Josefina Oliver

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A Josefina Oliver, hermana de mi abuela materna, le decíamos Papa en la familia. Nacida en 1875, la recordamos como una mujer con personalidad, vital, de mucha lectura y escritora de un Diario. En el año 2006, mi curiosidad por conocerla me hizo llamar a su nieta Isabel Balaguer para pedirle uno de los tomos. Con sorpresa, encontré que Josefina había adherido fotos sacadas y coloreadas por ella, y las había entremezclado en el texto; hizo una galería o vidriera a través de sus páginas y ahí presentó su obra visual. Al ver su calidad y su colorido inusual, pensé que podía estar ante una fotógrafa de interés para la cultura de nuestro país. Esta idea me llevó a buscar todo el material existente en nuestra familia: en Buenos Aires; en Rosario, Santa Fe y en Udine, Italia. Así, en siete años, apareció una obra monumental, imbricada día a día con el entorno de 1892 a 1956. Creación también oculta: al provenir de una mujer coartada por su época, a la que aceptó pero, al mismo tiempo logró contravenir con su trabajo de vanguardia. Obra que, en palabras del historiador fotográfico Abel Alexander, convierte a Josefina Oliver en “una pionera de la fotografía argentina que derrotó a su propia muerte”.

Patricia Viaña


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