Libros ilustrados para peque単os lectores y grandes curiosos
Gusti Mi papá estuvo en la selva / Gusti y Anne Decis. 2a ed.; 1a reimp. - Buenos Aires : Pequeño Editor, 2008. 32 p. ; 21x20 cm. (Incluso los grandes) ISBN 978-987-1374-06-9 1. Narrativa infantil Argentina. I. Decis, Anne II. Título CDD A863.928 2
© De la edición 2008 Pequeño editor © Del texto Gusti © De las imágenes Anne Decis Dirección editorial Raquel Franco Dirección de arte y diseño de colección Diego Bianki Edición literaria Ruth Kaufman Raquel Franco Diseño Diego Valiña
Imprimió Latingráfica Rocamora 4161, Buenos Aires www.latingrafica.com.ar Se imprimieron 3.000 ejemplares 2da edición, 1ra reimpresión octubre de 2014 ISBN : 978-987-1374-06-9 Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723 www.pequenoeditor.com www.facebook.com/pequeno.editor Impreso en Argentina
Mi papĂĄ estuvo en la selva
Texto y fotografĂas: Gusti Ilustraciones: Anne Decis
Un día mi papá me contó que había estado en una selva que es la madre de todas las selvas; con árboles tan altos y tan gordos que necesitaríamos a todos los niños de la clase para rodear uno. Y aún así no alcanzaríamos.
Pero mi papá es un poco exagerado.
A la selva solo se llega en avioneta. Yo no viajé nunca en avión y tampoco en avioneta. Solo una vez fuimos en tren a la casa de tío Ignacio.
PapĂĄ dice que cuando uno viaja a un lugar diferente siempre hay que pedir permiso y decir que llegas con respeto y que te vas a portar bien, como cuando vas a la casa de un vecino. Y entonces el lugar tambiĂŠn va a respetarte.
Me contó que en la selva viven animales gigantes; que él no los vio pero sí que los oía.
Una mañana, cuando iba a ponerse la ropa, una araña grande como un pulpo y con muchos pelos (aunque los pulpos no tienen pelos) saltó de adentro de su pantalón.
Mi papá agradeció a la selva que la araña no lo picara. Él dice que tenemos que estar muy atentos, que hay mensajes invisibles y que si prestas atención, los vas a entender. La araña que salió de su pantalón fue un mensaje.
El otro día, cuando iba al colegio, pasó un coche y me salpicó todo. Como yo estaba muy atento, comprendí que era un mensaje y volví a casa. Pero mamá no estuvo de acuerdo y me mandó de vuelta a la escuela.
Lo de la comida es increíble… Con lo raro que es mi papá para comer, me dijo que allá comía todo lo que le ponían en el plato, ¡hasta pescado! Me explicó que como la gente de la selva no tiene heladera, ahúma el pescado para conservarlo.
Yo lo probĂŠ con mis amigos: dejamos un pejerrey en la ventana para ahumarlo con el humo de los autos y los colectivos. A los pocos dĂas, olĂa tan horrible que ni el gato se lo quiso comer.
En la selva, si tienes sed, puedes cortar una rama y de adentro sale un agua riquĂsima con gusto a hierbas. PapĂĄ me contĂł que los hombres cazan para comer.
Usan una bodoquera, que es como una caña hueca por dentro y muy, muy larga. Meten dentro de la caña unas flechitas, soplan con muchísima fuerza y
¡Zzuuuuppp!
Disparan.
Casi siempre aciertan. Me parece que mi papá, con lo flacucho que volvió, no debe haber acertado nunca.
Uno de los platos preferidos de la gente de la selva son unos gusanos grandes, llamados tucus. Para comerlos tienen que tumbar una palmera. DespuĂŠs esperan varios meses hasta que el tronco se llena de larvas y luego unas semanas mĂĄs hasta que las larvas se transforman en gusanos grandes. Entonces se los comen y hasta hacen aceite con ellos.
Mis amigos y yo fuimos al jardín y atrapamos lombrices para hacer aceite y freír papas. Mi mamá nos pescó en la mitad del experimento y casi se desmaya.
Papá me contó que allá no existen las peluquerías. Así que para cortarse el pelo usan una mandíbula de piraña, que tiene los dientes afilados como un serrucho. Si tienen cosquillas o picazón, también la usan para rascarse. Yo vi fotos de papá con su corte a lo piraña. Por suerte, el pelo le está creciendo de nuevo.
Con las personas de la selva, mi papá jugaba mucho al voley y apostaban pollos y gallinas. A Enrique, mi vecino del 5º, le aposté mi perro a que le ganaba en un video juego. Como perdí le tuve que entregar a Poly, pero sus padres se enojaron mucho y me lo tuvo que devolver.
