucía, no por llegar a perder su marioneta,

sorpresa, le cayó una piedra lanzada por

sino por la posibilidad de que la gente pudiera

alguno de ellos, seguida por una rágafa

ver a través de ella, y vislumbrara su

continua en la que cada niño se vió cómplice,

verdadera identidad, pero dicha gente no

como si de una colmena se tratara.

parecía darse cuenta; todos estaban tan

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Los brazos de la marioneta habían quedado

preguntó.

Ahora

muchas

inutilizados, y ahora sin el avión. Lucía

poblaban la cabeza; los aviones, el viento, las

regresó por donde vino, llena de rabia, miedo

aves, el vasto océano. Tan profundo era el

y confusión.

trance en el que se encontraba que no fue

Con la cabeza llena de desilusión, utilizó las

capaz de percibir la luz que iluminaba su cara,

partes de sus dos anteriores figuras para

así como el fuerte sonido del claxon; hasta

poder armar lo que sería su nueva identidad,

que se encontraba frente a ella fue que por un

la de una bailarina, con piernas alargadas y

momento pudo reconocer el destino al que

brazos pequeños que le permitieran volar.

estaba

Pudo aplicar para las clases de baile

impactó, y de pronto, sus pensamientos se

celebradas en el centro de su villa. Se dio

desvanecieron en negro.

cuenta de que se desempeñaba de manera

Cuando Lucía abrió los ojos, ignoraba la

decente, le gustaba la sensación de libertad

razón que la había arrastrado hasta ese lugar

que el aire pasando por su pelo le hacía sentir,

donde en una pequeña laguna el flujo del

casi como si pudiera volar.

agua era tranquilo y uniforme.

Siguió cada clase con normalidad, hasta que

Trató de moverse sin éxito, su cuerpo ya no

pudo notar la habilidad innata de una de las

respondía, y sin mucho más que hacer, se

chicas del lugar. Decidió abordarla y abrió

dedicó a contemplar aquella laguna. De

con un pequeño elogio, mismo que aquella

pronto, a lo lejos pudo divisar una avioneta

chica correspondió con una sonrisa.

que parecía aproximarse hacia su actual

-¿Cómo lo haces?-, le dijo Lucía.

ubicación, y como si aquello se tratase de un

-¿Hacer qué?-, contestó la bailarina.

balde de agua fría, ahora un tenso sentimiento

-Bailar con tanta gracia, como si no

de indefensión le hizo recordar los momentos

estuvieras consciente.

en los que solía volar en el pequeño biplano

-Verás, no bailo por otro motivo más que para

de su padre. Fue así como la avioneta pudo

expresarme, y soy libre cuando bailo porque

alcanzar el punto más alto en el cielo, y

puedo ser yo misma-. Consternada, Lucía no

recordar su verdadera forma de expresión; y

supo qué más decir, y mientras se dirigía

es una lástima, si, una verdadera lástima,

hacia su casa, aquellas palabras retumbaron

porque seguramente la del piloto es una vida

en su cabeza, como los fuegos artificiales en

de libertad inigualable.

condenada,

pues

imágenes

el

le

automóvil

el cielo; ¿expresarse?, ¿ser yo misma?, se

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El abuelo no está en casa Sofía León

El ruido de la tele resonaba. Los utensilios de cocina chocantes y chirriantes se oían constantes en aquella cafetería, un restaurante de hamburguesas más, en aquel país que tanto las vanagloriaba.

Yo me encontraba ahí, junto a mi madre y mi hermano, dispuestos a saborearlas entre una plática calurosa y burlona sobre asuntos triviales.

En medio de la primera mordida, suena su teléfono, interrumpiendo abruptamente esta burbuja de confort en la que me encontraba y me había costado tanto llegar; cuando mi madre contesta y el silencio se hace presente, una tensión empieza a formar parte de mi, más sin embargo no entiendo el porqué. La expresión de mi madre cambia abruptamente. Veo cómo se le desfigura la cara de una angustia tan grande y justo en ese momento mi mundo empieza a correr en una velocidad de tiempo distinto, se volvió lento, oscilante; como una cadena mecánica que tronaba con cada movimiento. Salió del lugar y a través del cristal la observé dando vueltas. Sus lágrimas empezaban a correr, y sin la necesidad de que salieran palabras de su boca, de pronto supe lo que acababa de ocurrir. Un ruido sordo y aturdido se sintió en mis oídos, estaba paralizada. Un pensamiento de negación cruzó mi mente, así que me incorporé, y me armé de valor para preguntar por lo que sucedía.

La confirmación salió de sus labios y el color de mis ojos me abandonó. Ahora todo era gris y se sentía lejano, estaba abrazando a mi madre para consolarla, pero, ¿quién me consolaría a mi?

Estaba devastada, y sin ser capaz de asimilarlo, una frase resonó en mi cabeza, que cayó como palabras hechas de piedra sobre el suelo, -Tu abuelo acaba de fallecer. ¿Existía la posibilidad de que fuera una broma? ¿En qué momento saldría la gente a decirme que volteara hacia donde se encontraba la cámara para saludar al público, y hacer que la toma terminara de una vez por todas?

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Más sin embargo eso nunca pasó. No era broma, era una realidad y mi cabeza viajaba en ocasiones a momentos muy específicos. Uno de ellos fue el día en que llegué a hacerme esa misma pregunta; ¿Qué pasará el día en que el abuelo muera? ¿Cómo me voy a sentir cuando él ya no esté? ¿Seré capaz de seguir adelante sin su compañía? Aterrizando junto a aquella frágil y más joven versión de mí, me imaginé gritando y llorándole a un ataúd, incapaz de soportar aquella perdida.

Lo irónico es que ese escenario había llegado y hoy era una realidad, pero yo me sentía seca y vacía; una falta de emoción y reacción me embargaba, era como un grito retenido que no podía sacar y ni siquiera podía pensar en qué paso tomar ahora.

Los días pasaron y la idea de viajar de última hora hacia el funeral del abuelo se volvía aún más imposible y sin sentido, mi madre estaba devastada, pero una parte de ella decía que no tenía sentido ir a ver su cuerpo inmóvil dentro de una caja, cuando lo verdaderamente importante era haber disfrutando de su compañía en vida. Nada cambiaría el ir a presentarse. Por mi parte entendía su punto, y sabía que tenía lógica a pesar de que muy dentro de mi, algo deseaba poder verle por última vez y comprobar la veracidad de los hechos, pero esa oportunidad también se me arrebató.

Me es importante que comprendas que el abuelo tenía un lugar tan especial dentro de mi corazón y mi mente que nunca pude imaginarme un sólo día sin él; fue como un segundo padre, aquel quien me quiso y me apreció sin esperar nada a cambio. Simplemente por ser su nieta era merecedora de su cariño y grandes mimos, pero ya no los tendría más, eso era algo que quedaba en el pasado y me sentía tan incapaz de asimilarlo, que me preguntaba ahora qué clase de vida tendría que vivir si ya no contaba con ese rayito de esperanza en mi alma, habitándola, para impulsarme a seguir.

Mi corazón palpitó a una velocidad que sería capaz de romperlo con tan solo pensar que ya no le vería más, así que lo evadí. Pasó el tiempo y yo pude volver a aquella ciudad, la cual me vio nacer, pero me fue imposible visitar su tumba y a la vez una culpa me carcomió por dentro, haciéndome huir sin afrontar la realidad.

El tiempo avanza rápido cuando huyes, evitando aceptar el presente y la culpa; fueron meses donde preferí ocuparme con cosas, para no confrontar ese inevitable suceso, hasta que ese día, la mayor excusa con la que me justificaba, finalmente se rompió. La casa ya no estaba infestada, y por fin podría visitarla de nuevo.

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Un sudor frío recorría mi cuerpo ante la contemplación de mi yo empatado a ese momento, pero supongo ya no se podía prolongar más, y como bandera blanca de rendición y un intento de tregua para mí paz mental, simplemente accedí y terminé de vuelta en aquel lugar que me vio crecer rodeada de recuerdos, sueños y anhelos que ya no me pertenecían ni representaban, aunque eso no restaba que alguna vez fueron míos.

Caminé por el largo pasillo que atravesaba la casa, haciendo caso omiso del llamado de aquella habitación, me sudaban las manos y mi corazón latía con fuerza; lo único que pude hacer fue dar un fuerte respiro acompañada de toda la decisión y determinación que me había abandonado por tanto tiempo. Al llegar al marco de la puerta y ver su cama tendida, ordenada y pulcra como si nadie la habitase, fue en ese momento y solo entonces, que la comprensión atravesó mi mente y todos los recuerdos y palabras que atesoraba se filtraron, escurriéndose por mis ojos en forma de lágrimas incontenibles.

Terminé drenada, sin aire y un golpe resonó en mis oídos, martillando la realidad que había construido para hacerme sentir bien. En ese preciso instante fue cuando la aceptación recorrió mi ser en forma de una epifanía, y yo solo me derrumbé, sin ninguna otra lágrima escurriéndose por el resto del día. Allí fue cuando entendí que el abuelo jamás volvería a estar en casa.

