Primera edición, 2020 © 2020, Hugo Antonio Hernández Basulto. © 2020, Par Tres Editores, S.A. de C.V. Fray Anton de Montesinos 241, colonia Quintas del Marqués, Código Postal 76047, Santiago de Querétaro, Querétaro. www.par-tres.com direccioneditorial@par-tres.com ISBN de la obra 978-607-8656-35-6 Diseño de portada © 2020, Itzel Arzate Palacios. Se prohíbe la reproducción parcial o total de esta obra, por cualquier medio, sin la anuencia por escrito de los titulares de los derechos correspondientes. Impreso en México • Printed in Mexico
Hugo Hernández nació el 5 de diciembre de 1976 en la Ciudad de México. Es Ingeniero Industrial por la U. Iberoamericana y cursó Programas en Columbia University y Stanford. Hugo transformó la industria del vidrio en México delineando espacios con vidrio aislante de ruido y calor, permitiendo que los inmuebles fueran más eficientes, sustentables y sus habitantes más productivos. Con su empresa, acristaló proyectos importantes como Torre HSBC, St. Regis, Torre Diana, Torre NYL , Plaza Carso, Toreo y muchos otros. Obtuvieron, certificaciones importantes como B-Corporation y Great Place To Work. Co-autor del libro Somos Nuestro Espacio y De Startup a Scaleup. Participó en organizaciones como Vistage, Entrepreneurs Organization, New Ventures, Side, así como es también Endeavor Entrepreneur y finalista en EY Entrepreneur Of The Year 2011. Hugo es consejero fundador de Capitalismo Consciente México y fundador de aclara.me, una plataforma para conectar personas democratizando la experiencia y conocimiento.
Introducción «Hugo, márcame en cuanto aterrices, es muy urgente e importante», decía el mensaje en el teléfono cuando lo prendí al aterrizar; marqué enseguida. –Si no consigues ocho millones de dólares en los siguientes tres meses, no llegamos a diciembre. Tu empresa está quebrada –me dijo el nuevo Director de Finanzas que había entrado a trabajar con nosotros hacía pocos meses. Para una empresa mediana, esto significaba que desaparecería una de las empresas más grandes del ramo en México. Cerca de setenta edificios se quedarían sin vidrio, retrasando su entrega y recibiendo penalidades, poniendo en riesgo a mis proveedores, clientes instaladores, desarrolladoras y gran parte del mercado inmobiliario de oficinas del país. Más de doscientas veinte personas se quedarían sin trabajo afectando a su familia. ¿Y la mía? Si esto era cierto, se cumpliría la leyenda de que la tercera generación termina con el negocio familiar, y todo lo que habíamos invertido en la nueva planta de producción, ahorros y cualquier cosa material que tuviéramos a la mano, desaparecería. Esto pasó el cinco de mayo de 2015. Los siguientes meses fueron los más largos, desesperantes y pesados que he tenido en mi vida. «¿Cómo le has hecho para aguantar y resolver?»; es la pregunta que me han repetido amigos y familiares. En algún sentido, este libro lo escribo para mí. Quiero recopilar ideas y aprendizajes. Quiero tener una referencia de qué hacer y qué pensar en los momentos difíciles y de angustia. Una especie de acordeón para «terapearme». Y, con humildad, me 5
dirijo a ti para contarte mi historia y las herramientas que me ayudaron a tener fuerza y paciencia para sobrellevar estos tiempos lo mejor posible y salir más fuerte. Quizá estas prácticas de resiliencia puedan serte útiles o puedas compartirlas con alguien que tenga una situación adversa. La vida da muchas vueltas. Puedo asegurar que siempre existirán tiempos difíciles: perderemos algo de salud, un trabajo, un ser querido, cosas materiales, proyectos, empresas, etc. Tendremos experiencias inesperadas y frustrantes o resultados contradictorios, sin lugar a dudas, fracasaremos en pequeño o en grande. Es lo normal en nuestro andar evolutivo. He escuchado tantas veces: con todo lo que te ha pasado, ¡deberías escribir un libro! ¿Cuál sería su título?: Quebrando la empresa familiar; Destrucción de patrimonio; El destino de la tercera generación; La tormenta perfecta; ¡Fraude! No es así, no me interesa contar mi historia sólo por el hecho de que sería un cuento morbosamente entretenido, pero poco aleccionador. Definitivamente, existen millones de formas para quebrar una empresa, perder un trabajo, que falle un emprendimiento. Tantas, que no me es práctico estructurar una guía que resulte tan útil como me gustaría. Para ahondar mucho más en el tema del fracaso de una empresa, recomiendo amplísimamente, leer el libro: Sobrevivir al fracaso, primeros auxilios para negocios al borde (y cómo prevenirlo) de Leticia Gasca, cofundadora de FuckUp Nights. Yo aquí cuento sólo mi experiencia y algunos comentarios, ella recopila, de forma muy didáctica y fundamentada, cientos de casos, desde prevenir hasta cerrar. Lo que me gustaría escribir es, cómo salí del atolladero, qué fortaleza interna surgió en mí para enfrentar lo que más miedo me daba en la vida. Cómo aprendí a adaptarme, a transformar la crisis en oportunidad personal, a reconstruirme emocional, social y financieramente.
