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FIRMA INVITADA A VUELA PLUMA. Emilio Velasco

A vuelapluma / EMILIO VELASCO LA AGRICULTURA EN ESPAÑA: FUENTE DE EVOLUCIÓN

Voy a comenzar mis reflexiones en defensa de la evolución de nuestro sector primario desde mi absoluto convencimiento de que si el ser humano no hubiera “inventado” la agricultura, hoy seguiríamos recolectando bayas silvestres para alimentarnos.

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Sentando lo que para mí es un axioma indiscutible, para comprender mejor como se llegó a aquel “primer invento”, es necesario recorrer el largo camino de la evolución del género humano hasta que se produjo un hito de trascendental importancia: el paso del paleolítico –la era que nos convirtió en lo que somos y permitió a nuestra especie expandirse por todo el mundo–, al neolítico, que marcó el inicio de la auténtica evolución del ser humano. Fue en el inicio de esa nueva época cuando el HOMBRE (*), allá por la Mesopotamia (**) de hace unos 10.000 años, comenzó a domesticar las primeras plantas y animales que le permitieran abandonar su condición de mero recolector de frutos silvestres que debía ir buscando en un constante nomadismo. Esos primeros logros “tecnológicos” –al fin y al cabo, servirse de una planta silvestre o de un animal salvaje para cultivar la primera y obtener del segundo fuerza de trabajo, carne, pieles, leche, etc., no deja de ser un logro que hoy llamaríamos biotecnológico, ¿no?–, le permitió fijar su morada en nuevos territorios. Estos nuevos asentamientos le brindaban, además, unas buenas condiciones para desarrollar esa nueva actividad. Ya podía producir sus propios alimentos, abrigo, fuerza de trabajo o comodidad de transporte, lo que a su vez, originó el surgimiento de nuevas profesiones.

Desde aquel primer logro de hace unos 100 siglos, el hombre ha estado seleccionando a su antojo nuevas variedades genéticas en función del grado de utilidad que aportasen para facilitar su existencia. Aquel acontecimiento no representó un cambio brusco sino que inició una evolución gradual e imparable que posibilitó la multiplicación y expansión no solo de los seres humanos sino que otras muchas especies –animales y vegetales–, que le acompañaron en esa colonización de nuevos territorios. Entre ellos se encuentra nuestra península, donde se cree que aquellos pioneros llegaron hace unos 7.500 años por vía marítima desde otros puntos del Mediterráneo, trayendo consigo un buen paquete de conocimientos. Se establecieron en un primer momento en lo que hoy es el levante catalán para continuar expandiéndose por toda la ribera mediterránea antes de internarse para colonizar la totalidad del territorio peninsular, en un proceso que duró algo más de 2.000 años. Durante este tiempo se multiplicaron nuevos logros e “inventos”: arados, herramientas, molinos de grano, cerámica, etc.

A partir de esta breve reseña resaltando la aparición de la Agricultura –así, con mayúscula–, como la primera ciencia de la historia del género humano, voy a centrarme ahora en resaltar la profunda modernización conseguida por nuestro País. Nuestra agricultura, hasta hace algo menos de tres cuartos de siglo, aún se encontraba sumida en las atrasadas costumbres de una sociedad anclada en unas tradiciones marcadas por unas rancias condiciones heredadas de ancestrales épocas feudales. Y para comprender mejor esa vertiginosa evolución experimentada en los últimos 70 años, se hace necesario repasar brevemente el recorrido de la agricultura que ha sido, a la vez, el motor que ha impulsado a todos y cada uno de los logros tecnológicos que el ingenio humano ha venido desarrollando en cada época. El comienzo de la década de los 50 del pasado siglo XX marcó el inicio de un acelerado proceso de modernización de nuestra agricultura, una vez superado el trauma de la todavía reciente finalización de la cruel contienda civil y a punto de concluir el injusto bloqueo económico con el que las potencias aliadas vencedoras de la II Guerra Mundial “castigaron” a nuestro país por su alineamiento, ideológico que no de facto, con las potencias del Eje. Cabe recordar que España se mantuvo neutral y no intervino en aquella confrontación salvo con la aportación de un puñado de voluntarios, la División Azul, que atravesó Europa para combatir exclusivamente a Rusia.

Pero volvamos a la superación del atávico retraso de nuestros procesos productivos. Es a partir de mediadosdel siglo XX cuando España se “apunta al carro tecnológico” y olvida la maldada premisa del “que inventen ellos”. Así, las áreas productivas, comenzando por las agrícolas y muy pronto seguidas por las industriales, se fueron incorporando con gran dinamismo a un mercado de amplio radio. Esto les permitió pasar de producir casi exclusivamente para satisfacer a los pequeños mercados locales, a intervenir con rotundidad en los de carácter nacional e internacional.

Aquellos cambios en la agricultura produjeron casi de manera inmediata el abandono de los cultivos poco productivos y de trabajar las zonas de montaña y menos fértiles. Y otro tanto sucedió con las anticuadas técnicas de cultivo. Nuevas variedades de semillas mejoradas, más tierra dedicada al regadío, utilización de fertilizantes de mayor eficacia, etc., permitió incrementar las producciones en cantidad y calidad. Por otro lado, la mecanización, hasta entonces poco menos que testimonial, comenzaba a imponer su hegemonía en todas las labores que se habían venido efectuando a base de mano de obra, lo que trajo aparejado el éxodo de sus gentes hacia el sector industrial que de inmediato experimentó un gran auge: la revolución industrial había llegado por fin a España, con un retraso de casi un siglo respecto a otros países más punteros en la materia, pero entre los que muy pronto se encontraría el nuestro.

Por fin, el ingreso de España en el Mercado Común Europeo, –hoy Unión Europea–, supuso el espaldarazo definitivo al reconocimiento de la modernización de nuestro sector primario y la participación en nuevas oportunidades diseñadas por la Política Agraria Común (PAC), la internacionalización, o la intervención en las nuevas acciones de política ambiental, calidad o defensa del territorio agrario. En suma, el sector primario español ha dado un paso de gigante para situarse al nivel de igualdad requerido por la UE. Algo que no habría sido posible sin aquel “invento” de hace 10.000 años. 

(*) Entiéndase como especie, no como género diferencial, claro. (**) Mesopotamia, entre los ríos Tigris y Éufrates, en lo que hoy denominamos Oriente Próximo, ocupaba el vasto territorio actual de Irak, Siria y Turquía.

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