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La semilla de la vida Olivia Bojórquez

Si me preguntas quién es Julián, puedo decir que es un niño un poco tímido con gran imaginación.

Es el único nieto de la familia Gómez y vive en casa con sus abuelos y su mamá. A Julián le gusta llegar de la escuela y hacer la tarea; después se queda viendo por la ventana a las aves que se posan sobre los árboles, a los carros que pasan y a los niños que juegan en la plaza. En estos días, se encuentra muy emocionado porque pronto será su cumpleaños número siete. Él sabe que el pastel, las velitas, las mañanitas y los regalos no van a faltar; ya cuenta los días en el calendario de gatitos que está colgado en la pared de la cocina y al irlos tachando se da cuenta que ya sólo faltan seis. Por la tarde, la mamá de Julián le dice, -vamos a comprarte ropa nueva y a cortarte el cabello para que estés más guapo para tu cumpleaños.

Juntos, se van a las tiendas del centro de la ciudad. El niño se mide varios atuendos, hasta que encuentra el perfecto para ese día tan especial. Julián cada vez está más emocionado.

La noche anterior al cumpleaños, antes de dormir y como de costumbre, reza sus oraciones y da gracias por las bendiciones que la vida le obsequia de antemano: su mamá, sus abuelos y la alegría de que pronto cumplirá siete años y será un niño grande.

Por la mañana del día siguiente, se escuchan unas voces melodiosas cantando suavemente las mañanitas para despertar a Julián de sus sueños. Él va abriendo poco a poco sus ojos y empieza a ver los rostros alegres de su mamá y abuelos. Muy agradecido los abraza y se prepara para ir a clases, ya que sabe que de regreso recibirá sorpresas en casa. Al llegar a la escuela, va muy ilusionado, sabe que sus amigos y maestra lo felicitarán y cantarán las mañanitas mientras él se siente un niño especial. Al llegar a casa, es recibido con su comida favorita: chuletas de cerdo acompañadas de arroz y frijol. No puede creer cuánto lo consienten. Julián está muy feliz. Por la tarde, su madre llega con un pastel, y después el abuelo cuando sale del trabajo, trae consigo un regalo especial.

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Será un festejo modesto pero preparado con mucho amor. Se acercan todos a la mesa, traen las velitas, platos, cuchillo, tenedores y servilletas para partir el pastel y disfrutar en familia, como tanto le gusta a Julián. Posteriormente, el abuelo le entrega el regalo y le dice: -Eres mi nieto consentido, te quiero muchísimo y este regalo que tengo para ti es tan especial como tú. Deberás cuidarlo con amor y no olvidarte de él para que dure muchos años, como yo.

El niño lo recibe y agradece con un gran abrazo. Emocionado empieza a abrir el regalo y descubre que es una plantita muy linda y muy verde, sembrada en una maceta colorida.

Así es como cada día, Julián está pendiente del riego y cuidado de la planta: le habla bonito y la observa tras regresar de la escuela. Pasadas algunas semanas, nota que la planta se está marchitando, y no sabe qué hacer porque le ha dado todo su cuidado.

Al llegar el abuelo del trabajo, le comenta lo que sucede, y éste le menciona que quizás la está regando en exceso. Los días transcurren hasta que la planta se marchita totalmente. El niño está muy triste, no puede comprender qué pasó.

Más adelante, su abuelo se enferma repentinamente; tras varios días en cama y a pesar de los intentos de los médicos, no resiste más la enfermedad. La familia se encuentra muy triste por la partida del abuelo, pero tratan de encontrar consuelo recordando las aventuras y alegrías que vivieron juntos. Han sido días difíciles para Julián.

En su cuarto, sólo observa la planta en la maceta colorida tratando de comprender por qué su abuelo se fue tan pronto, cuando de repente, se da cuenta que de la maceta está brotando otra planta muy chiquita. Sus ojos se abren grandes y corre para ver de cerca la plantita. Siente su corazón latir muy fuerte, convencido de que fue su abuelo quien le había enviado un discreto mensaje; sabe que es su abuelo quien sigue ahí, con él.

Al año siguiente, Julián siente nostalgia al recordar que su abuelo no estará para celebrar su cumpleaños. Voltea y observa que la plantita ha crecido mucho y muy bonita, que genera en él una sensación de agradecimiento por los años que tuvo a su abuelo a su lado, y sabe que siempre lo acompañará a todas partes que vaya. Y al fin, comprende que así como la semilla de la planta surgió después de creerla marchita, su abuelo también dejó una semilla de vida dentro de él, que seguirá creciendo a través de los años, siempre que lo recuerde.

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Pétalo rosado Kevin Rocha

Junto al grandioso río “El Guadalquivir” que

había convertido en uno muy diferente,

adornaba la hermosa ciudad de Andalucía, el

donde solo encontrabas frío y soledad.

sol apenas empezaba a ponerse y dejaba tras

Adrien cambia todo su mundo cuando se

él un hermoso atardecer. Los árboles de

muda a casa de su abuelo en España para

cerezo ya florecían dándole la bienvenida a la

recibir una mejor educación y en un futuro

primavera, y un joven de 19 años sentado

tener mejores oportunidades: dejó todo atrás,

bajo el más hermoso de la temporada,

y aunque eso no lo entristecía, a veces

contemplaba a la lejanía como los abejarucos

extrañaba la cálidez de su hogar.

europeos volaban con tanta libertad, creando

En la secundaria hizo algunos amigos,

un paisaje digno de ser visto. Para él, esté era

aunque después de clases no frecuentaba a

el lugar más hermoso durante la temporada, y

nadie. Aun no creaba la suficiente confianza

aunque

ese

le

trajera

para romper esa barrera que él mismo había

se

sentía

construido, pero cuando conoció a Luka fue

especialmente atraído como si de un imán se

diferente. Él era el chico popular y todo

tratase.

mundo deseaba ser su amigo, era parte del

Adrien era un joven apasionado por la

equipo de atletismo y tenía un carisma

lectura, no había libro que no pudiera leer

heredado por su madre que todos adoraban,

mientras incluyera romance, ficción o terror.

incluso su padre decía ver la viva imagen de

Durante muchos años los libros fueron su

su madre en él.

refugio para soportar la tristeza de su niñez, y

Para Adrien ser amigo de Luka era algo

ahora, después de pasar un año luchando por

imposible, sobre todo porque él se sentía

encontrar un motivo suficiente para volver a

pequeño a su lado, y creía que alguien como

ser feliz, los libros lo llevaban a un lugar que

Luka nunca se fijaría en alguien como él. Por

le daba tranquilidad, sin embargo, este se

otro lado, Luka no era como todos

melancólicos

mismo

sitio

recuerdos,

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imaginaban, pues quería ser auténtico y dejar

encontraban bajo uno de ellos, conversando

a un lado las expectativas de otros, y aunque

sobre todo lo que deseaban estudiar en un

esto lo estaba matando, no sabía cómo

futuro, y en cada uno de sus planes incluían

solucionarlo, pues se encontraba en un

al otro, no se veían viviendo sus sueños sin

momento difícil de su adolescencia, y justo

tener el apoyo de su amigo.

cuando pensó que todo acabaría, conoció a

Luka quería ser ingeniero aeroespacial, el

Adrien.

espacio era para él un lugar especial, donde

Eran finales de año y a los estudiantes se les

había tanto por descubrir y eso era lo que mas

asignaban grupos de estudio, a pesar de ser de

le gustaba; por otro lado Adrien deseaba

diferente clase, Adrien y Luka compartieron

estudiar leyes, quería ayudar a las personas y

uno, y este solo fue el inicio de su amistad.

poder llegar un día a ser juez o tener un

Sin saberlo, ambos encontrarían en el otro la

puesto importante donde pudiera hacer

libertad de ser sinceros, permitiendose por

grandes cosas por la comunidad donde

primera vez ser ellos mismos con alguien

creció.

más, y que existiera esa confianza fue algo

Sin saberlo, esa fue la última vez que

que siempre valoraron.

hablarían de su futuro, porque esa misma

El tiempo pasaba rápido y ellos crecían a un

noche Luka tomaría la decisión de acabar con

ritmo mayor, cuando menos lo pensaron ya se

todo. Lo que mas le dolía era tener que

encontraban en el bachillerato, estaban cerca

ocultarle esto a la única persona por la que

de culminar una etapa más juntos y esta sería

continuo aquí tantos años, pero la verdad era

un recuerdo que se uniría a las miles de

que ya no podía seguir; todos sus sueños se

experiencias y momentos que, durante años

esfumaban con cada día que pasaba, y aunque

habían coleccionado. Su relación había

a simple vista todo parecía estar bien, al final

madurado junto con ellos, tanto que se

del día solo quedaba él en un cuarto oscuro,

consideraban hermanos, siempre fueron el

donde se imaginaba la forma en que todo

soporte del otro en las peores situaciones y

acabaría.

