Oscar Soto. Los rostros del olvido

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Óscar Soto



Ă“scar Soto Los rostros del olvido



Óscar Soto Los rostros del olvido Textos de Heriberto Ramírez Luján y Óscar Enrique Ornelas

Dirección de Extensión y Difusión Cultural


Universidad Autónoma de Chihuahua C.P. Raúl Arturo Chávez Espinoza Rector Ing. Heriberto Altés Medina Secretario General Lic. Alonso González Núñez Director de Extensión y Difusión Cultural C.P. y M.A. Roberto Zueck Santos Director Administrativo Dr. Alfredo de la Torre Aranda Director Académico P.H.D. Armando Segovia Lerma Director de Investigación y Posgrado C.P.C. Manuel Mendoza García Director de Planeación Lic. Heriberto Ramírez Luján Jefe del Departamento Editorial ISBN

Óscar soto. Los rostros del olvido © Óscar Soto © 2010 Universidad Autónoma de Chihuahua Se reservan todos los derechos Campus Universitario 1 s/n 31178 Chihuahua, Chihuahua, México (614) 437-0957 416-6684 © De los textos, sus autores Luis Carlos Salcido Diseño gráfico

Ninguna parte de este libro puede ser reproducida, archivada o transmitida en forma alguna, sin previo permiso escrito de la Universidad Autónoma de Chihuahua

Editado y producido en Chihuahua, México


Contenido Presentación C.P. Raúl Arturo Chávez Espinoza

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Los rostros del olvido Heriberto Ramírez

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El hombre que persiguió a la pintura Óscar Enrique Ornelas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15

Retrato

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Obra mural . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59 Cronología artística . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69



Presentación

Los frutos del artista son el mejor camino para adentrarnos en su vida, su pensamiento, sus sueños o sus desvelos y penurias. A través de ellos se trasluce el desarrollo de su proceso creativo; uno puede ir leyendo en sus obras tempranas cómo inició su carrera artística, o su proceso de maduración y el grado de reconocimiento social que pudo conseguir. La obra de Óscar Soto Hermosillo se fue gestando en medio de un gran esfuerzo personal y familiar, en un claro ejemplo de tenacidad y perseverancia. Cualidades que le valieron para mantener un intenso ritmo creativo, que no ha cejado desde entonces. Así fue desarrollando un estilo personal y reconocible por propios y extraños. Este incesante trabajo le valió para ser invitado a exposiciones de carácter nacional e internacional, y despertar el interés de importantes coleccionistas. Su sensibilidad de artista le ayudó a percatarse de la inmensa riqueza visual que lo envolvía en su entorno. Empezó a dibujar tarahumaras, cuando nadie más lo hacía, y de esta manera dio inicio la consolidación de una carrera de muchos años de trabajo. Fue su prestigio lo que nos llevó a buscarlo para la restauración de los murales de Leandro Carreón en el Paraninfo universitario. Su maestría nos causó tan grata impresión que lo invitamos a enriquecer el patrimonio artístico de la universidad con nuevos murales a la entrada del edificio de rectoría, en los cuales se recogen los testimonios sobresalientes de la historia universitaria. Nos llena de orgullo y satisfacción presentar este modesto homenaje y reconocimiento a uno de nuestros más grandes y estimados maestros, para que su obra pueda ser conocida y apreciada por todos los universitarios y todos los chihuahuenses.

C.P. Raúl Arturo Chávez Espinoza Rector de la Universidad Autónoma de Chihuahua

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Los rostros del olvido Heriberto Ramírez Luján

Asumir el oficio de pintor conlleva la confrontación de los riesgos de nuestro tiempo. Una profesión deslegitimada, casi marginal. Convertir al pincel en un instrumento de vida revela, todavía, un espíritu rebelde, casi temerario. Ganarse un espacio y un prestigio como pintor es una tarea de titanes, para ello ha de empeñarse toda la energía disponible día a día. Hurgar en el horizonte interior y exterior las imágenes que habrá de plasmar en su lienzo. Arrancarle al mundo las ideas disponibles para darles forma, color, sombra, para construir su universo personal. Óscar Soto se planta cada día desde temprano frente a su caballete, con su paleta cromática y su pincel para buscar darle término al trabajo en marcha. Su entrega y disciplina le han redituado en un prestigio que ha rebasado nuestras fronteras. Su iconografía se aprecia sobre todo por los rostros de nuestros rarámuris, rostros amasados por la miseria y el olvido, que Soto ha plasmado para ser colgados en las oficinas y despachos, como quien busca mantener, así, viva la deuda que tenemos para con ellos. En estos rostros se devela la altivez de una sabiduría ancestral que jamás se doblega ante las inclemencias de la existencia geográfica e histórica que les ha tocado vivir. Se divisa en los pliegues de su faz una férrea capacidad de resistencia ante los embates del hambre y el odio. Se percibe una sed contenida de justicia e impotencia, pero al mismo tiempo una fascinación por esa mirada expansiva que se proyecta hacia el infinito

como quien busca atrapar en la pupila la inmensidad del territorio serrano. Al lado de este ángulo sufriente se recoge la arista gozosa y festiva de nuestros hermanos, sonrisas plenas y frescas abrazando a la vida sin ninguna experiencia mediadora, con una pureza extraordinaria, recogida por el maestro Soto con una maestría única. Su paleta se ha nutrido de esta fuerza vital del mundo rarámuri; los colores fuertes, llamativos, exóticos, impactan de manera sorpresiva pero cálida. Capta con sencillez la profundidad de los colores primarios en el estampado de algodón de la

