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La ofensiva contra los religiosos lascasianos

La ofensiva contra los religiosos lascasianos

Según la opinión de Lewis Hanke, toda la obra de revisión historiográfica impulsada por Toledo habría tenido como fin precisamente la polémica contra los religiosos: «con vistas a la determinación de los títulos jurídicos de España al Perú, [Toledo] llevó a cabo una amplia investigación histórica con la que trató de demostrar la naturaleza injusta del régimen inca y así echar por tierra las doctrinas de Las Casas»37. Toledo veía las obras del «fanático y virulento Obispo de Chiapas» como la punta de lanza del ataque al gobierno español en América. Esto lo impulsó a emprender con decisión nada menos que tres líneas de acción diferentes. Además de la recopilación de las «Informaciones» y el encargo confiado a Sarmiento, inspiró la redacción de un ensayo (conocido más tarde como Parecer o Memorial de Yucay), cuyo título es ya de por sí elocuente: «Defensa de la legitimidad del gobierno de los reyes de España en las Indias, contra fray Bartolomé de Las Casas»38. Escrito en forma de carta anónima, fechada el 16 de marzo de 1571, en el valle de Yucay, el ensayo atacaba frontalmente las teorías de Las Casas y representaba «sobre todo una expresión completa de la ideología toledista»39. Aunque el tratado es anónimo, no hay duda de que la procedencia del autor sea del más restringido entorno de Toledo40 . El autor parecía interpretar la opinión oficial del virrey (Hanke habla de formal opinion), y a menudo repetía los argumentos recurrentes como, por ejemplo, cuando atacaba a Las Casas afirmando que al no haber estado nunca en el Perú, solo podía tener un conocimiento indirecto de la realidad peruana. El Parecer seguía explicando —con los mismos argumentos que Toledo expondría al soberano en el memorial del 1 de marzo de 1572— cómo este conocimiento somero

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37 Hanke, The Spanish Struggle for Justice, cit., pp. 162-164. 38 «Copia de carta donde se trata el verdadero y legítimo dominio de los Reyes de España sobre el Perú, y se impugna la opinión del Padre Fr. Bartolomé de Las Casas», CDIHE, XIII, cit., pp. 425-469. 39 Un estudio atento de este «quadernillo» es el de Marcel Bataillon, «Comentarios a un famoso parecer contra Las Casas», en Íd., Études sur Bartolomé de las Casas, París, 1965, pp. 273-290. 40 Se ha discutido sobre cuatro principales autores posibles: según Jiménez de la Espada, podrían ser Sarmiento de Gamboa o el franciscano Pedro Gutiérrez Flores, capellán del virrey; según otros, Polo Ondegardo; pero la hipótesis más acreditada señala que pudo ser fray García de Toledo. La idea de que el autor del Memorial fuese un religioso, toma cuerpo por unos pasajes del texto; en uno el autor, después de haberse referido a sí mismo, menciona a «muchos otros frailes» y, además, afirma que el parecer le permite expresarse en un tema tan cercano a su profesión; por esto Hemming, La fine degli Incas, cit., pp. 404-405, se inclina por el capellán de Toledo. La atribución decisiva parece ser la de Monique Mustapha, «Encore le “Parecer de Yucay”: essai d’attribution», en Ibero-Amerikanisches Archiv, 3, 2 (Berlín, 1977), pp. 215-229.

