Jornada de Convicencias Escolares

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donde vive con su madre y sus seis hermanos.

Rigoberta tiene doce años, trabaja por las mañanas en el mercado y por las tardes va a la escuela o al menos es lo que ella intenta apenas queda tiempo pa’ estudiar.

Corre para agarrar el bus en la esquina que lo dejará en el centro de la ciudad. De siete a nueve es la mejor hora para pescar a su clientela, los hombres de negocios de la ciudad.

Marcelino en cambio, mira… tuvo suerte: con once años ya es electricista, trabaja con un señor que le paga tres mil pesos la semana aunque no para hasta las siete de la tarde.

A las nueve desayuna como puede y a las doce intenta al barrio regresar; pero hoy ha sido un mal día, no ha ganado suficiente y habrá que estar hasta las siete o las diez.

En fin: esta vida, ya ven, no es la mejor vida, aunque algunos piensan: podría ser peor. ¡Quién pudiera estudiar algún día! Pero ya ven, hoy fue un mal día y habrá que estar hasta las siete o las diez…

Carlos su amigo tiene dieciséis años, lustra y vende chicle al lado de él; quisiera conseguir otra cosa, lo que sea, cualquier cosa, pero no es fácil si no puede estudiar.

Se llama Antonio y tiene 14 años…

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