Cumpleaños Planetario 2021

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PLANETARIO DE BUENOS AIRES


Ícono de la Ciudad de Buenos Aires Nuestro Planetario es una obra única por su arquitectura pero también por su historia. Está ubicado en el barrio de Palermo, en el Parque Tres de Febrero. El área que actualmente ocupa fue originalmente un bañado, terrenos anegadizos entre la orilla del Río de la Plata y la barranca, cortado por numerosos arroyos y zanjones.

En las primeras décadas del Siglo XIX, fue residencia del gobernador Juan Manuel de Rosas y Sede del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires. Unos 20 años después de la batalla de Caseros que derrotara a Rosas, el 3 de febrero de 1852, se crea en esas tierras, el Parque Tres de Febrero. Una iniciativa de Sarmiento para el disfrute de los porteños y visitantes de la ciudad. Un edificio único El Planetario fue proyectado en 1960 por el arquitecto Enrique Jan, de la Dirección de Arquitectura de la Municipalidad. En 1962 comenzó su construcción, que demandó unos 5 años, en un predio a metros de la intersección de las avenidas Sarmiento y Figueroa Alcorta.

Primer maqueta para la construcción del Planetario

Edificio en construcción 1966


El proyecto, atrevido para la época, cuenta con una arquitectura al servicio del conocimiento. Es uno de los pocos en el mundo construido partiendo del módulo triángulo equilátero. La elección arquitectónica de esta figura geométrica encierra un simbolismo: Es la superficie plana más perfecta que se puede realizar con un mínimo de lados iguales, encerrando en sí misma un principio simbólico de unidad. Todo el edificio está construido y pensado sobre la base de formas geométricas como el triángulo, el trapecio, el rombo y el hexágono que armonizan con la circunferencia, la figura más evolucionada. Toda la geometría se reconoce en el piso, en el techo, e incluso en el mobiliario.

Para ingresar al Planetario, debemos sortear un puente, llave de nexo entre el afuera y el adentro, transición entre lo terrenal (la ciudad) y el mundo del conocimiento y del cosmos. Consta de cinco pisos y seis escaleras. Desde el hall de entrada, de forma triangular, se aprecia el gran casquete triangular esférico donde se encuentra el espacio del museo y por encima la sala de espectáculos. El piso triangular del museo está estructuralmente colgado del casquete esférico mediante tensores y se vincula visualmente con la planta baja mediante un cilindro de cristal, rodeado por una escalera helicoidal. Debajo de la planta baja se encuentran las oficinas, la sala de depósitos y máquinas, separadas del parque por un espejo de agua que da la sensación de estar en una isla.


Las escaleras que unen los distintos pisos del edificio, nos conducen al último nivel. Una galería en forma de anillo vidriado que nos muestra el parque siempre verde, es el último contacto con el mundo de la Tierra.

Tan sólo 6 puertas de ingreso nos llevan a la sala de espectáculos, circular, en penumbras, con techo semiesférico donde se encuentra el verdadero planetario: el proyector del cielo estrellado que le da nombre al edificio. Ingresar al domo es el punto culminante de la visita a esta verdadera obra de arte arquitectónica. Entrar a la sala de espectáculos del Planetario es sumergirse en la inmensidad del universo. Es descubrir el cosmos en toda su plenitud.


