Prosadictos

Page 15

La doble espera José García Montalbán (Jósgar)

L

OS niños hacía rato que se habían acostado. Apagué el televisor, enfundé los pies en las pantuflas y medio adormecido me dirigí a la cama. Poco antes, las caricias profundas de los protagonistas de una serie de televisión me hicieron intuir en los ojos de Marta el deseo de volver a hacerlo, conscientes de que llevábamos más de un mes sin hacer el amor. Unas veces, porque me sentía cansado después de la intensa jornada laboral; otras, era ella quien eludía sus obligaciones conyugales con cualquier excusa, que solía tener a los niños como trasfondo de sus evasivas. A veces yo bromeaba con aquello del “dolor de cabeza”, entonces se enfurecía; después, me acercaba a ella y la besaba con dulzura. Al pasar junto a la puerta de la cocina, sin desviar mis ojos entornados, exclamé con poco ánimo un: «buenas noches, cielo, me voy a dormir». Me respondió entre ruidos de cacharros y platos. Al rato, oí el crepitar del papel de aluminio al envolver los bocadillos para el almuerzo de los peques. Esa noche se notaba en la casa el calorcillo primaveral. Mi esposa había cambiado el edredón de invierno por una cubierta de cama más liviana. Apagué la luz de la mesilla de noche y me abracé a la almohada que, como siempre, acabaría estrujada entre mis piernas. Imaginé que Marta no tardaría en acostarse y esperé sumido en un duermevela. De pronto abrí los ojos y comprobé que llevaba casi una hora acostado. En la cocina se escuchaba todavía el ruido del extractor de humos, de las sartenes, de las fiambreras con la tortilla de


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.