El mecánico del olvido

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Besar la lona Creo que nunca había logrado reconocer a alguien por su aliento. Detrás de cada palabra, venía una bocanada pérfida, como una vez sentí, lejos, inexorablemente lejos. Sólo que esta vez era más fuerte, más penetrante, y eso que mi olfato ya venía lastimado. Como mi memoria, que elegía los recuerdos más ridículos de entre una parva de papelitos amarillos, tan ordenados como si un ciego entrara a la noche tratando de cazar una mosca. Cuando apareció el viejo en el Torino, yo ya había estado cuatro horas en aquella banquina, con suerte que se acerca sólo para burlarse. De haber entrado a la estación de servicio, que estaba a la salida del pueblo, habría conseguido transporte con sólo revolver un café con leche y hacer unas preguntas. Sin embargo, el problema se me presentaba con aquellos estúpidos ojos, llenos de un orgullo que crecía a costa mía. Golpes. Imposible acostumbrarse a los golpes. Por eso preferí sentarme unos metros más allá. Y bancarme lo que viniera al menos eso creí. Algunos dicen que, antes de morir, uno puede ver toda su vida en cuestión de segundos. Las epifanías deberían ser más largas cuando esos segundos se transforman en cuatro horas. Y uno ya está muerto. O se siente así por lo menos. Es mucho tiempo para pensar, cuatro horas. Toda la vida yendo derecho al bulto, a hacer daño a quien se pusiera frente a mí. Pero cuatro horas ante el horizonte te hacen pensar. Pensar, por ejemplo, qué carajo hacía sentado en esa banquina, cómo fue que llegué ahí. A veces resulta que la mejor conclusión puede llegar a ser la mala fortuna. En todos los niveles. Pero yo también he puesto de lo mío. Como con el secretario de deportes de General Paz. Sabía, desde que llamó a casa, que ese tipo era un hijo de puta, que de una u otra forma no iba a pagar. Pero igual vine. A la larga que no era tanta plata, tampoco. Lo suficiente como para tirar un mes, dos si había que ajustarse. Después salió con esas excusas que parece que está bien escucharlas, pero nunca darlas. -Balmaceda, la verdad que la concurrencia no fue tanta, y con lo que gastamos remodelando el polideportivo, no estamos en condiciones de pagarle todo de un tirón. Calculo, siendo optimista, que podremos enviarle el resto del dinero para octubre, más o menos.

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