Capítulo viii. Cabos sueltos y cierre
La epigenética El capítulo viii de El legado de Darwin lleva por título «¿Pueden los genes aprender de la experiencia?». Es sin duda una pregunta extraña, sobre todo en boca de un evolucionista de los 80 como Brian Leith; sin embargo, era en absoluto pertinente en esos años. En efecto, en los 70 el inmunólogo australiano Ted Steele había obtenido resultados experimentales que demostraban, al menos en apariencia, que ciertos rasgos podían heredarse de un modo lamarckiano. No hace falta decir que las demostraciones de Steele iban a contramano de toda la genética mendeliana y la ts, ni tampoco que causaron un alboroto enorme (de ahí que Leith decidiera dedicarle al asunto un capítulo entero de su libro). Pues bien, el punto es que en los últimos años la posibilidad de la herencia de los caracteres adquiridos ha sido reflotada a partir del descubrimiento de la llamada herencia epigenética (aunque los casos estudiados por Steele no necesariamente corresponden a ese tipo de herencia). Para el chileno Milton Gallardo, no existen dudas: «la epigénesis corresponde a una suerte de componente lamarckiano en la evolución» (2011, p. 395).1 El término epigénesis nos remite a Aristóteles y a aquella teoría embriológica que en los siglos xvii y xviii se ofrecía como alternativa al preformacionismo (como vimos en el capítulo ii, «La percepción del cambio a escala individual»). Ya en los años 40 y 50 del siglo xx, Conrad Waddington, el protestón embriólogo escocés del capítulo vi, empleó el término epigenética para designar a una rama de la genética del desarrollo2 (Van Speybroeck, 2002). Con su epigenética o embriología causal, Waddington buscaba explorar la importancia de la genética, a la cual veía como un factor subyacente y unificador de la biología, y rescatar el papel de los genes en el desarrollo. Recordemos que los embriólogos de los 40 y 50 no estaban interesados en especial en la genética (como vimos en el capítulo vii, «El papel del desarrollo y la embriología»), a la que consideraban un simple «juego de cartas». Waddington veía a los genes trabajando en red, interactuando entre sí y con sus propios productos. En el desarrollo del ala de la mosca, por ejemplo, 1 Sobre esto que dice Gallardo debemos recordar lo que dijimos en el capítulo ii: que la herencia de los caracteres adquiridos es la menos lamarckiana de las leyes de Lamarck. 2 La genética del desarrollo ponía el acento en el estudio de las funciones de los genes en el embrión en desarrollo.
Teorías de la evolución | 243