Nuestro entorno El edificio, ícono de la ciudad, forma parte indisoluble del paisaje del parque 3 de Febrero. O Palermo, como se lo conoce familiarmente. Pero… este paisaje ¿fue siempre como lo vemos hoy? Si buscáramos la ubicación del Planetario en un mapa urbano de la época colonial o incluso de mediados del siglo XX ¿sería sencillo encontrar la intersección de las avenidas Figueroa Alcorta y Sarmiento? Créanme que sería una tarea casi imposible. Solemos pensar que la topografía de la ciudad no ha cambiado, o ha cambiado muy poco desde su fundación. Sin embargo, especialmente en la zona de la costa del Río de la Plata los cambios fueron realmente importantes. Las transformaciones de la costa comenzaron ya en la época colonial, pero se intensificaron a mediados del s. XIX, en la medida en que se fue desarrollando la tecnología que las permitía. Como no hay registros muy precisos resulta muy difícil poder reconstruir el aspecto y las características de la costa original. Recurriendo a planos y documentos antiguos y a prospecciones geológicas sabemos que toda esta zona era un bañado, o directamente el lecho del río. Parte de lo que es ahora el parque alrededor del Planetario se incluía en el reparto de “suertes” (terrenos largos y angostos, perpendiculares a la costa), chacras destinadas al cultivo de alimentos para la naciente ciudad fundada por Juan de Garay en 1580. Un inmigrante siciliano, Giovanni Doménico, fue propietario de algunas de esas suertes, en las que plantó frutales y cultivó vides. Era originario de la ciudad de Palermo, y con ese nombre comenzó a conocerse la zona. Años más tarde, Juan Manuel de Rosas, en ese entonces gobernador de Buenos Aires, fue adquiriendo tierras en las que construyó su residencia a la vez que rellenó el terreno y haciendo algunas modificaciones sin alterar del todo las características del bañado. Luego de su derrota en la batalla de Caseros, el 3 de febrero de 1852, los terrenos de Palermo le fueron expropiados. El presidente Sarmiento impulsó la creación de un parque público, que tuvo por nombre la fecha de la batalla, como un recordatorio de que la historia la escriben los vencedores. Y como siempre quedan recelos, a las palmeras que adornaban el acceso principal, sus adversarios las llamaban burlonamente “las escobas de Sarmiento”.


Aún antes de la creación y la inauguración oficial del Parque, la zona se fue poblando con instituciones deportivas, culturales y recreativas. Casi exactamente en el sitio donde se levanta el Planetario ya se había instalado el Buenos Aires Cricket & Rugby Club, y fue aquí donde se jugó el 1er partido de fútbol del país el 20 de junio de 1867. Un párrafo aparte merece la historia del “Restorán Palermo”, construido en 1869 con un diseño similar al de los que estaban de moda en Europa por ese entonces. Se localizaba frente a donde ahora está el Planetario, cruzando la Av. Sarmiento. Alrededor de 1877 se hizo cargo de la concesión el inmigrante alemán (o sueco, según otra versión) Johann Hansen… y ahí comienza el mito. Algunos cuentan que allí nació (o por lo menos se popularizó) el tango. Otras versiones indican que en lo de Hansen no se cantaba ni se bailaba el tango, porque estaba prohibido en esa época. Tratándose de uno de los lugares más emblemáticos de la cultura tanguera, será mejor no indagar demasiado y dejar que cada quien elija la versión de su preferencia. Llegamos al siglo XX. En sus comienzos el río todavía estaba a unos pocos cientos de metros de este lugar, hacia el este. Con la construcción de la avenida Costanera el río comienza a ser alejado de su orilla original, se abren calles y se modifica la traza de las vías de ferrocarriles cuyos terraplenes servían como muro de contención de las crecidas del río. Así desapareció la vieja estación Palermo, que estaría ubicada aproximadamente frente al ombú que está en la esquina de Belisario Roldán y Sarmiento. Cuando comienza la construcción del Planetario, la costa del río ya se había trasladado a fuerza de rellenos, unos 1000 metros hacia el este. El paisaje había cambiado irremediablemente. El bañado, que se inundaba intermitentemente por las crecidas del río es ahora un parque que recibe diariamente un público diverso en busca de contactarse con el verde, y también, gracias al Planetario, tiene la posibilidad de contemplar, en pleno día, un cielo repleto de estrellas.


Una joya en extinción Con sus 5 metros de altura y 2,5 toneladas de peso, el instrumento Planetario Zeiss se imponía con su presencia en el centro de la sala. Era imposible no sorprenderse, admirarlo y respetarlo. Llegó en la década del 60 desde Alemania para transformarse en el corazón del edificio. El Planetario Zeiss proyectaba el cielo estrellado como ninguno.