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indumentaria femenina, de la blusa o napáchola, de sus amplios faldones, y la blancura inmaculada de la manta de los taparrabos, de la indumentaria masculina, llamados también sitabacha o sitagola. La historia es una caja de resonancia en la cual se detonan las más enconadas pasiones. Hay al menos dos formas de construir ese espacio en el cual se recogen las voces y los hechos de un pasado inmediato o lejano. Una de ellos es ser un actor lo suficientemente notable para figurar en los anales históricos para ser tomado en cuenta por los memoriosos de épocas posteriores. La otra es ser quien registra y da cuenta de los hechos, que uno considera dignos de ser recordados por la posteridad. Este registro puede darse de múltiples formas: escrito, grabado fonográficamente, fotografiado, filmado, o pintado. Los muralistas mexicanos sentaron las bases para una tradición que aún perdura en la memoria colectiva de los mexicanos. Entre las facetas creativas de Óscar Soto se encuentran los murales. Espacios abiertos destinados a preservar los avatares de quienes, en estas tierras, se han empeñado en construir su proyecto de vida en medio de las adversidades geográficas propias de estas latitudes. Esas paredes, desnudas en un principio, ahora dan fe del desarrollo tecnológico de la región, son un testimonio de la cultura del esfuerzo, de cómo se ha transformado el entorno en base a la inventiva y al trabajo colectivo. Las actividades mineras, agrícolas, ganaderas, arquitectónicas locales le han aportado ideas suficientes

como para dejarnos la impronta visual de estas acciones de hombres y mujeres decididos a no dejarse vencer por los contratiempos de un entorno agreste y difícil. Su obra también acompaña el trabajo muralístico de Leandro Carreón en el Paraninfo universitario; desde el umbral es apreciable su contribución a la creación imaginativa de la historia universitaria, en la que se incluyen a quienes han contribuido de manera notable al engrandecimiento de nuestra institución. La obra del maestro Soto también se extiende a la ilustración de textos, al bodegón, como quien es consciente del compromiso estético y práctico de su profesión. Esmerándose siempre por cumplir con los cánones del oficio y del género. De esta forma su legado se amplía a portadas, obras de caballete como bodegones, retratos de personajes ilustres y de encargo. Con la presente publicación la Universidad Autónoma de Chihuahua le rinde homenaje a un pintor que recrea nuestro envolvente acontecer cotidiano, un hombre de mirada atenta para percibir los contrastes de la intensidad luminosa de nuestros colores, de las sonrisas y los quehaceres de nuestra gente. El objetivo es llevar a más personas la cristalización de un trabajo llevado a cabo con esmero durante muchos años, para el disfrute de todos aquellos enamorados de estas anchurosas extensiones de tierra, en las cuales hemos crecido, y en las que hemos llegado a ser lo que ahora somos.


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El hombre que persiguió a la pintura Óscar Enrique Ornelas

El pintor Óscar Soto Hermosillo nos recibe en su casa de La Cruz, Municipio de La Cruz, un pueblo agrícola y ganadero de 1318 habitantes situado en el margen izquierdo del río Conchos. Estamos en la Mesopotamia chihuahuense. Por estos rumbos nació el general Manuel Ojinaga, campeón de la lucha contra la Intervención francesa. Para entrar a La Cruz se pasa por un arco, hay un monumento al Ángel de la Independencia y sobresale el templo de Nuestra Señora del Refugio. Por lo llovido en las fechas de esta entrevista, La Cruz parece una especie de paraíso, aunque la vida no fue nada fácil para este pintor nacido en 1945. “Aquí hay de todo. Comida, médicos, farmacias”, dice Soto Hermosillo con su fuerte acento característico del sur del estado. Como buen campesino chihuahuense, es un gran contador de “charras” (anécdotas). Tantas que probablemente muchas de ellas admitan varias versiones. Toda “charra” digna de ser narrada cambia cada vez que se cuenta. Pueblo fundado en 1797, La Cruz tiene su historia. El 16 de abril de 1811 Miguel Hidalgo y Costilla, el cura rebelde, padre de la Independencia, descansó en un mezquite, ese árbol protector del desierto, que se encontraba en la propiedad de la señora Celia Ortega viuda de Soto; actualmente el tronco se exhibe en un nicho en la presidencia municipal. A Hidalgo lo llevaban a Chihuahua, luego de ser aprehendido en Acatita de Baján, Coahuila, para ser juzgado por el delito de herejía

