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5.4 Páginas Especiales

13 El tráfico dentro de las ciudades es causa de caos general MILES DE HERIDOS Y MILES DE MUERTOS FUERON el saldo de los atentados

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caos general MILES DE HERIDOS Y MILES DE MUERTOS FUERON el saldo de los atentados

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omo casi todo el mundo, recuerdo perfectamente qué estaba haciendo el 11/9 de 2001, cuando cambió el siglo y el mundo, hoy hace cinco años. Estaba por ponerme a ultimar una conferencia que tenía que dar el día siguiente. Por casualidad, puse la TV cuando humeaba la Torre 1, y ya no pude dejarlo, pasando de unos a otros canales, nacionales e internacionales. Una semana después escribí una breve “fictual story”, en una columna mensual que publico en la revista Nuestro Tiempo. Es la que sigue a continuación. (Aunque diré algo más al final, para facilitar las cosas, cabe decir que una “fictual story” viene a ser un relato mínimo, de 600 palabras, que para el lector discurre en un cierto claroscuro entre la “fiction” y lo “factual”, entre la ficción y la no-ficción. Es ficticio el protagonista, son “factuales” y documentadas las personas con las que se relaciona en la breve acción del relato). En sí mismo no es gran qué, pero valga como público recuerdo y homenaje a los que murieron y sobrevivieron aquel día, a sus familias y amigos. Otro día, política: hoy, personas. Esto es lo que –con un par de retoques- escribí el 18/9 de 2001: Gracias, Byrne Era el 11/9. Howard había presenciado, más al sur de Chambers Street, el horror. Desde allí, a dos calles de distancia de la sangre, los zapatos, el polvo, los cadáveres y los papeles llegados desde muy arriba, lo contó en directo a los aún escasos oyentes de “Sirius”, su emisora digital vía satélite. Una semana después, el 18/9, Howard comenzó su programa diciendo “si ustedes desean comprender de verdad qué es lo que nos está pasando, les recomiendo que escuchen música de Aaron Copland. Escuchen Apalachian Spring, Rodeo, Billy the Kid. Ahí, en esos fuertes contrastes, estamos todos. “Escuchénlos, porque, como decía Hölderlin, somos capaces de vivir poéticamente el mundo. También este mundo de horror. Este mundo nuevo, en el que hemos de aprender a interpretar el terror. Quizá con más sentido de la tragedia, que es poética y con menos retórica ideológica. Y como siempre habrá una estrategia de las palabras, esperemos que venza una sin siquiera violencia en las palabras. “Hoy nos dice Susan Sontag, desde la prensa europea, que no somos capaces de mirar de frente nuestra propia realidad. Que lo sucedido no es

un cobarde ataque contra la libertad, sino un acto de coraje (¿a esto se puede llamar coraje?) contra actos semejantes de nuestro poderío mundial. No discuto ahora esa injusta interpretación de Susan Sontag. Otros lo harán. Sólo quiero mirar de frente una realidad concreta, que tengo ahora mismo en mis manos, e intentar contársela a ustedes”. Mientras miraba las fotos que tenía entre manos, Howard contó a sus oyentes que, el 11 de septiembre, mientras les hablaba en directo desde más al sur de Chambers Street, había dicho que nadie debía haberse salvado por encima del piso 60. Y que en ese mismo momento cruzó a su lado un hombre lleno de polvo, con una mochila a la espalda y una Nikon digital en la mano. Había escuhado sus palabras, y le dijo -con la seguridad del que sabe- que eso no era así, que él venía del piso 71 del WTC1. Howard le dio las gracias. No le pareció oportuno, no se atrevió a entrevistarle, viendo el gesto roto de su cara. Luego, al leer el NYT y Time y ver publicadas algunas de sus fotos, supo que se llamaba John Labriola. Encontró su dirección en internet y se escribieron. Y hablaron de las fotos que había puesto en la red, antes de que la agencia AP comprara algunas de ellas. Howard quedó impresionado al ver algunas fotos nerviosas de bomberos en acción. John le pidió que, si hablaba de sus fotos, no dejara de mencionar la ejemplar “dignidad, fortaleza y piedad” que vio en sus rostros agotados. Se habían cruzado en el piso 35. Ellos bajaban más bien tranquilos (tardaron 50 minutos en llegar a la calle) mientras los bomberos subían corriendo, contracorriente, cargados con pesadísimos fardos al hombro. En el sudor brillaba una esperanza de salvar vidas. En la determinación del jadear se mezclaba la posibilidad de su muerte y la certeza del deber cumplido. Gracias, bombero Byrne, pensó. Howard pensó también en el acto al que había asisitdo el domingo: la promoción de 168 bomberos a cargos de mayor rango, para reemplazar a los casi 200 muertos. Un acto al que ninguno hubiera querido tener que asistir. Luego había ido a la iglesia de San Francisco de Asís, donde se despedían los restos mortales de Fr Mike, un capellán católico de los bomberos de NY, sepultado por los escombros mientras daba la extremaunción a un bombero moribundo. Howard terminó su programa matinal: “Gracias, bombero Byrne”. Y se conmovió al oir, subiendo a primer plano, los acordes de la ”Fanfare for the Common Man”