fueron el compañero de sus mejores

Para Adrien la noticia fue desgarradora.

momentos; se conocían mejor que nadie en el

Durante una semana sin salir de su

mundo.

habitación, seguía sin querer aceptar que su

Eran inicios de primavera y los cerezos

amigo se había ido, no comprendía porque

empezaban a florecer, los dos jóvenes se

había pasado si se veía tan bien, pues siempre

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trataba de animarlo y aunque a veces decaía,

donde ahora él está listo para darle fin a todo,

él siempre trataba de alegrar sus días, y ahora

donde por fin se sentía preparado para aceptar

no podía soportar su ausencia. El duelo lo

la partida de su hermano, por más doloroso

estaba matando poco a poco, no aceptaría

que fuera, estaba listo para dejarlo ir, y con él

jamás que quizás todo esto era su culpa por

se irían todo lo que algún día fue; no había

no haber hecho más.

lugar más hermoso en esas fechas para

Aquí es donde volvemos al inicio, y nos

aceptar el abrazo de un viejo amigo, aunque

encontramos bajo el mismo árbol de cerezo;

fuera por un segundo, mientras los pétalos

el último lugar donde Adrien vio a Luka feliz,

rosados flotaban en el río.

con vida y hablando de sus sueños, el lugar

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El ángel negro Luis Fernando Alarcón

Un ángel negro nace desde una idea

gran árbol, donde destacaría una serpiente

desconocida, en una pausa muda llega con

dorada que colgaba de las ramas.

sus austeras alas abiertas de par en par (o con

-¿Qué es lo que buscas? – preguntó el Ángel

lo que le quedan de ellas), y reposa de rodillas

con una voz seria.

en mitad de la noche.

-Solamente quiero ayudarte a olvidar–, La luna se encuentra en la cúspide de su existencia, emitiendo una luz sin tregua a cada una de las criaturas pálidas que abundan

confesó la serpiente -El mar de recuerdos que habita en ti, te ha convertido en un ruin naufrago que trata de llegar a la tierra.

en el río. En los ojos del ángel negro órbita una gran furia, mientras ve el agua del río

El Ángel negro pareció sorprenderse, pues

mezclándose entre sí. Distingue que en ella se

había encontrado esa ayuda que siempre

traza el mundo, combinándose entre sí lo

necesitó.

bueno y lo malo. Tentado por lo que observa,

-¿Y cómo me ayudarás?–, expresó.

el ángel negro incrusta su mano en el río, y una voz del otro borde del agua se escucha gritando:

-La solución es clara, cruzarás el río, dejarás que palpe meticulosamente tu cabello, tentaré tus recuerdos, bajaré sutilmente hacia tu

-¡Sé por qué estás en el valle de insomnios!,

cuello y nos balancearemos juntos en mis

he visto esa mirada tuya incontables veces –,

asfixiantes ramas-, anunció el árbol. Sin

reveló la criatura incógnita. La casualidad

cuestionar, el Ángel negro incrustaría su

favorecía al Ángel. La neblina se disipaba

cuerpo completo

aturdidamente, y de manera progresiva el

temperaturas, procurando llegar al otro lado.

bulto del desconocido tomaría la forma de un

Esto generaría una cruel sonrisa en la víbora

en el río

de bajas

y casi a punto de salir del agua, el rio le

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susurró al angel: “permíteme acariciar tus

en mí luz. Sentirás la sospecha y el deseo por

manos una última vez”.

lo que verdaderamente eres, fluirás con mi

El Ángel se negaría, atraído por la serpiente iría ciegamente hacia ella sin desperdiciar tiempo. En un acto impulsivo, el río arribó por la espalda al Angel negro, llevándolo consigo

en

una

gran

corriente.

El

aturdimiento no lo dejaba reaccionar ante la furia

del

río.

Inconscientemente

sería

arrastrado hacía un gran campo de dalias

claridad en el tiempo como un color vivo a punto de ser extinto. Matarás a tu oscuridad, y le concederás a tu alma el brillo de un rojo escarlata. Solo sigue mi luz. Acepta y renace; renace como todo aquello que tú corazón ansía en la tristeza-, expresó la luna -todas las hojas son del viento, y todos los recuerdos son de tu persona.

donde junto a ellas se encontraba un gran

-¿Y si no soy capaz de lograrlo?-, murmuró

molino a punto de derruirse; las luciérnagas

el Ángel, -¿si no soy capaz de enterrar el eco,

abundaban el borde del campo, brillaban y

la deshonra y el enfado que origina mi

brillaban al ritmo de la noche, y las estrellas

pasado?

esparcían señuelos fugaces a cada una de las penas. Pero había algo en el cielo que dilató

-Entonces serás otro árbol plantado en el insomnio- advirtió la luna.

los ojos del ángel negro. La luna. Aquella esfera abismal de luz se exponía frente a él.

El Ángel aturdido por lo que escuchó, miraría

Con el relucimiento de su presencia le

fijamente a la luna y se adentraría en su

devolvía gratamente la lucidez a su cuerpo.

propio corazón sin gesticulación alguna. Se percibió a sí mismo con una profunda sed de

-He sido testigo de los capítulos de tu vida, justo antes de que llegases aquí- reveló la luna con una voz suave, -y he visto lo que tratas de hacer, pero lamento decirte que no

perdón, visualizando cada detalle de las historias que retenía con celdas, dejando escapar a voluntad al ciempiés que estaba detrás de cada uno sus pasos.

hay manera de realizarlo.

Sintió una suave brisa que adormecía al más -¿Por qué?-, intervino el Ángel.

grande destino, miles de voces se postraron

–Porque los vestigios de tus acciones pasadas

en sus manos y se desvanecieron con el

iluminarán el sendero de tu futuro camino-

llanto. Cuando abrió sus ojos, la luna parecía

respondió la luna, -no temas, simplemente

retroceder con cada zumbido del tiempo,

rompe tu carcasa y adéntrate benévolamente

posando nuevamente con templanza en su 19

punto más elevado. El Ángel se abrazaría en

imparcialidad, el río no fluía más, se secaba.

sus alas, porque estaba seguro que, como el

El pasto se encendía en lágrimas y se abriría

río, él también había dejado de ser lo que era.

un gran túnel de luz desde el cielo,

La

absorbiendo al señalado, abriéndose entre el

noche

prosperaba,

el

río

seguía

fluyendo, sus alas perdían autoridad, y se ablandaban con cada segundo que pasaba.

Sus plumas iban cayendo una a una con el murmullo del viento, descendían hacía el

espacio y el tiempo, una vida deseada.

El valle de los insomnios se transformaría en un recuerdo sin matices, quedando al resguardo de un brillo en el cielo.

olvido.

-Llegará el día en el que el mundo se plante La luz refulgente de la luna quitaba cada uno de los pecados de su cuerpo. Con miedo observaba como su piel caía a pedazos, dejándolo tirado en total desnudez frente a un gran dedo que lo señalaba desde las estrellas.

Se

eclipsaba

la

noche

en una

delante mío, me miré fijamente a los ojos y retroceda firmemente a la oscuridad. Y yo, veré con total claridad desde la cima del hoy y ahora, que la luz se puede incrustar incluso en las aguas más profundas-, expresó la luna.

total

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Valle canino (Uncanny Valley) Carlos Toledo “No existe nada más aterrador que ver a aquello que parece ser solo pureza y bondad, traicionarte y llevarte consigo a la oscuridad.” -Hunter.

Oscuridad perpetua, silencio muerto y un sueño completamente extinto fue lo que me regaló la noche de hoy al despertar espontánea y bruscamente. Dirigí la mirada hacia el reloj en un intento de reactivar todos mis sentidos, y lo único que pude ver fueron los números marcando las 3:00 AM. El modesto vecindario junto al omnipresente clima nublado hizo que una pesada y angustiante oscuridad se apoderase de mí, y a medida que mi visión se restauraba y acostumbraba a las tinieblas, logré ver un bulto asomándose por la ventana. Múltiples veces nuestra mente nos hace malinterpretar cosas que espontáneamente vemos en la oscuridad, como ropa colgada, sábanas o ramas en las ventanas, pero este no parecía ser el caso.

El horror crecía conforme mi visión se aclaraba más y más, pues este ente parecía ser un animal, uno que además de permanecer estático, mostraba unos enormes ojos que atravesaban mi alma.

Ver eso último me hizo bajar de la cama a gran velocidad para encender la luz desesperadamente y sin apartar la mirada de dicha cosa.

Tal película de terror, aquel ente desapareció al instante en que la luz envolvió el cuarto. En ese momento el único sonido existente eran mis latidos los cuales opacaban a los de mi respiración agitada. Permanecí de pie sin quitar la vista de la ventana, mi brazo aún estaba alzado sujetando la cadena del ventilador por donde encendí la luz, pues me encontraba demasiado aterrado como para regresar a la cama, y demasiado cansado como para seguir ahí.