y apostasía “contra la religión católica”, según rezaba el acta acusatoria. El “sedicioso, cismático y hereje formal” Miguel Hidalgo y Costilla sería fusilado en Chihuahua el 30 de julio del citado año. Varias décadas después, el 9 de octubre de 1864 pernoctó en La Cruz el presidente itinerante Benito Juárez García. Venía huyendo de los franceses y los conservadores y se hospedó en la casa del presidente seccional José María González ubicada en el cruce de las calles Nigromante y Lerdo de Tejada. Como se ve, La Cruz es un pueblo muy liberal, al menos de nombre. Juárez regresaría triunfante a La Cruz, camino de la ciudad de México, el 12 de diciembre de 1866. Se dice que la población lo recibió con muestras de adhesión y respeto, montada a caballo, repicando las campanas, tirando cohetones y con una danza de matachines.

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El pintor Soto Hermosillo nos hace pasar a su estudio y comenzamos la charla sobre su vida y obra. Pronto su esposa Lola traerá higos frescos, varitas de pepino y zanahoria, guacamole y totopos. Un verdadero manjar macrobiótico. El artista plástico cruceño dice estar muy interesado en los temas de la salud y el vegetarianismo, aunque promete invitarnos una carne asada como Dios manda si lo visitamos posteriormente. Por lo pronto nos quedamos sin totopos. Sus nietos irrumpen en el estudio y engullen la bandeja completa. El más pequeño, Bernardo, requiere de nuestra atención absoluta y se apodera de la grabadora. Es un pequeño nihilista. Afirma sin empacho que a él no lo manda nadie. Hay que emprender una paciente negociación para recuperar el aparato y proseguir con la entrevista. Luego, la niña, Alexa, más sosegada, nos muestra sus dibujos. Su abuelo reconoce que tiene mucho talento. “A

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su edad, seis años, yo no pintaba lo que ella pinta. Está muy adelantada. Hace cuadros con óleo. Algunos tienen sombras, incluso”, señala. La entrevista transcurre entre niños corriendo –aunque luego desaparecen porque otros recodos de la casa reclaman su energía–, alguna mosca que nos visita, el olor de un potrero cercano y unos diez gatos que no se dignan entrar al estudio porque simplemente no les da la gana. Quijotes y tarahumaras Soto Hermosillo es conocido en Estados Unidos por sus tarahumaras. Precisamente estamos en La Cruz debido a que al pintor le encargaron montar una exposición sobre el tema en la Universidad de Nuevo México campus Las Cruces. “Hace más de 40 años que vivo en Chihuahua, pero me tengo que refugiar en mi pueblo natal para trabajar sin interrupciones”, explica. “Por eso les pedí que vinieran hasta acá. Además, aquí nací y me gusta el campo.” Soto Hermosillo cuenta el origen de sus pinturas con tema tarahumara: –Un día llegó un rarámuri a venderme unas yerbas y se me hizo interesante pintarlo porque era un señor de 91 años y estaba más fornido que ustedes o yo. Traía el pelo hasta por acá y venía vestido a la usanza tradicional. Le propuse pintarlo. Te vamos a pagar, le dije. Me dio unas horas. Al día siguiente


regresó y le quise regalar ropa. Era buena ropa, pero ya no la usábamos. No la aceptó. Fue a la casa como dos o tres días a posar y ya no lo volví a ver. Hubo una exposición colectiva y mi cuadro sobre el tarahumara salió fotografiado en El Heraldo de Chihuahua. No sé por qué lo escogerían. Había otros cuadros. Tal vez porque fui el primero en pintar tarahumaras. Nadie lo hacía. Yo solo le había visto un dibujo a [Aarón] Piña Mora en una revista, al carbón. Entonces me llamaron de parte del gobernador Manuel Bernardo Aguirre para preguntarme si mi cuadro estaba a la venta. Les dije que sí, pero pedí que me permitieran llevarlo primero a una exposición. Después veo que unos estudiantes de la universidad me habían copiado el cuadro, tomándolo de la foto del periódico, y ya estaba en tres tiendas distintas. Fueron como siete los estudiantes que me copiaron. Y como que pegó. Desde entonces para acá, cuando quieren hacerles un regalo a gobernadores, senadores o diputados –gente que viene de fuera–, siempre me piden que haga un cuadro de tarahumaras. No sé por qué. No es que yo tenga una preferencia por ese tema. De hecho lo que a mí me encargan mucho es el retrato de tipo familiar. Los tarahumaras los hago cuando me lo piden los gobiernos. Ahora me encargaron una exposición para la Universidad de Nuevo México en Las Cruces. A mí me extrañó mucho cuando me habló la americana. ¿Cómo dio conmigo? Yo he tenido varias exposiciones allá, pero son de esas cosas que arregla uno. Luego me enteré por el cónsul

