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Formación y cultura
En poco tiempo, Toledo asignó las ganancias nada menos que de veinte repartimientos al mantenimento de su guardia personal, garantizando una renta acumulativa de 25 000 pesos y aligerando a la Hacienda Real del mantenimiento de sus «lanzas y arcabuceros». Al mismo tiempo, el virrey se aseguraba la lealtad de un núcleo fiel de hombres armados. Sin embargo, tal medida limitaba notablemente el margen de maniobra en las concesiones30. A fin de reforzar los derechos del virrey en la asignación de las encomiendas, el 15 de enero de 1570 Toledo dispuso una nueva promulgación de la ordenanza formulada por el Conde de Nieva, y estableció mantener una estrecha vigilancia para que fuera respetada31 . En efecto, su predecesor, el Conde de Nieva, había establecido en julio de 1561 que la única persona autorizada para renovar las concesiones era el virrey. La ratio de esta disposición era la de evitar el procedimiento por el que la renovación de los beneficios la efectuaba la audiencia, sin la participación directa de la autoridad gubernamental. Es evidente que una disposición de este tipo disminuía la posibilidad de que los oidores crearan una red de relaciones e intercambios con los encomenderos, concentrando el poder en manos del virrey. El hecho de que entre febrero de 1570 y febrero de 1572 Toledo asignara 57 encomiendas, nos da idea de lo comedido que fue el virrey a la hora de conceder los beneficios. Conforme a las recomendaciones de Matienzo y al espíritu de la ley, asignó 45 a los conquistadores y a aquellos que habían colaborado con la Corona en el proceso de pacificación del virreinato. Fueron concedidas cuatro a aquellos que contrajeron matrimonio con hijas de conquistadores, tres a individuos cuyos servicios no fueron claramente mencionados, tres se destinaron al mantenimiento de conventos, una sirvió para financiar un hospital y, por último, otra encomienda fue asignada a la ciudad de Huamanga para financiar la construcción de un puente y de edificios públicos32 .
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Según el virrey, consolidar el dominio en el virreinato peruano y afianzar el rol del Estado y de la Corona también suponía ofrecer una educación cívica, moral y religiosa, tanto a indígenas como a españoles. La presunción de una superioridad moral y cultural embargó a los españoles desde el primer encuentro con
30 La asignación de repartimientos vacos para pagar el salario de las guardias del virrey fue establecida en la Rec. Ind., lib. III, tít. III, ley 67. Para la disposición toledana, cf. CDIHE, XCIV, pp. 310-314. 31 AGI, Lima 122. Carta de Toledo al rey del 2 de marzo de 1570. 32 CDIHE, XCIV, pp. 310-314.
los nativos33, pero ahora el virrey consideraba necesario también mejorar las condiciones culturales de los colonos asentados en los territorios peruanos y de los mestizos nacidos de las uniones con indígenas. Una mayor participación en la «cosa pública», un mayor respeto de las leyes y una mejor educación permitiría a la comunidad del virreinato alcanzar los mismos niveles de civilización que la Madre Patria, recorriendo el camino necesario de la civilización y de la «policía». El virrey Toledo parecía, por tanto, embebido del espíritu tridentino, además de ser un ferviente defensor de la función civilizadora de la que era depositaria la Corona, y no se le escapaban las importantes implicaciones de orden político y social que una mejora en la instrucción comportaría. Tras haber comprobado personalmente la ignorancia en la que se hallaba el clero peruano y lo peligrosos que podían llegar a ser los veteranos de las campañas militares por su falta de instrucción, además de generar peligrosas expectativas entre los hijos de los encomenderos, que otra cosa no sabían sino esgrimir y disparar con el arcabuz, él pensaba que era necesario para el Estado asumir el control del sistema educativo imponiendo un nivel mínimo de enseñanza, tanto para los españoles, como para los indios. Toledo pensaba que de esta manera se podría promover la seguridad del virreinato y conseguir, al mismo tiempo, el desarrollo de toda la sociedad encauzándola hacia una vida civilizada y cristiana. Se preocupó de que los indios recibieran una educación elemental al menos para poder leer y escribir, tal y como especificó en las correspondientes provisiones al convento de Jauja34. En las escuelas para nativos se debía enseñar «a los naturales a tañer y cantar, leer y escribir y la lengua española y los músicos que había de haber para celebrar los divinos oficios». Toledo se ocupó también de la fundación de un convento franciscano y de la creación de una escuela en la provincia de Hananhuancas35. De igual manera, mientras daba instrucciones para la construcción de la catedral del Cuzco, se encargó, asimismo, de la organización de centros educativos, recordando explícitamente la necesidad de respetar «lo que el sacro concilio tridentino dispone»36 ,
33 Tzvetan Todorov, La conquista dell’America e la scoperta dell’altro, Turín, 1984. 34 AGI, Lima 28 A, n. 53. Provisiones para que en el convento de Jauja se enseñe a los naturales a leer y escibir, publicado en Toledo, Disposiciones gubernativas, cit., I, pp. 61-64. 35 AGI, Lima 28 A, n. 50. Provisiones sobre la erección de un convento franciscano en Jauja y la apertura de una escuela en el repartimiento de los Hananuancas, Huamanga, 5 de enero de 1571, publicado en Ibíd., pp. 69-72. 36 AGI, Lima 300. Disposiciones sobre la construcción de la catedral del Cuzco y erección de centros educativos. Cuzco, 28 de agosto de 1571, publicado en Ibíd., pp. 131-133 y 218-221.
en relación a la educación, por lo que junto a la catedral había que levantar un internado-seminario, puesto que en ninguna parte de la cristiandad eran tan necesarios como en estos reinos, por ser todos planta nueva y haber en este dicho obispado mucha cantidad de muchachos y tener tan poca doctrina y enseñanzas en las cosas que le converná saber, maiormente que lo más de ellos eran mestizos y por la parte que heredan de las madres comunmente de ruines inclinaciones.