Media hora había transcurrido, la luz seguía encendida, y yo estaba sentado en la cama, con la sábana hasta la cintura, con la mirada puesta en la ventana y mi mente en posibles respuestas. Mi cabeza era un cóctel de paranoia, miedo y recuerdos negativos entre los cuales uno de ellos destacó sobre el resto y cayó como un salpicón de agua helada; sin duda aquel recuerdo de alguna manera

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me recordaba a aquella cosa horrenda que vi por la ventana, la cual había dejado de mirar desde hace un rato, lo que me hizo despabilar al instante y de inmediato voltear a verla, y en ese momento, suena la alarma de mi reloj el cual marca las 5:00 AM. Recuperé la conciencia al oír dicho ruido, y me di cuenta de que había permanecido más de dos horas completamente sumergido en mis pensamientos mirando a la nada, pero a pesar de que la luz de un día nublado entraba por mi ventana junto al canto de las aves e insectos, mi ser seguía sintiéndose angustiado, irritado, desanimado e incluso triste, como si algo estuviera emitiendo una pesada aura negativa. Me levanté de la cama rumbo a cumplir con mi rutina diaria junto a la esperanza de superar aquel horrible suceso para que forme parte de mi larga lista de anécdotas paranormales.

El día a día de las personas como yo está rodeado de estereotipos y creencias las cuales desafortunadamente son negativas en su gran mayoría, y más en este país donde el alcohol está presente en nuestra sangre y la violencia acapara todos los encabezados. Sinceramente desearía ser uno de ellos, un alcohólico, un drogadicto, o un mujeriego, después de todo tengo veintiséis años, vivo solo y estoy sumergiéndome poco a poco en mi propia miseria donde mi conciencia y mis problemas son mis mejores amigas, sería lógico que eligiera cualquiera de esos caminos con tal de escapar de mis preocupaciones y así uniéndome a ese estereotipo, pero por más que traté, el alcohol nunca me embriagó y las drogas jamás me atraparon.

La tarde llegó y el cielo turquesa envuelto en nubes se oscureció más de lo normal, el frío aumentaba y mi bebida energética se terminaba. Había salido de trabajar y como todos los días me dirigía a pie hacia mi hogar, pero las calles lucían vacías, los sonidos de las aves se alejaban poco a poco y conforme más me acercaba a mi casa, más incómodo me sentía.

Fue ahí cuando el recuerdo de aquella noche golpeó mi cabeza con la fuerza de un auto en movimiento, y entonces detuve mi caminata, ya que me di cuenta de que aquel recuerdo venía acompañado de unos aullidos lejanos provenientes de un cúmulo de pinos más allá del vecindario, logrando que mi paranoia despertara.

El poco ánimo que había logrado levantar ese mismo día durante el trabajo fue completamente destruido al contemplar la idea de que tal vez esa misma noche aquella cosa que me observó por la ventana regresara a hacer exactamente lo mismo, por lo que procedí a acelerar mi paso con el objetivo de encerrarme en casa completamente y tapar mi ventana con cualquier cosa.

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Al llegar, la noche se había alzado. Procedí a encender todas las luces principales y directamente me fui a mi cuarto con un montón de periódicos en la mano junto a cinta adhesiva y al terminar de cubrir la ventana, pasé el resto de la noche mirando la televisión sin prestar atención en lo que veía, pues mi mente seguía creando situaciones hipotéticas de lo que me podría esperar al inevitable momento de irme a dormir.

12:00 AM, la televisión se había apagado automáticamente, la luz seguía encendida y mi vista estaba clavada en el techo, podría haber permanecido así toda la noche para no bajar la guardia nunca, de no ser porque de un momento a otro cerré mis ojos, y en ese mismo instante escuché algo proveniente de mi cocina. Para mi mente aquel momento fue un parpadeo, pero para el espacio y tiempo habían pasado 3 horas y en efecto, eran las infames tres de la mañana.

Me levanté a encender la televisión con la esperanza de que su ruido me hiciera mantener la calma, pero era inevitable el tener que ir a revisar, pues podría ser alguien que entró a robar y en ese periodo de 3 horas dormido fácilmente pudo haber forcejeado mi puerta.

Tomé una navaja de mi escritorio y me decidí a revisar el origen de aquel ruido extraño, las luces estaban apagadas, a excepción de una: la de la cocina.

La escena me impactó como un disparo en la cabeza, un perro parado en dos patas observándome fijamente, pero no era cualquier perro, era Canny, una mascota que tuve en mi adolescencia y abandoné años después en un accidente ocurrido en el bosque; este estaba cortando un vegetal encima de una tabla con un cuchillo, y al lado de este yacía un plato lleno de otros vegetales picados. La cocina estaba hecha un desastre, platos rotos en el suelo, puertas abiertas, piezas de carne del refrigerador regadas por todos lados, la escena era simplemente horrenda.

Quedé en shock, comencé a llorar inconscientemente y lo que me hizo retroceder para huir hacia mi cuarto fue escucharlo hablar con una voz profunda y neutra. -Hunter.

Me encontraba sentado en el suelo con mis piernas dobladas y mis brazos envolviéndolas, pegado a la pared opuesta a la puerta, no paraba de llorar y temblar, no podía procesar lo que vi ni podía dejar de escuchar a esa cosa seguir picando alimentos.

Ese monstruo no es Canny, él era mi mejor amigo, era tierno, fiel, noble, pero… murió en ese bosque. No tuve opción. Tenía que huir por mi vida, ese oso… mis pensamientos fueron interrumpidos por unas pisadas que se acercaban a mi cuarto.

Era él, quien trataba de forcejear el seguro de la puerta para abrirla enseguida, lo vi más de cerca, seguía de pie. Tenía un plato en su pata y su mirada seguía incrustada en mí. Empecé a sollozar

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mientras ese perro comenzaba a acercarse a mí, y fue en ese entonces que mi conciencia tomó las riendas ante una inevitable muerte y grité en llanto mientras cubría mi cabeza con mis brazos: -¡Lo siento!

Al decir esto último, Canny pone el plato en el suelo y adopta una forma cuadrúpeda, para después decir sus últimas palabras antes de desvanecerse para siempre entre las sombras: -Perdóneme, amo.

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Mensaje interceptado Cristina Reyes

Me despierta otra vez ese sonido tan molesto que me obligo a poner cada noche antes de dormir para el día siguiente en la mañana escucharlo. Me está empezando a cansar, pero es la única forma de recordarme que no puedo quedarme en cama. Da igual. De todas formas, esta es simplemente una cama rígida y con poco espacio, y una parte de esto es mi culpa por la ropa que comencé a acumular, y que sigo sin doblar.

Me impulso para sentarme en la cama y alzar la mirada, ¿exactamente para ver qué?; no lo sé. Es la misma habitación desordenada de siempre con la que me engaño diciendo que la limpiaré el viernes, pero ese viernes nunca llega.

Camino hacia el baño, giró un poco hacia el espejo e ignoro mi reflejo.

Hoy no quiero verme, y así es como doy inicio a la rutina de todos los días.

Permanezco unos minutos en el baño; salgo; me devuelvo a mi habitación y tomo mi celular para revisar notificaciones: nada nuevo. Me recuesto, pero la intriga de saber qué más estará sucediendo en ese momento invade mi mente, por lo que en menos de cinco minutos vuelvo a tomar mi celular para revisar la bandeja de mensajes nuevamente.

Cero. Si ya conozco el resultado común, ¿por qué lo sigo intentando?; empiezo a creer que a lo que llamo “perseverancia” es realmente ignorancia; ¿desde cuándo mi bandeja empezó a estar vacía?, la verdad es que creo conocer la respuesta, pero recordar la razón me lastima, y es más sencillo continuar

revisando mi celular en una espera eterna, hasta que alguno de estos días me canse también de hacer eso, tal vez.

Ahora entiendo la razón por la que en el pasado esperaban por correspondencia. El anticipar por tanto tiempo una carta se convierte en un proceso doloroso y desesperante; el saber que el correo llegará cada viernes, pero puede que la carta a tu nombre no esté allí, por lo que te verías obligado a esperar una semana más, pensando qué harás si no llega esa carta de nuevo; es como lo que me sucede con esa ropa que tengo sin doblar y esperando a que le tome importancia mientras me observa desde la esquina de mi cama, ¿será un sentimiento similar?

Es como lo que siento yo y las miles de personas que siguen en espera de una carta, un correo, un mensaje, una llamada o una visita de alguien, alguien de quien permaneció su ausencia, o su olor, o tal vez fue al revés; tal vez somos nosotros esa persona de la que alguien más espera un mensaje en su bandeja de entrada, quizás inconscientemente seamos la razón por la cual alguien revisa su teléfono cada cinco minutos, pero la verdad es, que, en todas partes, la gente permanece en espera de un mensaje por parte de quien ya se fue.

No sé cómo terminar con esta parte del duelo; ¿será por qué no me esperaba que sucediera y ni siquiera reconocí la manera en que el duelo se precipitó? La incertidumbre es parecida a la manera en que muere alguien a quien

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saludaste hace apenas unos días, y te sientes incapaz de asimilar el hecho de que partió para siempre; de verás, creo que es igual.

