Chile Revuelve 2019

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CHILE REV UELVE A la tierra

Libro sobre la Marcha



CHILE REV UELVE

A la tierra

Libro sobre la marcha / 2

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Esta edición esta hecha con software libre Maquetado utilizando libreoffice y gimp; con la tipografía libre jauría (de pablo marchant). ESTA EDICIÓN ESTÁ BAJO UNA LICENCIA DE PARES La explotación comercial de esta obra sólo está permitida a cooperativas, organizaciones y colectivos autogestionados que caminen hacia la desaparición de las relaciones de explotación y/o dominación racista, clasista, patriarcal o colonial.

Atribución – compartir igual – no capitalista Material sin ánimo de lucro elaborado y distribuido dentro de la serie libros sobre la marcha de Pensaré Cartoneras portada: a partir de claudio mangifiesta

IMPRESO EN LA RECI San Cristóbal de Las Casas Chiapas, México lareci.taller@gmail.com

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CHILE, LA REVUELTA QUE NADIE VIO (O QUISO VER) LLEGAR Raquel Avila / 28 Octubre 2019 Chile está viviendo la mayor revuelta social desde su retorno a la democracia. También datan de la dictadura las medidas que el gobierno está tomando para atajar la crisis: desde entonces no se decretaban el estado de emergencia y toque de queda por motivos de protesta social. El detonante fue la subida del precio en los billetes del metro de Santiago, pero pronto prendió en el fuerte descontento que acumulan las clases medias en Chile desde hace décadas. El viernes 17 de octubre amanecía tenso en Santiago tras toda una semana de escalada en el conflicto entre los estudiantes y el Gobierno por el alza de las tarifas de metro. Los estudiantes habían respondido a la medida mediante actos de desobediencia civil coordinada. Las famosas “evasiones masivas” –consistentes en entrar en bandada en el metro sin pagar– fueron calificadas y tratadas como actos delictivos por parte del ejecutivo y la policía, en una lógica que ya es habitual en la respuesta a otras manifestaciones estudiantiles. Ese mismo día por la noche, ya con toda la red de metro cortada y fuertes disturbios, el presidente Sebastián Piñera era fotografiado 5


celebrando el cumpleaños de su nieto en una pizzería de los barrios altos de la capital, lo que muchos consideran una muestra de hasta qué punto se falló a la hora de detectar la crisis. La llama ya estaba prendida, y no solo metafóricamente. Ese viernes por la noche ardieron en la capital 19 estaciones de una red de metro que es motivo de orgullo en el país y que mueve al día dos millones y medio de pasajeros. También ardía la torre corporativa de la empresa eléctrica Enel y comenzaban a producirse saqueos e incendios en locales comerciales. La respuesta fue el decreto del estado de emergencia en la ciudad, que autoriza la suspensión los derechos de libre circulación y de movimiento y entrega el control del orden público a las fuerzas armadas. Lejos de frenar el caos, las protestas y otros actos vandálicos se extendieron por el resto del país, por lo que se amplió ese estado de emergencia y se decretaron toques de queda en las principales ciudades. Una semana después –y al momento de escribir estas líneas–, el balance deja 19 muertos, 5 de ellos a manos de agentes del Estado, 413 heridos por arma de fuego, más de 3.000 detenidos de los cuales 343 son menores de edad y graves acusaciones de uso desmedido de la fuerza y violaciones de derechos humanos. La Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, ha anunciado una 6


misión de verificación de estas denuncias. Mientras que la violencia ha ido bajando de intensidad al pasar de los días, la movilización ciudadana no ha parado. De hecho, tras una semana de manifestaciones y cacerolazos, el viernes 25 de octubre tuvo lugar la manifestación más masiva desde el retorno a la democracia en Chile, con más de un millón de personas concentradas en la capital.

Un profundo malestar “No son 30 pesos, son 30 años” Esa es una de las consignas que más se han repetido en estos días y que ilustra claramente cómo el conflicto sobrepasó la demanda inicial por el precio del transporte público. El Gobierno no supo medir que muchos chilenos no solo eran empáticos con las acciones de los estudiantes, sino que también tenían razones para sumarse a las protestas. El 50% de los trabajadores gana menos de 400.000 pesos al mes (500 euros aproximadamente) y el 66% de los hogares tiene deudas, por no hablar de la privatización de casi todos los aspectos de la vida: pensión, salud, educación o acceso al agua. Así es como en Chile, el país con mayor PIB per cápita de América del Sur también es uno de los países más desiguales del mundo, donde un 1% de la población acumula un 26,5% de la riqueza del país, según los últimos de datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe. Y, aunque los 7


índices de pobreza también sean los más bajos del continente, la vulnerabilidad es tal que, según una encuesta la Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social ELSOC (Estudio Longitud Social de Chile), un 37% de la población se encontraría en torno a la línea de pobreza. Otro de los reclamos es la desconexión de las élites políticas con la ciudadanía y su connivencia con las élites económicas. El propio presidente Piñera viene del mundo empresarial y es, según la revista Forbes, uno de los cinco hombres más ricos de Chile. En un país donde en las últimas elecciones votó el 46% del censo, se han vivido en los últimos años casos de corrupción y financiamiento ilegal de partidos y colusión de precios que han supuesto ganancias millonarias para sus responsables y que han sido escasamente perseguidas y penadas por parte dela justicia. Las imágenes de los militares en las calles traen reminiscencias indeseadas, pues no se decretaba el estado de emergencia ni toque de queda por motivos de protesta social desde la dictadura. Pero es precisamente este sistema neoliberal el que muchos critican como su principal herencia y que 30 años de democracia no han logrado subvertir. De hecho, la Constitución por la que se rige Chile, aunque ha sufrido cambios, es la misma que se aprobó en 1980 bajo el régimen de Augusto Pinochet. 8


