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BARRIO LAS AGUAS, BOGOTÁ. JUNIO 2020 EDICIÓN No.61. Estamos viviendo tiempos atípicos. Es por eso que este mes presentamos una edición diferente. Alargamos la historia de portada a dos páginas para contarles las vivencias de algunos vecinos en estos tiempos de pandemia.
¿Cómo han vivido los vecinos y comerciantes del barrio esta cuarentena? Leonardo, Paula, su hermano Jorge y Orlando cuentan su experiencia.
En la imagen, Paula Campaz y sus dos hijos Sebastián y Marlon; Orlando Castillo, Leornardo Medina y Jorge Campaz.
Tiempo para decansar Al inicio y desde el simulacro fue espectacular, pues yo muy rara vez descansaba. Desde que tengo 14 años empecé a trabajar. Lo máximo que había descansado eran 10 días. Entonces, me gustó ese descanso, ¿por qué no? Cuando lo extendieron la primera vez todavía estaba bien. Lo trágico comenzó cuando completamos el mes, pues los colombianos no tenemos la costumbre de ahorrar. Con lo que uno medio guardaba, podría sobrevivir máximo un mes. A partir de ahí las cosas comenzaron a ponerse un poco más difíciles, más apretadas. Lo bueno era que podíamos compartir más tiempo con los niños. Yo trabajaba en restaurantes, con el mínimo, pero con todas las prestaciones del ley. Cuando hicieron el tercer alargue de la
cuarentena, cancelaron contratos y nos liquidaron. Con un mínimo es muy difícil sobrevivir mucho tiempo y mucho menos ahorrar, entonces a mí me tocó salir después de un tiempo a buscar trabajo en restaurantes, así fuera para lavar loza. Fue complicado porque el pago del arriendo y los servicios dan espera, pero la comida no. Tengo dos hijos: Sebastián, que está en segundo y Marlon, que está en sexto. Cuando estoy en la casa, me levanto temprano, hago oficios. La mayoría de la cuarentena han sido tareas. Porque mandan una guía supuestamente para una semana pero pareciera para un mes entero. Los niños están casi todo el día haciendo tareas. A veces los dejo salir en la tarde. Al frente de la casa solo hay pasto, entonces dejo que salgan un rato para que se relajen, corran y jueguen. Cuando se cumple el tiempo, se entran otra vez. Yo aprovecho para estudiar. Empecé contaduría pública.
Lo que más extraño son las clases presenciales. Las clases virtuales han sido terribles, a veces no entiendo todo. Hay profesores que explican con paciencia, pero hay otros que no. A mí esto me cayó como un balde de agua fría porque yo no tengo computador, ni plan de internet. Todo ha sido a través del celular. Para hacer trabajos ha sido como un teléfono roto. Mis hermanas tienen computador entonces ellas me han ayudado. A veces siento impotencia porque [los niños] no tienen apoyo de nadie, pero ellos son ese motor que uno necesita todos los días para levantarse y seguir, ¿qué más podemos hacer? Siempre he sido una persona que se adapta, que se acostumbra. Ahora que está uno en la casa y se preocupa por los gastos, es importante saber mantener la calma. Con los trabajos que he conseguido se va solventando lo que va surgiendo.