Es un duelo que yo no asimilo aún y tal vez lo habría hecho si tan solo hubiera existido una despedida de por medio y no un desecho de recuerdos. Todavía recostada mirando hacia el techo volteo a mi celular con ese fondo de pantalla que no he cambiado de hace un año, pero tal vez ya es tiempo de hacerlo.

Tomo mi celular y no, esta vez no es para ver mi bandeja de mensajes, sino que me voy directo a ese chat, le doy un repaso y no solo es un vistazo a los mensajes, sino que es un repaso de recuerdos, de audios, de fotos y videos, algunos malos, unos buenos y unos realmente perfectos. Si la perfección yace en el sonreír, pero también llorar, con todo el dolor del mundo la siento, mientras empiezo a borrar ese chat, también sintiendo que ese peso sobre mí se desvanece.

Se deshace una atadura, y soy consciente de que esto no detendrá mi continúo recordar de todos los buenos momentos; estoy segura de que los recuerdos seguirán haciéndome reír, llorar y a veces extrañarlos, pero es importante reconocer cuando algo por su cuenta provoca demasiada tortura.

Finalmente, abro la aplicación de mis contactos, y observo ese número guardado.

Le doy a eliminar. Me levanto sintiéndome más ligera y entonces entro al closet y cambio mi pijama por algo más decente. Ato los cordones de mis tenis, guardo mis llaves con la intención de salir a caminar un rato, y salgo de mi casa cuando de repente creo escuchar ese timbre de una nueva notificación.

No tengo palabras para describirte de qué parte del duelo se trata.

Pero en el momento, es como si recibiera el mensaje de un número no registrado.

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Un día más Ana Carolina Valenzuela

Despierto en esta enorme habitación rodeada de muebles lujosos, cuadros costosos y lámparas que pareciera que iluminan el mismísimo Louvre. Otro día más en este cuarto vacío. Otro día más lejos de ti.

Mi rutina comienza con una ducha caliente en la que mis lágrimas se pierden a través del correr del agua, aunque en esta ocasión tienen un tinte de felicidad. Cada vez puedo menos, pero sigo aquí, porque hoy será el día en el que por fin te vea. No entiendo quién en su sano juicio pone todo un reino en las manos de alguien tan inestable como yo, en especial después de que te fuiste, pero está bien, porque hoy todo acaba, y porque hoy escapo contigo para siempre.

Termino de arreglarme y me dirijo a la planta baja del palacio. El desayuno está listo, servido de la forma más pulcra y elegante que puede existir sobre el enorme comedor que hay en el centro del salón. Buen día, su majestad. -dice Fran, el mayordomo, dirigiéndome una mirada de nostalgia, al mismo tiempo que hace una suave reverencia. Le respondo el saludo y me limito a tomar una manzana e ir a cumplir con mis últimas actividades como miembro de la realeza.

Camino hacia el vehículo que ya está afuera esperándome con mi chofer en él y me introduzco en la parte trasera. Nos dirigimos hacia el centro comunitario del pueblo, en el que solicité reunir a toda la gente para realizar mi labor de desenlace.

Al llegar, me encontré el lugar repleto de caras familiares. La gente del pueblo se había reunido, igual que aquella vez en que te conocí. Sus ojos reflejaban la misma esperanza y determinación que solías tener.

Me dirigí al podio y, con la voz ligeramente temblorosa, comencé a hablar.

-Amigos-, dije, - hoy es un día especial. Un día en el que decido ceder el trono, no porque sea mi deseo, sino porque sé que es lo correcto.

Explico mis razones para abdicar y ceder el trono mencionando que el amor a veces es más grande que todo. Hablé de los valores que aprendí de ti, de la importancia de la humildad, la empatía y el servicio. - Hoy, cierro el capítulo más importante de mi vida y doy fin a cientos de años de historia, porque a partir de ahora, comienza una nueva-, aseguré.

La nostalgia y emoción llenaron la sala mientras la gente mostraba pequeñas lágrimas mezcladas de tristeza y felicidad.

El proceso de transición se llevaría a cabo, y el poder sería devuelto al pueblo. El día que tanto había anhelado, el momento en que por fin podría escapar y unirme a ti, estaba cerca.

Después de la reunión, regresé al palacio.

Fran me miró con una mezcla de admiración y tristeza. Sabía que estaba haciendo lo correcto. Me cambié de ropa y me dirigí al jardín, al mismo lugar donde solíamos pasar horas conversando y soñando; ese mismo sitio en donde te vi por última vez.

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Al anochecer, mientras el sol se ponía en el horizonte, supe que había llegado el momento.

Me puse ese abrigo tuyo con el que tanto amaba verte, recosté mi espalda en el pasto y procedí a ingerir lo que me llevaría contigo para siempre. La vida de realeza quedaba

atrás, pero nuestras almas se unirían en espíritu en un lugar más grande que el universo mismo.

Y me dejé llevar. Por fin, me encontraba en camino de adentrarme a esa silenciosa travesía para reunirme contigo, y para siempre.

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La casa de la muerte Mariel Esquer

En una colonia algo recóndita, en las afueras de Sonora, vivía una niña llamada Cynthia. Con tan sólo once años, ella ya era la líder de una de las pandillas más traviesas de toda la vecindad. Por eso, como acostumbraban hacerlo cada 31 de octubre, Cynthia y su bolita de amigos rebeldes se juntaron para armar sus travesuras.

Empezaron con una lluvia de ideas, tomando en cuenta desde las bromas más clásicas como estrellar huevos en las puertas y ventanas de las casas, hasta las más creativas, como remplazar con frutas aquellas canastas llenas de dulces que los vecinos flojos dejan frente a sus puertas. Pero había un pequeño detalle que descubrieron mientras seguían sugiriendo ideas, y era que todo ya lo habían hecho antes.

Cynthia y sus amigos se quedaron sin travesuras, sin bromas pesadas para molestar a los vecinos y los otros niños que pedían dulces. Medio derrotados, por primera vez en casi siete años, todos decidieron que en esta ocasión irían a pedir dulces como todos los demás, hasta que uno de los miembros hizo una pequeña sugerencia.

Al final de la última calle de la colonia, cerca del baldío, existe una casa sombría y tenebrosa.

Corre el rumor de que exclusivamente en la noche del 31 de octubre, las luces pueden verse encendidas por adentro. La Muerte misma ha llegado a tomar por suya aquella vieja casa de madera y pintura caída para descansar.

Como una pequeña competencia amistosa, Cynthia y sus amigos tratarían de conseguir todos los dulces posibles hasta que se dieran las diez de la noche; después, contarían cuánto recaudó cada quien y aquel que tuviera menos sería el desafortunado en ir a pedir dulces a la casa de La Muerte.

Llenando sus espíritus de valentía y entusiasmo, los chicos se dividieron para recolectar dulces por toda la colonia hasta la hora acordada. Una vez que se dieron las diez, se volvieron a reunir y comenzaron a contar sus dulces. Uno por uno, los amigos de Cynthia siempre tenían uno, dos o tres más que ella, hasta que al final se dio cuenta que ella había perdido.

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Como era la líder de la pandilla, no podía demostrar aquel miedo que crecía como un remolino dentro de su estómago, que poco a poco iba subiendo a su garganta para intentar escapar como un grito de terror. Así que inhaló aire fuertemente, tomó su bolsa de dulces y caminó hasta la última calle de la colonia. Subió los viejos escalones de la casa vieja de madera, la pintura vieja y seca crujiendo bajo sus pies, y se detuvo con la mano alzada para tocar la puerta.

Pudo visualizar que las luces de adentro estaban encendidas, pero tanto la calle como la casa estaban completamente mudas. Tres veces tocó la puerta de manera fuerte y escandalosa, y dos fueron los pasos que dio para retroceder y alejarse de ella.

El tiempo parecía haberse congelado por completo, ni siquiera las corrientes del viento de otoño le hacían compañía en ese momento.

Pasaron unos minutos y nada, nadie abría la puerta. Impaciente, Cynthia cantó aquella canción que todos utilizan para conseguir dos cosas: uno: que les abran la puerta; y 2, que les den dulces.

Lo que sucedió a continuación pareció tratarse de un salto en el tiempo; la luz de la casa creció con gran intensidad, y toda la propiedad parecía inclinarse hacia ella para escuchar su canción.

Un click y el quejido rápido de una puerta fueron los detonantes de todo; Cynthia lentamente subía la mirada mientras observaba la larga figura que se paraba bajo el marco de la puerta, con una mano sobre la perilla y otra sosteniendo una canasta llena de dulces. Era La Muerte.

Describir a La Muerte sería difícil, pues los ojos y mente de cada persona tienen una versión diferente de ella, pero para Cynthia, La Muerte era una mujer de pelo negro cual carbón, largo y sedoso; de cara huesuda y colorida, con un sombrero negro adornado de bellas flores de colores que ya no existen.

Con una sonrisa cálida, La Muerte la saludó, y le acercó su canasta de dulces.

