capítulo_7
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Gustavo Gutiérrez
te en la comprensión que el ser humano tiene de sí mismo. Sus relaciones con la naturaleza varían sustancialmente al surgir la ciencia experimental y la técnica de manipulación que se deduce de ella. En dependencia de este proceso, el hombre abandona la vieja imagen del mundo y de sí mismo. Como dice E. Gilson, en frase muy conocida, “es por su física que envejecen las metafísicas”. Más aún, gracias a la ciencia, la humanidad da un paso adelante y comienza a percibiese en forma diferente. Por ello la mejor tradición filosófica no es una reflexión de escritorio: es la conciencia refleja y tematizada de la experiencia vivida por el ser humano en su relación con la naturaleza y con otras personas. Pero esta relación se traduce y al mismo tiempo es modificada por los avances del conocimiento científico y técnico. Descartes, uno de los grandes nombres de la nueva física que sitúa de manera distinta al hombre frente a la naturaleza, coloca la primera piedra de una reflexión filosófica que, al sostener el primado del pensar, de las “ideas claras y distintas”, en el conocimiento, pone de relieve los aspectos creadores de la subjetividad humana. Esta perspectiva se afirma y se sistematiza con la “revolución copernicana” operada por Kant, para quien no son los conceptos los que deben regularse sobre los objetos, sino “los objetos, o lo que es lo mismo, la experiencia, en la que sólo pueden ellos ser conocidos (en tanto que objetos dados) la que se regula sobre esos conceptos”. Y es que “nosotros no conocemos a priori las cosas, sino lo que nosotros mismos ponemos en ellas”; Kant es consciente de que esto lleva a “un cambio de método en la manera de pensar”. A un conocimiento que, al presentarse como necesariamente crítico de sus propios fundamentos, abandona su ingenuidad y entra en una etapa adulta. Hegel continúa este enfoque, introduciendo vitalmente y con urgencia el tema de la historia. Su filosofía se presenta en gran parte como una reflexión sobre la Revolución francesa, hecho histórico de enormes repercusiones en el que se proclama el derecho de todo hombre a participar en la conducción de la sociedad a la que pertenece. Para Hegel el ser humano es consciente de él mismo “en tanto que es reconocido (por) otra conciencia de sí”. Pero este reconocimiento por otra conciencia supone un conflicto inicial, “una lucha por la vida y la muerte”, pues es “sólo arriesgando su vida que se con-
serva la libertad”. El devenir histórico, a través de la dialéctica amo-esclavo (resultado de ese enfrentamiento original), aparecerá entonces como un proceso de génesis de la conciencia y, por consiguiente, de liberación paulatina del hombre. En este proceso –proceso dialéctico– el ser humano se construye a sí mismo, alcanza una conciencia real de su propio ser, se libera en la adquisición de una genuina libertad, por medio del trabajo, que transforma el mundo y educa a las personas. Para Hegel “la historia universal es el progreso de la conciencia de la libertad”. Más todavía, lo que anima la historia es la difícil conquista de esa libertad, inicialmente apenas vislumbrada, es el paso de la conciencia de la libertad a la libertad real, ya que “es la libertad misma que encierra en ella la infinita necesidad de hacerse consciente –puesto que según su concepto ella es conocimiento de sí– y, por consiguiente, de hacerse real”. La humanidad asume así, gradualmente, las riendas de su destino, presagia y se orienta hacia una sociedad en la que se vea libre de toda alienación y servidumbre. Este enfoque dará inicio a una nueva dimensión de la filosofía: la crítica social. Esta línea será ahondada y renovada, en forma muy propia, por K. Marx. Pero esto no se hará sin lo que se ha dado en llamar una “ruptura epistemológica” (noción tomada de G. Bachelard) con el pensamiento anterior. Esta nueva actitud se expresa con nitidez en las famosas Tesis sobre Feuerbach, en las que Marx expone concisa pero penetrantemente lo esencial de su enfoque. En ellas, en particular en la primera tesis, Marx se sitúa en forma equidistante tanto del materialismo antiguo como del idealismo, o para decirlo en términos más exactos, presenta su posición como la superación dialéctica de ambos. Del primero conservará la objetividad del mundo exterior, y del segundo la capacidad transformadora del hombre. Conocer para Marx será algo indisolublemente ligado a la transformación del mundo por medio del trabajo. Partiendo de estas primeras intuiciones, Marx irá construyendo un conocimiento científico de la realidad histórica. Analizando la sociedad capitalista en la que se da en concreto la explotación de unos seres humanos por otros, de una clase social por otra, y señalando las vías de salida hacia una etapa histórica en la que la persona humana pueda vivir como tal, Marx forma categorías que permiten la elaboración de una ciencia de la historia.
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CARETAS 2002