Casa de la población común
Casa del cacique
Gonzalo Fernández de Oviedo y los principales cronistas españoles, desde el inicio de la conquista, documentaron estos hechos registrando la existencia de la casa de planta circular con techo cónico, utilizada por la población común, reservando la de planta rectangular, de mayor tamaño y con galería, para el jefe o cacique. El nombre de los “bohíos” era “caney”. Todos los materiales empleados en la construcción de estas casas primitivas eran de origen vegetal. Las paredes por lo general, se construían de madera enlistonadas verticalmente (horcones y parales), se ataban con fibras vegetales y enredaderas, como la liana ó bejuco, y se entretejían con tiras vegetales formando tabiques. Las cubiertas se techaban con guano, yagua o penca de cana, además de otros materiales vegetales como el pajón (o pachulí) y el yarey. Aún hoy se mantiene la incertidumbre sobre el origen exacto de la práctica de “pañetar” (o “empañetar”) los tabiques con una mezcla de lodo y excremento (estiércol) de vaca. El antropólogo Miguel Acosta Saignes, en su libro La vivienda rural en Venezuela, descarta esta técnica como una influencia africana en la casa popular venezolana que se conoce con el nombre de “bahareque”, y se muestra a favor de la corriente que impulsa el aporte de esta técnica a la herencia indígena. En República Dominicana se le conoce con el nombre “tejamaní o tejamanil”. Independientemente de las diferentes opiniones suscitadas por los descubrimientos de uno y otro investigador, tres aspectos importantes salen a relucir. El primero, que la casa indígena de planta circular y techo cónico, que fuera en su momento la más numerosa, la más común, y la menos debatida por los cronistas de la época en el campo de la investigación científica, desapreció por completo Arquitectura popular dominicana
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