de México en San Antonio que hay muchas pinturas mías de tarahumaras regadas por ahí. Las vieron en la Universidad de Nuevo México y les interesó.” –¿No piensa que ese tema lo limita como pintor? –Para nada. Ahorita estoy haciendo tarahumaras únicamente por la exposición. Otro tema que le piden a Soto Hermosillo es el de los quijotes. Tarahumaras y quijotes. Los políticos tienen una extraña propensión a mandar pintar cuadros de los indígenas, siendo ellos generalmente los más pobres y olvidados. Lo mismo pasa con los quijotes. Algo dice esto de la psique de estos personajes. A Soto Hermosillo le tiene sin cuidado. Esta manía de los políticos mexicanos le da trabajo.

Del campo a la ciudad En 1960, Soto Hermosillo ganó un concurso nacional para dibujar al personaje de El Santo. Tenía 15 años y era un muchacho campesino. –Yo leía la revista de El Santo y salió ese concurso –explica–. Gané. Me dieron una máscara y 50 pesos de aquellos años.

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–Era la revista semanal que dirigía José G. Cruz, un icono del cómic mexicano. –Exactamente. Al ganador siempre le publicaban su dibujo en la última página. A mí me dieron la portada. Salió a colores. Me dio mucho gusto. Yo todavía andaba aquí en el campo, trabajando. Me fui a la universidad como a los 17 o 18 años. –En los pueblos se leía mucho cómic. “Cuentos“, les llamaban. Pero eso se perdió, ¿verdad? –Pues ya no se ve igual. Aquí al pueblo era lo que llegaba. Memín, La familia Burrón, Alma Grande… –¿A usted le gustaba El Santo en particular? –Las luchas me llamaban la atención. Por eso participé en el concurso del que hablamos. –¿Cuándo empezó a pintar? –Desde la primaria. Como a los diez años. Yo pintaba sobre las paredes. Nací aquí enfrente. Éramos muy humildes. Mi papá era agricultor y yo le ayudaba en las vacaciones a trabajar en el campo. Sembrar lo de él y luego andábamos de peones por otros lados. Cuando estaba por terminar la secundaria en la escuela Benito Juárez de Camargo el director y el profesor de dibujo, que era también el de historia, me dijeron que debería irme a estudiar a Bellas Artes, allá en Chihuahua. Es que ellos veían que hacía muchos dibujos. Yo les dije que no tenía los medios económicos. Y entonces el director habló con el rector Carlos Villamar Talledo para que me apoyaran. Era el año de 1962. Al terminar la secundaria, donde tuve de compañero a Sebastián [Enrique Carbajal]

me fui para Chihuahua a estudiar pintura y también contabilidad. En Bellas Artes eran nada más tres años, no había licenciatura. Después tomé clases particulares con el maestro Leandro Carreón, el que pintó el Paraninfo de la Universidad, y fui ayudante de su hijo Ernesto. –¿Trabajó alguna vez como contador? –Llevaba la contabilidad de las tienditas, de los abarrotes, hombre… No me gustaba. Mis papás me obligaron porque decían que me iba a morir de hambre con la pintura. Ja ja. Es lo que pasa ahora con mi hija Karina. Tiene como dos años trabajando profesionalmente como pintora y, si mucho, le han comprado unos cuatro cuadros. Yo duré 14 años para darme a conocer. Ella anda batallando. A veces me ayuda. Lo hizo cuando trabajé en la restauración de los murales de Carreón en el Paraninfo. –Usted dibuja desde niño, ¿cuáles eran sus temas? –Lo que se me ocurría. ¡Caballos! Vacas. Aquí estamos rodeados de corrales. Pero siempre he preferido la figura humana. Un paisaje es fácil, un bodegón. La figura humana es lo máximo en el arte,


sobre todo manos y pies. Si yo pinto un árbol solo busco la forma exterior, no sé cuántas hojas tiene. Pero una cara, una boca, tienen que ser las de la persona que estoy pintando. Hay que conocer algo de anatomía. –Algunos pintores buscan hacer una especie de fotografía. –Alguna vez lo he hecho, pero no es necesario. Ahora pinto más suelto. Son cuestiones de estilo. A mí me gustan las texturas.

Clinton y el abogado de Juan Gabriel Soto Hermosillo cuenta que tiene relación con el cantautor Juan Gabriel porque éste le compró pinturas. Y con esta anécdota entramos en el terreno de las cotizaciones de los cuadros de un pintor como él.

