Papa noviembre 2013

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Intervenciones del Papa Francisco en Roma

Progresismo adolescente que ampara sacrificios humanos

“Dios es fiel delante de su pueblo que no es fiel. Con el espíritu de hijos de la Iglesia rezamos al Señor porque con su bondad, con su fidelidad nos salva de este espíritu mundano que negocia todo. Así nos protege y nos ayuda a seguir adelante, como lo hizo su pueblo en el desierto. Lo lleva de la mano como un padre lleva a su hijo. De la mano del Señor caminaremos seguros”.

18 de Noviembre, 2013

Y esta es una contradicción: no negociamos los valores, sino que negociamos la fidelidad. Y esto es precisamente el fruto del demonio, del príncipe de este mundo, que nos lleva adelante con el espíritu de la mundanidad. Y después, suceden las consecuencias. Tomaron las costumbres de los paganos, después un paso adelante: el rey prescribió en todo el reino que todos formaran un solo pueblo y cada uno abandonara sus propias usanzas. No es la bella globalización de la unidad de todas las naciones, sino, cada una con sus propias usanzas, pero unidas. Es la globalización de la uniformidad hegemónica, es precisamente el pensamiento único. Y este pensamiento único es fruto de la mundanidad. Pero, Padre, ¿esto también sucede hoy? Sí. Porque el espíritu de la mundanidad también existe hoy, también hoy nos lleva con este deseo de ser progresistas siguiendo el pensamiento único. Si a alguien se le encontraba el Libro de la Alianza y si alguien obedecía a la Ley, la sentencia del rey lo condenaba a muerte: y esto lo hemos leído en los periódicos en estos meses. Esta gente ha negociado la fidelidad a su Señor; esta gente, movida por el espíritu del mundo, ha negociado la propia identidad, ha negociado la pertenencia a un pueblo, un pueblo que Dios ama tanto, que Dios quiere como pueblo suyo. Pero lo que nos consuela es que ante este camino que hace el espíritu del mundo, el príncipe de este mundo, el camino de infidelidad, siempre permanece el Señor que no puede renegar de sí mismo, el Fiel: Dios es fiel delante de su pueblo que no es fiel. Con el espíritu de hijos de la Iglesia rezamos al Señor porque con su bondad, con su fidelidad nos salva de este espíritu mundano que negocia todo. Así nos protege y nos ayuda a seguir adelante, como lo hizo su pueblo en el desierto. Lo lleva de la mano como un padre lleva a su hijo. De la mano del Señor caminaremos seguros. 28


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