Un nuevo pacto social Ante la masividad de las protestas, Piñera anunciaba solo horas después del estallido social la suspensión del alza de los billetes de metro. Pero ya el vaso estaba desbordado. Con una presión en las calles que se extendió por todo el país y que se ha mantenido día tras día, el Gobierno anunciaba a mitad de la semana pasada un paquete de medidas sociales dirigidas a garantizar un sueldo mínimo y las pensiones más bajas, fijar el precio de la tarifa eléctrica, facilitar el acceso a los medicamentos o introducir un impuesto a las rentas más altas, entre otras. Este anuncio tampoco ha terminado con las manifestaciones que, además de reclamar el fin del estado de emergencia, piden reformas estructurales e, incluso, una nueva Constitución. Entretanto, el Congreso de los Diputados ha aprobado una reducción de la jornada laboral de 45 a 40 horas semanales, iniciativa que ha sido impulsada por el Partido Comunista y que no tenía muchos visos de prosperar antes de que se iniciaran las revueltas (todavía debe ser aprobada por el Senado para que entre en vigor). La masiva manifestación del 25 de octubre, varios días después de conocerse el paquete de medidas lanzado por el Gobierno, parece indicar que la Agenda Social del presidente está lejos de ser suficiente. Además, según la encuesta de Activa Research, un 83,6% de la población está de acuerdo con las protestas que se están llevando a cabo y el del 80,6% 9


desaprueba la labor del Parlamento. Con este nivel de aceptación de los políticos es difícil vislumbrar una solución en el horizonte. Los próximos días serán cruciales para comprobar si Chile no solo despertó, sino que también cambió. Esta es una explicación sin ánimo de lucro de unitedexplanations

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CRÓNICAS DE UN DESPERTAR Pablo Mardones / 3 Noviembre 19 La revuelta chilena cumplió varias semanas. Todo sucede a gran velocidad. Para el presidente, pasamos de ser un “verdadero oasis en Latinoamérica” a “estar en guerra” y posteriormente, a pedir perdón y ofrecer un paquete de medidas reformistas. Masivas marchas, junto a cánticos, músicas y cacerolazos son contrapuestos a golpizas, asesinatos, violaciones, torturas y toque de queda. Hay enormes manifestaciones frente a embajadas y consulados chilenos en Buenos Aires, Barcelona y Nueva York, debates en el parlamento francés y columnas periodísticas que citan a Chile en todo el orbe. Mi ánimo, como el de la mayoría, cambia a ritmo vertiginoso. Despierto angustiado escuchando noticias (ya no se sabe a quién creer), intento contener como puedo a personas que no duermen, escuchan helicópteros y tienen dictatoriales pesadillas, para por las tardes salir a marchar, hacer música y abrazarme con desconocidos. No hay psiquis que aguante. Luego de vivir el comienzo de la revuelta en la capital, me trasladé al norte del país, a Iquique, región fronteriza con las convulsionadas Bolivia y Perú. Escenario de grandes contra11


dicciones, en esta ciudad coexiste una fuerte militarización producto del proceso de chilenización posterior a la Guerra del Pacífico (1879-1883), con una histórica resistencia popular, como aquella que finalizó con la triste y reconocida internacionalmente matanza obrera de 1907 que inmortalizara Quilapayún en la “Cantata de Santa María de Iquique”. Lo que me encontré en Iquique estos días fue una concentración inmensa, y bien al estilo nortino chileno: expresada de forma festiva, apoyada en su acervo cultural aymara. Martes, miércoles y jueves dejé las piernas en el suelo y el pulmón en la mano de tanto soplar zampoña —instrumento de aire propio de los Andes centrales—. Las manifestaciones, sus motivos y circunstancias se sumaban a la gran revuelta. Estuve en la Marcha de los Pueblos Originarios, cuya consigna era por “La defensa de nuestro pueblos, el agua y la dignidad. Basta de despojos y terrorismo de estado neoliberal”. Se trató de un acto absolutamente masivo, condición que sin el contexto de La revuelta no se habría logrado. Sé por experiencia de las insurrecciones populares que no logran constituir una agenda de demandas, propuestas y proyecciones no siempre terminan bien El desafío ahora es avanzar con la lucha y darle forma. Por experiencia propia, sé que las insurrecciones populares que no logran constituir una agenda concreta de demandas, pro12


puestas y proyecciones no siempre terminan bien. Estuve en enero del 2000 en Ecuador cuando, como fruto de una profunda crisis económica, el pueblo —con la activa presencia de la impresionante CONADIE (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador)— logró expulsar al entonces presidente. El movimiento fue posteriormente instrumentalizado y retornaron, con más fuerza aún, las políticas neoliberales. El 2013 me recibió viviendo en São Paulo. En aquella megalópolis fui testigo de una gran revuelta producto, justamente, de la subida del pasaje del transporte público. Se armaron masivas marchas, cacerolazos y asambleas populares. ¿En que terminó? En un impeachment a Dilma Rousseff, la asunción de un gobernante interino acusado de corrupción en decenas de causas y, finalmente, el accenso al poder de la extrema derecha. Ni hablar de los nefastos desenlaces de la esperanzadoras primaveras árabes. ¿Será Chile una excepción? Esta curiosa y larga faja de tierra se ha caracterizado por marcar el rumbo. Hoy, el país que tuvo al primer presidente socialista elegido democráticamente y que se constituyó en laboratorio del neoliberalismo, tiene la posibilidad, una vez más, de ser vanguardista. Extraído del Periódico El Salto

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LA WALLMAPUCHIZACIÓN DE CHILE Mauricio Nilián/ 31 Octubre 19 Multitudinarias movilizaciones se levantan de norte a sur en el chile post-Pinochet. La verdad habla por sí sola, el pueblo controlas las calles de la capital del país, así como en regiones; por si fuera poco, la ruta 5 que une el territorio de un extremo al otro, también es blanco de quema de peajes, movilizaciones y barricadas. Mientras tanto, escondido del pueblo, el Presidente Piñera, pretende ser indiferente al repudio generalizado y a los ecos de la opinión internacional. Se trata de las acciones más masivas de la historia de Chile, adquiriendo un carácter épico, debido al extremo nivel de violencia con el que se busca frenarlas desde el Estado. Las élites se resisten a deponer al tirano, a pesar que en la práctica, ni con “Estado de emergencia” han logrado desmovilizar a las masas insurgentes. Allí donde un político de centro, vería una plataforma de dialogo, Piñera ve un “campo de guerra”. Hace unos meses atrás se había instalado una nueva guerra de ocupación del Wallmapu (país Mapuche), cuando Piñera-Chadwick presentaban el “Comando Jungla” y el “Plan 15


