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Catherine Bakewell

La dualidad gitana en el Romancero gitano de Federico García Lorca Catherine Bakewell

El joven Federico García Lorca escuchó música flamenca con fascinación. Su niñez tuvo lugar en Andalucía y allí aprendió a apreciar la guitarra, la música y los cuentos de los gitanos. García Lorca incluso mencionó que su bisabuela era gitana (Stainton 86, 92; Cano, citado en Durán 764). Le fascinó esa comunidad, y no es una sorpresa que él identificó si fuertemente con ellos. En España, los gitanos han sido considerados como “no más que una asociación de malhechores” casi hasta que su llegada a España cerca el siglo XV (Leblon 37). Los gitanos no se asimilaron a la cultura castellana, sino que se distinguen con sus prácticas religiosas y sus tradiciones (Cazorla Pérez 29). El autor, homosexual y también parte de un movimiento literario no tradicional, se relaciona con este pueblo marginado. Más, los gitanos, como él, utilizaron su arte para expresar su cólera, pasión y tristeza para responder a las dificultades de sus vidas. Por eso, él se identifica con los gitanos, y cuenta historias de su exilio, de su miedo y de sus dolores (Stone 65). Es lógico, entonces, que él utilizó protagonistas gitanos y la estructura de un romance para contar historias gitanas. El romance es conocido por su estructura octosilábica y su rima asonante; un estilo muy fácil de recordar y muy utilizado para contar historias (“El romancero español”). El formato octosilábico también es común en la música flamenca (Katz), una manifestación cultural muy presente en

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Andalucía, el hogar del poeta y un lugar clave en sus obras.

En estos romances, cuando García Lorca creó personajes gitanos, subrayó en particular su complejidad. Por lo general, él utiliza mucho la yuxtaposición. Por ejemplo, se interesaba en explorar temas de la contradicción entre la realidad y los sueños. El Romancero gitano también está lleno de estas contradicciones y dualidades. Utilizando la estructura del mito, el autor usa un género que es una contradicción: una mezcla de la verdad y lo mítico (Newton 115-117). Los cuentos con detalles floridos y mágicos son muchas veces basados en lo serio o en la realidad. Además, en las letras del cante jondo —flamenco— se usan mucho “los extremos”; contrastes dramáticos entre lo bueno y lo malo, la belleza y la violencia (Stanton 102). El poeta, que adoró la cultura andaluza y que dio lecciones sobre el cante jondo, obviamente ha sido influido a experimentar con la idea de dualidad en sus propios escritos. Con protagonistas gitanos, el autor explora las contradicciones en lo que es ser gitano, a la misma vez haciéndolos más complejos que estereotipos sencillos. En el Romancero, los gitanos son víctimas e instigadores, reales y míticos, criminales y santos. El poeta utiliza extremos para presentarnos la gran dualidad de este pueblo. A través de estudiar cinco poemas de esta colección, analizaré la manera compleja con que él pinta la identidad gitana. “La monja gitana” Históricamente, los gitanos han sido vistos como desviados a causa de sus prácticas de endogamia y sus tradiciones matrimoniales que no siguen las normas católicas (Leblon 46-7). Este poema se enfoca en una monja que sufre un

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conflicto mientras ella borda una tela: la elección entre el deseo sexual y su pureza prometida. Cuando ella ve “dos caballistas” de su ventana, que causa que su camisa “le despega”; una reacción casi física a lo que ha visto (García Lorca 22, 24). Imágenes de los “nubes y montes” afuera de la iglesia añaden a sus sentimientos del deseo prohibido; imágenes que le entristecen mucho (25). La dualidad entre la lujuria y la virginidad es un conflicto que perpleja a García Lorca, especialmente en el caso de las monjas. El poeta pensó que no expresar estos deseos no era natural. Él enfatizó que algunos miembros de la iglesia que se proclaman castos en realidad no lo son, pero mantienen una fachada en el nombre de ser pío (Handley 131). A causa de sus circunstancias sociales, la monja debe sofocar sus deseos naturales para mantener su nueva identidad religiosa. Además, Handley explica que los gitanos son conocidos por “freedom, vitality, sensuality and fantasy”; ideales en conflicto con siendo una monja (131). Así, ser monja y gitana al mismo tiempo crea una contradicción de identidad más profunda. García Lorca explora las dificultades de ser gitano en las dificultades que la monja sufre al expresarse. La monja en este poema es declarada gitana por el título y el hecho de que los eventos del poema ocurren en Almería, una ciudad andaluza. El poeta nos presenta el conflicto de la monja, inicialmente sencillo: ella “quisiera bordar / flores de su fantasía” en “la tela pajiza,” pero no puede (10-12). Las flores e imágenes brillantes son nombradas; girasoles, azafranes, lunas y magnolias (13-15). Pero no lo hace—abruptamente después de describir su fantasía artística, el poeta da la imagen de “cinco toronjas [que] se endulzan

