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¿Por qué ofrecemos Misas por los difuntos?

El ofrecimiento de Misas por el descanso del alma de los fieles que se han ido está ligado a nuestra creencia en el purgatorio. Creemos que si la persona ha muerto creyendo en Dios pero con pecados veniales y con dolor causado por sus pecados, entonces Dios en su divino amor y misericordia purificará aquella alma. Luego de que la purificación haya terminado, el alma tendrá la santidad y pureza que necesita para compartir el cielo; una las Bienaventuranzas dice: “Felices los limpios de corazón, porque verán a Dios”.

PREGUNTAS AL DIÁCONO MARIO ZÚNIGA

Aunque cada individuo al morir tendrá que pasar por un juicio personal ante el Señor y deberá rendir cuentas de su vida, la comunión de la Iglesia compartida en esta tierra continúa, con excepción de las almas que han sido condenadas al infierno.

El Concilio Vaticano II afirma en la Constitución Dogmática de la Iglesia, n.º 51: “Este sagrado Sínodo recibe con gran piedad la venerable fe de nuestros antepasados acerca del consorcio vital con nuestros hermanos que se hallan en la gloria celeste o que aún están purificándose después de la muerte”.

Entonces, de la misma manera que aquí en la tierra, oramos los unos por los otros, compartimos las dificultades, y nos ayudamos en el camino de la salvación, los fieles en la tierra podemos ofrecer oraciones y sacrificios para ayudar a las almas que se han ido a la purificación en el purgatorio luego de la muerte; y no hay oración más perfecta, un mejor regalo para nuestros fieles difuntos; que la de ofrecer el sacrificio de la Santa Misa.

En 1902, El Papa León XIII en su encíclica Mirae Caritatis elabora de una manera maravillosa este punto y enfatizó la conexión entre la Comunión de los Santos con la Santa Misa: “la gracia de la mutua caridad entre los vivos, que tanta fuerza e incremento recibe del Sacramento Eucarístico, en virtud especialmente del sacrificio, es participada de todos aquellos que están en la Comunión de los Santos. Porque, como todos saben, la Comunión de los Santos no es otra cosa sino una recíproca participación de auxilio, de expiación, de oraciones, de beneficios entre los fieles que están, o gozando las alegrías del triunfo en la patria celestial, o sufriendo las penas del purgatorio, o peregrinando todavía en la tierra; de todos los cuales resulta una sola ciudad, cuya cabeza es Jesucristo y cuya forma es la caridad. Sabemos también por la fe, que si bien el augusto sacrificio no puede ofrecerse sino sólo a Dios, pero sí puede celebrarse en honor a los santos que reinan en el cielo con Dios que los ha coronado, para obtener su patrocinio, aun como lo tenemos por tradición apostólica, para quitar las manchas de aquellos hermanos que habiendo muerto en el Señor no están todavía enteramente purificados”.

Un punto de vista: la Santa Misa trasciende el tiempo y el espacio, uniendo a los fieles que están en el Cielo, en la tierra y en el purgatorio en una comunión santa, y la Santa Eucaristía por si misma aumenta nuestra unión con Cristo, borra pecados veniales, y nos preserva del pecado mortal en el futuro (Catecismo de la Iglesia Católica n.º 1391-1396).

Por lo tanto, el ofrecimiento de Misa y otras oraciones o sacrificios por las intenciones de los fieles que ya han fallecido son actos buenos y santos.

Esta práctica de ofrecer Misa por los difuntos no es nueva.

El Catecismo nos lo dice, “Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico (cf. DS 856), para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios”.

En sí, estos ‘primeros tiempos’ tienen sus raíces en el Antiguo Testamento. En el libro de los Macabeos podemos encontrar que se ofrecían oraciones y sacrificios por los soldados judíos que al morir llevaban puestos amuletos paganos, los cuales estaban prohibidos por la ley; en el Segundo Libro de los Macabeos dice, “hicieron rogativas para pedir que el pecado cometido quedara borrado por completo” (12:42) y “Por eso hizo una expiación por los caídos, para que fueran liberados del pecado” (12:45).