Cynthia estaba en shock, no podía gritar pues no sentía miedo, pero tampoco podía moverse por la impresión. Entre tartamudeos, simplemente logró saludar a La Muerte y expresar su sorpresa de que los rumores eran ciertos. La Muerte soltó una suave y pequeña risa, la tomó de la mano y la invitó a entrar a su casa.

Fue como si las cálidas palabras de La Muerte la hubieran hipnotizado, pues Cynthia entró a ese lugar, y su boca quedo aún más abierta que antes.

Era como un salón enorme, mesas llenas de vasijas con flores de todos los colores, un candelabro de flores de cempasúchil que brillaban como el sol, y una cálida chimenea con un sofá frente a ella

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que invitaba a todo que la viera a recostarse sobre él y dormir para siempre. El salón parecía estar lleno de vida.

La Muerte observó la expresión en la cara de Cynthia y la invitó a sentarse cerca de la chimenea.

En cuanto ella se sentó, no tardó en bombardear a La Muerte con preguntas sobre su casa, su apariencia, sobre el hecho de que ella la podía ver y tocar pero aún así seguía viva.

La Muerte respondió cada una de las preguntas de manera gentil y calmada; le contó a Cynthia que la noche del 31 de octubre era su descanso antes de celebrar el Día de Muertos, explicó que su apariencia se basaba en las creencias y percepciones que las personas tenían sobre ella, y que mientras mas cruel la distinguieran, más tenebrosa se vestiría.

La Muerte se acercó a Cynthia y tomó sus manos, le pidió que no le tuviera miedo cuando su tiempo llegara; que disfrutara cada momento de su vida, que luchara por cumplir sus sueños lo más que pudiera y le reveló que morir no era el final, pues hay tanto vida en la muerte como hay muerte en la vida. Tan pronto terminaron las palabras de La Muerte, Cynthia levantó su mirada de sus manos y se dio cuenta que estaba afuera de la casa vieja. Miró a su alrededor algo asustada, buscando a la cálida Muerte que la había recibido antes de que se diera cuenta de que había algo en sus manos. Eran dos pequeños dulces con formas de calaveras.

Cynthia no pudo evitar que se le escapara una pequeña sonrisa de sus labios, y corrió de nuevo hacia sus amigos. Como todo niño pequeño, ellos estaban asombrados por su historia y acordaron en visitar la casa de La Muerte el siguiente año, pero cuando el tiempo llegó, la casa había desaparecido. Al pasar del tiempo, los chicos se olvidaron de aquella historia, crecieron y se fueron por caminos distintos, pero ella jamás lo olvidó.

Más de setenta años después de su primer encuentro, en la noche del 31 de octubre, Cynthia visitó la casa de La Muerte de nuevo. Tocó a la puerta tres veces y La Muerte la recibió con una cálida sonrisa.

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Mein amie il Wolf Schatzi Jiapsi

Todos sabemos que en la vida existen diferentes tipos de historias de amor, las cuales llegamos a experimentar sin previo aviso. Algunas son más bellas que otras, algunas más tristes; algunas te consumen el alma, la paz o la conciencia, y otras pueden llegar a ser mejores o simplemente peores, pero por desgracia, el saber que hay diferentes tipos no nos libra del no saber, cuál de esas historias es la que te marcará.

A lo largo de su vida creció con cariño, rodeada de mundos llenos de letras, con un televisor que iluminaba por la noche su rostro y el de su hermano al ver caricaturas, rincones llenos de colores por tantos peluches afelpados y juguetes de plástico dentro de la habitación; sin duda un mundo amplio para la imaginación. Sin embargo, no podría compararse tal lugar con el bosque. Lleno de enormes robles, el olor a petricor, criaturas corriendo por doquier, hongos y hermosas flores, acompañados de los dulces y cálidos rayos del sol que se colaban entre los espacios de los árboles, los cuales solían ser tan reconfortantes al estar tanto tiempo viendo el lago en la soledad del frío abrazador.Le gustaba mucho salir a caminar y disfrutar las maravillas forestales y convivir con todos sus habitantes. Sus padres le dijeron que todas esas criaturas podrían ser sus amigas si así lo deseaba, que nada malo sucedería, que podía confiar en ellos; amarás y serás amado.

Tal y como ellos lo habían hecho con uno de sus integrantes, el lobo, uno de los lideres del clan, de espíritu libre, ojos grandes y melancólicos, con los años tratando de borrar su apariencia jovial por la casta, pero visible aparición de blanquecinas líneas en su pelaje gris. Confiaban mucho en él, le querían y apreciaban, en especial su madre. Cuando Edwina fue diagnosticada con asma, largo fue el tiempo que compartió de su niñez con él, solían conversar largas horas, le contaba increíbles historias de su juventud, todas las veces que salió del bosque, sus nostálgicos relatos de los amores de su vida y de su penosa soledad que anhelaba compañía.

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A pesar de eso, con el paso de los años todo cambió. En ese entonces fue ciega, nunca vio su intención detrás de la bondad, se dejó llevar en un mundo donde todo era brillo y esperanza. Su amabilidad, el tiempo de calidad que pasaban juntos, las risas, los elogios, las miradas cómplices y todas aquellas muestras de cariño fueron mal intencionadas, fueron en vano, pero qué más se podía esperar, pues es que todo en la vida tiene un precio. Hasta que un día, el lobo le quitó lo más preciado de la suya.

La más joven de los Freeman, no recordaba si la noche anterior al parto programado había dormido mucho o no; lo que sí sabía es que soñó con ella, aunque en ningún momento su sueño se parecía a lo que realmente vivió. Le costaba reconocer que se derrumbó al entrar al hospital y ver a otras mujeres también a punto de dar a luz, pero seguramente ellas corrían la suerte de no contar con su doloroso final. Pero enseguida llegó Amelia, su madre, y se tranquilizó. Ella se sentó a su lado y hablaron juntas de las muchas cosas que se habían perdido, debido a su ausencia y le aseguró que ella le apoyaría en todo, dadas las circunstancias del momento.

El Dr. Brown le explicó cómo sería el proceso y los efectos secundarios que tendría. Le confirmó que su plan de parto podría llevarse a cabo por completo, incluso el no optar por la epidural.

Una hora después del ingreso, la enfermera le colocó la primera medicación para empezar a provocar el parto. Aún no habían pasado sesenta minutos cuando empezó a notar los primeros efectos secundarios: temblores, escalofríos, y dolor, pero sobre todo frío. Su frágil y delgado cuerpo empezaba a sentir una mezcla de emociones que ya venían de muchos días atrás, sus piernas se movían por sí solas y no podía pararlas, más incluso que las manos y los brazos. En ese momento el miedo comenzó a gobernarla, mientras la incertidumbre le carcomía el alma.

En la espera de que iniciara el parto, la enfermera les propuso hacer una última ecografía para poder ver a la pequeña bebé, ya que hacía más de un mes de la última. Edwina sollozaba levemente tomado de la mano de su madre, fue algo tan bonito y especial poder verle así por última vez y poder certificar que estaba donde ella la sentía y la notaba desde hacía semanas atrás.

Estaba tranquila y se podía escuchar el tremendo latido de su corazón. Su esposo Richard hizo fotos y vídeos del momento, ya que serían unos de los tantos recuerdos de ese día que mantendrían siempre en su mente.

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Los dolores comenzaron a ser cada vez eran más intensos y, de repente se abrazó de su acompañante al sentir como si una descarga eléctrica pasara por su columna, y esa fue la prueba; indicaba que el momento había llegado. Las enfermeras le ayudaron a colocarse bien en la cama mientras sentía dolor dentro de todo su ser, fueron tres sentidos pujos: en el primero salió todo el líquido que aún quedaba y en el segundo, apareció la pequeña bebita por la que había estado esperando tanto tiempo. La sintió con tanta intensidad.

Sin embargo, las cosas cambian sin que te des cuenta, y más a menudo si es que tienes al lobo cerca. Las cosas pasan inesperadamente y no te dan tiempo ni oportunidad para evitar o remediar el dolor; aunque las heridas abiertas se cierren o dejen de sangrar, el dolor está ahí presente, porque a pesar de que trates de bajar la luna y las estrellas, tapar el sol con un solo dedo, vivir en una nube o girar en una órbita direccional, el dolor seguirá allí; siempre se quedará en ese mismo lugar y nunca se irá. Esa es una de las cosas que más le costó comprender a Edwina en toda su vida.

Como el saber, del por qué suceden las cosas. Porque sin previo aviso, ni oportunidad de reproche o tiempo para sufrirse o lamentarse, su pesar llegó, la triste y cruel agonía con la que tendría que cargar el resto de sus días. Ya era su momento, y salió tan tranquilamente que era casi difícil de creer. Ya en un último pujo, salió la placenta. Eran las 3:05 de la madrugada a principios de enero cuando nació Sophie Freeman, una bebé que llegó al mundo muerta.

