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LA

Rómulo Betancourt en el mitin del Nuevo Circo el 17 de octubre de 1945.

Si no fuese porque sus inquietos ojos delatan al revolucionario y si su cálido apretón de mano me hablase de un hombre decidido, yo diría más bien que estoy frente a un científico que en actitud de eterno estudiante ha pasado buenos días de su vida ajeno a la política, sumido en el descubrimiento de las cosas profundas. Tal es su charla, desgajándose sin tropiezos como una fuente rumorosa. Mas ni el uno ni el otro desconciertan. . . Y me dirijo a ambos, al personaje de ficción que ayer luchaba hasta exponer su vida por un régimen democrático, como al Presidente de la Junta Revolucionaria de Gobierno que hoy en pleno derecho y con grande y buena voluntad puede verter a la realidad aquellos hermosos ideales. -Prefiero conversar-, me dice, cuando me ve dispuesta a dispararle mis preguntas anotadas. Decididamente leo en sus ojos rebeldía a ceñirse a lo estricto de la letra y que su admirable don de buen “causeur” aspira a libertarse de la frase hecha para entregarse de lleno a la exuberancia de sus pensamientos. Y mirándome de frente, como si adivinase mis preguntas, Rómulo Betancourt empieza a hablar: -Como dije en mi reciente discurso y como antes lo 32

L E C T U R A

manifesté en el reciente mitin de Acción Democrática: el pueblo tiene derecho a elegir su propio gobierno. Nuestro movimiento ha sido un resultado del desenvolvimiento de la política universal. La frase de MacArthur a los japoneses: “a la democracia hay que conquistarla aunque sea por la fuerza” es concepto que se va extendiendo a través del mundo en esta era de postguerra que ha traído consigo grandes inquietudes sociales. El ejemplo lo vemos en Inglaterra, donde los tories fueron reemplazados por los laboristas y donde a Winston Churchill lo sucede Clement Atlee, modesto maestro de escuela. Más, justo es decir que este movimiento ha tenido fases evolutivas y que a toda costa veníamos manteniendo actitud conciliatoria con el gobierno de modo a evitar el golpe revolucionario. -De modo que ya antes habían hablado con el general Medina? -De la sucesión presidencial, sí. Ya después del lamentable fracaso con Escalante, Rómulo Gallegos le planteó a Medina el por qué no se buscaba a un candidato que respondiese a un deseo nacional, a un candidato honrado con limpios precedentes que pudiese hacer una política ampliamente democrática. Y Medina con esa su astucia que sabía cortar la conversación a tiempo cuando algo no le agradaba, contestó que “el asunto era interesante y lo pensaría”. El caso es que siempre hablaba con nosotros sobresaltado, como con desconfianza, cuando le planteábamos dicho asunto. -¿Y entonces? -Luego, salió la candidatura de Biaggini, que nadie esperaba. Sin tomar en cuenta nuestra buena fe, aunque sólo fuera por el viaje que hicimos a Estados Unidos para convencer a Escalante de su candidatura. Después nos hemos encontrado en los archivos de Miraflores con datos muy interesantes. Por ejemplo, con un Memorándum de un corresponsal innominado, seguramente pedevista, en que dice que “el ciclo contemporáneo es el de Isaías Medina y que había que continuarlo en un individuo que le fuera completamente fiel”. -Documento digno de publicarse! -Pues sería interesante por curioso, a pesar de venir de un anónimo. ¿Esperaba usted el triunfo definitivo y rápido en todo lo que se ha sucedido?-Pues, a decir verdad, sí lo esperábamos. Esto no es un movimiento de ahora; viene siendo meticulosamente estudiado por años y la misma actitud de Estados Unidos resulta concebible cuando pensamos en la frase del general MacArthur. Confiábamos en el ejército, en nosotros mismos y en el ánimo del pueblo Nº 1919 - 13-09-13


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