he aquí que un carro de fuego... separó a uno de . y Elías subía al cielo en el torbellino.
1" r
Reyes, "
n, 2·11
n menos de media hora la isla (volante) se aproximó
IIlsta tal punto, que no había más de cien pasos de dis1 111 ia entre ella y yo. Adopté entonces diversas posturas lIumildes y suplicantes, y hablé con el tono más conmov 'dor, mas no recibí respuesta. Los que se encontraban .
cerca de mí me parecían, a juzgar por su vestimenta, P Tsonajes distinguidos. Se consultaban entre sí y mi1'lIban a menudo hacia donde yo estaba. Finalmente uno d' Has se me dirigió en un lenguaje claro, cortés y muy dulce, cuyo sonido recordaba al italiano: fue pues en esta I 'ogua que yo le respondí. .. Aunque no nos entendíamos, lIIi aflicción fue comprendida; me indicaron por señas qu me bajase de la roca, y que fuese hacia la orilla, cosa lUC hice; descendió entonces la isla volante hasta un nivel nveniente, me arrojaron desde la galería inferior una adena que llevaba sujeto un pequeño asiento, en el que me senté, y en un santiamén fui abducido por medio de una polea. 111 S
JONATHAN SWIFT,
Viajes de Gulliver
3.' parte, «Viaje a Laputa»