Revista Resilientes

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ÍNDICE

RESiLIENTES

6. 10.

Palestina,Huila raíces Y PROCESOS

13.

MIRADAS

14.

EL DÍA DESPUÉS

16.

RESILIENTES

24.

SOBRE LA MESA

25. 26.

contarte Essay

- Café colombiano con aroma de Palestina

- Venga, cómprele al campesino - Aracacha Pág 30

- De la guerra a la reconciliación - La esperanza nace con memoria y sin olvido Pág 28

- Enrique Chimonja - Fanny Coy - ‘La Cacica’

- El dolor de un pueblo

- Personal integrity, a fundamental right

Directora Camila Herrera Editor Jesús Rodríguez Directora gráfica Dayanna Velandia Directora audiovisual Viviana Matiz Ilustradores Juan Diego Zárate Isabella Caro Directora de comunicaciones Lina Sanabria

Las opiniones expresadas por los autores no corresponden necesariamente con las de la Universidad. Prohibida su reproducción total o parcial, así como tampoco su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita por parte de sus autores.

Asesora gráfica Paola Albao Asesores editoriales David Mayorga Paula Molina Periodistas Isabella Caro Camila Herrera Viviana Matiz Jesús Rodríguez Lina Sanabria Dayanna Velandia Juan Diego Zárate



ueridos lectores, en primer lugar, nos tomamos el atrevimiento de hacer público nuestro aprecio hacia ustedes, porque sentimos un profundo agradecimiento con las personas que han creído en este medio. Más allá de ser una fuente informativa, durante el desarrollo del trabajo, hubo una gran apropiación con los temas y las historias, entendimos que nuestra labor tiene la obligación de escuchar, comprender, empatizar, reflexionar y, por supuesto, combatir la injusticia social. Hacemos manifiesta nuestra admiración a cada una de las personas que nos hicieron partícipes de sus vidas a través de la narración de sus historias, ellos, los resilientes de esta primera edición, han hecho de este proyecto una realidad. Les debemos todo el conocimiento que adquirimos, las experiencias vividas y el café de nuestra tierra; a ellos, un aplauso por todo lo que hacen para mantener la paz y la armonía en su territorio. Nuestro objetivo principal es dar visibilidad a diferentes municipios de Colombia que han sido víctimas del conflicto armado y la poca presencia estatal, ellos no han tenido la oportunidad de contar sus historias, miedos, tristezas, sueños y frustraciones; muchas veces quisieron callarlos o borrarlos de la historia, pero su valentía, fortaleza y determinación los convirtió en resilientes resilientes, personas capaces de adaptarse y sobrellevar miles de adversidades para salir adelante. No hablamos de pobreza, guerra u odio, nosotros recorreremos diferentes lugares para dar a conocer las riquezas que se esconden en nuestro país y cómo han sido atacadas, pero que prevalecen ante tantas adversidades. Hoy, 1° de junio de 2021, tenemos el honor de presentar la primera edición de un proyecto que inició como trabajo universitario, pero se visiona a ir más lejos y sacar ediciones semestrales, para que así como las personas de Palestina- Huila fueron escuchadas, muchas más tengan la oportunidad de contar su historia y seamos un canal de comunicación que promueva la igualdad, el cumplimiento de los derechos fundamentales y, por supuesto, la mejora de la economía en los diferentes territorios. Somos un mismo país, pero, sobre todo, una misma raza. Todos merecemos la misma importancia y nosotros le apostamos a conocer y reportar aquellos lugares que muchos menosprecian u olvidan. Cabe resaltar la importante labor de nuestros profesores por ser grandes motivadores y consejeros para el correcto desempeño de nuestra labor y la presentación de este producto. Esperamos que disfruten del contenido y sigan pendientes de las nuevas cosas que vienen. Camila Herrera Directora editorial

Carta editorial


PALESTINA

El sacerdote Camilo Trujillo nombra al ahora territorio de Palestina como ‘Agua Azul’

1951 Palestina es elevada a la categoría de Inspección departamental de Policía

Historia 1937 Se construye la iglesia del pueblo

1958

1972 Primer contacto con la violencia. Ataque del M-19 a la estación de Policía y se inaugura el acueducto

1980 Tulio Enrique Chimonja es desaparecido por agentes estatales

1984 Jaime Loaiza Gómez, líder político y concejal, es asesinado junto a cuatro personas más

1988 Ataque a la estación de Policía por parte del frente 13 de las FARC

1995 Rosa María Astaiza, primera alcaldesa, es secuestrada y puesta en libertad un mes después

2001

Se funda el Colegio Operativo de Palestina

1975 Llegada de los frentes 13 y 61 de las FARC

1983 Declaran oficialmente a Palestina como un municipio

1985 Gustavo Coy es el primer alcalde elegido por elección popular

1991 Las FARC se enfrentan con el M-19 y se quedan con el territorio

1998 Ataque a la estación de Policía, marca el inicio del retiro de las FARC


Palestina

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Descubriendo Palestina Sobre las inmediaciones del Macizo Colombiano se encuentra un municipio mágico, donde la amabilidad y recepción de los habitantes, así como su esperanza, es tan grande como el cariño por su tierra.

