La generacion perdida no mola

La generación perdida no mola A Fernando Moreno Niclós, en agradecimiento a que se fije en estos pobres comentarios.

El tema es la falta de futuro en nuestra juventud [no recoge la tesis y un poco vago] El tema es la advertencia a los jóvenes para que reaccionen pronto ante la crisis [sí recoge la tesis final y es sintético del sentido general del texto] El tema es la crítica a la pasividad con que la juventud asume su triste porvenir [bien, ya que implícitamente el autor creo que recrimina a los jóvenes su “pasotismo”] Un resumen del texto podría ser el siguiente [es lineal y sigue el orden de ideas del original pero creo que me ha salido mejor que el segundo resumen]: Aunque tenga connotaciones positivas asociadas a la música o a la literatura, pertenecer a la generación perdida supone arruinar una juventud que no encuentra un trabajo digno en España. Y lo peor es que no se trata de una situación transitoria y que afecte solo a una generación, sino que puede devenir en crónica y afectar a generaciones mayores que nunca alcanzarán la estabilidad si no protestan a tiempo.

O [este es más libre, el final no me ha salido muy bien]: Pensar que lo de la generación perdida es algo coyuntural o transitorio y que, incluso, tiene un aire de bohemia y golfería juveniles, puede resultar peligroso. Ni es solo la juventud ni son solo unos años los que se verán afectados por una crisis y unas condiciones laborales de precariedad absoluta. Son vidas arruinadas de personas que, si no reaccionan a tiempo, acabarán sus días con la misma sensación de fracaso que cuando eran jóvenes o empeorada por la edad.

La estructura global del texto podemos describirla externamente como una sucesión de siete párrafos y, desde un punto de vista interno, vemos tres partes temáticas que articulan la tipología expositivo-argumentativa, tan usual en los artículos de opinión. El primer párrafo conforma el núcleo expositivo y nos introduce en el problema a tratar: la falta de oportunidades en la juventud. No obstante, el autor explica la falacia que supone ver en el sintagma “generación perdida” algo positivo, falacia que está reforzada por la analogía con jóvenes artistas de talento (punk, lost generation…) y por el argumento de cantidad (todos se apuntarían a pertenecer a este grupo de jóvenes, incluso el autor). En realidad, Isaac Rosa considera el calificativo “generación perdida” un eufemismo que oculta términos tabú como “generación empobrecida y saqueada” o “precario”, como luego tendremos oportunidad de comprobar.

El segundo párrafo viene a dejar clara la posición del autor ante el problema. No admite ningún tipo de concesión a la idea defendida por él de que pertenecer a la generación perdida es totalmente negativo. El conector “Pues no, oigan” es una contestación (contraargumentación) a la opinión pública, que no quiere ver la gravedad del asunto. El tercer párrafo apoya la contraargumentación mediante datos estadísticos provenientes de una fuente de reconocida solvencia (Encuesta de Población Activa),

cuya autenticidad es comparada con una fotografía (argumento analógico), en la que se ve que el paro afecta no solo a los jóvenes sino también a los adultos (argumento de cantidad, l. 10, 11 y 13), con lo que el problema se agrava (analogía con una posguerra, l. 12) y que el trabajo es precario (“mejor un trabajo basura que no tener trabajo”, cita ajena directa que recoge la resignación de la gente, l. 15; la otra consecuencia del problema es la emigración, l. 14).

El cuarto parágrafo supone un momento de reflexión en la argumentación de Isaac Rosa. Apela al lector emocionalmente mediante interrogantes que cuestionan de nuevo ideas establecidas y especula sobre un futuro aciago. En el quinto y sexto párrafo pone ejemplos más concretos -aunque sean hipotéticos- de consecuencias que se derivarán con el tiempo cuando los jóvenes de hoy sean mayores: extrema pobreza, eterna dependencia de los padres, vergüenza cuando se es anciano…

Finalmente, la conclusión en forma de tesis la encontramos en el último párrafo.

Aunque es explícita, está formulada mediante un argumento analógico en el que se compara la reacción contundente que tuvieron los habitantes de un barrio obrero por la construcción de un parking subterráneo con la que deberían tener los jóvenes ante el negro fututo que les espera: [ya podéis] “empezar a gamonalear más a menudo, porque lo que está en juego no es precisamente una plaza de aparcamiento”. Por tanto, el tipo de estructura que responde a la disposición de ideas en este texto es sintetizante o inductiva.

Respecto a la valoración crítica del texto objeto de comentario, debemos destacar la radicalidad con que Isaac Rosa afronta un problema acuciante para mucha gente como es el del paro juvenil. Es un problema tan grave que no admite medias tintas ni paños calientes, pero la violencia no puede ser nunca una solución. Está bien protestar y hacerlo con estruendo, pero lo que ocurrió en Gamonal (daños en la vía pública, barricadas, heridos…) me parece excesivo. Debemos confiar en la clase política y, si los actuales dirigentes no nos gustan, cambiarlos democráticamente por otros más preparados, todo de manera pacífica y sin violencia.