Araucanía”, y era asesinado el weichafe Camilo Catrillanca (14 de Noviembre 2018). Se evidenciaba un plan de exterminio físico a la resistencia Mapuche. Este cruel asesinato y la falsedad de argumentos de toda la cadena de mandos, incluido el ministro Chadwick y Piñera, detonaron un gran levantamiento Mapuche, seguido de una ola de revuelo a nivel político y social, haciendo tambalear la famélica institucionalidad del Estado. Pero este punto de inflexión en la lucha y organización Mapuche, no es más que la antesala del descalabro del edificio institucional, aliado de los estancieros, colonos, y forestales. La militarización, criminalización y asesinatos selectivos al Mapuche, como práctica del modelo, luego del último levantamiento estudiantil contra el aumento del boleto del Metro, se amplió a todo el país. La “wallmapuchización” de todo Chile, tras declararse el Estado de emergencia, es interpretado por la gran mayoría de la población como un anuncio premonitorio que daba el pueblo Mapuche, de hacía bastante tiempo, acerca del terrorismo de Estado, con sus crímenes y montajes. El Tsunami de movilizaciones de esta última semana, donde sobresale la bandera Mapuche (Wenufoye), incluso en igualdad de condiciones con la bandera chilena, habla a las claras de una manifiesta solida-

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ridad en la lucha, que hoy más que nunca, requiere presentarse como unificada contra el mismo enemigo. Es el 90% de la población contra un puñado de familias dueñas de todo. La derecha quiere quedarse incluso a contramano de la historia. Con sus casi nulas bases sociales no podrá sostener al gobierno ante tan imponente movimiento y su única opción de control es la bala o el gas pero, como dice todo el mundo, no son 30 pesos, son 30 años. Lo que se derrumba es el modelo y la institucionalidad vigente. Mauricio Nilian es miembro fundador deUniversidad Popular Originaria-Mendoza, director de la Cátedra Libre de Pueblos Originarios en U. Congreso, e integrante de Educadores Interculturales Mapuche del Puelmapu https://periodicofewla.home.blog/2019/10/31/opinion-la-wallmapuchizacion-de-chile-por-mauricio-nilian/ Medio de información independiente, actualidad, cultura, análisis y opinión del pueblo mapuche

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DERRIBAR SÍMBOLOS COLONIALES UN NUEVO ACTO POLÍTICO QUE SE SUMA EN LAS PROTESTAS EN CHILE Paula Huenchumil + Catalina Mundaca / 8 Noviembre 19

En los últimos días de manifestaciones, estatuas de militares han sido decapitadas o destruidas, como García Hurtado de Mendoza, Francisco de Aguirre, Dagoberto Godoy y Pedro de Valdivia. Este último -en su imagen clásica en Plaza de Armas- también fue intervenido con atuendos indígenas en una masiva convocatoria donde las organizaciones llamaron una asamblea constituyente plurinacional. Un Valdivia desacralizado es un principio básico de la refundación en Chile. Don Pedro fue el jefe de la conquista, ajusticiado por el pueblo mapuche por genocida, y quizás por ello es celebrado y conmemorado por la memoria oficial. No soportan un fundador magullado, derrotado por la indiada”, señala el escrito que fue repartido en la tarde del miércoles de 06 noviembre en la Plaza de Armas, el kilómetro cero de Santiago, cuando organizaciones indígenas intervinieron la estatua de Pedro de Valdivia con atuendos indígenas. 19


Alrededor de la estatua del fundador de Santiago (12 de febrero de 1541) las organizaciones indígenas de distintos pueblos, mapuche, aymara, quechua y rapa nui, tocaban instrumentos típicos. Mapuche hacían purrun (danza tradicional) al frente de un lienzo que decía “Asamblea Constituyente Plurinacional”.

Pedro Valdivia, Plaza de Armas, Santiago de Chile

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Antonia Huentecura, vocera de la Coordinación de Naciones Originarias de la Región Metropolitana, explica que el acto es cultural, pero “tremendamente reivindicativo y político, porque hemos existido desde siempre y vamos seguir estando”. “Este simbolismo es muy importante para nosotros, porque tiene que ver con que históricamente este país nos ha invisibilizado y nos ha llenado de héroes y estatuas que no tienen que ver con las primeras naciones de este territorio”, agrega Huentecura. El historiador Claudio Alvarado Lincopi de la Comunidad de Historia Mapuche presente en la actividad, explica que los pueblos indígenas, particularmente el pueblo mapuche, nunca ha dejado de movilizarse y que las demandas mantienen la misma línea en el marco de las protestas nacionales. “Autodeterminación política, recuperación territorial, derechos lingüísticos y desmilitarización del Wallmapu [territorio mapuche], dice. “Pedro de Valdivia representa la celebración de un genocida, marcar este cuerpo, champurralearlo es una posibilidad crítica que nace desde la sátira, desde la posibilidades del arte. Chile no es homogéneo, tiene múltiples historicidades, cada una se debe reconocer en la condición de una sociedad plurinacionalidad que reconozca los derechos colectivos de los pueblos”, señala Alvarado Lincopi.

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Decapitación de militares El martes 29 de octubre manifestantes derribaron en Temuco la estatua de Pedro de Valdivia y de Dagoberto Godoy (aviador chileno, primero en sobrevolar Los Andes). A este último dejaron su cabeza en las manos de la estatua del toqui Caupolicán. Días después, comunidades lafkenche derribaron en Cañete las estatuas de Pedro de Valdivia y de García Hurtado de Mendoza, el fundador de la ciudad, en una masiva concentración mapuche en la Plaza de Armas de la localidad. Esto, en un contexto en que actos similares se celebraron en paralelo en Temuco, Collipulli, Concepción.

Estatua de Pedro de Valdivia tras la marcha en Temuco

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“Podemos situar el primer derribo de estatua en lo que va del movimiento en Chile el día 29 de octubre, en Temuco, momentos en que se convocó la gran marcha mapuche. En dicho momento la marcha partió hacia la cárcel de Temuco, donde en el transcurso de esta se derribó la estatua del conquistador español Pedro de Valdivia (1497-1553). Luego la marcha se dirigió a la que se conoce como la Plaza del Hospital, donde se derribó la estatua del teniente Dagoberto Godoy (1893-1960), que lleva su nombre desde 1966”, explica en un escrito el investigador mapuche, Herson Huinca-Piutrin, candidato a doctor por la École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS) de París, Francia.