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Mi historia Tercera generación de una familia que comercializó y trabajó el vidrio y cambió en varios sentidos la industria en México. Mi abuelo comenzó a hacer biseles y cantos a espejos en un pequeño taller, en un edificio del centro histórico de la Ciudad de México, que fue demolido para develar las ruinas del Templo Mayor. Mi abuelo tuvo doce hijos e hijas que se dedicaron, en su mayoría, al mismo negocio, abriendo diferentes empresas, con diferentes especialidades, por todo México. Hubo un momento en que lograron ser el grupo de empresas que más distribuía vidrio de Vitro en el país, y luego fue el primero en romper el monopolio y comenzar a importar vidrio de otros países. Yo empecé a involucrarme en las empresas desde que estudiaba en la universidad, haciendo mis tareas de Ingeniería Industrial dentro de la fábrica. Hice varios emprendimientos dentro y fuera de la industria y logré consolidarme en una de estas empresas, abriéndome camino con nuevos productos, tecnología y una nueva cultura. No quise competir con el conocimiento familiar y comencé a fabricar vidrio aislante, un producto nuevo en México a finales de los noventas. Se forma con dos vidrios que encapsulan una cámara de aire seca en medio y hace que el vidrio funcione como aislante de ruido y de calor. Fuimos de los primeros en hacerlo de manera muy profesional y con la mejor calidad en México. Cambié la forma de llevar el negocio, al especializarme en este vidrio y ser de los más rápidos y eficientes del mercado. Suministramos doble acristalamiento para edificios en todo el país como: HSBC, St. Regis, Plaza Carso, Toreo y muchos más. 7
En un contexto en el que los edificios tendrían que buscar ser más sustentables y ahorrar energía, sólo se podría vislumbrar crecimiento. Veníamos haciendo libros para educar a arquitectos, ganamos premios de emprendimiento, reconocimientos y no parábamos de crecer. Era necesario construir una nueva fábrica, más eficiente, que nos diera esa capacidad de producción necesaria. Invertimos los ahorros familiares y pedimos créditos para construirla. Echamos a andar la segunda planta con mucho esfuerzo. Mi energía estuvo enfocada en este proyecto que parecía el más importante de mi vida. Una fábrica iluminada naturalmente, con paneles solares y que operaba con agua de lluvia, nueve meses del año. La automatización hacía que fuéramos más eficientes, mejor capacitados, teníamos una mejor calidad y una mayor capacidad de producción. Una ventana inclinada en la fachada anunciaba cómo se podía ver el mundo de manera diferente. Trabajando ahí, todos éramos muy felices. Ese año creceríamos más de un cuarenta por ciento. Estábamos haciendo el vidrio para casi sesenta edificios en todo el país y hacíamos cerca de veinte mil puertas de refrigerador comercial al mes. Parecía un sueño vuelto realidad. Muy poco duró ese gusto. Después de la llamada y mi regreso a México, comenzaron los más difíciles y angustiosos años de mi vida. Una contabilidad mal llevada por años, escondía manejos extraños que me eran desconocidos (incluso avalados por una de las cuatro firmas más importantes de auditoría). El crecimiento requiere una enorme cantidad de flujo y no contábamos con él. Una devaluación del peso mayor al veinte por ciento, teniendo ventas en pesos y compras en dólares. Los créditos para comprar la maquinaria de la planta nueva tenían nuestras líneas topadas. Sumando la cantidad de robos y fraudes que empezamos a descubrir en el proceso, parecía que mi vida se iba desmoronando en cámara lenta. Todo, pero en serio todo, se fue complicando. Después de casi dos meses, me atreví a hablar por teléfono con mi hermano. Él estaba saliendo de una situación muy 8