Consideraba que la enseñanza debía llegar también a los mestizos, que, por otro lado, representaban una franja de población en rápido crecimiento. A este propósito debía construirse otro internado donde «los muchachos mestizos se criasen y aprendiesen letras y buenas costumbres»37 . Para favorecer la formación superior, tanto de laicos, como de eclesiásticos, se había fundado en el convento de Santo Domingo de Lima un «estudio general», que gozaba de los mismos privilegios reales que la Universidad de Salamanca38 . Más tarde, Pío V, mediante una bula de 25 de julio de 1571, concedió todos los privilegios de la Universidad de Salamanca a la de Lima, que gracias a esta concesión recibió el reconocimiento de Universidad «real y pontifícia». Con la autorización que le concedían las dos cédulas reales de 25 de marzo y de 30 de diciembre de 1571, Toledo ordenó el traslado de la Universidad a otra sede, quitándole el control a la orden dominica39 .
Además de la habitual importancia que el virrey concedía a la dotación y a la reglamentación de la enseñanza en todos sus aspectos, es significativo señalar que Toledo quiso que los títulos universitarios se otorgaran en su palacio. Sin embargo, al resolver una divergencia con el Arzobispo de Lima, que quería que los títulos se entregaran en la catedral, Felipe II intervino a favor del prelado el 27 de febrero de 1575.
Toledo, pese a que prefería que trasladaran la Universidad a Chancay, en un lugar que no fuera la capital, el 25 de abril de 1577 presidió la inauguración de la Universidad de San Marcos en Lima junto con las autoridades ciudadanas y académicas.
37 Ibíd., p. 131. 38 AGI, Lima 337, Carlos V, Valladolid, 12 de mayo de 1551; renovados por Felipe II el 31 de diciembre de 1588. Rec. Ind., lib. I, tít. 22, leyes 14-50. 39 Toledo señaló la necesidad al soberano insistentemente desde diciembre de 1571 hasta febrero de 1575; él obtuvo la separación de la institución universitaria desde el monasterio dominico; «Decretos», en Anales Universitarios, 1, 1898, pp. 99-100, cit. en Zimmerman, Francisco de Toledo, cit., p. 240.
Para permitir el desarrollo de las funciones del nuevo ateneo, le asignó una renta de 13 000 pesos de oro procedentes de una encomienda40. Por otro lado, trató de dotar a la Universidad de San Marcos de los mejores instrumentos desde un punto de vista de la oferta didáctica. La gama de disciplinas que se impartían nos da una clara visión de las necesidades de la sociedad colonial. Desde setiembre de 1576 ya habían sido instituidas dos cátedras de Gramática, una de la «Lengua general» peruana, tres de Filosofía, tres de Teología, tres de Derecho civil, dos de Derecho canónico y dos de Medicina. El 25 de mayo de 1580, una vez más se volvió a reglamentar el funcionamiento de la nueva estructura, concediendo particulares privilegios y jurisdicciones a los rectores bajo una óptica de centralización de los poderes en la figura rectoral. El hecho de que Toledo, cuando ya iba a dejar su cargo, siguiera atento el desarrollo del ateneo de Lima, nos da la dimensión de la importancia que le concedía a su función educativa. Propuso a los jesuitas que regentaran la Universidad, pero ellos rechazaron la oferta, ya que preferían ocuparse del seminario de la catedral de Potosí. El 10 de octubre de 1578 Toledo, contrariado por la negativa de los jesuitas, ordenó el cierre de la escuela y de la iglesia de Potosí alegando que no habían solicitado su autorización para abrirlas. Estos rechazaron la decisión del virrey, apelaron al Consejo de Indias y consiguieron que el 21 de enero y el 22 de febrero de 1580 el rey desestimara la acción de Toledo, concediendo a la orden de San Ignacio de Loyola la libertad de regresar a la enseñanza en su escuela de Potosí. En cualquier caso, Toledo quería que el control de la enseñanza de laicos y eclesiásticos estuviera en manos del gobierno virreinal, y su actitud con respecto a los jesuitas da claras muestras de ello. Puesto que se negaron a enseñar en la Universidad de San Marcos, el virrey les prohibió la enseñanza de disciplinas como Retórica, Gramática y Lógica, que eran materia de estudio en las Universidades41 . Para garantizar un proceso más rápido de aculturación de las elites indígenas, Toledo amplió el campo de la enseñanza a los hijos de los curacas para quienes se crearon dos escuelas, una en el Cuzco y otra en Lima42 .
40 «Libro de provisiones reales de los virreyes D. Francisco de Toledo y don Martín Enriquez de Almansa (1575-1582)», Revista de Archivos y Bibliotecas Nacionales, I (Lima, 1899), pp. 291-294. 41 Zimmerman, Francisco de Toledo, cit., p. 237. 42 Toledo, «Libro de provisiones reales», cit., I, p. 473.