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/ en la cercana cocina” (17-18) que son comparados a “las cinco llagas de Cristo / cortadas en Almería” (19-20). De repente, hay un recuerdo de la religión, o mejor dicho, del deber religioso de la monja. Aunque ella quiere enfocar en la belleza de su bordar potencial, ella recuerda su responsabilidad mas importante, la de ser monja. Es también importante recordar que la protagonista de este poema es explícitamente gitana; por eso el poeta explora el problema de los gitanos de esconder o comprometer su identidad. Los gitanos son conocidos estereotípicamente por los colores vibrantes de su ropa; el hábito sencillo de una monja refleja en cambio la sencillez y la humildad. A causa de la presión social, ella sólo puede expresarse entre bordar “alhelíes/sobre una tela pajiza” (3-4). La monja confronta el conflicto de seguir sus deseos artísticos, las ideas auténticas a su identidad, o de conformarse a las expectativas de su sociedad, en este caso, la iglesia. Es un conflicto que muchos gitanos encuentran en la cultura española. Se puede adoptar las normas “payas” (no gitanas), ganándose su favor pero perdiendo su identidad cultural; o guardar su identidad auténtica a pesar de amenazas de violencia de los payos o de otros gitanos. Pero al final, la monja escoge continuar su deber presente; su bordar y su devoción a la iglesia antes que su propia creatividad e identidad.

“San Gabriel (Sevilla)”

Este romance se concentra en un diálogo entre el arcángel San Gabriel y una gitana; una reflexión del cuento bíblico de la Anunciación de Gabriel a la Virgen. En este poema, García Lorca muestra otra contradicción en la identidad gitana: el espir-

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madre de Cristo, hombre y Dios a la vez. En esta versión, el poeta cambia el escenario a Sevilla y los personajes en gitanos. San Gabriel en el poema también es una mezcla de lo divino y lo mundano. El poema comienza con su descripción; según él, el ángel es “Un bello niño de junco,/ anchos hombros, fino talle/ piel de nocturna manzana,/ boca triste y ojos grandes/ nervio de plata caliente” (1-5). Aún los sonidos de “sus zapatos de charol” contra la calle son “breves lutos celestiales” (7, 10)—una acción mundana y humana contrapuesta con la mítica. Sus características son a la misma vez bellas; perfectas; y humanas. Su “piel de nocturna manzana” y su “pecho de jaspe” indican sus características gitanas, además de su traje, regalado por los gitanos (3, 16, 25). García Lorca le llama a este ángel, creado por Dios, el “bisnieto de la Giralda,” el campanario famoso de la catedral de Sevilla (33). Los gitanos poseen una conexión profunda con lo espiritual; casi familiar, en algunas maneras. Cuando San Gabriel camina, “las guitarras” de los gitanos “suenan solas;” Rob Stone hace una comparación con esta imagen con lo de un “cantaor” en un tablao flamenco (García Lorca 19-20; Stone 78-9). Este ángel está un parte natural de la vida y la cultura gitana. Los gitanos existen en una existencia complicada: son sin duda humanos, soportando conflictos reales, pero su espiritualidad les da también un sentimiento de ser míticos.

El poema también describe literalmente la espiritualidad gitana. Describe un desfile religioso para honrar a San Gabriel, acompañado por guitarras. Se comunican con los santos y los ángeles y les piden no olvidarles (25). Pero este ángel no es sólo una estatua en un desfile; la mujer, Anunciación de los Reyes y su hijo hablan a San Gabriel

