Oráculos de arena - Ensayos y artículos / 47
Esta simpatía no impidió, sin embargo, que así como reconocía lúcidamente sus aciertos pudiera señalar puntillosa e implacablemente sus deficiencias y defectos. Es decir, que hiciese, como debe hacerse cuando se está en la posición del crítico, una lectura desapasionada y serena, sin sentimientos adversos pero, también, exenta de actitudes complacientes, sin que por ello buscara atentar contra la validez de las obras de Arguedas sino, como el mismo Vargas Llosa lo dice al final de su libro, conferirles “una naturaleza literaria”, realzar “lo que hay en ellas de invención” y consagrarlas en su verdadero carácter: como ficciones que son y con las cuales su autor lo que logró fue “edificar un sueño”3. Entrelazado la biografía, la historia y la crítica literaria, además de puntuales reflexiones acerca del oficio del escritor, La utopía arcaica emprende una exploración minuciosa del indigenismo a partir de la vida y obra literaria de José María Arguedas, el más entrañable de nuestros escritores, y sostiene –como se dice en la contratapa del libro- que el suicidio de nuestro escritor fue “algo así como el canto de cisne” de aquel Movimiento ya “exhausto”. Tras modificar una frase del escritor francés André Gide, Vargas Llosa expresa que los buenos sentimientos pueden producir “religión, moral, política, filosofía, historia, periodismo”, pero no literatura, y que esta puede valerse de esas materias, pero no servirlas porque hacerlo implicaría vender su alma. Afirma que la verdad en la literatura “no depende de su semejanza con el mundo real, sino de su aptitud para constituir algo distinto del modelo que la inspira”. Señala que sus límites se encuentran en “la sensibilidad, el deseo y la imaginación, algo más ancho que el acotado dominio de los problemas sociales y políticos y más largo que la actualidad”. “En otras palabras, ella es una contradicción viviente, sistemática, indubitable de lo existente.” Es decir -agrego yo- un culto a la ficción y a la libertad sin estorbos de ninguna índole. Es a partir de tales consideraciones que Vargas Llosa estudia la obra narrativa de Arguedas. Y, así, encuentra que Los ríos profundos es la mejor novela de nuestro atormentado escritor. “El libro –dice- seduce por la elegancia de su estilo, su delicada sensibilidad y la gama de emociones con que recrea el mundo de los andes…” De Yawar Fiesta afirma que “no es, como lo fueron muchas novelas costumbristas, una superficial y complaciente apología de una fiesta local”, sino que “la anima un propósito desmesurado: congelar el tiempo, detener la historia” siendo, en tal sentido, “un alegato contra la modernización del pueblo andino”, en otras palabras “el rechazo de una integración percibida como un proceso de absorción destructivo de la cultura indígena por la de Occidente.” Respecto de Todas las sangres es más cáustico; es, dice, “tal vez, la peor de sus novelas”, pero la encuentra reveladora porque –reflexiona- “una novela frustrada puede ser más