¿Por qué un planetario es tan especial? Porque representa un firmamento impecable e imperturbable, un cielo nocturno y estrellado logrando la máxima naturalidad. Quien observa un cielo en un planetario se emociona tanto como con el cielo real. Y eso, lo hace especial. Todos los planetarios del mundo cumplen una función didáctica donde la observación del cielo y la astronomía son temas centrales. ¿Quién inventó el instrumento planetario? El inventor fue Carl Zeiss. Él escribió la historia de los planetarios. Allá por 1919, Walther Bauersfeld, miembro de la empresa Carl Zeiss en Jena, Alemania investigó la idea de proyectar un cielo estrellado en el techo de una cúpula. En 1923, presentó el primer proyector planetario del mundo en el Museo Alemán de Munich. Fue tan increíble lo que logró que se lo denominó el Milagro de Jena. Y es en ese lugar de Europa donde se encuentra el planetario más viejo del mundo. Al modelo I, que marcó el estándar técnico y que sigue vigente en la actualidad, le siguieron los modelos II a IX, planetarios pequeños, medianos y sistemas de proyecciones Full dome. Actualmente los planetarios se pueden encontrar en todo el mundo y todos son una obra maestra de la tecnología. El planetario Zeiss de Bs As era óptico – mecánico, preparado para proyectar en una cúpula 20 m de diámetro. Reproducía 8900 estrellas fijas proyectadas con colores y variaciones de brillo. Tenía proyectores de la Luna, el Sol y los planetas visibles. Podía reproducir constelaciones, las Fases lunares y Eclipses. La Vía Láctea, Nebulosas, Cúmulos estelares y las Nubes de Magallanes. También tenía recursos astronómicos como la eclíptica, meridianos y paralelos, escalas de coordenadas. Reproducía el movimiento diurno del cielo con sus días, noches y crepúsculos. Quienes tuvimos el privilegio de manejarlo, nos sentíamos moviendo los engranajes del cielo.


Los tiempos corren, las tecnologías cambian y el Planetario de Bs As tuvo que actualizarse para seguir posicionándose como referente en astronomía. En el año 2010, nuestro querido Planetario Zeiss, tuvo que ser reemplazado por un nuevo Planetario, con tecnología de punta, uno japonés, Megastar, con 32 lentes y lámparas LED que muestra estrellas de hasta la magnitud 11, cúmulos, nebulosas y la Vía Láctea. En simultáneo se incorporó un sistema de video full dome que cubre la cúpula proyectando entornos virtuales 360 de gran realismo y resolución. A pesar de tantos cambios, el planetario Zeiss ocupa un lugar de privilegio en la historia del Planetario de Buenos Aires Galileo Galilei. Durante más de 40 años permitió generar experiencias inolvidables en todos sus públicos. Y para no extrañarlo tanto, está, actualmente, en exposición en la galería de acceso a la sala de espectáculos. Esta joya en extinción nos sigue dando la bienvenida.