Pero estas acciones no solo se han quedado en el sur de Chile. En el norte -en la ciudad de Arica- se derribó el viernes 1 de noviembre la estatua de Cristóbal Colón, mientras que en la plaza de la Serena la misma suerte corrió la estatua en honor al español Francisco de Aguirre y en su lugar se instaló la Milanka, una mujer diaguita confeccionada e instalada por la agrupación Casa La Nuez y que posteriormente fue quemada por desconocidos. Además las organizaciones buscan renombrar la calle como avenida Diaguita, la que hoy se llama avenida Francisco de Aguirre.

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Milanka en la plaza de La Serena

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“La imagen de la Milanka tiene una simbología muy profunda en lo que tiene que ver con nuestra cultura matriarcal. La mujer amamantando tiene que ver con la fuente de vida, representa parte de la cosmovisión diaguita, con el orden del equilibrio, el cuidado de las aguas, de los ríos y las semillas”, explica Carolina Herrera Rojas, meica (sanadora) diaguita. Para el historiador Herson Huinca-Piutrin estas acciones significan “desmonumentalizar a figuras icónicas que en la memoria histórica han sido violentas y que tienen consigo las acciones de conquista y colonialismo establecido desde el siglo XVI”. Asimismo plantea que estos actos no debieran verse como hechos de vandalismo, sino que “vienen a hacer ruido en la memoria histórica. Apelan al por qué se tienen a dichas figuras en los espacios públicos donde la mayoría de la población suele descansar y congregarse. Dicha desmonumentalización es necesaria, ya que en términos históricos, en su mayoría estos monumentos corresponden a hombres conquistadores, militares, que llevan el nombre de las calles. También dichos monumentos encarnan el genocidio de los pueblos indígenas, como también la validación del patriarcado en la memoria histórica oficial”.

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Este fenómeno también se dio fuera de las fronteras nacionales desde la Universidad de Texas, Austin, Pablo Millalen Lepin, relata que el año pasado en el contexto del 12 de octubre en Los Ángeles, California, fue retirada la estatua de Cristobal Colón por la contradicción que implica su figura en la historia de Abya Yala (el continente americano, en lengua kuna, de pueblos que vivieron en lo que hoy es Panamá y parte de Colombia), principalmente con los pueblos indígenas. Sobre lo que ha sucedido en Chile con las estatuas decapitadas, Millalen plantea que “es un llamado de atención al resto de la sociedad chilena que en esta reconstrucción necesariamente se debe considerar la historia propia de los pueblos indígenas, para así evitar la reproducción de los legados coloniales y paradigmas occidentales que nos tienen en las actuales condiciones. Este ejercicio es una reafirmación de pueblo mapuche y revalorización de nuestra propia historia

https://interferencia.cl/articulos/derribar-simboloscoloniales-un-nuevo-acto-politico-que-se-suma-en-lasprotestas-en-chile

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POÉTICAS DE LA INSURGENCIA Claudia Zapata/ 4 Noviembre 19

No volveremos a la normalidad porque la normalidad era el problema —Grafiti, Santiago de Chile, octubre 2019

“¿Por qué aguantaron tanto?”, me preguntaba hace unos días un periodista ecuatoriano a propósito del estallido social que vivimos desde la quincena de octubre. Sólo logré balbucear la idea de que en Chile el neoliberalismo se nos impuso con la metralleta al pecho por una dictadura sangrienta que, campos de concentración mediante, nos tuvo 17 años escapando de la muerte y buscando desaparecidos. Ningún otro país pasó por esa forma de instalación del modelo y ello explicaría en parte su profundidad y alcance. La continuidad democrática de la fórmula neoliberal nos hizo pensar más de una vez que la lógica de la subsidiariedad había calado de manera definitiva en la sociedad chilena, hasta que comenzaron a surgir movimientos que, desde su 27


especificidad, empezaron a cuestionarla. Son movimientos que han ido ganando en radicalidad, como el movimiento mapuche, y en envergadura, en el caso del movimiento por la educación o por las pensiones dignas. Pese a ello, el estallido nos ha dejado estupefactos frente a una capacidad de indignación y movilización nacional que no se avizoraba en el corto plazo. Su resultado más inmediato es que desde ahora se habla, aquí y en el mundo, de algo que parecía imposible: la crisis del neoliberalismo chileno. Una crisis profunda de legitimidad, producida por el sufrimiento social que genera el alto costo que pagamos cada día para asegurar la ganancia estratosférica del empresariado local y extranjero. Las jornadas de protesta que comenzaron el 18 de octubre en Santiago y que a las pocas horas se expandieron al resto del país, han significado el despliegue de una insurgencia pocas veces vista en Chile, donde una heterogeneidad de acciones han estado dirigidas por un sentimiento compartido de que es urgente interrumpir esa normalidad que, como señalan los numerosos grafitis que hoy reescriben nuestras ciudades, constituye el problema. Entre las cuestiones que más han sorprendido, o al menos eso me ha pasado a mí, está la rápida vinculación de todos los problemas puntuales con un orden social sustentado en la desigualdad. Allí radica la condición política de este movi28


miento, también su racionalidad. Como parte de ese diagnóstico colectivo surge con fuerza una dimensión temporal que se resume en las consignas “No son 30 pesos, son 30 años”, que alude al período de la posdictadura; “No son 30 pesos, son 46 años”, en referencia al hecho fundante de este tipo de capitalismo que fue el golpe cívico-militar de 1973; y la aún más profunda “No son 30 pesos, son 500 años”, para incluir la usurpación como lógica de un funcionamiento social que se reformula a través de la historia y cuyas primeras víctimas fueron los pueblos indígenas. Esta densidad histórica concede sentido a las distintas acciones que han interferido el orden público. En ellas se asume la propiedad colectiva de lo que ha sido arrebatado, partiendo por las calles de ciudades cuya forma reproduce la exclusión aberrante que ese orden público resguarda. Evasiones masivas del pago del metro, apropiación de sus estaciones, marchas, barricadas, grafitis, destrucción de símbolos del poder económico y derribamiento de estatuas, son intervenciones que, en conjunto, permiten al observador y observadora acceder a un relato heterogéneo, pero relato al fin, de este malestar y sus expectativas. El derribamiento de estatuas merece una atención especial, pues se trata de una de las acciones más potentes e impensadas en este oasis del neoliberalismo (ocupando la metáfora del 29