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como si fuera el ángel real. Como el espiritualismo gitano, es difícil distinguir las líneas entre la realidad y lo mágico en este poema. La interacción entre el ángel y la mujer refleja esta dualidad: San Gabriel habla del futuro del hijo y la voluntad de Dios mientras Anunciación describe lo mundano; “la leche tibia” en sus pechos y cómo su “fulgor abre jazmines/ sobre mi cara encendida” (57, 41-42; Orringer 173). Lo espiritual y los gitanos se interactúan naturalmente. Con cariño, San Gabriel declara a la mujer, “Dios te salve, Anunciación./ Morena de maravilla,” y ella le llama, “Gabrielillo de mi vida”—un término más íntimo que respetuoso para una figura que no es de este mundo (43- 44, 47). Aunque los gitanos son seres humanos, y aunque ellos tienen tradiciones terrenas, ellos tienen una conexión profunda y complicada con lo espiritual. A través de la personificación y “gitanización” de San Gabriel, el reflejo de una historia bíblica con personajes gitanos, y el diálogo entre el ángel y la mujer, García Lorca crea una imagen compleja de cómo es la espiritualidad gitana.

“Romance de la uardia civil e pañola”

García Lorca mezcla la realidad violenta de la persecución de los gitanos con la ficción, contando la historia en el estilo de una leyenda gitana. Se presenta la guardia civil española, más como monstruos que seres humanos. El poeta los compara con la oscuridad y la noche y dice que sus almas son “de charol” y sus calaveras “de plomo” (7, 6). La guardia es conocida como el enemigo de los gitanos y un símbolo de la opresión contra ellos por lo general (Stone 84; Cazorla Pérez 32). Los miembros oscuros de la guardia civil “avanza sembrando hogueras/ donde joven y desnuda/

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la imaginación se quema” (102-104). Otra vez, se asocian los gitanos con la imaginación, mientras la guardia, sin sentimiento y sin color, lucha por el racionalismo y destruyen el misticismo gitano (Handley 135). Su ataque en este romance es el conflicto entre el mundo payo, y los eventos que suceden son imágenes fuertes y fascinantes de cómo los gitanos responden a esta violencia. La descripción dramática de la guardia monstruosa es casi “the gypsy’s only means of expressing his protest and hatred of oppression by the civil guards” (Higginbotham 10). En el poema, los gitanos intentan de responder o protegerse. El poeta escribe que “cuando llegaba la noche,/ noche que noche nochera,” —es decir, la noche literalmente y que viene la guardia civil— “los gitanos en sus fraguas forjaban soles y flechas” (25-28). Los gitanos trabajan y combatir contra las fuerzas enemigas míticamente y realísticamente a la misma vez. Ellos son conocidos a menudo como trabajadores con la metalla; es lógico verlos trabajando en una fragua y haciendo flechas para defenderles. Además, hacen soles, dándoles un poder o conexión cósmica, y mostrando que luchan contra la oscuridad con fuerza literal y con la luz, también.

Durante el caos de la destrucción del festival, una mujer, Rosa de los Camborios, refleja la mezcla de la realidad y la ficción. Ella está “sentada en su puerta/ con sus dos pechos cortados / puestos en una bandeja”—una imagen fuerte y sangrienta, pero que también hace referencia a la mártir Santa Ágata de Sicilia (105-108). En el retrato famoso del pintor español Zurbarán, la Santa Ágata también lleva “sus dos pechos cortados” en un plato. El poeta compara esta gitana —de la misma familia del Antonio de los Camborios de los

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romances de García Lorca— a una santa católica; los dos víctimas inocentes de la violencia. Otros personajes religiosos aparecen en esta “ciudad de los gitanos”—en particular, “La Virgen y San José”, que “perdieron sus castañuelas,/ y buscan a los gitanos/ para ver si las encuentran” (37-40). Subraya como en el romance de “San Gabriel” que los gitanos tienen una relación especial con la religión, y en este caso, ellos son amigos de los padres de Cristo. También en una mezcla de ficción y fantasía, estos personajes santos han venido para encontrar sus castañuelas, un instrumento asociado con la música flamenca; la música de los gitanos. Las líneas entre los hechos y la fantasía se mezclan mucho en este romance; por ejemplo, aunque la Virgen asiste al festival gitano para encontrar sus castañuelas, el autor se pone la trama en “Jerez de la Frontera,” ubicado en Andalucía, la tierra de los gitanos (32). Añade un elemento de gravedad y de realidad durante eventos caóticos y casi míticos. También, utilizando el contraste, Lorca muestra esta dualidad gitana entre la realidad y la ficción poniendo acciones violentos muy cercos a imágenes religiosas. Le incorpora San José en el romance, que está “lleno de heridas”—afectado físicamente por la violencia contra los gitanos—“amortaja a una doncella” (95-96). San José ha escapado las páginas de la Biblia y ahora protege a una gitana. Pero en las líneas siguientes, García Lorca nos hace recordar de la violencia cercana: “Tercos fusiles agudos/ por toda la noche suenan” (97-98). Para los gitanos, sus vidas oscilan entre lo sagrado y la violencia, de la necesidad del racionalismo y de su espiritualismo. Los gitanos encuentran refugio literalmente y espiritualmente “en el portal de Belén”, cito del nacimiento de Cristo y símbolo de su religión (93-94). Este poema otra vez subraya