Cuenta el maestro Soto Hermosillo: –En una ocasión, el abogado de Juan Gabriel, quien vive en El Paso, Texas, me prestó unos cuadros que yo le había vendido. Se los pedí porque los quería llevar a una exposición en Estados Unidos. Le insistí en que eran prestados. “Te los devuelvo”, le dije. “En el supuesto caso de que alguien quiera comprar alguno, te lo repongo. Al cabo a ti te interesaron otros que tienen un precio diferente.” El curador, quien venía de Chicago, examina los cuadros, y me avisan que me quedo en la exposición. Habían

seleccionado solo a 30 pintores. Entonces me llama Enrique Amaya, acuarelista oriundo de Ciudad Obregón, Sonora, a quien yo admiro mucho, aunque no lo conocía, y me dice que unos galeristas de Nueva York habían comprado tres cuadros míos. El precio no lo puse yo, fue el crítico de arte. Esos cuadros se los había vendido muy baratos al abogado (mil 600 pesos) y de pronto resulta que se vendieron en 5 mil y 6 mil dólares. Para mí era mucha lana. Y pues el abogado se quedó con ella. ¡Es abogado! Aquel acuerdo que hicimos de que yo le reponía los cuadros no estaba por escrito. De todos modos me dio mucho gusto que se vendieran, en primer lugar porque entré a la exposición. Fueron muchos los concursantes, había chinos, japoneses. Y estuvo muy bonito. Habilitaron una cantina con comida y bebidas de todos los países que concursaron. –¿A partir de esa experiencia aprendió a vender? –No. Yo no sirvo para eso. No sé vender. Se necesita alguien que lo asesore a uno. A mí me da miedo, vergüenza, no sé.

Retratista, Óscar Soto asegura que Bill Clinton le compró unos cuadros –Por ahí tengo las cartas que me mandó –dice–. Parece que encontró uno de mis tarahumaras en una galería. Luego hice un retrato de Hillary. A Clinton le gusta el arte y tiene cuadros de pintores de varios países. Un alemán que lo conoció a él de niño y que me compró unos cuadros hará unos 15, viajó a Estados Unidos para

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felicitarlo por haber ganado la elección presidencial. Clinton lo invitó a cenar y ahí vio un tarahumara que tenía mi firma. Se sorprendió. Entonces le contó a Clinton que me conocía. Así se hizo el contacto. El alemán me trajo una carta y luego me mandaron la foto de Hillary. Después me pidieron un tarahumara, pero en tambor. 1.20 de diámetro.

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Los murales del Paraninfo

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A Óscar Soto le tocó trabajar la restauración más de reciente de los murales pintados a finales de los años treinta por el duranguense Leandro Carreón en el Paraninfo de la UACh. Esta obra presenta problemas frecuentes debido a la técnica empleada por el artista: caseína sobre yeso, lo que la hace muy frágil ante la humedad o cualquier pinchazo. –Fui ayudante del hijo de Carreón –comenta Soto–. Pero sobre todo aprendí mucho del papá. Él pintaba en un caballete y yo en otro. Estábamos en casa de los hijos, porque él siempre vivió en México. Lo de restaurar los murales fue excepcional porque no soy muralista. Apliqué lo que aprendí de Carreón. Tal vez me dieron ese trabajo por el trato que tuve con él. –Sin embargo, usted sí ha pintado murales. Por ejemplo el de la presidencia municipal de Delicias. –Sí, fue en 1980. El tema es la fundación de la ciudad. También he hecho murales en casas particulares. Cúpulas con temas religiosos. En la catedral de Chihuahua restauré un mural de Alberto

Papa Paulo VI. Carlos. Estaba totalmente destruido. Restaurar un mural es muy difícil. Es mejor hacerlo nuevo. Carreón hizo los del Paraninfo en los años treinta. La pintura empieza a cambiar. Uno a simple vista aprecia la combinación de colores, pero al aplicar pintura nueva aparecen los detallitos. Es muy complicado. Los restauradores hacen cosas que yo no sé, como limpiar un cuadro o repararlo si está roto. Eso ya es asunto de ellos.

No me gusta que me manden Óscar Soto ha dado clases particulares pero dice no gustarle ser maestro titular. –Me han hablado de Bellas Artes y de la Normal para que dé clases –explica–. No he aceptado. Prefiero trabajar solo, individual, no me gusta que me manden. A lo mejor hubiese sido bueno. Se vuelve uno viejo y cuál jubilación. Ni modo. –Sin embargo, usted participó en la Academia de Pintura para Jóvenes Humildes. –Eso lo hicimos porque a un matrimonio pudiente le gustaba mucho el arte. Nos regalaban los caballetes, el mobiliario y rentaban el local. El acuerdo era que solo le cobráramos a la gente que pudiera pagar. Pero luego murió la señora y el esposo ya no quiso seguir con el proyecto porque estaba enfermo.


