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Antes de ingresar

Es verdad que no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas (cuyo número es infinito) están abiertas día y noche a los hombres y también a los animales. Que entre el que quiera (…) Todas las partes de la casa están muchas veces, cualquier lugar es otro lugar. No hay un aljibe, un patio, un abrevadero, un pesebre; son catorce [son infinitos] los pesebres, abrevaderos, patios, aljibes, la casa es del tamaño del mundo; mejor dicho, es el mundo.

Jorge Luis Borges La casa de Asterión

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Imagínese traspasar la recia puerta, o a lo mejor solo dos viejas cortinas de tela para ingresar a un ambiente donde la impresionante acumulación de objetos llamará su atención. Curiosidades, rarezas por decenas, cientos de diminutas, pequeñas y grandes piezas atiborrando de lado a lado, de arriba a abajo, la habitación entera. Estantes, vitrinas, arcones y baúles, objetos extraños expuestos en los muros o colgando de los techos. Espejos, esculturas, bustos, adornos y pinturas de todo tamaño y tema; lienzos expuestos a la vista, en bastidores apoyados contra una pared o arrinconados bajo las mesas que se sitúan en el centro del salón ofreciendo a la vista aparatos del tiempo y de la imagen, así como representaciones de un mundo de detalles desconocidos por su lejanía.

Encontrará, esperamos, una radical diferencia entre detenerse frente a un desván cualquiera o ante un gabinete de curiosidades. Se dará cuenta al comparar ambas experiencias, pues el asombro y la sorpresa, la intención tangencial, el gusto y las aficiones, el ojo domesticado y por momentos “salvaje” del coleccionista que armó ese conjunto –en el cual a lo mejor conviven fenómenos y “sirenas” junto a piezas mochica, nasca o chimú– se hará evidente ante nosotros.

No estamos ante un cementerio de la Historia, como aquel trastero eclesiástico que tanto impresionó a José Sabogal cuando ingresó a una iglesia virreinal en el Cusco antes de redactar El desván de la imaginería peruana. Todo lo contrario. Ingrese a este gabinete de curiosidades pisando sobre seguro y contemplará un panorama en el que prima un criterio amplio y una idea abierta sobre lo que es el mundo, impredecible también en la fusión de sus objetos y sentidos. 13

Esa ventana que poco a poco se abre y por donde el grueso polvo ingresa no es su condena, ¡pues por allí es por donde también entra la luz que todo lo ilumina! Luz que hoy nos permite reunir en este breve repaso los oscuros orígenes de los museos en el Perú y compartir nuestras pesquisas de un pasado del cual no quedan registros visuales, solo narrativas: un terreno donde suelen abrirse más interrogantes que certezas.

El museo ideal para el Perú es aún una bella ilusión… y una aventura así solo puede ser para curiosos.

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