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la identidad gitana dividida entre el mundo real y miedoso y su espiritualismo.

“Prendimiento de Antoñito el Camborio en el camino de Sevilla”

Notable en este romance es que la primera línea es el nombre del protagonista gitano. Lorca impone importancia a la identidad a este gitano; su historia es única y no pasará de una manera estereotípica. El bello Antonio camina “a Sevilla a ver los toros” (4), y durante su camino, él “cort[a] limones redondos,/ y los fue tirando al agua/hasta que la puso de oro” (10-12). Antonio es casual, tranquilo y su acción principal es de hecho muy raro: él corta limones con el propósito de cambiar el color del agua. Este hecho, esta falta de hacer lo que es racional o “utilitario” como dice Handley, es el evento que causa que la guardia civil prende a Antonio (Handley 133). Más tarde en el poema, la imagen de los limones vuelve; esta vez, la guardia los usa específicamente para hacer limonada—la función “lógica” para los limones. Aún en esta acción sencilla e inocente, se muestra la diferencia entre los gitanos y los payos según García Lorca. Los gitanos no siempre siguen las leyes de lo lógico ni lo racional, sino prefieren obedecer sus emociones, como Antonio queriendo ver el cambio del color del agua. El autor ha subrayado la separación entre el modo de vida de los gitanos y lo de la guardia civil, y con el sufrimiento de Antonio, su protagonista tiene que decidir si debe ser fiel a su sangre gitana o de preservarse. Después de cortar los limones, cinco guardias prenden a Antonio, sin su “vara de mimbre”—sin

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este símbolo de su dignidad (27). A la merced de la guardia civil, Antonio no resista; no hay un signo de una luche en este poema. Es obvio que esa es una sorpresa a la guardia civil; ellos le preguntan a Antonio por qué él no ha matado todos cinco de las guardias (30-2). Ellos también citan su herencia, su apellido, como la razón por cual él hubiera luchado. La guardia usa un clausulo de “si”; ellos dudan que es verdadero Camborio— un verdadero gitano. Para ellos, y para muchos españoles, hay una conexión inseparable entre los gitanos y la violencia. La guardia también utiliza el metonimia de los “viejos cuchillos/ tiritando bajo el polvo” (37-8). Primero, eso otra vez enfatiza la connotación de violencia para los gitanos—son simbolizados con cuchillos. Además, porque ellos son “bajo el polvo,” y también se dice más claro “Se acabaron los gitanos” es evidente que están muertos—conectados con símbolos de violencia hasta la tumba (35, 38). Los antepasados de Antonio tienen un legado de violencia, pero a la misma vez, se murieron defenderse contra la guardia civil, o como Handley la describe, “civilized society” (Handley 134). Es decir, estos gitanos tenían la decisión entre no resistir, preservarse y negar su identidad gitana, o luchar hasta la muerte para mantener su identidad cultural. Antonio, como muchos gitanos, según García Lorca, vive una vida de dualidades. Como los estereotipos de sus antepasados, Antonio no es racional, y también se presenta muy bello; bello de la manera específicamente gitana, con piel “Moreno de verde luna” (5). Aunque tiene fuentes de orgullo de su identidad, el joven gitano endura una tribulación cuando está prendiendo sin causa por la guardia, el enemigo de los gitanos (Handley 135). En este caso, Antonio escoge salvar su propia vida en no luchar, en no defenderse, a la misma vez dando

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vergüenza a su herencia y su sangre gitana. Lorca muestra los lados diferentes que la sociedad popular da a la población gitana, y el conflicto que se produce para individuales como Antoñito.

