Periódico Liberarce número julio-agosto 2011

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Julio - Agosto de 2011

“La definición de la vía uruguaya al socialismo ha sido enriquecida por la experiencia del pueblo uruguayo en el combate contra la dictadura Nuestra definición del camino uruguayo al socialismo supone que todos los sectores que hoy integran el FA, así como todas las otras fuerzas democráticas que participen en la lucha antiimperialista y anti-oligárquica, pueden proseguir junto a nosotros en la segunda fase, en la fase socialista de la revolución. Esta será ampliamente democrática y pluralista.” Rodney Arismendi, Informe Conferencia Nacional del Partido Comunista, 1985

El mundo esta patas arriba para los políticos e ideólogos de la derecha. Por dónde andarán los escribas de los ’90? Aquellos que hablaban del fin de la historia, y que frente a los sucesos del este presentaban al capitalismo como el último estadio de la historia humana. Pobre de la humanidad si el capitalismo fuera la ultima frontera en el desarrollo social. La crisis en EEUU y Europa sacude los cimientos del mundo conocido. El capitalismo parasitario, el imperialismo vive en la agonía. Da sus últimos estertores. Pero no caerá sino se lo hace caer. ¿Y cuánto más sufrirán los pueblos antes de que ello suceda? La crisis no nos alegra pero tampoco nos asusta, nos preocupa, sobre todo el poder explorar la salida. El oportunismo de signo conciliador o sectario de izquierda, hundido en la coyuntura, se apresura a negar las experiencias y posibilidades del avance hacia una alternativa social al sometimiento y la opresión. Toma rápida distancia de todo lo que lo pueda comprometer ante los ojos del poder establecido o de las masas, sin siquiera dar batalla. Una visión de claudicación y derrota frente a la no marcha “ideal” de los acontecimientos nos puede llevar a oscilar entre una posición de adaptación a las dificultades o simplemente al principismo infantil. Algunos niegan la historia del socialismo en el este, o la experiencia cubana, o venezolana, o la boliviana o la uruguaya, o en general la experiencia progresista, democrática, avanzada, revolucionaria, que vive América Latina. Pero ¿cómo entender la construcción del socialismo en la tierra y no en el cielo? Por cierto que hay que corregir y reaprender inteligentemente, críticamente, autocríticamente, creadoramente, pero ello no debe significar renegar y mucho menos sucumbir a la lucha por la nueva sociedad. El socialismo, la nueva sociedad, no es invención ni obra divina, sino creación viva de las grandes masas; no es un problema que se pueda resolver

¡Repensalo Todo!! ¡Cambialo Todo!!

dogmáticamente desde una visión idealista del devenir histórico, sino una cuestión a abordar en forma bien terrestre, como lo afronta correctamente la perspectiva materialista dialéctica. El sujeto de los cambios sigue siendo el pueblo, la clase obrera. Y por supuesto que ese “pueblo” esta conformado por distintos sectores y capas sociales diversas, así como incorpora amplios sectores de la llamada burguesía nacional. Cuestiones estas a tomar en cuenta para ver su expresión en las formas económicas nuevas que se van desarrollando. Lo que en lenguaje de otros compañeros en el continente se ha dado en denominar el socialismo del siglo XXI y que para nosotros es expresión de un camino largamente advertido y previsto a través de la elaboración de la talla de gente como el flaco Arismendi. Asistimos en todo el continente, con un mayor o menor vigor al desarrollo embrionario de una economía mixta que sin lugar a dudas expresa el pluralismo en las alianzas sociales y políticas del cambio. Una cosa es arrancarle migajas al sistema, pequeñas concesiones o reformas parciales, temporales y otra muy distinta que esas concesiones y reformas estén subordinadas a una estrategia de liberación nacional. Si hay consecuencia por parte de los gobiernos de izquierda, por parte de los frentes populares y las organizaciones de masas no hay una muralla china entre las tareas democráticas y socialistas del cambio. Entre las tareas simples y complejas del cambio. Entre cubrir las necesidades inmediatas de las masas y avanzar en las reformas estructurales que nuestros países necesitan para desarrollarse. Y ello más lo sabe el enemigo que en las actuales condiciones más de una vez asedió a nuestros pueblos y gobiernos. Las opciones son claras. Ajuste estructural del capital o democratización de la sociedad. La humanidad enfrenta la disyuntiva histórica entre una política de ajuste funcional a un mundo parasitado por unos pocos o una política democratizadora, de justicia social, de desarrollo de la producción y de formas políticas nuevas que involucren a las grandes masas en las decisiones y en la acción transformadora. En la última década América Latina viene siendo protagonista del cambio. Un continente en revolución. En un proceso que no es rectilíneo, mientras Chile testimonia el retroceso, Perú habla de la posibilidad de continuar avanzando y consolidando los cambios. Tal y como conocemos la historia, los primeros grandes explotados y oprimidos fueron los indios, se le sumaron los negros, los mestizos, los blancos criollos y los blancos a secas, mientras a sus expensas vivía y vive el imperialismo, los oligarcas y una parte importante de la población de las grandes ciudades, de las grandes metrópolis. Algo se esta rompiendo. Las masas se están moviendo. Uruguay es parte de la tendencia. Lo manifestábamos hace ya varios meses; las tareas de la hora pasan por consolidar, desarrollar y profundizar el cambio. La oligarquía da dura batalla. Con apenas tres millones de habitantes y después de 200 años de existencia del Uruguay, de haber ostentado el gobierno la mayor parte del tiempo, la derecha sigue pensando que los problemas del país radican en la juventud. Eso si es incapacidad y cobardía histórica para asumir la respuesta seria y serena a los problemas reales, eso si es consecuencia reaccionaria con un sistema funcional a unos pocos. El problema de fondo no es la baja de la edad de imputabilidad. Allí se expresa otro debate más profundo y

