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En conclusión

se convertirá en un bien precioso que puede alcanzar un enorme valor de mercado, permitiendo ganar mucho dinero trabajando volúmenes relativamente pequeños. En cambio, la madera de uso común será esencialmente producida en plantaciones y podría ser fruto del manejo de la vegetación secundaria o purmas.

Implantar un manejo forestal sostenible en bosques naturales es esencialmente una decisión política. Los bosques de producción ya declarados, manejados sosteniblemente, pueden generar varias veces más que la producción actual de madera rolliza del Perú. Además, la producción de madera en tierras comunales debe basarse también en el manejo forestal sostenible. En ellas puede duplicarse la producción anual de madera de las concesiones y así alimentar una industria fl oreciente, varias veces mayor que en la actualidad. Para eso es preciso ajustar el diseño de los bosques de producción y las concesiones, de forma tal que el control sea más concentrado y más fácil, por ejemplo permitiendo que toda la madera de una zona pase por un solo puesto de control, en la boca de un río mayor. Otras medidas a tomar incluyen la eliminación progresiva de los permisos de extracción, limitándolos exclusivamente a desbosques autorizados. Por cierto que el gobierno debe proveer a los que manejan el bosque las garantías necesarias, inclusive el uso de la fuerza policial contra la acción de invasores, sean estos madereros ilegales, agricultores informales o ilegales. Además, la legislación forestal debe ser severamente aplicada en lo que respecta a la conservación de los bosques ribereños o inundables con el fi n de mantener la productividad pesquera.

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La reforestación, con especies nativas o exóticas, y el manejo forestal de los bosques secundarios o purmas deben pasar a tener verdadera prioridad y apoyo sobre tierras ya deforestadas. Existen varios millones de hectáreas disponibles y en general con infraestructura de acceso para esos fi nes y para otros como la agro-silvicultura y la agricultura industrial, que no requieren de descanso.

En concl usi ón

El peor de los escenarios para el desarrollo amazónico es el actual que no refl eja la visión “desarrollista” ni tampoco la “conservacionista”. De seguirse en este camino de explotación desordenada y dispendiosa de la Amazonía no hay duda que se acumularán muchos de los principales impactos negativos de ambas visiones extremas. La mayoría de los ciudadanos perdería en el corto plazo y, peor, todos perderán en el medio y largo plazo.

Existen soluciones que dependen de una visión o imagen objetivo intermedia que es posible y probablemente deseable para la gran mayoría de la población amazónica y peruana. Pero aplicarlas depende de un proceso previo de concertación que genere una política y un plan de desarrollo a corto, medio y largo plazo que sea respaldado por una legislación apropiada. Y asimismo depende que los instrumentos: políticos, plan y legislación, sean efectivamente aplicados.

Como dicho, la expresión más obvia del resultado del equilibrio entre las visiones “desarrollista” y “conservacionista”, o sea el desarrollo sostenible, es la proporción de bosques naturales que subsista. La información disponible revela que entre el 15 y el 20% de la Amazonía peruana ya ha sido deforestado y que esa deforestación ha ocurrido en su parte más ecológicamente sensible, es decir la llamada selva alta, lo que es causa principal de los procesos de secas e inundaciones extremas que se agravan

Sacrifi cada labor del guardabosques. El estado peruano es consciente de la importancia de las áreas naturales protegidas y de su conservación. Parque Nacional Cordillera Azul. de año en año. Otro 50% de lo que queda, por lo menos, ya ha sido degradado, reduciéndose su capacidad de contribuir a la estabilidad climática e hidrológica. O sea que, en cierta forma ya se ha llegado muy cerca del límite prudente. Pero, debe llevarse en cuenta que el destino de la Amazonía peruana está estrechamente asociado al de la brasileña y al de la Amazonía en general, donde la situación es muy similar a la peruana.

La información científi ca actual no ofrece cifras exactas ni aceptables por todos sobre cuánta selva debe quedar intacta y cuánta tierra puede ser usada para agricultura u otros fi nes. Lo que sí recomiendan todos es mantener un balance entre bosques y otros usos a nivel local, regional y nacional, es decir establecer paisajes imbricados de bosques y cultivos. Idealmente, cuanto más bosque, mejor. Pero, el autor se atreve a decir que mantener menos del 70% del área boscosa sería extremamente arriesgado. Parece mucho, pero debe recordarse que el 30% de la Amazonía peruana representa unos 20 millones de hectáreas, de las que hoy se aprovechan efectivamente menos de 3 millones. Es decir que lo que aún puede aprovecharse es mucho más tierra que toda la que se cultiva actualmente en todo el país. Gran parte de ese espacio es apto para plantaciones forestales industriales o para cultivos permanentes que, en cierta medida, permiten rehabilitar funciones ecológicas del bosque original.

O sea que el Perú está a tiempo de tomar medidas viables para el futuro de su Amazonía. Apenas, aunque no sea fácil, se requiere alcanzar un consenso y cumplirlo. Ninguno de los obstáculos descritos es insalvable pero no se resolverán si el gobierno no impone orden y honestidad en la gestión de los asuntos del país.

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