“Muerte de Antoñito el Camborio”

Este romance es la secuela del previo; contando los eventos de la muerte violenta del Antonio introducido previamente. Aunque él ha sido prendido por la guardia civil, ellos no son los culpables para su muerte. “Muerte de Antoñito el Camborio” muestra la dinámica familiar de los gitanos, y que aunque ellos son orgullos de su raza, también tienen un sentimiento muy fuerte de la justicia que parece de entrar en conflicto con sus valores familiares. García Lorca repite otra vez el nombre completo de Antonio, subrayando la importancia de su identidad y que él pertenece a la familia Heredia. Nos sorprende, entonces, que cuando el narrador pregunta a Antonio “¿Quién te ha quitado la vida?”, su respuesta es que eran “Mis cuatro primos Heredias/ hijos de Benamejí” (23, 25-6). Antonio también les llama con sus apellidos. En la cultura gitana, los nombres son símbolos importantes del linaje; les importan mucho de preservar nombres de familia y de continuar el linaje gitano (Lagunas Arias 289). Es claro que, para Antonio también y para los otros gitanos de su comunidad, la identidad y la familia son muy importantes. Entonces, ¿por qué estos hombres han matado a su propio primo? Antonio cita la envidia de sus primos, pero es probable también que hay un elemento de odio, inspirado por los eventos del romance previo. García Lorca ya nos ha presentado el hecho de que Antonio ha traicionado a su familia rindiéndose a la guardia civil sin luchar

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como un “gitano verdadero.” Su muerte violenta es la consecuencia de no actuar como un gitano y no defender su identidad. Como dice Handley, esta lucha final contra sus primos le hace un “Camborio verdadero” (Handley 134). En su lucha final, se presenta una contradicción interesante de la familia para los gitanos: los primos Heredias actúan para honrar a su familia y la identidad gitana, a la misma vez matando un gitano, un miembro de su familia, y siguiendo el estereotipo de que todos gitanos tienen que ser violentos. Al funeral de Antonio, “otros” gitanos vienen para presentarle sus respetos y honrar a Antonio como miembro precioso de la familia, “moneda que nunca/ se volverá a repetir” (43-4). Los primos, en cambio, no vienen a esta ceremonia.

Aún en sus momentos finales, Antonio sirve como una manifestación de la dualidad violenta y bella que ha endurado en el romance previo. El poema empieza con las “voces de muerte”—los sonidos de la batalla final; los gritos de sus primos— pero describe la voz de Antonio como una “voz de clavel varonil” (1, 4). Aunque ellos pertenecen a la misma familia, los primos son identificados por la violencia, y Antonio es comparado con la flor nacional de España. Pero Antonio también participa en esta lucha final. García Lorca describe el traje de Antonio, como en el otro poema, pero “su corbata carmesí” está bañada “con sangre enemiga”; otra vez pone en yuxtaposición la belleza del vestuario fino y la prueba de la violencia (9, 10). Finalmente, después de haber sido matado, el poeta utiliza lenguaje bello y mítico para describir a Antonio. Dice que tuvo “tres golpes de sangre,” como las tres heridas de Cristo (41). También, está llamado “un ángel marchoso” que “se pone / su cabeza en un cojín”—una imagen bonita de de-

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scribir una víctima de la violencia. Hasta la tumba, Antonio personifica la dualidad de la identidad gitana de ser bello y de ser violento. Finalmente, García Lorca describe el misterio de la identidad gitana en que ellos son míticos y reales a la misma vez. Los detalles floridos y el formato de un romance nos hacen suponer que este cuento es puramente ficcional, pero el poeta añade huellas de la realidad, también. Los gitanos míticos y fantásticos que el poeta describe también son personas verdaderas, una raza verdadera, en la vida cotidiana. Primero, el poeta da el nombre de la ciudad natal de los primos: Benamejí (26). Incluye este detalle de su origen para poner la acción en realidad; también Benamejí tenía la reputación de la violencia y ha sido utilizado en la música flamenca (Morris 372). También incluyendo otros detalles de la locación del cuento, él dice dos veces que la lucha entre Antonio y sus primos pasa “cerca del Guadalquivir”, un río actual y bien conocido en Andalucía. A García Lorca le fascinó a esta región que influyó a sus escritos y a su infancia. La acción del romance toma lugar en una locación verdadera; un lugar en la parte de España que el autor conoció bien en la vida real. Además, el autor aún incluye a sí mismo en este poema. Después de la muerte de Antonio, alguien le dice “¡Ay Federico García,/ llama a la Guardia Civil!”, incorporándose en el drama y llamándose por nombre (37-8). El poeta mezcla la realidad y la ficción en otras obras, pero es especialmente interesante y notable aquí. Stone nota que este cuento refleja trágicamente el asesinato actual de García Lorca (81). Antonio y su autor, los dos hombres que prefieren la paz y la belleza a la violencia, también son matados a causa de sus identidades que no siguen las normas de sus sociedades. Aunque no sabía por cierto la manera