complicada y delicada que había tenido a la familia cercana muy unida pero profundamente lastimada. Me había demostrado una valentía y un coraje infinito. «Eres humano, estas cosas pasan, aquí estoy para acompañarte», me dijo. Me enseñó lo que es empatía. Él, viviendo fuera de México, no podía hacer más. Lloramos ampliamente. Entonces, a buscar inversión. Era una marca reconocida, con un posicionamiento indiscutible y una historia de calidad y cumplimiento inigualable, en un nicho muy específico, muy riesgoso y complicado de llevar. Conforme pasaban los meses, los proyectos se retrasaban, la presión aumentaba. Los activos que se reflejan en balance nunca valen lo mismo cuando hay que rematar deprisa. Y no existían muchos compradores para negocios de vidrio, por lo que rápidamente las deudas se incrementaron en muchos millones. Pasé días sin dormir, hubo veces en que simplemente no podía levantarme de la cama, sollozaba encogido, escondido debajo de la sábana. Ese emprendedor que salía en las revistas y daba entrevistas, no se atrevía a llegar a la oficina y que decenas de miradas lo buscaran para encontrar respuestas, esperanza y salvación. Después de meses, logré intercambiar las máquinas y la operación de la Ciudad de México a un Fondo para liquidar parte de la deuda. El valor fue una fracción de lo que yo pedía, pero no existía otra opción. Muchos trabajadores mantuvieron su trabajo. Dejamos las instalaciones que nos habían acogido por treinta y cinco años y nos fuimos a un garaje como oficina temporal. Faltaban muchos edificios por terminar y teníamos la planta nueva. Nos embargaron todas las cuentas de banco de la empresa y personales: a buscar abogados que no podíamos pagar. Bajé cerca de siete kilos; pesaba sesenta y ocho kilos y mido un metro setenta y ocho centímetros. No podía tomar mucho, por el pavor a su efecto o a la cruda, y también de mí mismo. No quería llegar al borde de cometer una tontería. Aunque pasara por mi cabeza. «El fracasado que hundió la empresa y el patrimonio familiar». 9
Mi esposa no se imaginaba lo que estaba ocurriendo, una avalancha venía lentamente arrasando con el negocio y todo lo que tenía la familia. Ella también se puso a trabajar. Y a resistir. Sentado en una banqueta, fumando sin parar, escuché cómo terminaba la llamada con la última oferta que tenía para vender la otra fábrica. Varios edificios seguían esperando su vidrio; los proveedores su pago; bancos, compromiso; correos, respuesta; el equipo quería claridad y otros querían liquidación. Estaba acabado. Ahí mismo, hice una profunda meditación en donde fui perdonando, mentalmente, a los cómplices de este hundimiento. No podía perdonarme a mí. ¿Si moría la empresa, moría yo? Se vendió la planta nueva a un excompetidor. Durante meses, logramos negociar con acreedores y algunos proyectos. Hice lo más que pude para salvar la compañía, pero al final, el negocio paró operaciones y se quedó sin trabajadores. Los asuntos legales continuarían, faltaba perder la casa, coche, sin contar un robo domiciliario que terminó de vaciarnos. Hasta se platica muy rápido, habían pasado más de cuatro años desde aquella llamada. ¿Cómo sobrevivir tanta destrucción? Hubo momentos tan duros, tan difíciles, que a veces, quisiera olvidarlos. Sin embargo, son éstos los que guían mis dedos en el teclado para recordarlos y darles la vuelta. Fue en esos instantes, con la impotencia que da el no poder controlar los eventos externos, que no me quedó más remedio que voltearme a ver, a controlar lo único que podía: a mí mismo. A trabajar en mi fe, salud, actitud, y ponerme las pilas. Primero a sobrevivir, resolver y luego buscar el modo de reconstruirme y enderezar mi vida. Intuyo, por leer estas letras, que tú estás pasando por un periodo complicado. Que la vida y las circunstancias te llevaron a un valle profundo y cegador. Permíteme compartir mi historia y mis aprendizajes para encontrar un camino de resiliencia, es decir, una forma de adaptarse y sobrevivir a un entorno con situaciones adversas. Las malas rachas, también terminan. En mi caso, me costó mucho trabajo hacerme a la idea de que la empresa pudiera morir sin sentir que era yo el que mo10
ría. ¿Hasta qué punto había entregado mi vida a este proyecto?, ¡cuánta entrega y sacrificio! ¿Qué pensaría la familia? ¿Y su esfuerzo? Me tomó meses de reflexión y lucha.
