“Que nadie los engañe” No dejen que les prive de esta realidad ninguno de esos que se ufanan en fingir humildad y adoración de ángeles (Colosenses 2:18) Debemos tener extremo cuidado con la gente que practica el ascetismo, ya que tiene cierta reputación de espiritualidad, pero el producto no es tan bueno como la propaganda. Yo me asombro al ver cómo muchas personas educadas de Occidente se apretujan para ver y escuchar a un gurú u otro líder religioso oriental, cuyas enseñanzas no pueden cambiar el corazón humano. Esta adoración autoimpuesta no es la verdadera adoración de Dios, la cual debe hacerse “en espíritu y en verdad” según Juan 4:24. Es claro que su humildad es falsa y a través de sus disciplinas rigurosas no pueden lograr nada para el hombre interior. Aunque sabemos que es mucho mejor practicar la autodisciplina que ceder ante los apetitos naturales del cuerpo, no debemos creer que tal dominio propio es motivado necesariamente por el Espíritu. Los ascetas de muchas religiones no cristianas dan evidencia de un dominio propio sorprendente. Los estoicos y su filosofía ascética eran muy conocidos en el tiempo de Pablo. Sus seguidores podían practicar también cualquier disciplina que los maestros gnósticos les presentaban. El poder de Cristo en la vida del creyente no solamente refrena los deseos del cuerpo, sino que coloca nuevos deseos en él. La naturaleza determina el apetito. El creyente tiene dentro la naturaleza misma de Dios (2 Pedro 1:4) y esto significa que tenemos ambiciones y deseos piadosos. No necesitamos alguna ley externa para controlar nuestros apetitos ¡porque tenemos vida interiormente! Las reglas duras de los ascetas “carecen de todo valor para restringir la sensualidad” (Colosenses 2:23, NVI). Al contrario, tarde o temprano, exhiben lo peor en lugar de lo mejor. Por eso, debemos confiar más bien en el poder de Cristo, el cuál es suficiente para nuestra vida diaria. Pastor Luis Gabriel César Isunza PIB Satélite A.R. Twitter@garycesar
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19 de febrero del 2017
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