Presidente). Esa potencia radica en su capacidad para perturbar el guión autoritario de la construcción nacional, embistiendo su despliegue urbano donde calles, plazas y monumentos reivindican de manera ostentosa una genealogía invasora y patriarcal. La historia de nuestros monumentos es la historia de un Estado nacional que se ha construido de espaldas a sus habitantes, respaldado por un autoritarismo que ha sido eficiente en ahogar las tentativas de apertura. Son también el símbolo de una estabilidad institucional excluyente y represiva, de allí su obsesión con los conquistadores europeos así como con el ejército y la policía del período republicano. No deja de ser poético entonces el gesto de hacer caer en cuestión de horas a Cristóbal Colón (Arica), Francisco de Aguirre (La Serena), Pedro de Valdivia (Temuco, Valdivia), García Hurtado de Mendoza (Cañete), Cornelio Saavedra (Temuco), Diego Portales (Temuco), así como monumentos a carabineros y militares (Santiago). Un ajuste de cuentas no sólo con el pasado sino con el presente que admite la conmemoración del saqueo y la violencia, eso que los movimientos indígenas no se han cansado de nombrar y denunciar como continuidad colonial. A la caída de estas estatuas se contrapone el levantamiento de símbolos impensables desde los códigos solemnes de las historias patrias, como la bandera de un pueblo oprimido en igual línea de tiempo —la Wenufoye o bandera mapuche—, o 30


un perro mestizo, fallecido hace dos años y que era conocido por acompañar las manifestaciones estudiantiles y atacar a la policía —el Negro Matapacos—, erigido por estos días en símbolo nacional contra la represión (y tal vez global, como parecen indicar las pegatinas que acompañaron la evasión masiva en el metro de Nueva York como protesta frente al actuar racista y violento de la policía local). En estas poéticas de la insurgencia, Matapacos se multiplica en cientos de perros callejeros que emergen como protagonistas poco convencionales del estallido popular, depositarios de una autoridad política inusitada que nos recuerda a cada tanto que detrás del abrazo hipócrita del policía o del militar, está la represión que te puede quitar los ojos o la vida. La fuerza de estas acciones ha sido suficiente para correr el velo de la normalidad y mostrar la injusticia que omite o minimiza la invocación del orden. La estrategia de los sectores responsables de la continuidad neoliberal (partidos políticos, empresariado, grandes medios de comunicación, etc.) ha sido reconocer la legitimidad del reclamo al mismo tiempo que condenan sus formas, indicándolas como violencia inconducente, delictual, carente de razón y perspectiva, mezclándola de manera oportunista con la violencia común incubada por el mismo sistema del cual profitan.

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Cuando ese discurso tiene eco en espacios cercanos, algunos supuestamente progresistas, una se pregunta: ¿tan esquiva es la historia o prefieren no enterarse de que no existe revuelta social sin el ataque a los símbolos del sistema que la produce? ¿Quién puede decir que desconoce esta característica de las asonadas populares? Porque si no eres asiduo a los libros basta con ver alguna película de época que tenga como telón de fondo un estallido social para saber que así han caído molinos, instrumentos de labranza, maquinaria, cárceles, palacios y estatuas. Concentrar la discusión en las buenas formas no sólo es impertinente en estos contextos sino también reaccionario, pues oculta el tema de fondo que es el origen de la violencia y sus responsables. Eso es lo que desnudan las mareas humanas que protagonizan la insurgencia y que en nuestro caso ponen en tela de juicio la supuesta paz que habría existido antes del 18 de octubre. La moralina que existe en torno al tema impide un debate serio cuando se impone la consigna de que todas las violencias son homologables y merecen la misma condena. Como historiadora, pero sobre todo como ciudadana, no puedo suscribir esa premisa que es tan antigua como tramposa y sobre la cual ha corrido demasiada tinta, aunque siendo honesta, queda poco ánimo para las referencias bibliográficas y menos aún para participar en discusiones donde se deben responder discursos malintencionados sobre la paz social, esos que 32


esconden el hecho terrible de que la paz es un privilegio de algunos y que los “conductos regulares” no nos han llevado a ninguna parte, no al menos en este país gobernado por las balas. La paz es otro de los derechos que debemos conquistar. La pregunta por el desenlace es inevitable, pero en algún punto inútil, porque el estallido de rebeldía que se está desarrollando actualmente en Chile, con toda su heterogeneidad y ausencia de conducción (por el momento), cumple tal vez con una única misión: mostrar un horizonte de posibilidades que ni el más heroico de los triunfos podrá concretar en su totalidad, porque allí radica la potencialidad política y la energía creadora de las rebeliones, donde quiera que estas se produzcan. De todas formas, la necesidad de participar en la construcción de ese desenlace obliga a situarse en un terreno más pragmático, asumiendo el hecho de que todas las opciones son viables, desde la radicalización del reclamo social hasta la derechización de la esfera pública, pasando por la muy probable fórmula gatopardista del “todo cambia para que nada cambie”, por la que esta sociedad chilena ha pasado ya tantas veces. Y, sin embargo, de momento no ha sido poco visibilizar la violencia estructural y la represión como uno de los pilares del neoliberalismo chileno, ni la crítica masiva a un orden social que tiene como base la injusticia distributiva y el mal

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desarrollo. Un orden sostenido por una casta polĂ­tico-empresarial que, como pocas veces en nuestra historia, tropieza y nos teme. Claudia Zapata es Doctora en Historia con menciĂłn en Etnohistoria. Profesora asociada de la Facultad de FilosofĂ­a y Humanidades de la Universidad de Chile. http://palabrapublica.uchile.cl/2019/11/04/poeticas-de-la-insurgencia/

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SEXTO COMUNICADO EVADE CHILE CÓMO (NO) ORGANIZARSE SI LO QUE SE BUSCA ES SUBVERTIR LA LÓGICA MERCANTIL Y PATRIARCAL DEL DINERO 1 de Noviembre 2019

Cómo (no) organizarse si lo que se busca es subvertir la lógica mercantil y patriarcal del dinero 1- La organización no puede depender de internet. 2- Lxs participantes deben acordar: primero, una periodicidad (diaria, semanal, mensual, anual, etc.); luego, una cantidad de tiempo a reunirse (una hora, 6 horas, 3 días, etc.), y por último un lugar físico (casa, parque, junta vecinal, lugar de trabajo, etc.). 3- Estos factores dependerán de la urgencia de los objetivos y seguridad del contexto.