Miles de retratos Lo suyo es el retrato, dice Óscar Soto. Ha pintado miles. No solo de políticos de México y Estados Unidos. También de artistas de Hollywood como Clint Eastwood o la británica Jane Seymour, chica Bond en Vive y deja morir (1973). Según cuenta Soto, el presidente Carlos Salinas de Gortari le regaló un cuadro suyo al fallecido Michael Jackson. “Yo nunca lo conocí a él, fue un obsequio que le hizo Salinas.”

Una vida de pobreza Viendo la cantidad de cuadros que le piden y el tipo de personajes que lo contratan a uno resulta difícil pensar que Óscar Soto llevó alguna vez una vida de privaciones. Su padre poseía apenas cuatro hectáreas. No había para el camión a Chihuahua. “Pedía aventón a los traileros o viajaba de trampa en los trenes. Pero no conocía la técnica del trampa. Varias veces salí todo raspado. Cuando yo venía de Chihuahua y miraba la cúpula, pues me tiraba. Caía entre los mezquites. No había camino, ni vereda siquiera. Terminaba lleno de espinas y con la cara ensangrentada. Mi mamá se espantaba.” –Fue una época dura –resume el pintor Soto Hermosillo–. Llegué a pasar 15 días enteros sin probar

bocado. Puro café y agua. No me caía nada de trabajo. Yo le ayudaba a un maestro de Bellas Artes que tenía otro empleo en una primaria. Pero no me pagaba. Yo lo hacía por aprender. Y entonces llegaba aquí a La Cruz, a esta misma casa que entonces estaba en ruinas, casi delirando. Pero no le decía a mi mamá que tenía hambre. No quería preocuparlos. Me iba al corral y le quitaba los huevos a la gallina. Esa situación la viví durante 14 años. Tampoco me quería regresar al pueblo a trabajar otra vez con el arado. Soto Hermosillo interrumpe el relato. Dice que le da pena. “Me pasaron cosas muy raras”, señala. –Pues cuéntelas, maestro, es parte de la vida; usted es alguien que persiguió a la pintura. Tiene su mérito. –Yo vivía en un cuartucho sin ventanas en la colonia Santo Niño: Riva Palacio y 29. Un muchacho de acá del pueblo y otro de Delicias que estudiaban la prepa en Chihuahua me fueron a buscar para no pagar renta. Pero se arrepintieron en cuanto vieron las condiciones en que vivía. No había nada de comer. Podíamos pasar hasta nueve días. Una noche llegué ya tarde y encontré a uno de ellos acostado con los ojos abiertos. Pensé que estaba muerto. No, era la debilidad, él no estaba acostumbrado a no comer. Una hermana mía que estudiaba en la Normal también llegaba casi desmayada. Una tía que vendía ropa americana, la traía de El Paso, nos llevaba de cuando en cuando leche en polvo. A mí no me gustaba el sabor y las guardaba debajo de la cama. Terminaba apolillada. Un día que no habíamos comido

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La virgen del Refugio.

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nada la puse a hervir. Yo sí aguantaba los 15 días sin comer. Mis compañeros no. En una ocasión uno de ellos tuvo visiones. Se hincó y dijo que ahí estaba el diablo. Pensamos que estaba bromeando. Pero no, era en serio. Fue el hambre. Hubo otros incidentes, continúa Soto Hermosillo. –Un día me tocan la puerta –relata–. Mi hermana ya había conseguido una beca normalista y ya no vivía en el cuarto. Me asomo y veo a una mujer bien vestida. Decido abrir. Pregunta que si ahí vive Óscar Soto. “A sus órdenes”, respondí. Entonces me dice que ella y otras personas quieren regalar al Seminario un cuadro de la virgen de San Juan de los Lagos. “Cómo no, con mucho gusto.” El cuadro le iba a costar 45 pesos. Pero cuando se va me doy cuenta que no tenía para el bastidor. Tuve que buscar unas tablitas en un bote de basura que había en una carpintería cercana. Las clavé con una piedra. El problema era conseguir la manta. Afortunadamente llegó un amigo que había estudiado en Bellas Artes, aunque no terminó, y él sí tenía trabajo. Me dio cinco pesos. Compré la tela en el centro y usé cola de carpintero. Es un riesgo porque el lienzo se te puede cuartear. Terminé el cuadro en tres días. Entonces me llegó una carta de mi mamá. Necesitaba dinero porque mi papá tenía varios días sin trabajar. Se me llenaron los ojos de lágrimas. No tenía idea de mi

