Para Friedländer, el arte de este periodo es anticlásico, en él observa un rechazo a las formas de los primeros años del siglo XVI, puesto que destruyen sus propuestas de orden, impasibilidad y apego al dibujo. El arte se alarga y afecta las figuras, de modo que se rompe con la armonía propuesta por el Alto Renacimiento. Friedländer creía que dicho siglo persistían residuos latentes del gótico, en vista del alargamiento de las figuras. Este manierismo comienza tras la muerte de Rafael y está representado por las obras de Jacopo Carucci, “El Pontormo” (1494 -1557), Giovanni Battista di Jacopo, “Rosso Fiorentino” (1494 -1540) y Francesco Mazzola “El Parmigianino” (1503-1540). Si bien fue Friedländer quien detonó la reivindicación del manierismo, su propuesta conceptual, de orientación eminentemente formalista, no es la que más arraigo adquirió entre los autores. El concepto del historiador bohemio Max Dvořák (1874 -1921) es a quien le corresponde este hecho.8 Propuso que el manierismo era un arte que expresaba la incertidumbre y los pesares de la época. Aclaró que el manierismo, en tanto espíritu de la época, tenía algo de parecido con la Edad Media. Desde el punto de vista marxista, el húngaro Arnold Hauser (1892-1978) publicó un famoso libro, en el que extendía la idea principal de Dvořák sobre el manierismo como el arte de la crisis espiritual y política del siglo XVI, partiendo desde la historia social del arte, asimismo consigna que el manierismo es el punto de arranque del arte moderno occidental.9 En los años sesenta del siglo pasado, la visión imperante sobre el manierismo indicaba que aquel arte era producto de la crisis y la incertidumbre provocadas por la constante presencia de intervenciones militares en Italia, la decadencia económica de las ciudades, las disputas a causa de la reforma protestante y el efecto devastador en la psique de los artistas tras el sacco di Roma. El inglés John Shearman (19312003) respondió a estos lugares comunes aportando una definición del manierismo, que retomaba el énfasis formalista, basándose en las fuentes literarias, y haciendo una profusa exploración de todas las expresiones que derivaban en manierismo.10
Max Dvořák, Kunstgeschichte als Geistesgeschichte, Viena, Piper, 1928. Arnold Hauser, El manierismo. La crisis del Renacimiento y los orígenes del arte moderno, Madrid, Guadarrama, 1973, p. 324. 10 John Shearman, “The Historical Reality”, en Mannerism, Middlesex, Penguin Books, 1963, pp. 15-21. 8
9
25