Saliendo del confort Cuando un bebé gatea y quiere ponerse de pie, se tiene que asir de un sillón. Después de varios intentos, logra la verticalidad apoyado del mueble. Sin el mueble, no hubiera podido ponerse de pie. Es ahora, el mismo mueble, su siguiente apego y paradigma. Para empezar a caminar, necesita olvidar el mueble, la comodidad de un apoyo y abandonarse a su capacidad de locomoción, equilibrio y movimiento. Todos somos en algún momento ese bebé que no quiere soltar la silla, aferrados a la herramienta que nos llevó, de estar en el piso, a estar de pie. El caminar es un vaivén de pérdida de equilibro y estabilidad. Las crisis nos dan esa oportunidad de separarnos de muchas cosas que, aunque amamos y nos ayudaron mucho para crecer, no somos nosotros. La incertidumbre es inherente a nuestra existencia, lo único cierto de nuestra vida es nuestra propia muerte. Todo lo de en medio es simplemente una incógnita. Pero nos vamos rodeando de sillas, muebles, rocas, dinero, personas y un largo y creativo etcétera para «ganar seguridad». La crisis de hoy, será el chiste del mañana. HG Wells.
Empiezas a leer este libro con muchos problemas, con un hueco en la panza terrible, no sabes qué hacer ni qué pasará. Todo parece destrucción. Un ejemplo en la cocina: los huevos se rompen, la harina se moja, el chocolate se derrite, la mantequilla se unta, la leche se calienta, el azúcar se disuelve. ¡Cuánta destrucción! Se bate, 11
terminando de cambiar el estado inicial de ¡todo! Se mezcla, se agita, se vierte y se introduce a un horno con calor infernal. Al cabo de unas horas, sale un rico y esponjoso pastel. ¿Cómo trataría un psicólogo tanta transformación de cada ingrediente? Y a qué velocidad. Definitivamente, se cocina a una temperatura diferente a la que se come y disfruta. Estarás hoy en un supuesto infierno, o con el cascarón roto, o en una situación de mucha destrucción, pero, si lo manejas bien, no será así para siempre y saldrás hecho un bizcocho delicioso. Bueno, no aseguro que sea más sabroso, pero sí más sabio. A mí me pasaba que me encontraba más irritable, explosivo y alejado. Ahora veo que la situación me tenía incómodo. Y lo primero que aprendí es que eso no está mal. No tanto estarlo, sino que aprendí a reconocerlo, respirar y después actuar o hablar. Estar incómodo no necesariamente es malo, siempre habrá momentos en que lo estemos. Puede ser por factores internos o externos y eso es el primer paso para cualquier cambio. Sólo estando en una situación desagradable, es que podemos imaginar un nuevo estado agradable, caminar o tomar acción hacia ahí. Salir de la zona de confort puede ser incómodo, está bien.
Cinco prácticas Al estar cortos de efectivo, empezamos a retrasarnos en pagos, después en entregas, las juntas se intensificaron para saber cómo manejar los pocos recursos de dinero o materias primas que quedaban. Resulta que ahorrar dinero, cuesta dinero (por ejemplo, despedir a un trabajador requiere finiquito y liquidación). Los proveedores comenzaron a comunicarse entre ellos, de ahí a los bancos, y a los demás acreedores. Una cadena de complicaciones se aceleró en todos los sentidos. Como dice el dicho en inglés: «when it rains, it pours». Mientras más tiempo pasaba, más problemas y menos cosas podía controlar. 12
Aunque ahora lo cuento con mucho más tranquilidad y distancia crítica, me tomó meses darme cuenta: tenía que enfocarme en tratar de estar bien, fluir lo mejor posible e ir tomando decisiones con lo que tenía en la mano. Cuando hay un temblor, llamas a tus seres querido y preguntas: «¿Estás bien?». Si lo están, puedes continuar con tu vida. Que los demás estén bien es conveniente para ti y para todos. Si invertimos la escena, tú eres el que se presenta en diferentes escenarios y lo mejor es que estés lo mejor posible. A cada junta que llegas, te exigen presencia, firmeza, decisión, información, compromiso, resultados. Llegas a tu familia y te quieren sano y dispuesto. Vas con tus amigos y no les interesa ver a un amargado. Conclusión: lo mejor que puedes hacer por tu familia, tu empresa, tus stakeholders (clientes, proveedores, colaboradores, etc.) y el mundo es que Tú estés bien. Presente, sereno, inteligente y congruente. Pero, ¿cómo voy a estar bien si el mundo se me está viniendo abajo? Fue cuando