situación. Pero tuve suerte. La señora a la que le vendí el cuadro me propuso dar clases. Consiguió 30 personas a 100 pesos cada una. 3 mil pesos mensuales de entonces era un dineral. Eso por tres clases a la semana. 12 clases mensuales. Cuando Soto Hermosillo llegó a dar la primera clase tenía varios días sin comer. La señora le ofreció un café o un whisky. Optó por el trago. Un sobre de 20 centavos de Café Combate era su alimento diario. Pero la decisión fue errada. –Yo sólo había visto el whisky en las películas. ¿A qué sabrá?, me pregunté. Me daba pena decirle a la señora que prefería un lonche. Pues se me subió. Veía borrosos los dibujos que me mostraban. Traía el estómago vacío. Además tenía los zapatos rotos y me salían unos granos producto de la desnutrición. Todo esto lo cuento ahora y nadie me lo cree. Ese día finalmente cobré y pude comprarme ropa y zapatos. Un año estuve muy bien. Luego volví a lo mismo hasta que salí adelante. De 1980 para acá ya no me faltó trabajo, sobre todo en la última década. Hay alumnos míos que pintan mejor que yo, si le siguen van a crecer mucho, pero tienen que dedicarse a otra cosa. –¿A qué atribuye el hecho de salir adelante? –Esta carrera se hace a base de exposiciones. No hay de otra. El arte es un idioma universal, aunque hay gente que no lo entiende. Creen que es muy fácil pintar. A mí a veces me hacen enojar los clientes. Creen que estoy cobrando de más.


–¿Y usted tiene otras aficiones? La música, por ejemplo, aquí tiene usted una guitarra. –Hasta para hablar soy desafinado. Toco la guitarra y he tratado de aprender por nota. Lo que sí me gusta mucho es la nutrición, el naturismo, las medicinas

Manuel Ojinaga. Retrato imaginario del insurgente chihuahuense.

alternativas. He tomado varios cursos. Yo receto a mis hijos. –¿Es vegetariano? –Trato de cumplir. Aunque si ando en la calle, como lo que encuentro. Pero sí sigo una dieta, sobre todo porque levanto pesas. –Halterofilia. –Sí. Además tengo dos hermanos que son entrenadores. Uno de ellos trabaja en la UACh. Han ganado premios. –¿Cuántos kilos levanta? –Ahorita ya estoy anciano. Llegué a levantar 180 en la sentadilla. 140 acostado. La pierna es más fuerte que el brazo. Durante 25 años practiqué ese deporte. Incluso cuando viajaba a Estados Unidos me llevaba unas pesas en la maleta. En mi casa tengo un gimnasio y aquí en La Cruz abrí uno público. Lo cerré porque no pude atenderlo.

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Portadas de la Edici贸n juvenil de Don Quijote de la Mancha, para la colecci贸n Biblioteca Chihuahuense, editada por el Gobierno del Estado de Chihuahua en 2004.

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Obra mural


Cimientos sociales , 2008. Rectoría de la

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Universidad Autónoma

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de Chihuahua.


Historia y presente, 2008. Rector铆a de la Universidad Aut贸noma de Chihuahua.

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Dr. Salvador Zubirรกn Anchondo. Hospital

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General.Chihuahua,

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Chih.


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Batalla de Sacramento.


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Detalles de Fundación de Delicias, pintado en los muros de la Presidencia Municipal de Delicias en

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1980.

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Cronología artística


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Óscar Soto Hermosillo Nació en La Cruz, Chihuahua en el año de 1945. Hijo de Mariano Soto y Aurelia Hermosillo. Estudió en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Autónoma de Chihuahua. Desde hace 30 años, desarrolla el arte de explorar y plasmar en el lienzo la figura humana. Tiene en su estilo una influencia academicista del arte clásico renacentista, manifiesto especialmente en la forma en que combina los colores. Además su estilo se caracteriza por la precisión de sus trazos, denotando gran dominio del dibujo. El trabajo de Óscar Soto ha sido reconocido en lugares dentro y fuera del país. Esto se demuestra con las más de 50 exposiciones –individuales o con otros pintores– en las que ha participado.

1960– Publicación de dibujo del Santo realizado por Soto Hermosillo a los 15 años. 1965– (24 de febrero, Chihuahua) Exposición Internacional: Universidad de Chihuahua, Instituto Mexicano Norteamericano y New Mexico State University.

1965– (Albuquerque, New Mexico) Exposición colectiva en coordinación UACh y el Instituto Mexicano Norteamericano de Relaciones Culturales. 1965– (Chihuahua) Exposición individual en el edificio Pérez Rodríguez. 1965– (Chihuahua) Exposición individual en Sala Vallina del Banco Comercial Mexicano. 1965– (28 de febrero, Chihuahua) Exposición pictórica colectiva de Óscar Soto con Keely, Mannen, Barrick y Coker; organizada por el Hotel Fermont y el Banco Comercial Mexicano.

1966– (6 de agosto, Chihuahua) Exposición primer encuentro de pintores no profesionales, auspiciada por el Banco Comercial Mexicano. 1967– (Camargo) Exposición individual en la Asociación Local Ganadera. 1968– (14 de diciembre, Camargo) Exposición colectiva de obras al óleo de Manuel Castruita y Óscar Soto Hermosillo, 1969– (15 de enero, Ciudad Juárez) Fundación de Academia de Pintura para Jóvenes Humildes. (David Arce, Óscar Soto, Manuel Castruita y Esteban Terrones). 1969– (Camargo) Exposición individual patrocinada por la sección de actividades culturales de la Escuela Preparatoria.