En mi opinión, la juventud actual, la mejor preparada de la historia según dicen algunos, tendrá su oportunidad. Esta situación de crisis no puede perpetuarse y, cuando las circunstancias acompañen, una nueva savia vendrá a regenerar el país. Será entonces cuando nos demos cuenta de que la economía tiene sus ciclos y que a periodos de esplendor le siguen otros de decadencia económica. Sobre los libros lo aprendemos muy rápido pero cuando lo vivimos directamente cuesta aceptarlo. No perdamos, por tanto, la ilusión.

Entendemos por modalización el conjunto de mecanismos lingüísticos que ofrece la lengua para expresar con propiedad y eficacia la subjetividad de un hablante.

En el caso del texto que nos ocupa, el autor hace una reflexión propia sobre un problema y trata de convencer a los lectores de sus ideas, por lo que emplea un alto grado de modalización lingüística, tanto epistémica (en los enunciados), como deóntica (dirigida a implicar a los lectores) y valorativa (visible en un léxico connotativamente marcado). Todo ello contribuye a una perfecta adecuación del texto a su intención comunicativa y persuasiva, propiedad imprescindible en todo texto bien construido.

En primer lugar, las modalidades oracionales, salvo la enunciativa, que serviría para la función representativa (secundaria en este texto), imprimen al discurso un carácter subjetivo. Así, por ejemplo, la modalidad dubitativa, unida al uso de perífrasis modales de probabilidad o posibilidad, expresan ideas hipotéticas que el autor lanza al lector para su reflexión: “debió de inventar”, “puede ser”, “podéis asumirlo”…; la modalidad exhortativa trata, más directamente, de captar la voluntad de los receptores: “oigan”, “me reconocerán” (futuro con valor de imperativo), “olvidad”, “no extrañe”… ligada en ocasiones al empleo de vocativos como “amigos” o “jóvenes”; interrogaciones retóricas que sirven para plantear también cuestiones abiertas al debate (líneas 16-17 y 20-22).

Esta interacción entre emisor y receptores, que hemos comprobado en el análisis de las modalidades oracionales, tiene su correlato en la aparición de deícticos referidos a ambos componentes del acto comunicativo. Por un lado, el emisor delimita su perspectiva mediante el pronombre personal “me la pongo hasta yo” (línea 5, por ejemplo), pero es más frecuente que se incluya en un plural asociativo con los lectores a través de las desinencias verbales de primera persona del plural: “repetimos”, “hablamos”, “vamos”… Por otro lado, el receptor es aludido a lo largo de todo el texto gracias a deícticos personales y sociales: por un lado, “oigan” [ustedes]; “me reconocerán” [ustedes], fórmula de tratamiento para referirse a los lectores adultos del texto y, por otro lado, “vosotros no sois esos”, tuteo con el que se dirige, con más familiaridad, a los lectores jóvenes. También emplea con frecuencia el tú genérico para que cualquier lector se sienta directamente implicado: “te lo dice”, “te entran ganas”, etc.

El léxico valorativo es otro de los elementos que contribuye a la expresión de la subjetividad. Ejemplos de adjetivos valorativos, a veces reforzados con cuantificadores, son: “tan prestigiada”, “terrorífica”, “muy triste”, etc., de valoración negativa para describir la situación. O, en la misma línea, el sustantivo abstracto “crudeza”, para calificar su propio discurso (modalización epistémica). Igualmente, el neologismo “gamonalear”, posiblemente inventado por el autor, contiene una carga de intencionalidad evidente. Cabe destacar, en esa misma línea crítica del autor, el sufijo valorativo de la palabra “cuarentones”, con una carga despectiva importante e incluido en un inciso parentético. Como hemos visto, la modalización valorativa se apoya a menudo en la cuantificación como mecanismo que sirve al autor para incrementar su subjetividad: “no mola nada. Pero nada”, “magnitud de lo que está pasando”, “más a menudo”, etcétera.

En relación con el aspecto anterior, los cambios de registro en un texto dirigido a cualquier lector y escrito, por tanto, en un nivel formal pueden favorecer la expresión subjetiva de ciertas ideas. Así, por ejemplo, el distanciamiento con que el autor ve la postura acomodaticia de los jóvenes está expresado irónicamente mediante cambios de un registro estándar, empleado en la prensa escrita de nuestro país, a un registro coloquial identificable con la jerga juvenil: “mola”, “chulo”, “chapa”, el término tabú “jodidos”, los anglicismos cool y lost generation. Pertenecientes a un registro coloquial, tendríamos los conectores “Pues” (de contraargumentación en la línea 8) y “vamos” (de reformulación en la línea 13), el modismo “vivir a salto de mata” (l. 23), las metáforas populares “trabajo basura”, “basurero del siglo”, “cuesta abajo”…

Finalmente, el autor se vale de recursos expresivos o figuras retóricas para hacer más efectivo su mensaje de cara al lector. Emplea la ironía al principio del texto para distanciarse del discurso oficial: “Algún genio del storytelling”; la personificación en la línea 2 para dramatizar la situación de los jóvenes: “golpeados por la crisis”; y los símiles para describir mejor la realidad: “como foto de grupo” o “como en una posguerra”. Por último, el humor, aunque con un tono amargo, aparece en las líneas 2425.