habría sido el origen de toda la polémica41, impulsando a mucha gente en España a dar crédito a las falsas informaciones aportadas por el dominico para convencerlos de la legitimidad del gobierno incaico. La nefasta influencia de Las Casas —proseguía el anónimo autor del Memorial, con argumentos que recuerdan muy de cerca a los de Sarmiento en el prólogo de su Historia— había resultado ser tan fuerte que el propio emperador deseó dejar aquellos reinos en manos de la tiranía incaica (y muchos teólogos también se convencieron de ello), hasta que Francisco de Vitoria logró disuadirlo de esta idea, salvando la cristiandad de esos reinos de una extinción segura. El emperador, entonces, se había comprometido a abandonar esos reinos solo en caso de que los indios hubieran sido capaces de mantenerse en la fe cristiana. Esta elección fue providencial para la salvación de sus almas que, entre otras, corrían el riesgo de caer presas de la herejía difundida libremente por los luteranos, ingleses y hugonotes franceses, en el caso de que la soberanía española estuviera en tela de juicio o incluso empañada. Las Casas era tan influyente que muy pocas personas ponían en duda sus opiniones. El mismo autor del Memorial confiesa haber sentido fascinación, en un determinado período, por las doctrinas lascasianas hasta que, llegado al Perú, pudo constatar in situ, siguiendo un esquema recurrente en muchos de los ataques de Toledo contra Las Casas, que carecían de todo fundamento42. En el Parecer se reiteraba el hecho de que los incas habían sido tiranos y se hacía hincapié en que, gracias a las encuestas en curso, por fin se había arrojado luz sobre este tema «con gran autoridad»43 . Observa Lewis Hanke que, contrariamente a lo que le escribió a Felipe II en su memorial del 1 de marzo de 1572, si el virrey decidió llevar a cabo la tercera parte de su «plan», es decir que Sarmiento de Gamboa escribiera una «verdadera historia», evidentemente no debía de sentirse plenamente satisfecho de las «Informaciones» ni del Parecer de Yucay. La publicación de la Historia del Perú de Diego Fernández fue el factor decisivo para este propósito: «como un trapo rojo frente a Toledo, que rápidamente atacó porque Fernández indicó que los incas fueron los señores naturales de sus reinos»44. En realidad, no se trata exactamente de un «plan en tres fases contra los lascasianos» del virrey Toledo, sino, más bien, de una línea política de carácter general dirigida a cualquiera que atentara contra

41 CDIHE, cit., XIII, p. 431. 42 Esquema estudiado por Mustapha, «Encore le “Parecer de Yucay”», cit., pp. 217-219. 43 Carta de Toledo a Felipe II. Lima, 10 de junio de 1570, GP, III, p. 431. 44 Hanke, The Spanish Struggle, cit., p. 168.

los derechos de la Corona sobre las Indias. En efecto, Toledo estaba muy molesto y preocupado por esos «predicadores»45, porque además de insinuar dudas sobre los derechos de los reyes de Castilla sobre las Indias, se entrometían directamente en cuestiones de gobierno, obstaculizando las medidas introducidas por el virrey e irguiéndose como defensores de los indios, con el deseo de evitar que cayeran bajo la influencia de la Corona. Si hasta entonces el virrey creía haber actuado de manera eficaz con sus encuestas y con la Historia de Sarmiento, ahora se dirigía al soberano para que interviniera en estos nuevos obstruccionismos lascasianos. En su lucha contra el bando lascasiano, profundamente arraigado en buena parte del clero, pero sobre todo entre los religiosos de la orden dominica, Toledo no vaciló en adoptar medidas de todo tipo, incluso recurriendo al descrédito del clero disidente46, bien fuera a los ojos de la Corona, como a los de la sociedad peruana. También trató de restarles influencia privándoles de la regencia de la Universidad de Lima47 .

En una carta del 24 de setiembre de 1572 desde el Cuzco, Toledo se mostraba satisfecho de que el soberano aprobara el trabajo realizado para aclarar los orígenes del «señorio que el rey tiene a estos reinos». Le prometía al Monarca un control sobre la circulación de los textos de corte lascasiano:«Los libros del obispo de Chiapa y los demás impresos sin licencia de real consejo se irán recogiendo como V. M. lo manda»48. Toledo proseguía en su carta describiendo el peligro que representaba Las Casas, cuyos textos eran el corazón de los más frailes desto reino y con que más daño han hecho en él, y cierto que aunque no estuvieran impresos sin licencia de V.M. como están y por testigo que ni vió este reino ni vino a él, con tantas falsedades del hecho de las cosas y tantas ignorancias en materias de gobierno, había tan urgentes causas para recogerlos y haberlos mandado vedar vuestro real consejo, que en la dilación que en este se ha habido desde la Junta acá no es poco el daño que se ha seguido.

