Trazos en el mar: Guillermo González

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Algunas de sus viviendas constituyen una síntesis magistral de los dos lenguajes asumidos por González, la volumétrica moderna y los detalles tradicionales, como sucedía con la desaparecida casa de Gisela Velázquez de Troncoso en la avenida Bolívar, en el solar que ocupa actualmente el Templo Mormón. Las influencias en GG Obviamente que las primeras influencias que recibe González son las propias del sistema de enseñanza clásico. Previo a estudiar Arquitectura, Guillermo estudia artes y dibujo, siempre dentro de la metodología de la Beaux Arts. Su encuentro con la modernidad se asume que lo hace en su viaje a Europa; sin embargo, ninguno de los dibujos de su libreta de viaje es de arquitectura moderna. Guillermo González trabajó en oficinas profesionales, tanto en España, «donde dejara algunas maravillas de arquitectura andaluza» y donde pudo haber perfeccionado su destreza con la arquitectura tradicional, como en los Estados Unidos, donde trabaja con Edward Durell Stone, calificado como moderno historicista. Con Durell parece que le unió, además, una buena amistad y se han publicado fotos donde aparece Durell Stone visitando alguna de las obras de González en el país. Hasta ese momento se desconocía que Durell Stone visitara Santo Domingo. De Durell identificamos en la obra de González el tema de la terraza techada con una losa perforada con agujeros circulares que crean un patrón de luz y sombra hasta cierto punto muy tropical. Es evidente la deuda de GG con Le Corbusier y con Gropius, como hemos señalado. Sin embargo González nunca fue muy dado a la arquitectura orgánica de Wright. Su apuesta fue siempre con el racionalismo mural. Un tema que debe ser estudiado en la arquitectura de González tiene que ver con la utilización de los brise soleil corbusianos y su preocupación por el clima, que se expresa en la forma en que fueron tratadas las fachadas de los edificios que se encuentran sobre la avenida central de la Feria. Los edificios con frente al este, con excepción del Ayuntamiento, fueron tratados con la técnica del curtain wall; los edificios con frente al oeste, desde el desaparecido edifico de Agricultura hasta el edificio del INDRHI, incluyendo el Congreso, se trataron sin excepción con un fuerte sistema de brise soleils. Versatilidad estilística Por su formación Guillermo González dominó con mucha maestría el lenguaje clásico y por elección dominó igualmente el lenguaje moderno y usó ambos a discreción de una manera muy acertada. A esta elección de lenguajes he llamado «versatilidad estilística», término que he considerado más adecuado que el del «doble código» que supondría la formulación de un discurso, y que lo he reservado para designar una de las estrategias propias de las dictaduras, y que Trujillo la usó a profusión para tratar de expresar lo moderno y democrático de su gobierno cuando fuera necesario, y al mismo tiempo la rigidez casi fascista cuando se imponía la razón de Estado. Una lectura comparativa al Jaragua de González, y al Palacio del Partido Dominicano, actual Ministerio de Cultura, de Gazón Bona, explica por sí solo este punto.

Tres bocetos, en papel de carta, de un anteproyecto para un hotel, «El Calamar». Cada esquema maneja un lenguaje diferente pero todos con patio central y volumetría similar: uno mezcla lo moderno y lo tradicional; otro es decididamente tradicional, neohispánico; y el tercero, de marcado carácter moderno en el mismo lenguaje del Hotel Hamaca. (AOR)

Guillermo, que decía sentirse más cómodo diseñando edificios institucionales que viviendas, manejó con sobrada destreza el lenguaje tradicional y el moderno en las viviendas que diseñó, como se explicara anteriormente. Sin embargo, un análisis de una serie de bocetos realizados sobre un papel de carta, demuestra esa contradicción aparente en el lenguaje arquitectónico de Guillermo y la elegancia y facilidad con que se manejaba en los diferentes esquemas. Se trata de un anteproyecto de un hotel, «El Calamar», y en la hoja se desarrollan tres esquemas del mismo, cada uno en un lenguaje diferente y siempre con la misma composición volumétrica y tipológica: volumen con patio central. Uno de los esquemas es decididamente tradicional, neohispánico, otro es moderno en el mismo lenguaje del Hotel Hamaca, y un tercero es una elegante mezcla de lo moderno y lo tradicional, como hizo en la residencia Peynado. Los dibujos, parecen unos esquemas explicativos, muy sencillos y nada comparable con los dibujos artísticos de González. No obstante, y es algo que me parece mucho más interesante que la versatilidad tradicional-moderna, si comparamos las dos obras mayores de González, el Hotel Jaragua de 1942 y el Palacio del Ayuntamiento de 1955, encontraremos otro tipo de versatilidad. En un análisis que realizara sobre este tema, escribí lo siguiente: «Por otro lado la versatilidad de nuestro arquitecto no se limita a contraponer el neohispánico frente al moderno, sino que dentro del estilo moderno manejó códigos diferentes. Eso lo observamos, precisamente, en sus dos obras más representativas: El Hotel Jaragua y el Palacio del Ayuntamiento. El Jaragua es una obra compuesta por volúmenes que se integran libremente, generando un ligero movimiento de rotación. O sea que se utilizó en su diseño la “sintaxis de la descomposición cuatridimensional”, que Zevi considera entre sus siete invariables de la arquitectura moderna en su libro El Lenguaje Moderno de la Arquitectura. Y ciertamente, El Jaragua, con sus volúmenes articulados, debía contemplarse desde diferentes puntos de vista para poder apreciarse totalmente. Por su parte el Palacio del Ayuntamiento expone una frontalidad total en su diseño. Es un prisma puro horadado y que presenta una centralidad tal que nos parece que el mejor punto de vista para apreciarlo es el frontal. Incluso los pabellones que se disponen simétricamente son tratados con una horizontalidad que refuerza la frontalidad del magnífico cuerpo central». Frontalidad versus rotación, clásico (tradicional) versus moderno, éstos son los escenarios que asume Guillermo González para desarrollar su obra, que es el escenario en que se desenvuelven las edificaciones en Santo Domingo en los treinta años de la dictadura y donde sí podemos identificar el doble código como una de las estrategias de control social trujillista, que fueron acompañadas por otras medidas más radicales como el cambio de nombre de la ciudad en 1936; la apropiación de

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