Sala de espctáculos del Planetario 1966


Verdaderos extraterrestres Cada año la superficie de la Tierra es alcanzada por unas 50.000 a 200.000 toneladas de polvo cósmico y fragmentos de material de diversos tamaños del Sistema Solar. Ingresan a la atmósfera terrestre a velocidades increíbles, de entre 12 y 72 km/seg. Antes de su ingreso, se los denominan meteoroides. Algunos de los fragmentos, al ingresar se calientan debido a la fricción y se vaporizan parcial o totalmente. El destello que producen son las famosas “estrellas fugaces” que en realidad son micro meteoros. Sólo algunos fragmentos logran tocar la superficie terrestre. Recién en ese momento se convierten en “meteoritos”. La mayoría proceden del Cinturón de Asteroides, un anillo discontinuo que se ubica entre las órbitas de los planetas Marte y Júpiter. Allí, millones de trozos de rocas y polvo giran alrededor del Sol desde hace unos 4.500 millones de años. Por su procedencia, podemos entonces afirmar que son “verdaderos extraterrestres”. Cuando estas rocas impactan en la superficie de la Tierra, liberan gran cantidad de energía originando los famosos “cráteres“, pozos o depresiones en forma de olla. ¿Habrá más lugares del Sistema Solar donde encontrar cráteres de impacto? Por supuesto. Muchos mundos llevan huellas del impacto de un pasado más violento en la formación de la familia solar. El lugar más cercano a nosotros es la Luna. Nuestro satélite natural ha recibido gran cantidad de impactos de meteoritos. Su superficie está plagada de cráteres que permanecen inalterables. En la Tierra, la erosión del agua, del viento, el vulcanismo y hasta la actividad tectónica alteran permanentemente la estructura y las dimensiones originales de los cráteres. El tamaño y la forma de los cráteres varían según la velocidad, composición, ángulo de caída, y tamaño del meteorito de impacto. Los meteoritos de gran tamaño pueden dejar cráteres hasta 10 veces mayores a su diámetro. Hasta ahora se han identificado unos 160 cráteres de Impacto en todo el planeta. Uno de los mayores sitios de impacto conocidos en la Tierra… está en Argentina. Tenemos ese exótico privilegio. Es “Campo del Cielo, o Piguem Nonraltá” (nombre dado a la zona por los pueblos originarios) y se sitúa entre las provincias de Chaco y Santiago del Estero, cerca de la Localidad de Gancedo.


Se cree que hace unos 4000 años, un meteoroide de unas 800 toneladas estalló en su entrada a la atmósfera fragmentándose en múltiples bloques y desparramandose en el Chaco argentino. Los cráteres se encuentran en un área de forma elíptica de 18 km de largo por 4 km de ancho, aunque se cree que la superficie afectada podría ser mucho mayor. En esta zona ya se han estudiado al menos 20 cráteres de impacto y conos de penetración. Muchos de los meteoritos de Campo del Cielo se encuentran en el sitio donde fueron descubiertos, incluyendo El Chaco, de más de 37 toneladas y uno de los más grandes del mundo. Los nombres de los meteoritos son: El Mocoví, El Toba, El Abipón, El Mataco. Ellos evocan los nombres de pueblos que habitaron el Gran Chaco. Actualmente, algunos meteoritos de Campo del Cielo se exhiben en museos de nuestro país. En el Planetario de Buenos Aires tenemos el privilegio de contar con 3 ejemplares en nuestra explanada: “El Taco”, “El Tonocote” y “La Perdida”. Todos aquellos que nos visitan pueden disfrutar de estos extraterrestres! Los meteoritos son muy valiosos ya que nos permiten contactarnos con material proveniente del espacio exterior e indagar acerca de los orígenes del Sistema Solar. Además forman parte del patrimonio material e inmaterial de todos los argentinos, no sólo importan los meteoritos y sus cráteres, sino también los relatos orales de los distintos pueblos originarios y lo valioso que son culturalmente.


Un sistema planetario Este instrumento llama la atención al ingresar al edificio y desde el 1er piso con su esfera de vidrio transparente de 1 metro 20 que deja ver en su corazón un sistema de relojería que reproduce el Sistema Solar. Este sistema planetario mecánico fue construido en Alemania en 1901. Uno similar se encuentra en la actualidad en el Museo de Múnich.

