Lima, Año I, No. 8, marzo del 2000 MICAELA BASTIDAS Y LA INSURRECCION DE 1780 Sara Beatriz Guardia Según un documento titulado “Presentación de la ciudad del Cusco. Sobre excesos de corregidores y curas”, fechado en 1768, y que figura en la Academia de Historia de Madrid1, el abuso cometido por los españoles contra los indios era de tal envergadura que el informante hispano no vacila en decirle al Rey que: “será preciso apartar la cordura para referirle con claridad que haga ver con cuánta inhumana piedad proceden unos hombres cristianos que, olvidados de su carácter y de toda su razón política, no tendrán semejantes en las menos incultas naciones”2 Tan considerable es la consternación que en algunos españoles produjo la destrucción y saqueo del Imperio Incaico, luego de la ejecución de Atahualpa. Ávidos de oro y riqueza los conquistadores se lanzaron contra una población indefensa y con extrema violencia arrasaron poblados, se apoderaron de las tierras, destruyeron templos encima de los cuales se edificaron iglesias y proscribieron el culto al Sol. Calificaron de idólatras a los antiguos sacerdotes y creyentes, y “el indio, guerrero y pacífico constructor de grandes palacios y fortalezas de piedras fue vilipendiado, despreciado, asesinado”3. Aunque la conquista tenía, según los cronistas, un objetivo evangelizador, lo cierto es que por encima de las plegarias el factor económico fue preponderante. Por entonces, España atravesaba por una grave crisis que culmina en 1573 cuando se declara en quiebra a pesar del cuantioso botín que obtenía de sus lejanas posesiones coloniales. La crisis estructural se evidencia con mayor hondura en 1593, en el momento que Felipe II declara la ruina del Estado español, cinco años después de la derrota de su Armada Invencible. En este contexto, la explotación de los indígenas a través de rígidas formas de subyugación como los tributos, la mita minera, los obrajes y los repartimientos, produjo el ingreso más importante del presupuesto español, a la par que jugó un papel relevante en la construcción de la nueva sociedad. El tributo que tenían que pagar obligatoriamente los indios a España se convirtió en instrumento de maltratos y atropellos, al grado que la Corona se vio obligada a reglamentarlo para así detener la acción de los Corregidores, crueles ejecutores de un sistema de sujeción que no tiene analogía en las crónicas del dominio colonial.
Colección Documental de la Independencia del Perú. La Rebelión de Túpac Amaru. Antecedentes. Lima. Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú. T. II. Volumen 1ero. 1971. 2 Ibídem, p. 4. 3 Sara Beatriz Guardia. Mujeres Peruanas. El Otro lado de la Historia. Lima. Editorial Minerva, 1995, p. 57 (3ª edición). 1