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de que morirá, las similitudes entre el autor y su protagonista son fascinantes. Subrayan, también, el hecho de lo que el autor se identifica con este pueblo complejo y marginado. Cuando se muestran las dualidades gitanas, se conecta también a la complejidad de su propia identidad. Hay mucho debate sobre la razón por la que García Lorca ha utilizado este pueblo en sus textos. Por ejemplo, Francisco Umbral dice que es posible que el autor estuviera atraído por la belleza de los gitanos y su cultura, porque fueron “lo exótico”—asociados con la pasión y la magia y fuera de lo normal europeo (Umbral 111). Handley sostiene que, a pesar de la presión para que España haya sido un país con una identidad homogénea, para García Lorca, los gitanos son las representaciones de lo “antieuropeo” y de lo andaluz (129). Está claro que a García Lorca le fascinó mucho al andalucismo y lo que distingue a Andalucía de otros lugares. Otra pieza necesaria para desentrañar los motivos de García Lorca se encuentra una carta dirigida a Jorge Guillén en 1927, un poco antes de la publicación del Romancero en 1928: “Me va molestando un poco mi mito de gitanería… Los gitanos son un tema. Y nada más” (citado en Newton 114). Por eso, añadiré que su uso de los gitanos es más profundo que una atracción estética o cultural. Yo postulo que es la naturaleza compleja y contradictoria de los gitanos, como su propia complejidad, lo que interesó a García Lorca. Para él, el Romancero era una oportunidad de experimentar con una estructura literaria querida a él y a la cultura gitana. Aún el poeta se dio cuenta de cómo peculiar era este trabajo: describe su mezcla de “lo mitológico gitano con lo puramente vulgar de los días presentes” y dijo que “el resultante es

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extraño, pero creo que de belleza nueva” (García Lorca citado en Stone 76). Algunos han dicho que García Lorca ha “promovido estereotipos” de los gitanos con su obra, pero creo que su cita confirma que su propósito era de crear esta “belleza nueva” (Handley 127). No creo que él aprobó la cultura gitana, sino él utilizó su prestigio y sus propios talentos para amplificar una comunidad querida a él. No abusó o simplificó demasiado a los gitanos. En cambio, les presentó en una manera polifacética: los gitanos son monjas, santos, víctimas, héroes, mártires y luchadores. Idealmente, un autor gitano hubiera sido publicado y conocido al mismo nivel que García Lorca. Lo menos que él podría hacer para esta población era de compartir su manera de contar historias y la belleza de su cultura. No robó su cultura, sino les da crédito a los gitanos. Los cuentos son originales a García Lorca, pero el título es el Romancero gitano—es su arte con que experimenta el autor. En sus propias palabras, él ha dicho sobre sus esperanzas para el Romancero: “[Es] un libro donde apenas si está expresada la Andalucía que se ve, pero donde está temblando la que no se ve. Y ahora lo voy a decir. Un libro anti-pintoresco, anti-folclórico, anti-flamenco. Donde no hay ni una chaquetilla corta ni un traje de torero, ni un sombrero plano, ni una pandereta.” (García Lorca citado en Handley 127). García Lorca opuso a los estereotipos de los gitanos. A él le importa mucho la imagen que tendrían a causa de sus escritos. Podemos ver hoy en día el legado de esta obra en la cultura popular. Vicente Pradal, por ejemplo, ha añadido música al Romancero, utilizando las palabras originales del poeta, acompañadas con guitarra, baile y cante flamencos. La bailaora Cristina Hoyos también

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creó un programa de baile flamenco basado en el Romancero. El autor sin duda sería muy contento a ver sus obras, inspiradas por el flamenco, utilizando también para esta misma arte. El Romancero gitano nació de un amor puro para la cultura gitana. García Lorca quería honrar al nombre de este pueblo, mostrándolos como individuos dignos de historias y llenos de complejidades.

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