Memorias del Tiempo Heroico - Autor: Manuel J. Calle

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do del coronel Manuel Manrique, reforzándola con 400 caballos. —Y, sobre todo—dijo el futuro Libertador, concluyendo sus advertencias á Manrique—, en ningún caso empeñe usted combate. Partió Manrique. El resto del ejército, después de reconocer el pueblo, se movió por el camino de Acarigual. El enemigo no parecía. Busca Manrique por una parte, busca por otra; cuando se encontró con lo que tan afanosamente iba buscando, se tenía encima todo el ejército de Ceballos. ¡ Y en qué formidable posición se había colocado éste! Resguardado y defendido por un espeso bosque en que apoyaba su retaguardia y sus flancos, con una laguna por delante," que imposibilitaba cualquier ataque de frente; fuerte con diez piezas de artillería... ¿cómo iba á ser expugnado? Manrique pretende retirarse; ya no era hora: mil jinetes le han cortado la retirada, y se vienen sobre él como un huracán, lanza en ristre y sable en mano, dirigiendo los corceles con las rodillas... Es preciso luchar... y morir; pues vencer, ¿cómo? Y ahí mueren todos: son 500 cazadores; los 500 caen al golpe de la lanza enemiga... al frente, ruge el cañón y consuma la'matanza... Manrique y cinco ó seis oficiales más son los únicos que logran escapar. Ya el ejército republicano no tiene vanguardia. Reserva... ¿qué reserva? La segunda división, en cuanto en el campamento se oyen los estampidos de la artillería, vuela en auxilio de la vanguardia: al llegar se encuentra con que ésta ya no existe.

Medio desmoralizados y confusos, entran en acción los reclutas, inexpertos en el manejo de la arma, que dicha división formaban: el enemigo Ies recibe rudamente. Muévese en su auxilio la caballería; mas si una parte de ésta penetra en las filas contrarias, la otra retrocede en confusión. No es difícil de prever el resultado: el número, la disciplina, el mejor armamento, la artillería, de que los nuestros carecen, van á arrollar una vez más á la hueste patriota... Bolívar lo ve, y se le llena de luto su grande alma. —¡Avancen los últimos!... ¡Adelante el Batallón sin nombre! El Batallón sin nombre, sin más armas que largas lanzas, sin bandera que desplegar, se arroja sobre el enemigo, resistiendo sus nutridas descargas, venciendo los obstáculos del bosque... Acero contra fuego... ¡Ah! ¡Bravos campeones! Choca con el enemigo, lo alancea, quítale los fusi. les, las cartucheras, y le devuelve bala por bala... A los ocho minutos, ya tenía bandera; á los diez minutos, habían muerto los artilleros sobre sus piezas; á los quince minutos, la batalla estaba ganada. Los contrarios se dispersan, dejando mil fusiles, toda la artillería, casi todo el parque, cajas de guerra, víveres, banderas en poder del vencedor. Caen también 300 prisioneros... Ceballos y Yáñez vuelan en alas de su miedo...

El Batallón sin nombre está formado en primer término. El ejército celcbra, al día siguiente, su victoria; Bolívar le revista.


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