005 Patos al agua

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Tanba. No le interesó lo suficiente, sino hasta terminar la carrera. Durante esos 37 minutos que se alargaban por la espera de Beverly, buscó a estos hombres. Los encontró a 7 metros de distancia, parados, sin jadear, mirando hacia todos sin fijarse en nadie en particular. Se quedó mirándolos un rato, hasta escuchar un “¿se encuentra usted bien, señorita?” que un paramédico preguntaba a Beverly, mientras ella se arrastraba con una pierna ensangrentada hasta la línea de meta. Fue unas horas después cuando Vin se enteró que en la curva del kilómetro 39 una piedra puntiaguda había hecho tropezar a su esposa. Iba a poca velocidad, y aunque el impacto de su rodilla con el suelo fue directo, apenas había roto una parte superficial de su piel. Lo único verdaderamente preocupante es que ella era propensa a sangrar mucho, y una pequeña cortadura como la que tenía podía resultar peligrosa. Tal vez fue eso lo que hizo a Vin Steele desprenderse de su antiguo ser, al menos por estos instantes. Pues aún cerca de la línea de meta, a tan pocos metros de distancia de su esposa, sintió fervor en su piel y se aceleró hacia ella. Y lo hizo tanto y tan bien, que la gente empezó a observarlo. Especialmente la gente que iba

arrojando hacia el suelo.

Discúlpelo. Atienda a su esposa.

Empujón tras empujón, seguidos por gritos ahogados de sorpresa y dolor, la gente iba cayendo poco a poco bajo el poderío fiel y decente de Vin Steele. Pero él tenía conciencia todavía: por eso intentó detenerse después de la quinta persona que arrojaba al suelo, cuando una pequeña niña de 8 años aparecía en el horizonte, a sólo unos instantes de ser aplastada por su bien alimentado cuerpo.

Intentó detenerse, pero en un relámpago de instinto recordó a su ensangrentada mujer. Recobró bríos y siguió corriendo. No se detuvo ni ante los gritos de la gente, ni el de la pequeña. Sintió cómo cada uno de los dedos del pie derecho de esa inútil criatura se hacía pedazos bajo sus Asics Gel-Kayano 19, los mejores running shoes que pudo conseguir. Dejó detrás el bullicio de las miles de voces que le reclamaban su fechoría. Encontró a su esposa en los cuidados de un paramédico pequeño y regordete. Se sintió aliviado. Y detrás de él aparecieron estos dos hombres. Tanba.

- Beverly, ¿te duele?

- Junichiro, tenemos poco tiempo para ser educados. - Siempre hay tiempo para la educación.

- Su esposa está bien, ¿señor…?

- Steele.

- Vio usted el desorden que causó atrás, me imagino…

- No importa. ¿Beverly…?

- El señor Steele hizo lo que tenía que hacer para cuidar de su esposa. Usted ni nadie tiene que reclamarle por sus acciones.

- ¿Son ustedes amigos o familiares?

- Amor, llévame a casa. Siento que me desmayo.

- ¡Beverly…!

- Nosotros estaremos más que contentos por llevarlo a su casa, señor Steele. - Tenemos que tratar con usted una oferta de trabajo. - Sólo quiero llevar a mi esposa a casa. Gracias por interesarse, pero… - ¿Nos da un minuto para platicar, señor Steele? - La señora está bien, simplemente tiene que descansar. Atienda a sus amigos.

V

- Usted tiene sangre guerrera.

- ¿Disculpe?

- Mi compañero es un grosero.

- No los conozco.

- Por favor, camine con nosotros, señor Steele. Tanba. - Nos dejó encantados su acto de hace unos minutos, señor Steele.

33 • PATOS AL AGUA

Fue durante el kilómetro 25 que los vio. Dos hombres asiáticos corrían a toda velocidad, adelantándose a todos. Pasaron a su lado y un fuerte olor a metal se apoderó de sus sentidos. Y al pasar, notó que en su espalda no tenían el número de participante, como los demás: en su lugar, una estrella de 8 puntas se dibujaba.


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