Sólo para quedarse muy poco tiempo e inesperadamente marcharse. Duró casi ocho minutos sin dar alguna señal de vida, los médicos corrían de un lugar a otro tratando de reanimarla, mientras Richard luchaba con tranquilizar a Edwina y su cercano ataque de asma. Era su hija y estaba muerta, porque con treinta y seis semanas de vida no soportó el parto.

Entonces lo vio entrar: era el lobo, quien siempre estuvo ahí, toda su vida siguiéndola.

Invadida en lágrimas, con su respiración entrecortada cuando piel con piel por fin estuvieron juntas, la enfermera traía a su bebé envuelta en mantas y enseguida la colocaron encima de su pecho. Ese pequeño ser era su hija. La sostenía con sumo cuidado, tenía miedo de poder lastimarla porque se veía tan frágil y delicada. Tenía la piel casi transparente y muy, muy suave, estaba completamente rosada, pero a la vez cálida.

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Era muy pequeña, tan solo pesaba 1 kilo 540 gramos y a penas medía unos 46 cm, pero a pesar de ello, para la joven Freeman resultaba ser la bebé más preciosa de todo el universo.

Para Edwina su nombre ya no importa ni su edad mucho menos, puesto que una parte de ella murió ese día, y su más grande amor partió, el día en que el lobo se comió a su hija.

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2.27 minutos de descanso Ángel Espinoza

Era un día cualquiera de un futuro no muy

—¿Quién lo pregunta?

cercano. A la décima hora de la mañana,

—Soy Lia, gerente de recursos robóticos y

dentro de uno los distritos menos concurridos

humanoides; y creo que sabe bien a que he

de la creciente ciudad Aceituna R442, una

venido con usted.

mujer joven de corto pelo y altura promedio

—Sus suposiciones son acertadas —dijo C4-

se abría paso a través de uno de los

J0N sin una pisca de sorpresa en su implante

caminadores

de voz—. Si, soy el robot que buscas, y sé que

automáticos

a

un

ritmo

constante pero apresurado.

usted ha venido a reiniciarme.

—Las 10 con 9 minutos y 47 segundos; justo

—Como usted bien sabe —contestó Lia—

a tiempo —, replicó la mujer observando su

nuestro contrato dicta que, al momento de

recién incorporado implante temporal.

abandonar la empresa y por motivos de

Poniendo un pie fuera del caminador, se

seguridad, se tiene que eliminar todo el

encontró de frente a un pequeño mirador. Con

material almacenado en su unidad de

una rápida observación detectó que en el

memoria desde que inicio sus labores en la

fondo se encontraba un solitario robot

empresa. Y su primer registro fue hace… ¡27

sentado en una pequeña banca. Rápidamente

años! ¿Estaba consciente de eso cuando

se encaminó hacia este y se posó frente a él,

renunció?

diciendo con una voz enérgica y un poco

—Si, lo estaba y ya lo he aceptado —dijo con

alegre:

una de voz más apagada, a lo que Lia

—Buenos días, ¿de casualidad es usted el

continuó algo incómoda.

robot de denominación C4-J0N?

—Bueno… mire, lo único que falta para

Girando lentamente, el robot la observó por

acabar con esto es que usted de su

unos instantes antes de contestarle a su

consentimiento, ósea requiero de su clave de

pregunta con un tono apagado y electrizante.

reconocimiento.

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—Antes de eso, —dijo C4-J0N— ¿no quiere

recuerdos de una época pasada que ella había

conocer los motivos de mi renuncia?

mantenido reprimidos, pero que ahora

—Si me gustaría, pero no tengo mucho

volvían y la atacaban como si de penetrantes

tiempo que digamos, mire estoy en mi

ráfagas de balas se incrustaran en ella y la

descanso y… Sin haber terminado de

apuñalaran por dentro. Está frunció el ceño y

explicarse, C4-J0N interrumpió con una

a modo de reflejo se tapó la frente con sus

observación:

manos. ¡No!, No!, ¡No vuelvan!, tengo que

—Así que, si es su descanso, entonces… ¿Por

distraerme, tengo que… hacer algo… Pensó

qué no está descansando?

angustiada.

Después de un pequeño silencio, éste

—¿Se encuentra bien? —preguntó C4-J0N,

continuó.

—Bien, le transferiré la clave. Pero antes, tengo una proposición que hacerle: ¿puede sentarse junto mí, cinco minutos a lo mucho?

Sorprendida por lo que parece ser una insignificante propuesta, decidió aceptarla al instante. Solamente son 5 minutos, pensó…

Al poco tiempo

de sentarse,

decidió

contemplar el panorama que tenían frente a ellos. En la lejanía podía apreciarse un precioso valle completamente verde, en el que se encontraban dispersas unas granjas con paneles hexagonales en su techo y molinos que ese encontraban estáticos en el cielo. Aquella majestuosa escena en conjunto con el sonido del aire golpeando los árboles, la relajaron. Y, mientras respiraba ese aire tan puro y fresco hizo una reflexión: ¿Por qué no

rompiendo el silencio que había en el lugar.

Lia volvió a la realidad; aliviada por la tan considerada pregunta. —Si, no hay ningún problema.

—¿Está segura? puede contarme si usted desea. Mi memoria será eliminada de todas formas.

Tal vez, por una ocasión; debería contarle a alguien… bueno a ‘‘algo’’, sobre lo que me pasa, pensó la mujer con duda.

—Desde hace mucho… ya no puedo hacer nada más que trabajar. Cada vez que dejo de hacer algo regresan a mí recuerdos del pasado, tan vividos que siento que me harán colapsar en el momento en el que deje de estar ocupada. Los he ignorado por mucho tiempo, pero recientemente se han vuelto más constantes y no sé qué hacer…

me había tomado un descanso como este? En se momento lo recordó, y al instante una

Aprovechando la inusual situación, empezó

terrible sensación recorrió su mente. Eran los

poco a poco a abrirse con el robot. Le contó

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de la persona que era, de todo de lo que se

—Ya le transferí mi clave. Hace 11 minutos

arrepentía de haber y no haber hecho, incluso

que pasaron los 5 minutos de mi petición,

de las personas a las que siente que hizo daño.

¿por qué sigue usted aquí? ¿no tenía prisa?

Las razones por las que se recluía, los

Aun recuperándose, observó su implante

motivos que le llevaron a alejarse de los

temporal para corroborarlo: 10:23. Ya que

demás, entre otras cosas que le carcomían la

regresar le tomaba aproximadamente 9

cabeza. Llegando a parecer como si se lo

minutos, incluso con prisa, no podría llegar a

contara a un amigo de toda la vida. Entonces,

tiempo. Solo contaba con 27 minutos para

cuando

C4-J0N

‘‘descansar’’, pero que en cada ocasión; no

siguientes

habían cumplido con su función hasta ese

comunicó

se

sintió con

satisfecha,

cuidado

sus

palabras:

momento.

—No soy un robot psicólogo y tampoco

—Me tomaré un tiempo más, y luego creo

cuento con la suficiente información para

que iré a terapia; realmente lo necesito —,

hacerle una recomendación profesional. Pero

comentó Lia con una voz más relajada

como si de un robot obsoleto se tratase, tal

acompañada de una pequeña sonrisa.

vez lo mejor sea desarmarse por partes para

Ambos continuaron sentados en esa banca. A

dar pie algo nuevo y actualizado. Aprender

C4-J0N solo le quedaban unos minutos antes

tanto de errores como de aciertos. Remplazar

de que su memoria fuera borrada. Juntos,

aquellas piezas dañadas y utilizar las que

observaron la pared unos instantes más, en

pudiera rescatar para construir algo mucho

silencio, hasta que pasado un rato, aquel

mejor. Pero, no podrá empezar a crear una

robot

nueva versión de sí misma si no destruye a la

siguientes, Lia asistía a terapia y en ocasiones

anterior.

pensaba en aquellas palabras que alguna vez

Lia se quedó en silencio. A pesar de no haber

dijo el robot, reflexionando sobre cómo

parado de hablar hace tan sólo unos instantes,

reharía su vida. Terminó por renunciar de su

en ese momento, no salieron más palabras a

trabajo tiempo después.

fue

reconfigurado.

Los

meses

su boca. Percatándose de esto, el robot hizo un último comentario.

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El más allá Edgar Urdiales

Los

tiempos

de

paz

se

sienten

tan

inundaba el lugar. -¿Estás bien?-, la pregunta

indiferentes, porque no tenemos el infortunio

comenzó a resonar a mi alrededor.

de vivir lo contrario, o al menos eso eso solía

-Sí-, afirmé. Y aun así, el deseo de decir lo

decir cuando me sentía vivo. ¿Soy yo el

contrario se acumuló a mis adentros.

problema?, ¿Por qué tiene que ser así?