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más amplio. Frente al desarrollo de la crisis financiera global lo más reaccionario de la dirección política rosada es partidaria del ajuste y del garrote. Mientras los frenteamplistas, los comunistas, defendemos la idea de continuar desarrollando y profundizando la democratización de la sociedad, al tiempo que desarrollamos en alianza con los pueblos hermanos las fuerzas productivas del país. Como lo demuestra la historia una política – la neoliberal – conlleva al enfrentamiento, al "palo y palo", la otra si se aplica en forma consecuente conlleva al desarrollo de la vida en paz. Seguridad es también tener las necesidades básicas cubiertas. Hay que despertarse y romper con el inmovilismo político en la izquierda. No somos de los que nos conformamos. Debemos cubrir las expectativas generadas en el impulso a la emergencia habitacional. Se puede y se debe avanzar en la distribución de la riqueza, no olvidamos la propuesta del impuesto a la tierra o la discusión planteada sobre la renta de las empresas. Se avanzó en la lucha contra la desocupación llegando a una tasa baja en la historia de 5, 5%, pero hay que lograr la calificación de los salarios, 800.000 uruguayos no llegan a los 10.000 pesos por mes, cuando la canasta básica familiar supera los 40.000 pesos. Hay que lograr desenvolver detrás de los cambios económicos una verdadera revolución cultural que ponga al sistema de enseñanza de cara a la juventud y a las necesidades del país. Debemos avanzar en la lucha por memoria, verdad y justicia. Hay que desenvolver la reforma democrática del Estado. Tal como esta planteado en el seno del movimiento obrero hacemos acuerdo en la necesidad de abrir caminos entre todos a la concreción de una asamblea nacional constituyente que permita contar con una constitución a la medida del Nuevo Uruguay que se esta construyendo. Hay que tomar partido hasta por la orientación del viento. La Clase Obrera no puede relegar posiciones de dirección en el plano de la proyección de la economía política general del país. Si tenemos clara la estrategia debe ser clara la táctica, la política a llevar adelante. El tema del proyecto ideológico y político de país condiciona lo económico. El tema no es la moderación en la plataforma inmediata – sujeto a relaciones de fuerzas –, los zigzag en la marcha, los contratiempos y obstáculos sino el rumbo principal de los acontecimientos, el respeto al programa final. Debemos dejar definitivamente atrás el modelo de plaza financiera y avanzar en un autentico modelo de desarrollo productivo de país. Las relaciones con el capital deben estar condicionadas a ello. El tema no son las inversiones sino si ellas sólo sirven para darle solvencia a los bancos o tienen que ver con el proyecto de desarrollo del Uruguay productivo con justicia social que queremos y si tienen que ver con la integración latinoamericana y sur-sur. En ese marco preguntarnos ¿qué tipo de contrapartidas quedan para el país, para el pueblo, no sólo financieras sino también de infraestructura productiva, de formación


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