Alejandro E. Grullón E. discursos escogidos
don Gonzalo Fernández de Oviedo, no temió en asegurar al Emperador Carlos V que: «En España no hay siquiera una ciudad que pueda preferir, ni por lo ventajoso del terreno, ni por lo agradable de la situación, ni por la belleza y disposición de las plazas y calles ni por la amenidad de sus alrededores». Añadiendo que: «Su Majestad Imperial se alojaba muchas veces en palacios que no tenían ni comodidades, ni la amplitud, ni las riquezas de algunos de Santo Domingo». Fue tal la importancia de esta urbe que nuestro venerable obispo, el ilustre Alejandro Geraldini, al informar de la impresión que le produjo la ciudad de Santo Domingo a su llegada dijo: «Quedé admirado de ver tan ínclita ciudad, fundada hace el breve tiempo de veinticinco años, porque sus edificios son altos y hermosos como los de Italia, su puerto capaz de contener todos los navíos de Europa, sus mismas calles son anchas y rectas que con ellas no sufren comparación las calles de Florencia». Con este y otros pensamientos presentes, resultó fácil decidirnos por contribuir, aunque fuera modestamente, a la restitución de su esplendor primitivo al patrimonio más valioso que nos legaron nuestros antepasados. Por ello apreciamos en todo su valor la decisión del presidente de la República, doctor Joaquín Balaguer, de darnos en usufructo esta casa, una de las primeras construidas en el período colonial y que fuera solariega del tronco de la familia Fernández de Castro, una de la de mayor influencia durante generaciones en la vida del país. 18