CAPÍTULO I
ENTRE EL MUSEION Y LOS WUNDERKAMMER Los coleccionistas Objetos inanimados, ¿tienen ustedes un alma que se une a nuestra alma y la fuerza a amar?… Lamartine Podemos encontrar distintos ejemplos de coleccionismo desde las nueve musas de la mitología griega y el museion como el espacio creado para las artes que ellas protegían, hasta las tumbas del Antiguo Egipto, donde se acumulaban en su interior los objetos junto al fallecido. El Palacio de Nabucodonosor, erigido en Babilonia en el siglo VII a.C., fue considerado el “gabinete de las maravillas de la humanidad”. Del Musaeum de Alejandría, fundado por Ptolomeo Filadelfo II en el 285 a.C., se sabe que junto a la mítica biblioteca existió la pinakothēca: una sala para exhibir pinturas sobre tablas de pino. Cierta vanidad ligada a una noción de poder y de prestigio se esconde detrás de ese deseo personal por la posesión de objetos extraños, por reunirlos y exponerlos a la vista y el asombro. En la escena actual, el coleccionismo es una característica accesible y compartida por todos. ¿Quién no atesoró juguetes, álbumes o historietas? Una fascinación por el objeto que luego se diversifica en colecciones mayores, no siempre ligadas a un valor económico, sino al afecto. Durante siglos tuvo lugar un extenso acto de formación cultural y social llamado curiosidad, al agrupar el interés y la mirada en lo exótico, lo bello y lo histórico. La curiosidad se ha especializado y ha creado sus propias clasificaciones, sus metodologías de catalogación e investigación, así como distintos oficios para el cuidado y resguardo de los objetos en los museos. Además de una disciplina para su estudio y desarrollo: la museología. Los curiosos se permitieron experiencias nuevas, viajar a lugares lejanos y exóticos, acercarse a dos centímetros del objeto, tocar, oler como el sumo premio. La curiosidad también se ofrece como un imperio simbólico, un poder imperante en el ser de las personas.
15