La cohesión es una propiedad textual que sirve para reforzar la coherencia. Se manifiesta en la superficie lingüística mediante expresiones que sirven para conectar oraciones, párrafos e ideas, de modo que la progresión temática avance sin perderse por ello la unidad textual. En concreto, la cohesión gramatical garantiza la relación a través de determinantes, pronombres, adverbios, nexos, conectores y demás elementos vacíos en principio de contenido semántico, pero que alcanzan su pleno sentido en las correferencias textuales y situacionales (endoforicidad y exoforicidad) que realizan.

En el texto que nos ocupa, la deixis, es decir, el señalamiento tanto de los participantes en el acto comunicativo como de su ubicación en el espacio y de su localización en el tiempo, juega un papel fundamental. Así tenemos un emisor, varias veces referido mediante el pronombre personal tónico “yo” y el átono “me”, que tiende a identificarse con los lectores en plurales inclusivos: “repetimos”, “hablamos”, “vamos”… Sin embargo, cuando el autor trata de mostrar objetividad, emplea la impersonalidad: “Si uno es generación perdida…”; “te entran ganas” (tú generalizador).

Finalmente, si el emisor se dirige a los receptores, sobre todo jóvenes, usa la deixis social, bien sea el tuteo: “vosotros no sois…”, “olvidad”, bien sea el ustedeo: “oigan”.

Respecto a la deixis espacial, resulta evidente la ubicación próxima al autor y a los lectores a través, por ejemplo, del pronombre demostrativo: “esto que llaman crisis”; “vosotros no sois esos” (con matiz emotivo despectivo referido a personajes ficticios); “quienes no se van” (se entiende de España); “gamonalear” (barrio obrero de Burgos de reciente actualidad). La situación de crisis española es, por tanto, la principal referencia espacial del texto (muy lejana en el tiempo y en el espacio es la alusión a París).

En cuanto a la deixis temporal, cabe destacar la relación de causa-efecto que el autor establece entre un presente preocupante (“ya podéis asumirlo”; “La EPA de ayer funciona”; “lo que está pasando”; “al paso que vamos”; “empezar a gamonalear”) y un futuro aún más negro (“los próximos treinta o cuarenta años”; “para siempre”).

Hasta aquí hemos comentado los procedimientos exofóricos empleados por el autor para integrar su discurso en una situación comunicativa precisa. A continuación vamos a ocuparnos de analizar algunos mecanismos de correferencia endofórica, es decir, elementos internos del texto que lo cohesionan. En primer lugar, comprobamos el uso de pronombres anafóricos, que remiten a elementos anteriores: “me la pongo” [una chapa]; “lo puede ser para siempre” [generación perdida]; “a partir de ahí” [a los cuarenta]. En segundo lugar, observamos la presencia de catáforas, que avanzan segmentos posteriores: “Dicho con crudeza: […]”; “¿O qué esperan? ¿Tener pensiones dignas…?”; “imagen resultante: […]”; “Así es, amigos: […]”. Fijémonos en el valor catafórico de los dos puntos. Y, en tercer lugar, la elipsis que, al igual que los anteriores, sirve para evitar enojosas repeticiones y hacer más fluido el discurso: “Ya podéis asumirlo [pronombre anafórico que remite a “la generación perdida no mola”], [elipsis:

‘ya podéis’] entender la magnitud de lo que está pasando, y [elipsis: ‘ya podéis’] empezar a gamonalear”.

Por último, haremos una breve mención de los conectores utilizados en el texto.

Para contrastar ideas en principio opuestas, en la línea 5 aparece “En cambio” y para añadir ideas a esa objeción se usan los conectores de adición “Y” y “encima”. Pero es el conector contraargumentativo “Pues no” (línea 8) el que introduce la postura del autor en contra de las ideas del párrafo anterior. El uso de estos conectores es bastante coloquial, así como el de “Pero nada”. No obstante, expresan bien la determinación del emisor en su razonamiento. Este se desarrolla mediante datos concretos introducidos por el conector “por ejemplo” (línea 10) y ampliado a través del conector de adición “Y” (línea 11, que reaparece en las líneas 21 y 23). La reformulación “suave” de lo ejemplificado se introduce con el conector “Es decir” (línea 13), mientras que la reformulación “fuerte” se realiza a través de la expresión “Dicho con crudeza” (línea 19), que podríamos considerar, por su posición a principio de párrafo, cumple la función de conector o marcador discursivo.

Carlos Sanchís Mollá (IES Beatriu Fajardo de Mendoza, Benidorm)