En los comienzos de la historia de la Iglesia, podemos encontrar evidencia de las oraciones por los difuntos. Inscripciones encontradas en las catacumbas romanas en el siglo II son evidencia de esta práctica.

Por ejemplo, Tertuliano en el año 211 observaba el aniversario de los difuntos con oraciones.

SERIE DE PREDICACIÓN DE CUARESMA DEL AVIVAMIENTO EUCARÍSTICO ARQUIDIOCESANO

Únase a nosotros para la Serie de Predicación de Cuaresma del Avivamiento Eucarístico Arquidiocesano del 7 al 11 de marzo de 2023. Cada evento contará con una reflexión eucarística, adoración, bendición y sacramento de penitencia. El evento del 10 de marzo será en español en St. Peter’s en San Francisco.

MARTES, 7 DE MARZO, 7 P.M.: Star of the Sea Church (SF)

MIÉRCOLES, 8 DE MARZO, 7 P.M.: St. Augustine Church

JUEVES, 9 DE MARZO, 7 P.M.: St. Pius X Church

VIERNES, 10 DE MARZO A LAS 7 P.M.: St. Peter Church (SF) (Español)

SÁBADO, 11 DE MARZO, 10 A.M.: St. Raphael Church

El testimonio de los Padres de la Iglesia lo apoyan de una gran manera: San Cirilo de Jerusalén (386), en una de sus muchas predicas catequéticas, explicaba cómo en la Misa los vivos y los muertos son recordados, y cómo el Sacrificio Eucarístico de nuestro Señor es un gran beneficio para los pecadores, vivos y muertos.

San Ambrosio (397) predico, “Los hemos amado durante la vida en esta tierra; no los abandonemos en la muerte, hasta que los hayamos ayudado con nuestras oraciones a entrar en la casa del Señor”.

San Juan Crisóstomo (407) dijo: “Ayudémosles y conmemorémosles. Si los hijos de Job fueron purificados por el sacrificio de su padre, ¿por qué vamos a dudar que nuestras ofrendas por los difuntos les traigan algún consuelo? No dudemos ni un momento en ayudarles a aquellos que han muerto y ofrezcamos nuestras oraciones por ellos”.

Uno podría tal vez preguntarse, “¿Qué tal si el alma de la persona ya está purificada y se ha ido al cielo?”.

Aquí en la tierra no sabemos cuándo es el juicio de Dios ni el tiempo divino de Él, entonces siempre es bueno recordar a los que han fallecido y encomendarlos a Dios por medio de la oración y el sacrificio.

Y aunque el alma haya sido purificada y esté en la presencia de Dios en el Cielo, entonces las oraciones y sacrificios ofrecidos beneficiaran a otras almas en el purgatorio por medio del amor y la misericordia de Dios. Puedes estar seguro de que ninguna oración es una pérdida de tiempo.

Cuando nos enfrentamos con la muerte de una persona, el hecho de tener una Misa en honor al descanso de su alma y ofrecer oraciones, es más beneficioso y reconfortante que una tarjeta de condolencias o un ramo de flores.

Es muy importante recordar con la Santa Misa a nuestros seres queridos que se han ido al otro lado de la vida, y que siempre recordemos que nuestras oraciones y sacrificios pueden ayudarlos a ganar el descanso eterno.

Una de las formas más nobles que podemos honrar a nuestros queridos difuntos, es haciéndolos sentir siempre orgullosos del buen camino que seguimos en la vida. Porque la gente dirá: “Mira que buen trabajo hicieron los padres con ese hijo/hija”.

Pero, al contrario, si seguimos el mal camino en la vida que llevamos; los vamos a hacer sentir apenados, porque la gente dirá: “Mira que mal trabajo hicieron los padres con ese hijo/hija”.

Para terminar, Algunas personas cuando se les muere algún familiar querido me dicen que se lamentan de no haber hecho lo suficiente por ellos.

La buena noticia es que todavía pueden hacer mucho por ellos, ofreciéndoles la mejor ayuda, el mejor regalo:

¡Orar por ellos, sin cesar!

ZÚNIGA es Diácono de Mission Dolores Basilica.

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