Tú y yo: nosotros Un comediante estadounidense llamado
Bob Hope fue invitado a un espectáculo que se iba a realizar en conmemoración a los soldados que lucharon en la Guerra de Vietnam. Sin embargo, como tenía otro compromiso, decidió participar solo por cinco minutos. El día del show, apenas apareció en el escenario, todos comenzaron a reír. Así pasaron los cinco minutos y siguió incluso después de los quince minutos. Finalmente, terminó luego de cuarenta minutos, y bajó con lágrimas en su rostro. Sorprendido, el director le preguntó qué había sucedido, a lo que Hope respondió con lágrimas: “Fue por las dos personas que están en la primera fila”. Intrigado, el hombre se fijó y vio a dos soldados heridos, aplaudiendo y cantando fervientemente. Como habían perdido un brazo cada uno, aplaudían juntos, compensándose. Bob le explicó: “Verlos aplaudir juntos y alegres, me dio la fuerza para continuar”.
De esta forma, aquel que fue a dar un show para consolar a los soldados, terminó siendo consolado por ellos. No hay nadie en este mundo que no haya sufrido, como tampoco hay personas perfectas sin gente imperfecta. Por eso, debemos aliviarnos las penas y completarnos mutuamente. Si lloramos y nos alegramos juntos, podremos transmitir al mundo el amor y la esperanza del consuelo de Dios, abrazando a los más débiles. La unidad: la fuerza para vivir en el mundo, Gong Soo-kill Tomado del Tiempo con Dios.
15 DE abril del 2018/Boletín Semanal. Año 46 No. 116