El globo de vidrio representa a la Esfera Celeste, una esfera ideal que muestra el cielo con algunas estrellas y constelaciones como se ve desde la Tierra. Cuando miramos al cielo en todas direcciones, todos los astros parecen estar a la misma distancia pues mentalmente parecen proyectados sobre un mismo plano. Una inmensa cúpula limitada por el horizonte con nosotros en el medio. Esta percepción fue lo que impulsó en el pasado a considerar que la Tierra era el centro del Universo (Sistema Geocéntrico). El Sistema Solar del Copernicano está representado por el Sol y los 8 planetas. Como curiosidad histórica, es interesante destacar que en el momento de la construcción del instrumento Copernicano, Plutón, que fue considerado por mucho tiempo el 9º planeta, no había sido aún descubierto. A partir de 1930, el Copernicano con su Sistema Solar quedó "desactualizado" por el descubrimiento de Plutón. Hasta que en el año 2006, la Unión Astronómica Internacional reclasificó a Plutón como planeta enano. Otra vez 8 planetas integraron la familia solar. Y otra vez, con más de un siglo de antigüedad, el Copernicano está actualizado. Algunos de los planetas se muestran con sus lunas girando en torno a ellos. La cantidad de lunas no es la real, ya que durante los siglos XX y XXI se fueron descubriendo otros satélites e incluso planetas con anillos. El Sistema Solar es mucho más complejo y no están representados aquí otros de sus componentes como los planetas enanos, asteroides y cometas.


En este modelo de Sistema Solar no están respetadas las escalas en cuanto a tamaños y distancias entre planetas. Como se trata de un mecanismo de relojería, lo que se mantiene es la relación de velocidades de los movimientos de lunas y planetas. Por este motivo la traslación de los planetas es apenas perceptible. Las órbitas circulares y concéntricas y la velocidad de movimiento uniforme son una necesidad del mecanismo de relojería, aunque cuando se construyó este instrumento ya hacía tiempo que Kepler había descubierto las leyes del movimiento de los planetas y la forma elíptica de sus órbitas. Originalmente el movimiento de los planetas y sus lunas se lograba mediante una manivela, pero con el correr del tiempo los engranajes se fueron deteriorando y el instrumento dejó de funcionar. En el año 2011 el mecanismo de relojería del Copernicano fue restaurado y automatizado. El nombre Copernicano se debe al astrónomo polaco Nicolás Copérnico quien en 1543 postuló en su libro “Sobre las revoluciones de las esferas celestes” un nuevo sistema astronómico con el Sol en el centro del Universo (Sistema Heliocéntrico). Hasta entonces, la observación del cielo y el sentido común habían hecho pensar que la Tierra, inmóvil, ocupaba el centro de un Universo en rotación. Este Sistema Geocéntrico fue el modelo de Universo dominante en la cultura occidental durante más de 1500 años. Aunque algunos astrónomos de la antigüedad ya habían propuesto modelos de Universo con el Sol como centro, prevaleció la visión de Platón, continuada por Aristóteles, que sostenía la existencia de dos mundos divididos por la esfera lunar: por debajo el mundo sublunar o terrestre, por encima, el mundo celeste, en el que los astros se desplazan en trayectorias circulares y perfectas. La obra de Copérnico sirvió de base para que, más tarde, Galileo Galilei, Tycho Brahe y Johannes Kepler pusieran los cimientos de la astronomía moderna basados en las ideas copernicanas. Toda esta historia tan rica y mucho , nos cuenta el Copernicano construido a comienzos de 1900 que actualmente se luce en el Planetario de Buenos Aires.


Las rocas de la buena voluntad Un pedacito de la Luna en el Planetario. Todos recordamos aquel 20 de julio de 1969 cuando el mudo entero se paralizó. Y no era para menos, astronautas estaban llegando a la superficie de la Luna, nuestro único satélite natural. Nos impactó ver en las TV blanco y negro, al Eagle posado en el Mar de la Tranquilidad, una enorme llanura volcánica, al Norte al ecuador selenita.