Una vez a la semana se reúnen para hacer una minga. Es un trabajo comunitario que hacen entre todas las personas del poblado, grandes y chicos. Cuando mi papá estuvo allá, cortaron un árbol gigantesco y luego hicieron una canoa para más de diez personas. (¡Hasta él trabajó!)
Dice que cuando se reúnen las familias, cantan y ríen mucho. En casa, mis papis pelean cada día y mamá canta, pero solamente cuando se ducha.
Cuando llega la ĂŠpoca de las lluvias, en vez de usar paraguas, se cubren con hojas de palma grandes, grandes. Toda la familia puede estar debajo sin mojarse.
Yo, un día que iba al colegio y llovía mucho, me cubrí con las hojas de un gomero. Pero me empapé y encima mojé todo mi cuaderno de clase.
Papá me dijo que allá no hay invierno. Que todas las noches él escuchaba un concierto de ranas enamoradas y que las luciérnagas eran brillantes como fuegos artificiales.
Como las casas no tienen paredes ni puertas, desde adentro se escucha el canto del río. Una noche dejé abierta la ventana de mi habitación, pero solo oí ruido de coches y encima como era invierno me desperté con un resfriado espantoso.
En la selva viven unas águilas enormes que, según cuentan las personas de allá, imitan el canto de los monos. De esa manera, logran que los monos se les acerquen y
¡zas!
los cazan.
“¿Un águila que come monos?” pensé. Así que fui con un trozo de churrasco a casa de Eduardo, que tiene un loro, y se lo di. Pero el loro siguió masticando sus semillas de girasol.
El águila que come monos se llama “águila harpía” y es el ave más grande de la selva. La gente de allá la respeta mucho y la considera un espíritu lleno de valentía. Pero los hombres de afuera no se preocupan por ella y talan los árboles donde el águila tiene sus nidos, matan a los monos y otros animales que son su alimento. Mi papá me dijo que el águila harpía está en peligro de desaparecer.
Y además me dijo que las vacas también son un peligro para la selva. “¿Las vacas?” pensé yo,“con esa cara de buenas”. Pero mi papá me explicó que por cada vaca que llevan a la selva tienen que cortar muchos árboles para que crezca el pasto que las alimenta. Así, la selva va desapareciendo poquito a poquito.
Mi papá me dijo que la selva es un ser vivo que se muere y vuelve a nacer y que es como una casa para miles de animales y plantas, y que ahí dentro viven muchos espíritus.
Si un día voy a la selva, voy a decirle a los espíritus que los quiero y que están invitados a venir un día a casa a tomar chocolate con churros. Theo
En enero de 2001 fui a Ecuador, a la selva. Me ofrecí como voluntario para ayudar en un proyecto para estudiar una de las aves más impresionantes del mundo: el águila harpía. Fuimos a la provincia de Pastaza, cerca de la frontera con Perú, donde se encuentra Conambo. Allí vive una gran parte del pueblo zápara; ellos nos ayudaron a encontrar el águila harpía, chullwualy, como la llaman en su lengua. Ruth Muñiz, una persona increíble, es la bióloga encargada de llevar adelante este proyecto. Para esto debe realizar una tarea muy dura, pero ella siempre sale adelante. Sabe que si hay águilas en alguna parte de la selva, esta se puede declarar reserva natural y preservarla de los peligros que la acechan: la tala indiscriminada de árboles, la explotación petrolífera y la pérdida de la cultura zápara por parte de sus pobladores. De hecho, la lengua zápara es una de las cinco lenguas más amenazadas del mundo. Por eso, Ruth sabe que el águila es un indicador de cómo está la selva y que cuanto más sepamos de las águilas harpías, mejor podremos ayudarlas a vivir. En mi corta estancia en Conambo tuve la suerte de compartir con los záparas un poco de sus formas de vida y de aprender mucho de ellos.
Agradecimientos A Ruth Muñiz por ser como es y por su incansable lucha por preservar la selva sudamericana y todo lo que en ella habita. A todos los chicos de la comunidad zápara de Conambo y a los profesores Hernán y Vinicius. A Michel, José Mari, Blanca, Anne y Théo.
Epílogo Dicen los indígenas que en la selva hay muchos espíritus entre los árboles, en los ríos,o incluso en forma de animales. Algunos cuentan que el águila harpía, chullwualy en su lengua, el águila más fuerte del mundo, es su espíritu protector. Pero toda su fuerza no es suficiente si dentro de nosotros no encontramos el respeto y la admiración hacia la vida en todas sus formas. Todos llevamos un pedacito de selva en nuestro interior, desde la ciudad, desde el campo. Dejemos que crezca y nos acompañe en nuestras vidas y el espíritu más poderoso de la selva estará siempre con nosotros. Ruth Muñiz Lopez Chullwualy