No solo son los Cerros Orientales y los humedales los protagonistas del paisaje natural de Bogotá. Entre sus calles, alrededor de soberbias edificaciones, como acompañantes singulares de los peatones, en medio del caos y los distintos tipos de contaminación, sobreviven numerosos árboles, seres que si bien no hablan, viven; que aunque no se desplazan, sí propician traslado y movimiento en el flujo de las memorias de quienes los contemplan. Son elementos patrimoniales por excelencia.