me encontré con la palabra resiliencia, que se define como la capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado de situación adverso. Es: ¿cómo salgo de este problemón?, ¿cómo enfrento este caos?, ¿cómo puedo soportar este dolor?, ¿cómo puedo seguir viviendo después de este fracaso tan grande?, ¿cómo, no sólo sobrevivo, sino resurjo? Es adaptarse a una situación adversa para salir bien librado, no es que las cosas cambien para que yo esté bien. Es, ¿cómo cambio yo para superar las condiciones adversas? Enfocándome en lo que podía controlar, fue que llegué a resumir mi andar de resiliencia con cinco prácticas: 1. Ten Fe. Tienes que estar convencido de que llegarán tiempos mejores. No existe una vida dura, sólo momentos difíciles. Existen ciclos de subidas y bajadas. Esto, también va a pasar. 2. Cuídate. Tú eres el actor más importante de tu historia. Tu cuerpo y tu mente, son tu templo y el vehículo para que pienses, reflexiones, sientas y ejecutes. Cuídalos. Son tu mejor herramienta. 13
3. Haz equipo. Al principio y al final, tú resuelves tus asuntos. Pero es muy lento hacerlo solo. Rodearte de buenas personas tu alrededor, hará que todo vaya más rápido y sea más llevadero. 4. Acción, acción y más acción. No basta reflexionar y trabajar en uno mismo, necesitamos que nuestras acciones sean congruentes y contundentes. Son la manifestación de nuestros pensamientos. Hechos, no palabras. Haz que suceda. 5. Permite la transformación. Ningún ingrediente del pastel se mantuvo intacto. Permite que la vida te convierta en algo mejor, más rico y más sabio. Deja atrás lo que fuiste, toma lo mejor, aprende, perdona y evoluciona. No somos, vamos siendo. Debo confesar, que estas cinco prácticas no fueron conscientes todo el tiempo ni ejecutadas en orden. Salieron en diferentes momentos e intensidades. Hasta que conscientemente las ordené y empecé a repetirlas, entonces me sentí mucho más fuerte, más creativo y comencé a desarrollar más proyectos, a mejorar mis relaciones, a dejar de avergonzarme de mí mismo y a crecer. Les llamo prácticas porque requieren ser ejecutadas de una forma continua. Es como hacer ejercicio, podemos hacer cosas con o sin conocimiento, y conforme realizamos repeticiones constantes, nos vamos haciendo mejores en ello. Nunca sabes concretamente cuándo las usas pero siempre es útil tenerlas. Pienso que los libros son como la comida. Cuando uno come, sabiamente, el cuerpo escoge sólo lo que necesita en ese momento y deja pasar lo demás que sale (con la excepción de las reservas de grasita acumulada, pero eso son hábitos descritos en otros libros). Así, este libro tiene que darte lo que necesitas en este momento, si no puedes aplicar algo, no importa, continúa, que salga cuando sea conveniente. Lo más importante es que lo hagas tuyo, que personalices tu vivencia y que puedas volver a florecer, más fuerte y seguro de ti mismo.
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Índice Introducción,
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Mi historia, Saliendo del confort, Cinco prácticas,
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Ten fe, Fe y Esperanza, Permítete sentir el duelo, Un día a la vez, El juego de la víctima, Actitud,
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Cuídate, Voltéalo a ver, escúchalo, quiérelo, Duerme bien, Medita, Ejercicio, Dieta, Cuidado con «lo que tomas», Pensamientos y postura,
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Haz equipo , La importancia de pedir ayuda, Busca aliados estratégicos, El equipo en el trabajo y alrededores,
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Acción, acción y luego... más acción, 55 ¿Cómo sí?, 57 Construye con lo que tengas, 59 Acción en la empresa, 60 Propósito Superior, 62 Objetivos, 63 Valores, 64 Esperar es un verbo activo, 66 Sigue adelante, 66 Hábitos y disciplina, 67 Permite la transformación, Lecciones aprendidas, Ser, Hacer y Tener, Desde afuera. Desde adentro, Perdona y agradece, No morí, Yo soy,
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Y… ¿terminando? , Dos propuestas enfáticas:, Cerrando,
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Bibliografía ,
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Agradecimientos ,
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