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La presencia rusa en América Latina Los complicados vericuetos de la cambiante política de aliados y “desaliados” que se buscó la difunta URSS, considerando por turnos amiga y enemiga la potencia norteamericana, dejaron por mucho tiempo a América Latina fuera de la mira rusa, pero esto ha cambiado. Actualmente, América Latina y Venezuela en particular, son barajas de primera importancia para un Putin que intenta reconstruir el antiguo poderío soviético.

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N los comienzos de la Internacional Comunista, América Latina no representaba un espacio prioritario para el centro del comunismo internacional. Para la ortodoxia bolchevique, el país de América que merecía sus esfuerzos porque poseía una clase obrera constituida y vivía un despegue espectacular, económico y tecnológico, era EE.UU. En cambio, América Latina, por su carácter híbrido, causaba cierta perplejidad a los encargados de difundir la doctrina comunista y crear los centros políticos destinados a convertirse en el futuro poder de la revolución mundial. América Latina no era un centro capitalista desarrollado, por consiguiente no poseía un proletariado avanzado que -según los preceptos establecidos por Marx-, se mostrara sensible a las ofertas del comunismo. Tampoco se trataba de países como el África, sometidos al régimen colonial. Los países latinoamericanos no se les podía entonces, tampoco integrar a la categoría de países colonizados como era el caso de la India, por ejemplo. Fue luego, cuando Lenin forjó su teoría del “imperialismo fase última del capitalismo”, que se le otorgó 54

a América Latina, la etiqueta que desde entonces enarbola: víctima del imperialismo. Categoría que por cierto encaja muy bien con la de la Leyenda Negra que se le adjudicó a los españoles acusados de por vida de genocidas de los indígenas, mientras que los protestantes ingleses que sí realizaron el exterminio sistemático de los indígenas del Norte de América, son eximidos de ese apelativo. Tan poca esperanza abrigaba Moscú de ver convertirse a los partidos comunistas de la América Ibérica en una fuerza hegemónica capaz de representar una alternativa de poder, que a Stalin le vino la idea de que los partidos comunistas del sur del continente debían desaparecer como entidades nacionales y someterse a la autoridad del partido comunista de Estados Unidos. Así surge la doctrina que se le calificó de browderismo, por inspiración del nombre del secretario general del Partido Comunista de EE.UU., y miembro del Buró Político del Comité ejecutivo de la IC, Earl Browder. No debe extrañar esa iniciativa de Stalin porque ya Marx, cuando EE.UU invadió y anexó gran parte del territorio mexicano, haciendo gala de la racionalidad que otorga el “materialismo científico” aplaudió el Nº 1931 - 05-12-13


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