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4- Durante el periodo de reunión se realiza todo el trabajo de logística necesaria para que la organización produzca (discusiones, acciones, textos, videos, arte o anti-arte, etc.). 5- Con el tiempo, se pueden ir creando comisiones internas que agilicen ciertas labores. 6- Ninguna posición está por sobre otra, la división del trabajo no se ata a ninguna ideología ni política ni técnica; debe responder al imaginario más profundo posible. 7- La rotación es ventajosa, cíclica. La autoridad paralizante, tiende a la obsolescencia. 8- Toda la actividad de la organización ocurre en el periodo de tiempo que se compare físicamente. La organización vive del encuentro de cuerpos físicos cargados de emociones e ideas. 9- La comunicación por internet o por teléfono no puede reemplazar la comunicación cara a cara.

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10- Ya no se pregunta más “qué puedes dar a la organización”. 11- El éxito o fracaso dependerá de la motivación, iniciativa, claridad y sobre todo capacidad de sus participantes de comunicarse y aceptarse mutuamente. 12- Esta era la forma de organizarse de las comunidades que nos preceden, no virtual, sino real: organización a escala humana. 13- La sensación de “atomización” y separación generalizada que se vive, la interminable lista de equipos y partidos a los que pertenecer y qué defender, está inexorablemente atada a la virtualidad real del valor-dinero-capital. 14- Organizarse no es un fin en sí mismo. 15- Esto es solo el comienzo.

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https://hacialavida.noblogs.org/post/2019/11/03/sexto-comunicado-evade-chile-como-no-organizarse-si-lo-que-se-busca-es-subvertir-la-logica-mercantil-y-patriarcal-del-dinero01-11-2019/

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EL DESBORDE EN CHILE LA REPRESIÓN ES DE UNA VIOLENCIA POCAS VECES VISTA María Daniela Yaccar / 10 Noviembre 19 Las violaciones a los derechos humanos abarcan en Chile un espectro amplio. Hay un récord mundial de heridos en los ojos, veinte muertos registrados en el Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) --cinco en manos de agentes del Estado--, violencia sexual. Niños y adolescentes son detenidos y reciben disparos y gases todos los días, incluso en los colegios. Hay golpizas, torturas, denuncias de la existencia de centros clandestinos de detención, familiares que desconfían de las autopsias. Los heridos son al menos 1915. El Instituto recibió 2300 denuncias por vulneraciones de derechos humanos desde que comenzó el estallido. La Organización Naciones Unidas difundió un comunicado en el que condena el uso excesivo de la fuerza y los actos de violencia.

Van tres semanas del despertar de Chile y la represión recrudece, despojando a la sociedad de su derecho a manifestarse. Esta semana, el presidente anunció proyectos de ley que criminalizan la protesta y convocó al Consejo de Seguridad Nacional (Cosena). El pueblo sangra pero responde con marchas --el viernes hubo una masiva, que según Interferencia 41


reunió a medio millón de personas-- y cabildos. Según cifras del Ministerio del Interior, hubo cuarenta lesionados. Los intentos de Sebastián Piñera de desgastar la movilización no dan resultado. “Manda cada vez más violencia a la calle. Quiere apagar el fuego con bencina. Pero están cada vez más fuertes las ganas de luchar y de bajarlo”, dice a Página/12 Lenny Montanares, 18 años, herido con veinte balines de goma en Parque Bustamante. La percepción de la mesa de Unidad Social, conglomerado de sindicatos y organizaciones que de algún modo canaliza la voz del pueblo, es que Piñera sigue sordo al reclamo de las calles, que es la asamblea constituyente: “Insiste en su política represiva, agudizando el conflicto”, opina Carolina Espinoza Tapia, de NO+AFP. Después de la gran marcha del viernes, Piñera dijo que prepara “un proyecto de cambios” a la Constitución. La dirigente cuestiona la reforma tributaria por “insuficiente y cosmética” e informa que los sindicatos harán huelga el martes. “Estamos siendo perseguidos, reprimidos; seguimos sumando heridos y detenciones ilegales. El abuso policial se extiende especialmente a los chiquillos”, advierte. Este martes, los Carabineros dispararon en un colegio secundario femenino. Dos menores resultaron heridas. Según los medios, una recibió el impacto de quince perdigones.

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Un Estado que extirpa ojos El 23 de octubre, Alejandro Muñoz Fuentes había combinado con sus compañeros de la banda Anarkía Tropikal para marchar a Plaza Italia. En la esquina de Santa Rosa y Alameda se encontró con barricadas y peleas entre policías y manifestantes. “Yo estaba apagando bombas lacrimógenas con un tarro de agua”, cuenta el hombre de 36 años a este diario. De pronto sintió un zumbido. Vio una lacrimógena a punto de impactar. No alcanzó a moverse. “Me pegó de frente en mi ojo y caí al suelo con mi tarro”, recuerda. Mientras un grupo de jóvenes lo arrastraba por la Alameda para auxiliarlo, los Carabineros seguían disparando gases. Detrás de unos árboles del cerro Santa Lucía fue atendido por la Cruz Roja y estudiantes de medicina. En la clínica le diagnosticaron explosión ocular con desprendimiento de retina y globo. Lo trasladaron y lo operaron. “Me reconstruyeron el ojo. Me lo habían desmembrado. Parece uno normal y lo puedo mover, pero no veo. Una oscuridad absoluta.” “Salí a protestar por la injusticia y ahora es todo más injusto. Antes tenía una pequeña empresa, me estaba yendo muy bien. Voy a tener que buscar una nueva forma de vida. Tengo que seguir adelante. Si me quedo me pudro”, expresa el obrero de la construcción, gasista, plomero y artista plástico. “El Estado me extirpó un ojo. Necesito que se haga responsable. Tiene

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que pagarme hasta el último peso (del tratamiento)”, exige Alejandro, que tiene tres abogados. El suyo es un trauma que comparten 182 personas, según el último reporte del INDH. El número de heridos con lesiones oculares, en su mayoría a causa de perdigones y balines, “es totalmente inusual para la historia de Chile y del mundo”, afirma Enrique Morales, presidente del departamento de Derechos Humanos del Colegio Médico. Ahora mismo esa cifra está creciendo, a pesar de los llamados de atención de médicos y referentes de derechos humanos. Es un récord mundial si se compara con otras áreas de conflicto como Israel y Palestina. “Varias decenas han perdido no sólo la visión, sino también el ojo. Es una catástrofe. Una emergencia sanitaria. Para las víctimas, un daño físico y psicológico, porque esto no tiene mejoría”, advierte Morales. El promedio de edad de los afectados es de 29 años. En su mayoría fueron alcanzados por balines de goma con centro metálico. “Por lo que nos relatan y lo que podemos ver en videos no se siguen protocolos. Hay cierta gradualidad que se debiera utilizar y muchas veces ésta es la primera herramienta a la que se recurre”, asegura Morales. Este afán de disparar directo al ojo se ha vuelto habitual hacia quienes registran con cámaras episodios violentos. En las performances artísticas de las calles de Santiago este trauma colectivo es representado. También está en fotos pegadas en los edificios. 44


El decano de Medicina de la Universidad de Chile, Manuel Kukuljan, acusó al Estado de usar la “mutilación” como herramienta de control público. Por redes sociales circula la versión de que un estudiante de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano fue herido el viernes en ambos ojos.

