Todo empezó en una sala blanca, blancas sábanas reflejadas en las cámaras de gas y el silencio, el suave roce de las alfombras abriéndose a la noche. Una niña agarra el pestillo de la puerta. Una niña observa una obra de teatro y un cuerpo estirado sobre un colchón sucio, víctima disecada en una carnicería sin gente. He estado toda la vida huyendo de aquella habitación de locos, del taladro de la quimioterapia –gran solitaria circulando impasible por entre unos miembros gangrenados.
Poesía: Rebeca Garrido; Fotografía: Iso
Y agoté todas mis fuerzas en la huida. Ahora no puedo luchar contra la maldición que persigue a las mujeres de mi familia, generación tras generación.