45 Sería interesante comprender si el virrey se refería en este caso a la orden de los Predicadores, los dominicos, por ser la orden del mismo Las Casas y de muchos seguidores suyos. Toledo tuvo varios enfrentamientos con los dominicos (por ejemplo, les quitó el control de la Universidad de San Marcos de Lima), tanto que los superiores de la orden se quejaron con el soberano de ser «perseguidos» por el virrey. Cf. Vargas Ugarte, Historia General del Perú, cit., II, pp. 249-255. 46 AGI, Lima 29, n. 59. Resulta de la visita secreta hecha en la provincia de Chucuito por orden del virrey, y que se pusieron en cuaderno aparte por ser contra la limpieza de los religiosos dominicos, Potosí, 2 de abril de 1573, cit. 47 Véanse infra, caps. 5 y 6. 48 En esta cuestión, Pease parece sugerir que, a pesar de la censura, existió una cierta circulación de obras lascasianas también en años posteriores a 1573, cf. Íd., Las crónicas, cit., pp. 268-269.

El virrey reclamaba a la Corona medidas individuales también para aquellos religiosos contra quienes su censura no podía hacer nada: y aunque para hazellos parecer me aprovecho de las censuras de los ordinarios, como éstas no obligan a los frailes que son en cuyo poder hay más y los que con ellos hacen y han hecho mayor daño, sería menester alguna paulina o precepto de obediencia de sus mayores para sacárselos todos49 .

El virrey opinaba que el señorío constituía la piedra angular sobre la que se sustentaba todo el edificio del Estado en las Indias, y ponerlo en tela de juicio significaba minar la autoridad de la Corona o perpetrar un atentado contra la seguridad del reino. Su intransigencia en este campo no tenía límites, pues era válida tanto para laicos como para religiosos, tal y como lo demuestra una carta que escribió posteriormente desde La Plata, el 20 de marzo de 1574. Él acusaba abiertamente a esos religiosos lascasianos que se entrometían «en materias de jurisdicción real y gobierno y desfavorecían la justicia y otras cosas del real servicio en púlpitos y fuera de ellos»50; estos, de acuerdo con los laicos que les daban las limosnas, «llevan delante la doctrina de Chiapa, fundada en falsos hechos como ya V.M. habrá entendido por las probanzas que he [se le han] enviado y se entenderá del todo en la historia que se está haciendo con harto miramiento y diligencia para su verdad [la Historia Índica]». Dicha operación habría dado unos frutos muy ventajosos tanto a «los derechos de V.M. y buen gobierno desta tierra», como a las conciencias de los españoles y al «bien de lo mismos indios que causaron los hechos falsos que Chiapa pregonó en sus libros por todas partes y hoy predican y enseñan los discípulos»51 . El virrey insistía en esta polémica contra los lascasianos, explicando que era necesario mantener una posición firme, tanto en el virreinato como en la Madre Patria: «que mientras este negocio de Chiapa no se arrancase de raíz con más fundamento allá y acá nunca faltará con esta semilla quien desasosiegue la tierra»52 .

49 Carta de Toledo a Felipe II. Cuzco, 24 de setiembre de 1572, en GP, IV, pp. 441-442. 50 Carta de Toledo a Felipe II. La Plata, 20 de marzo de 1574, en GP, V, p. 405. 51 La historia a la que Toledo se refiere es la de Sarmiento de Gamboa, según Zavala, Las instituciones jurídicas, cit. 52 Carta de Toledo a Felipe II. La Plata, 20 de marzo de 1574, en GP, V, p. 405.

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