De la paz a las lacrimógenas Son poco más de las 17 en Plaza Italia, epicentro de la protesta social en Santiago. Un grupo pequeño de jóvenes copa Plaza Baquedano, salta y grita contra los pacos. Es una marcha autoconvocada, sin la masividad de otras ni presencia sindical o de organizaciones. Además, es pacífica. Como todas las movilizaciones pacíficas del pueblo chileno termina mal. En pocos minutos la violencia arrasa con la paz. Bien temprano llegan los hidrantes. “Cabros, no nos movamos”, agita una morocha. Comienzan los chorros de agua --los jóvenes creen que contienen pis y caca de uniformados--, los manifestantes corren adonde pueden, y muy rápidamente comienzan a explotar lacrimógenas que caen desde varias direcciones. En Parque Bustamante se oyen disparos. Una madre ve cómo caen las bombas. Sujeta fuerte a su hija de la mano. Le ordena que se coloque gafas. En esta zona, en que la Policía suele generar picantes encerronas, Lenny Montanares recibió nada menos que el impacto de veinte balines de goma. Su caso es 45


uno de los que aparecen en el Archivo de Memoria Audiovisual (AMA), un documento en desarrollo en el que vale la pena detenerse, elaborado por un grupo de periodistas con la intención de dar rostro y voz a las víctimas de violencia civil, militar y policial. “Nosotros no estamos yendo con armas. Estamos yendo a lo máximo con piedras. Los jóvenes son los que menos miedo tienen entonces van con más fuerza. Son unos grandes, súper guerreros”, expresa Lenny, que marchaba por las pensiones de sus abuelos y la educación de su hermano menor. Todavía tiene una bala en la pierna. Cojea “todo el día”. Morales se refirió a la utilización de lacrimógenas, armas químicas prohibidas en los tratados de algunos países para su uso en las guerras, pero que se emplean para controlar y dispersar manifestaciones. En Santiago es tal el abuso que ya parecen normales, parte del paisaje. No hace falta estar cerca de una explosión para padecer sus consecuencias. Los ojos arden y lagrimean, se produce una sensación de ahogo y es posible que aparezca una persistente tos combinada con náuseas y sangrado de nariz. “Son complicadas. Hay dudas muy serias respecto de los daños que provocan en forma crónica, de distinto tipo, incluida la generación de problemas respiratorios y cuadros neurológicos. Tienen efectos inmediatos en términos de toxicidad”, describe Morales. Su impacto ha causado fracturas y contusiones. Hace poco, un vendedor ambu46


lante padeció un impacto tan cercano que le causó una severa lesión craneal. Lo último que se supo es que se encontraba en coma inducido.

Violencia político-sexual La violencia sexual ejercida por Carabineros y militares es otro de los sellos de la represión chilena. Abarca “una amplia gama de prácticas”. Muchas veces ocurre en el contexto de detenciones irregulares. “Se han hecho procesos de desnudamiento a menores de edad y a mujeres, incluso bajo amenaza de que si no lo hacían iban a quedar detenidas por más tiempo. Hay víctimas de golpes y tocaciones, hemos visto moretones alrededor del área genital. La violencia ha llegado hasta la introducción de elementos, por ejemplo armas, y violaciones”, informa Libertad Méndez, ginecóloga feminista, integrante de la Red Chilena de Profesionales por el Derecho a Decidir, la Mesa de Acción por el Aborto y la flamante Agrupación de Salud por Derechos Humanos. Desde el despertar chileno ha estado atendiendo víctimas en puntos cercanos a las concentraciones. Según el último informe del INDH, se presentaron 52 querellas por violencia sexual (por desnudamientos, amenazas, tocaciones y cuatro penetraciones). Las que más la padecieron son mujeres de entre 20 y 25 años, según lo que pudo observar Méndez, y de las clases sociales más vulnerables. “Hay

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muchos más casos de los denunciados, pero las víctimas no se animan a hablar porque han sido amenazadas”, asegura. También hay hombres entre las víctimas. No obstante, se puede hablar de un ataque específico hacia mujeres y la comunidad LGBTIQ. “Hay veces que en las detenciones a las mujeres se les pide desnudarse y a los hombres no. Y si la mujer representa el estereotipo de alguna disidencia es más violentada. Hay testimonios de violación con intención correctiva en una paciente lesbiana”, destaca Méndez. En este sentido, uno de los casos más resonantes es el de Josué Maureira, estudiante de medicina de 23 años que denunció haber sido apaleado hasta quedar inconsciente, vejado por su orientación sexual, nuevamente golpeado hasta que se le quebró el tabique, violado con una porra, amenazado de muerte y encarcelado por supuestas agresiones a agentes. “Todavía me siento encima como para sacar conclusiones. Con dolor digo que seguimos recibiendo testimonios y atendiendo. Estamos demasiado en la trinchera como para poder ver qué está significando para esta generación tener bajo el alero de un título de democracia acciones que no se habían visto desde la dictadura. Bajo una supuesta normalidad se han desatado las más atroces prácticas realizadas por personas que visten uniforme”, concluye Méndez. Menciona el caso de una víctima que después de sufrir vejámenes sexuales se suicidó. Una historia que “nunca” verá la luz con nombre y ape-

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llido, porque la persona no alcanzó a denunciar, y su familia ante el miedo prefiere el silencio. Son varias las agrupaciones trabajando en esta problemática, como Abogadas Feministas y Ni Una Menos Autónoma. La ONG Amaranta llamó la atención respecto de la cantidad de víctimas que dicen haber sido tocadas “en plena calle, mientras marchaban, por efectivos de Fuerzas Especiales”. Memorias de Rebeldía Feminista es un colectivo de ex presas políticas. Reciben denuncias y están dando talleres en colegios y liceos de la capital chilena. Ellas afirman que la violencia actual no es más que “el fiel reflejo de la impunidad de la violencia político-sexual o tortura sexual” de los tiempos de dictadura.

