De veras los ovni nos vigilan antonio ribera

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Antonio Ribera. PLAZA & JANES. 1976 ---------------------------------------------------------¿De veras los OVNI nos vigilan? PRESENTACIÓN

En este libro nos vamos a ocupar de uno de los mayores enigmas que tiene planteada la Humanidad contemporánea: el representado por la presencia en nuestro s cielos y, muchas veces también, en la superficie de nuestro Planeta, de unos obj etos, que muchas. veces no dudaríamos en calificar de «máquinas», y cuyo origen y natura leza aún permanecen envueltos en el mas impenetrable misterio. Nos referimos, claro está, a los llamados popularmente «platillos volantes» o, de una manera que quiere ser más científica, OVNIS (sigla de «Objetos Voladores No Id entificados»). La presencia de estos misteriosos objetos en nuestra atmósfera arranca «ofic ialmente» del año 1947, pero ya antes, en 1946, se sitúa el extraño episodio de los «bólidos» y de los aviones fantasma de Escandinavia, que luego estudiaremos en detalle y, antes aún, durante la Segunda Guerra Mundial, el no menos desconcertante episodio de los "foo fighters" o bolas de fuego que perseguían a los aviadores de los dos b andos beligerantes. Pero recientes investigaciones llevadas a efecto por los «ufólogos» (así se deno minan, de la sigla inglesa UFO, «Unidentified Flying Object», los estudiosos de este apasionante fenómeno), nos demuestran que el problema es mucho más antiguo, pues se han desenterrado casos de «platillos volantes» del siglo XIX e incluso de épocas ante riores. En realidad, ha surgido toda una escuela de pensadores y escritores, rep resentada por los rusos Zaitsev, Agrest y Kazantsev, el suizo Erich von Daniken, el francés Robert Charroux, nuestro amigo A. Faber Kaiser, etc., que tratan de da r una nueva interpretación a la Historia, la Prehistoria y la Arqueología, hallando en estas ciencias y en los monumentos antiguos múltiples muestras, sin olvidar los . relatos mitológicos, de que la Tierra fue visitada en el pasado remoto por unos «educadores cósmicos», que aportaron al hombre de este planeta múltiples conocimientos y enseñanzas, le ayudaron a levantar gigantescos monumentos o dejaron su efigie representada e n algunos de ellos. Estos autores atribuyen a influencia extraterrestre, mediata o inmediata , algunas de las grandes culturas antiguas, especialmente la mesopotámica, egipcia e inca, y ciertos monumentos que, según ellos, no son obra del hombre: las Pirámide s, las terrazas de Baalbek, las líneas y figuras de Nazca, el monumento megalítico d e Stonehenge, etc., etc. Si bien es indudable que algunos monumentos y representaciones antiguas pueden ser objeto de una nueva interpretación, a la luz de estas atrevidas teorías, y que en algunos casos casi puede afirmarse que el hombre recibió visitas de seres extraterrestres (la visión bíblica de Ezequiel y otros episodios de éste y otros libr os sagrados de la Antigüedad serían ejemplo de ello), lo cierto es que, en nuestra o pinión, el problema se ha desorbitado, llegándose a atribuir a influencia extraterre stre casi todo cuanto constituye el acervo cultural de la Humanidad. Como comentaba humorísticamente mi buen amigo y gran estudioso del problem a, el formidable linguista inglés Gordon W. Creighton, todo, salvo quizás el Pentágono y la catedral de Coventry, sería obra de los extraterrestres. ¿Por qué no dejar algo de iniciativa a este primate bípedo e inteligente, llamado por los naturalistas Ho mo sapiens, que demostró tener bastante ingenio para descubrir por sí solo el fuego y la rueda, entre otras cosas, en medio del mundo hostil y salvaje que le rodeab a? Otros autores pretenden además que el hombre no sea originario de este Pla neta, y, a lo sumo, admiten que puede haber sido una mutación provocada por unos m isteriosos Señores del Espacio. Por desgracia o por suerte, según como se mire , la Pal eontología parece desmentir esta creencia, haciendo descender al hombre actual en línea ininterrumpida de diversas especies de primates superiores (el Australopitec us, el Pitecantropus, el hombre de Neanderthal, etc.), sin aportaciones ni injer


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