Procedí a retirarme camino a mi hogar, y

-¿Tú te sientes vivo, o con ganas de seguir?-,

observé a varias personas conocidas pero

le pregunté a aquel amigo de toda la vida,

estas no parecían notar mi presencia.

aquel con quien me identificaba como si

Una vez adentro, procedí a notar el silencio

fuese mi propio reflejo.

rotundo y la indiferencia de aquellos que se

-¡Todo el tiempo!, y cada vez más–, me dijo,

supone eran mi familia, el núcleo del cual

con una gran sonrisa y el entusiasmo de

emerge una oscuridad que ahora absorbe todo

siempre.

a mi alrededor.

Sin embargo, por alguna razón que no pude

-He vuelto-, les avisé, pero no hubo

explicar, lo que percibía a través de sus

respuesta. -¿Todo bien?

palabras era una fachada, una mentira de

Ningún sonido se emitió. Me retiré a mi

alguien que en realidad empezaba a sentir un

habitación solamente para encontrarme con

disgusto hacia mi persona, a pesar de que

un largo y oscuro pasillo del cual resuena el

muy dentro de mi contaba con que lo que

eco de mis pisadas, mientras avanzo, hasta

observé no era real.

que finalmente llego a la puerta y observo un

Con el paso de los minutos, más individuos

cartel con un tono rojizo que tiene escrita la

empezaron

palabra “SALIDA”.

a

llegar;

sin

embargo

la

indiferencia del momento fue tal, que no

-Me siento muerto-, le revelé a mi ser,

percibí esas emociones, ni aquellos sonidos

sospechando que al atravesar esa puerta no

emitidos

habría ninguna diferencia en cuanto a mi

por

aquellos

cuya

presencia

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estado actual. Y la realidad pudo haber sido

oración compasiva de regreso. Provenía de

esa, hasta que una parte de mí regresó a la

una voz que despedía una sencilla pregunta:

vida con el simple hecho de escuchar una

¿Cómo te sientes?

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Sueños de oscuridad Johana Marali

Una intensa sensación de asfixia se hizo presente en algún momento de la noche.

El pecho se comprime en busca de aire de una forma dolorosa; es como si no existiera oxígeno en la habitación. El pánico hace su entrada triunfal, aspiraciones al vacío. Necesitaba moverse.

Necesitaba gritar. No sirve de nada gritar por auxilio; por más que lo intenta, la voz no logra salir desde lo más profundo de su ser, la compresión en el tórax se torna insoportable.

Termina encajando las uñas en su propia carne, intentando despertar. Aunque intentara discernir entre la realidad y el sueño, todo era igual.

No hay sonido, no hay luz. Solamente dolor.

En algún momento sientes un hormigueo que comienza a picar desde la punta de los pies hasta tu cabeza. Pica tanto. Las voces regresaron para recordarte tu cruda realidad, y no paran de burlarse.

Necesitas moverte antes de que las sombras aparezcan, y te repites, es un sueño, es un sueño, es un sueño…

Lo poco que logras mover tus extremidades termina siendo sacudido por un intenso hormigueo, pero no es suficiente para sacarte de ese estado de petrificación. Sus chirriantes risas acompañan tus fracasos, les sientes acercarse por mucho que no logres verlos.

Las sombras a tus pies comienzan a estirarse y a crecer de formas grotescas, tan oscuras como la noche, un peso sobre tu cuerpo te presiona, el solo pensar en cómo zafarse de ello comienza a tornarse más cansado. “Pero no son reales, y no pueden hacerme daño”.

Los ojos aparecen sobre ti, tan inquietantes que te hacen sentir pequeño e intranquilo. La impotencia de no poder hacer nada te inunda. En el momento en que se lanzan, simplemente les dejas hacer lo que quieran. Todo se vuelve negro.

Te incorporas en la cama como si fueras un resorte. Te estremeces temblando, y mientras tus pulmones se llenan de aire te das cuenta del frío que hace: habías estado sudando y ahora está

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empapado. Abrazándote a ti mismo, tratando de estrecharte e intentando controlar los temblores, te preguntas cómo dejarte caer. El silencio es testigo de que incluso gritar no ayudará de nada.

La tranquilidad del exterior es deprimente cuando lo único que esperas es el consuelo, pero el único sonido que logras emitir es una especie de lamento ahogado, más como el chillido de un animal herido. Das paso a la lamentable imagen de tu abrazo y a esa versión de ti que sigue arañando tu propia vida.

La desesperación que te consume es agobiante.

Las risas escalofriantes vuelven a hacerse presentes, y presientes que están mirando desde algún lugar, ocultándose. Estiran sus fríos dedos para burlarse de su siniestro juego. “Déjenme en paz” dices en voz alta, pero no te escuchan; “dejen de molestar o le dire a Jagoda”.

Las risas resuenan a tu alrededor porque saben que no le dirás nada a ella, aunque sea cierto que le temen tanto con simplemente evocar su nombre. Recordar el profundo color cereza que colorea su piel te hace estremecer. Un brusco tirón te saca de la bruma de tus pensamientos, ¿Cómo es posible que sean tan fuertes incluso cuando estás despierto?

Jagoda es la única que podría lanzarte fuera de tu propia cama: algo va mal desde que la anciana entidad dejó de aparecer como una recta columna en su rincón habitual.

Te levantas intentando mantener el equilibrio para no caer entre los temblores y tu propia pesadez.

Avanzas torpemente hasta la puerta, y con tu propio peso haces palanca para poder abrir porque te falta fuerza. Al hacerlo, permaneces observando el exterior y notas que el lugar está sumido en un silencio antinatural y las sombras a tus espaldas empiezan a agitarse.

Agudizas tu oído: no hay zumbidos de ningún tipo.

“Sal de aquí” resuena como una opción cuando sientes una extraña sensación.

“Vuelve, regresa, no salgas” los susurros de las sombras y sus intentos hacen que tomes el valor de cruzar el pasillo adentrándote a la penumbra. Entre mareos y buscando el apoyo de la pared más cercana tomas unos segundos para repetirte “estoy en casa, estoy bien”, hasta que logras controlarte lo suficiente como para continuar con tu misión de escapar.

No hay tiempo para vestir algo más decente que el pijama de mediados del verano y una desgastada sudadera de la universidad. Sales de casa e inmediatamente te envuelve el aire frío y húmedo que tanto esperabas. Afuera el paisaje no es muy distinto a tus constantes sueños, un exterior gris en penumbras.

Caminas por la calle crujiente en completa oscuridad a pasos cortos entre las sombras.

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Dejas el camino empedrado por el cual pasa la avenida principal y te conduces por las ramificaciones hacia el norte. Por el sendero que conduce al lago. Pasas un rato caminando siguiendo el sendero hasta que dejas atrás la oscuridad gracias; el camino hacia el lago se encuentra parchado con escasas farolas que funcionan con diminutos aros de luz.

Te detienes junto al lago en uno de sus extremos a descansar, escuchar, y mirar el lugar de tonos de azul profundo, anaranjado y amarillentos. Ya no está zumbando.

Te encuentras en uno de los extremos de la laguna, en un área que es plano. Desde este punto, puedes contemplar las luces de los automóviles que circulan en la cima de la cresta, destacándose como destellos intermitentes en la distancia. Y dejas que la gravedad te lleve hacia abajo dando zancadas largas hasta poder mojar un poco tus pies ennegrecidos por el extenso recorrido.

Sumerges tus pies en el agua para que ayude a calmarte con su corriente, y pronto percibes los guijarros enterrarse mientras el fango te deja hundirte con una sensación viscosa. "Esto si es real".

Avanzas bordeando la orilla hacia dentro de la laguna dibujando una gran espiral a tu paso, contra viento y marea, el truco es no detenerte con los roces de algas al caminar a contracorriente.

La sensación de escozor que experimentas cuando el agua entra en contacto con las heridas abiertas te recuerda que estás despierto. Si estás despierto, ¿entonces por qué ves siluetas oscuras esperando en la orilla?

Continúas tratando de no caer en los huecos que encuentras, y sientes un mareo conforme el zumbido va regresando. Tu cuerpo está tratando de hundirse por más que luchas por mantenerte a flote."No te detengas".

Ya no sirve de nada mantenerte con la punta de los pies, si los huecos se vuelven más profundos debajo de ti. Tienes que parar. Con la cara lo más elevada posible evitando las aguas, controlas tu respiración pese al miedo.

Mirando a la orilla, ya no sabes si son sombras o son luces lo que hay en ella.

Casi has llegado al centro. Quizá una braseada en línea recta ayudaría a llegar más rápido.

Te tienta el frío pero necesitas seguir adelante.

Es una laguna pequeña, hace tiempo que debiste llegar al centro. ¿Por qué iniciaste a nadar en primer lugar?

El agua llegando a tu nariz te recuerda que te hundes. Ya ni siquiera tocas el fondo como para tomar un respiro. Tu cuerpo se sumerge.

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La falta de visibilidad te hace sentir como si te consumiera la oscuridad, hasta que la temperatura pasa a ser abrumadoramente fría y opresiva. El cansancio te invade. La turbidez del agua impide que veas más alla de ti mismo, y mientras te empujas hacia adelante, pronto llegarás al centro y podrás ver hacia la orilla con retrospección.

No falta mucho: escuchas silbatos a los lejos.

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