Armstrong bajando lentamente por la escalerita del módulo pronunciando su célebre frase: “Un pequeño paso para un hombre, un salto gigantesco para la humanidad.”. El hombre pisaba la Luna por primera vez. Fue una gran hazaña, un increíble logro científico - tecnológico y un hito que marcó la historia de la segunda mitad del siglo XX. Entre los años de 1969 y 1972, las misiones Apolo permitieron que 12 hombres caminaran durante unas 80 horas sobre esa gris, rocosa y polvorienta superficie lunar, bajo un cielo negro, con Sol y estrellas al mismo tiempo debido a la casi ausencia de atmósfera. Durante esas dificultosas caminatas por los incómodos y enormes trajes y la débil gravedad lunar, los astronautas realizaron muchas actividades científicas. Tomaron fotos, colocaron una cámara de televisión, desplegaron instrumentos como un sismógrafo, un retroreflector; pero, sobre todo, recolectaron, en ese paisaje desolado y ceniciento, muestras de rocas lunares, guijarros y polvo, con un peso total de 382 kg. Después del viaje, las muestras de esta primera misión se trajeron de regreso a la Tierra. Algunas en cápsulas cerradas, otras, estuvieron expuestas a la atmósfera del Módulo de Comando y aún (brevemente) a la atmósfera terrestre. Al llegar a la Tierra, las muestras, como correspondía por protocolo, fueron puestas en cuarentena para luego ser clasificadas y enviadas a laboratorios especializados donde científicos del mundo analizaron características físicas, composición mineralógica y química de la Luna. En la actualidad, la mayor parte de las rocas lunares están resguardadas por la Agencia Espacial Norteamericana (NASA- National Aeronautics and Space Administration) y muchos científicos siguen estudiándolas. El estudio de estas rocas aporta información muy valiosa acerca de la historia geológica de la Luna y su mineralogía que es muy sencilla. Así como también es posible indagar en el origen de la Luna, de la Tierra y del Sistema Solar interior.


En noviembre de 1969, 4 meses después del primer alunizaje tripulado y del regreso de los astronautas de la Apolo 11, el entonces presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, estableció el programa de las Rocas lunares de la buena voluntad. Solicitó a la NASA que elaborara exhibidores para ser distribuidos entre los 50 Estados de su país y 135 naciones extranjeras, incluyendo la Unión Soviética, Cuba y las Naciones Unidas. Cada presentación incluye muestras del suelo lunar (unos 50 mg, en 4 fragmentos del tamaño de un grano de arroz) y la bandera del país correspondiente que fuera transportada ida y vuelta en el viaje a la Luna, tal como consta en la placa que acompaña los exhibidores. Lamentablemente, muchas de las presentaciones, están perdidas no solo en el mundo sino también en los Estados Unidos. Las rocas (o polvo lunar), encerradas en una cápsula de acrílico, carecen de valor científico, pero constituyen un objeto invaluable entregado con fines diplomáticos. La idea era asociar a la Humanidad en esta trascendental empresa. Obviamente que se trató de política internacional. La donación del gobierno de Estados Unidos a la Argentina se concretó el 16 de abril de 1970 en una ceremonia oficial realizada en la Casa Rosada. Luego, el exhibidor con las rocas fueron destinadas al Planetario de la ciudad de Bs. Aires Galileo Galilei que estaba recientemente inaugurado. Desde ese momento, las rocas lunares son patrimonio del Planetario. Unas pequeñísimas rocas con un significado inmenso. Un pedacito de la Luna al alcance de la mano. Material extraterrestre como prueba de la gran aventura espacial.


Planetario de la Ciudad de Buenos Aires Galileo Galilei

Jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta Vicejefe de gobierno Diego Santilli Ministra de Educación María Soledad Acuña Subsecretario de Tecnología Educativa y Sustentabilidad Santiago Andrés Gerente Operativa PGG Verónica Espino Textos redactados por el equipo de Visitas Guiadas Cacace Graciela, Ruidíaz Adriana, Rodriguez Magalí, Estavre Milena, Pereyra Analía, Falevich Deborah Diseño Marcela Lepera Fotos Xavier Martín Colaboración en fotografía Germán Rozo, Verónica Espino Los textos de esta compilación han sido grabados, narrados y subidos al canal de @Planetario BA Spotify


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