omo casi todo el mundo, recuerdo perfectamente qué estaba haciendo el 11/9 de 2001, cuando cambió el siglo y el mundo, hoy hace cinco años. Estaba por ponerme a ultimar una conferencia que tenía que dar el día siguiente. Por casualidad, puse la TV cuando humeaba la Torre 1, y ya no pude dejarlo, pasando de unos a otros canales, nacionales e internacionales. Una semana después escribí una breve “fictual story”, en una columna mensual que publico en la revista Nuestro Tiempo. Es la que sigue a continuación. (Aunque diré algo más al final, para facilitar las cosas, cabe decir que una “fictual story” viene a ser un relato mínimo, de 600 palabras, que para el lector discurre en un cierto claroscuro entre la “fiction” y lo “factual”, entre la ficción y la no-ficción. Es ficticio el protagonista, son “factuales” y documentadas las personas con las que se relaciona en la breve acción del relato). En sí mismo no es gran qué, pero valga como público recuerdo y homenaje a los que murieron y sobrevivieron aquel día, a sus familias y amigos. Otro día, política: hoy, personas. Esto es lo que –con un par de retoques- escribí el 18/9 de 2001: Gracias, Byrne Era el 11/9. Howard había presenciado, más al sur de Chambers Street, el horror. Desde allí, a dos calles de distancia de la sangre, los zapatos, el polvo, los cadáveres y los papeles llegados desde muy arriba, lo contó en directo a los aún escasos oyentes de “Sirius”, su emisora digital vía satélite. Una semana después, el 18/9, Howard comenzó su programa diciendo “si ustedes desean comprender de verdad qué es lo que nos está pasando, les recomiendo que escuchen música de Aaron Copland. Escuchen Apalachian Spring, Rodeo, Billy the Kid. Ahí, en esos fuertes contrastes, estamos todos. “Escuchénlos, porque, como decía Hölderlin, somos capaces de vivir poéticamente

Desde entonces, John y yo no nos hemos visto, pero nos hemos escrito varias veces por email y se puede decir que somos amigos. Hace dos años pasé unas horas por NY, pero por desgracia no pudimos coincidir. Hoy ya no trabaja para la Port Authority of New York and New Jersey (por eso estaba en el piso 71). Ahora es un buen diseñador de websites, felizmente casado y con un hijo. Y seguirá siendo el único autor del impresionante testimonio gráfico “desde dentro” Torre 1 y todo lo que vino después en los alrededores. Ahora es un buen diseñador de websites, felizmente casado y con un hijo. Y seguirá siendo el único autor del impresionante testimonio gráfico

omo casi todo el mundo, recuerdo perfectamente qué estaba haciendo el 11/9 de 2001, cuando cambió el siglo y el mundo, hoy hace cinco años. Estaba por ponerme a ultimar una conferencia que tenía que dar el día siguiente. Por casualidad, puse la TV cuando humeaba la Torre 1, y ya no pude dejarlo, pasando de unos a otros canales, nacionales e internacionales. Una semana después escribí una breve “fictual story”, en una columna mensual que publico en la revista Nuestro Tiempo. Es la que sigue a continuación. (Aunque diré algo más al final, para facilitar las cosas, cabe decir que una “fictual story” viene a ser un relato mínimo, de 600 palabras, que para el lector discurre en un cierto claroscuro entre la “fiction” y lo “factual”, entre la ficción y la no-ficción. Es ficticio el protagonista, son “factuales” y documentadas las personas con las que se relaciona en la breve acción del relato). En sí mismo no es gran qué, pero valga como público recuerdo y homenaje a los que murieron y sobrevivieron aquel día, a sus familias y amigos. Otro día, política: hoy, personas. Esto es lo que –con un par de retoques- escribí el 18/9 de 2001: Gracias, Byrne Era el 11/9. Howard había presenciado, más al sur de Chambers Street, el horror. Desde allí, a dos calles de distancia de la sangre, los zapatos, el polvo, los cadáveres y los papeles llegados desde muy arriba, lo contó en directo a los aún escasos oyentes de “Sirius”, su emisora digital vía satélite. Una semana después, el 18/9, Howard comenzó su programa diciendo “si ustedes desean comprender de verdad qué es lo que nos está pasando, les recomiendo que escuchen música de Aaron Copland. Escuchen Apalachian Spring, Rodeo, Billy the Kid. Ahí, en esos fuertes contrastes, estamos todos. “Escuchénlos, porque, como decía Hölderlin, somos capaces de vivir poéticamente

Desde entonces, John y yo no nos hemos visto, pero nos hemos escrito varias veces por email y se puede decir que somos amigos.

Hoy ya no trabaja para la Port Authority of New York and New Jersey (por eso estaba en el piso 71). Ahora es un buen diseñador de websites, felizmente casado y con un hijo. Y seguirá siendo el único autor del impresionante testimonio gráfico “desde dentro” Torre 1 y todo lo que vino después en los alrededores. Ahora es un buen diseñador de websites, felizmente casado y con un hijo.

DISEÑO

Hace dos años pasé unas horas por NY, pero por desgracia no pudimos coincidir.

Y seguirá siendo el único autor del impresionante testimonio gráfico

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