Dirigentes y periodistas en la mira El fotógrafo tucumano Jeremías González, corresponsal del diario Der Spiegel, estuvo detenido en Chile durante seis horas, el domingo 3. Estaba retratando una marcha de ciclistas rumbo a la casa del presidente en Las Condes. Al principio le dijeron que se lo llevaban por estar sacando fotos. Un colega chileno, Alvaro Santa Ana, comenzó a retratar la escena y también se lo llevaron. Los acusaron de desorden público. Con Sant Ana fueron más lejos: “usurpación de funciones”, porque no contaba con acreditación (es reportero free lance). Compartieron este episodio con cuatro manifes49


tantes. Por otra parte, tres periodistas argentinos de medios alternativos fueron retenidos en el aeropuerto de Santiago y según denunciaron la Policía de Investigaciones los mantuvo encerrados en una habitación y los amenazó con deportarlos con el argumento de que había fotos en sus redes que “incitaban al odio”. El caso más grave en materia de periodismo y derechos humanos es el del camarógrafo chileno Alejandro Torres, baleado en el ojo izquierdo con un perdigón. Podría perderlo. Por su parte, los dirigentes sociales de base están siendo vigilados por la Policía. Se supo por un documento de Carabineros que se filtró.

Un ataque masivo Torturas, personas atropelladas y golpeadas, heridos que no paran de crecer y que evitan los centros de salud por miedo a represalias, denuncias de la existencia de centros clandestinos de detención, sospechas de montajes en las muertes, violencia sexual, represión, detenidos (en todo el proceso 5565 según INDH, de los cuales más de 600 son niños y adolescentes; 9 mil ha dicho el Ministerio del Interior). Un ataque que se vuelca fuertemente sobre niños y adolescentes. En las redes pueden aparecer posteos aislados de personas que buscan familiares pero no existen cifras oficiales de desaparecidos. “Las acciones que se están llevando a cabo por agentes del Estado no son aisladas. Están cometiéndose conductas generalizadas. Podría decirse que es un ataque masivo, una coordinación de distintos entes del Estado”, analiza el abogado 50


Francisco Ugás Tapia, del estudio de Nelson Caucoto Pereira, dedicado a los derechos humanos. El INDH informó el jueves que recibió unas 2300 denuncias por vulneraciones de derechos humanos desde el inicio de las protestas, que según el organismo dejaron un saldo de 20 muertos y 1915 heridos (más de mil por disparos de armas de fuego). La mayoría de las querellas apuntan al actuar “vulneratorio” de Carabineros durante las tres semanas de manifestaciones y también de miembros de las Fuerzas Armadas durante el estado de emergencia. De las denuncias, 72 acusan a las fuerzas de seguridad de torturas. El viernes, Fiscalía Nacional informó que abrió 1080 investigaciones penales por denuncias de violencia institucional que acusan a Carabineros, el Ejército, la Policía de Investigaciones y la Armada. “La explicación de mucho de lo que está ocurriendo ahora, esta desproporción de las Fuerzas en su actuar y los distintos delitos imputables a agentes del Estado, se encuentra en lo que ocurrió en la dictadura. La formación en derechos humanos de las fuerzas policiales y armadas ha sido bastante escasa. También en términos de los protocolos institucionales actuales”, explica Ugás Tapia, quien lleva los casos de un colombiano de 16 años baleado en la espalda con 13 perdigones y de un hombre golpeado por 12 carabineros en Ñuñoa (por el que los policías están siendo investigados). Aparte de la represión en el Liceo 7, otro hecho impactante de 51


esta semana fue la denuncia de un estudiante que dijo haber sido secuestrado por Carabineros de civil y torturado en Antofagasta en lo que podría ser un centro clandestino de detención. Además, en los últimos días, Interferencia planteó diversas dudas respecto de la calidad de los peritajes del Servicio Médico Legal a los cuerpos de fallecidos en manifestaciones, disturbios y saqueos. Se supo, por ejemplo, que Yoshua Osorio Arias, menor de 17 años encontrado al interior de Kayser, falleció por asfixia pero tenía tres orificios en su tórax, que no habían sido ahondados en la autopsia. Con todo, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos solicitó al Estado chileno autorización para visitar el país y están llegando organizaciones y personalidades de derechos humanos, como Nora Cortiñas, el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) y la Organización Mundial Contra la Tortura (OMCT). El viernes, la prensa consultó a Piñera por la preocupación de expertos de la ONU en torno al uso de perdigones y balines. El mandatario no respondió la pregunta. Simplemente sonrió.

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Foto Nicole Kramm

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LIBROS SOBRE LA MARCHA PensaréCartoneras Hay una guerra en marcha contra nosotrxs. Este es el segundo de una serie de “Libros Sobre la Marcha” que empezó con Ayotzinapa. Textos que pasan. Porque algo tiene que pasar para que nos pase algo. La idea es volver a poner el oído en las voces quecuentan con nosotras para la historia, porque son y somos parte de la lucha. Reventar la distancia entre comunicadora, actriz, compañera. Espejarnos en los otros. La idea es tejer una red entre los de abajo con un formato de margen que llamamos cartonero, sin pasar por las mediaciones que nos proponen los de arriba. Creando de la edición un movimiento social, potenciado la edición como un género literario que tiene el collage, el tejido de red de símbolos y la curaduría de información como herramientas principales. Todo material sirve, es reciclable. Queremos instituir documentos propios acompañando una insurrección, expandiéndola. Este libro es Octubre 2019, de los dolores y las amigas que compartimos. No hay número de ejemplares, ni derechos reservados, es edición pirata. Es edición en marcha. Tómala. HASTA QUE VALGA LA PENA VIVIR

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Chile despertó a partir de lxs cabrxs chicxs en octubre de 2019 acompañando una ola de cambios desde abajo en varios puntos del planeta: Haití, Kurdistán, Ecuador,....

Dicen que no pararan (que no pararemos) hasta que valga la pena vivir. Dicen que el neoliberalismo nace y muere en Chile Es hora de reconocer la desigualdad y el racismo en Chile, también hacia los pueblos prexistentes al Estado.

Este es un Libro sobre la marcha


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