1971– (6 de noviembre, Camargo) Exposición individual en Asociación Ganadera Local, patrocinada por sección de actividades culturales de la Escuela Preparatoria. 1972– (3 de Febrero, Camargo) Exposición individual en las instalaciones de la Asociación Ganadera Local. 1973– (Delicias) Exposición individual patrocinada por el DIF Municipal. 1974– (7 de noviembre, Delicias) Exposición de los alumnos de Óscar Soto. 1975– (Ciudad Juárez) Exposición individual en el sindicato del IMSS. 1976– (15 de octubre, Delicias) Feria Regional Exposición por alumnas del profesor Óscar Soto. 1978– (Delicias) Exposición individual patrocinada por la Presidencia Municipal, en el sindicato del IMSS. 1979– (Delicias) Exposición individual en los corredores de la Presidencia Municipal.

1982– (Tucson, Arizona) Exposición individual. 1983– (20 de febrero, Delicias) Muestra pictórica con técnica al pastel con el tema Tarahumara. XII muestra pictórica de Óscar Soto en Academia de Arte. 1984– (Chihuahua) Exposición individual en el Castel Sicomoro. 1984– (Ciudad Juárez) Exposición individual patrocinada por PRONAF. 1984– (Chihuahua) Exposición individual en el Club Campestre. 1986– (Guadalajara, Jalisco) Exposición individual en Instituto Cultural Cabañas. 1987– (9 de septiembre, Chihuahua) Muestra pictórica “Expresión Rarámuri” en el Teatro de los Héroes. Se presentaron los trabajos de Óscar Soto y de la señora Lucy Camarena de Garrone. 1988– (27 de enero, Monterrey) “Expresión Rarámuri” en el Foyer de Convenciones del Holiday Inn Crowne Plaza. 1989– (julio, Delicias) Exposición pictórica en el Club Rotario.

1989– (14 de noviembre, Delicias) Primera muestra de pintura en el Centro Cultural. Oscar Soto en compañía de otros pintores tales como Margarita Ríos Espinoza, Edgar Payán Pacheco, entre otros. 1991– (26 de junio, Ciudad Juárez) Exposición “Gentes de Chihuahua” en Banco Sunwest. 1991– (diciembre, Delicias) Participación en la Exposición Pictórica en festejos del 50 aniversario del Club de Leones de Delicias, A.C. 1992– (8 de mayo, Chihuahua) Muestra colectiva “Feria del Arte 1992” organizada por el Colegio Americano (The American School of Chihuahua). 1993– (2, 3 y 4 de abril, Camargo) Muestra individual en el Teatro de la Ciudad. 1994– (30 de abril, Camargo) Exposición individual en el Teatro de la Ciudad.

1996– (junio, La Cruz) La Presidencia Municipal de La Cruz, Chihuahua utilizó el trabajo de Óscar Soto en boletín del ayuntamiento. 1997– (20 de abril, Chihuahua) Exposición “Luz y sombra” a través del Instituto Tecnológico de Monterrey, Campus Chihuahua. 1997– (3 de septiembre, Chihuahua) Exposición colectiva de pintura “Kórima 97” en el Bar Candiles del Hotel Camino Real. 1999– (8 de agosto, Chihuahua) Exposición de pintura y escultura “Obispo, padre, pastor”. Dicha muestra se presentó en varias ciudades del estado como Delicias, Cuauhtémoc, Camargo, San Francisco de Borja y Chihuahua capital. 2000– (16 de abril, La Cruz, Chihuahua) Festejo por aniversario del municipio y homenaje a Óscar Soto Hermosillo.

2000– (13 al 30 de abril, Chihuahua) Realización de taller de pintura infantil “Cacho” impartido por Óscar Soto y otros pintores, organizado por el Instituto Chihuahuense de la Cultura. 2000– (23 de agosto, Chihuahua) Inauguración de Galería de arte “Óscar Soto” 2000 – (21 de noviembre, Chihuahua) Primera exposición (colectiva) en Galería “Óscar Soto”. Los artistas fueron Óscar Soto, Enrique Venegas, Manuel Torres, Medardo Heras, entre otros.

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Óscar Soto. Rostros del olvido se terminó de imprimir en septiembre de 2010 con un tiraje de 1 000 ejemplares. Se utilizó papel couché de 150 g. y cubierta de Cartón Sulfatado de 200g Diseño y cuidado de la impresión:

Luis Carlos Salcido y Héctor Jaramillo pitahayaeditores@gmail.com (614) 425 0533 • (614) 196 1021 Chihuahua, Chuhuahua, México.



Direcci贸n de Extensi贸n y Difusi贸n Cultural


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