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Por: Juan Zárate

os transportamos al suroeste del departamento del Huila. A poco más de 40 minutos en carro de la ciudad de Pitalito se encuentra Palestina, un municipio muy bello y especial, con una tierra extremadamente fértil que siempre ha acogido a quienes quisieran ir a establecerse. Así fue como durante la época de la violencia bipartidista que azotó a Colombia durante la Guerra de los Mil Días, cientos de migrantes que venían huyendo de otros lugares del país, como Santander, Boyacá y Antioquia, se asentaron en la antes conocida Agua Azul, dejando en el pasado los conflictos políticos. Durante décadas se preservaron la paz y la tranquilidad. La entonces Inspección de Policía Departamental fue creciendo en número de veredas y habitantes, hasta que después de luchar por conseguirlo, en 1984 fue declarada como municipio. Pero no todo fue positivo, pues al finalizar la década de los 70 llegaron al territorio los hombres del M-19, el primer grupo guerrillero que se estableció en la zona.

Juan Zárate Desapariciones, asesinatos, reclutamientos fueron parte del sufrimiento y dolor que atormentaron a los palestinenses durante más de 20 años, en los que se dejaron heridas en el corazón de decenas de familias afectadas por un conflicto en el que jamás pidieron involucrarse. A pesar de que son más de 1600 las víctimas de la guerra en la región, según los datos de la Red Nacional de Información, esta tierra no se ha dejado subyugar por las adversidades: ha buscado la manera de sobreponerse, sanar y seguir adelante. Si hay una cualidad que resalte por encima de todas en los habitantes de la zona es su capacidad de resiliencia, ya que han superado sus traumas. Ellos se han preocupado por crear momentos de reconciliación en búsqueda de la anhelada verdad que necesitan muchas familias para vivir


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Palestina

en paz, pues el tener tantas preguntas respecto a un dolor tan inmenso impide dejar atrás el hecho. Es admirable cómo, a pesar de todo, Palestina ha sido la principal promotora de la paz, se ha movido en pro de ayudarle a la misma comunidad a desahogarse y buscar un apoyo. También se han dedicado a desarrollar la agricultura en productos de altísima calidad como el café, la panela, el aguacate, el plátano, la yuca y muchos más, exportando buena parte y dando a conocer el municipio en otras partes del mundo. Sin embargo, es importante resaltar que el pueblo está muy lejos de alcanzar su potencial social, cultural y agrícola, porque es la misma comunidad la que está impulsando sus proyectos: escuelas donde los niños se apropien de su identidad como campesinos, programas para que los cultivos se vuelvan puramente orgánicos y hasta la posibilidad de volverlo un atractivo turístico. Pese al poco reconocimiento que ha tenido hasta ahora, su agradable clima y productos podrían situarlo como un destino imperdible para los turistas. Juan Zárate

Juan Zárate Es pertinente resaltar que el Parque Nacional de la Cueva de los Guácharos, a unas dos horas en carro de Palestina, es una experiencia única, dado que gran parte del camino es a pie. La selva que rodea la cueva está protegida por el Estado, por lo que el turismo es controlado: no se puede subir comida y siempre se debe contar con un guía, ya que es de vital importancia proteger un ambiente de biodiversidad tan rico, en el que resalta el guácharo, un pájaro endémico de este lugar. La cueva es de tal extensión que aún no se conoce su final; no obstante, algunos locales afirman que tiene salida al departamento del Caquetá. Sin duda alguna es un territorio que dejará encantado a cualquiera que lo visite, principalmente por esa cultura de buen trato entre sus habitantes y esa cordialidad con la que reciben al de afuera. La humildad en sus


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corazones es algo que se percibe al instante, y la historia que se mueve en esas tierras, que algún día estuvieron machadas de sangre, hoy se reivindica en armonía y paz. Hablar con un palestinense es dialogar con alguien que se siente orgulloso de donde nació, algo muy diciente del sentido de pertenencia que existe en el municipio. En síntesis, el municipio posee una riqueza gigantesca en todo ámbito, es un ejemplo de superación para Colombia y da muestra de que la paz sí se puede construir, que las adversidades no deben nublarnos la vista de nuestros objetivos ni apartarnos del desarrollo progresivo en la voluntad de conseguir un mejor mañana. Así que, si quieren conocer un lugar mágico, histórico y resiliente, el mapa señala a Palestina, en el Huila.

Dayanna Velandia


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´ Raices y procesos

La calidad del café colombiano es indiscutible, pero pocas veces se tiene conocimiento del proceso tan extenso que debe completar para ser de tan alta calidad y, tampoco se les reconoce todo el trabajo a sus caficultores Por: Jesús Rodríguez

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n un contexto marginado por la violencia de los años 80 y 90, los habitantes de Palestina han encontrado en las tierras fértiles que abarcan todo el sur del Huila la oportunidad de cultivar un producto por el que se nos distingue como colombianos en el mundo: el café. Hablar de Palestina es hablar precisamente del grano, pero no de uno cualquiera: el que se produce en esta tierra tiene una calificación muy alta a nivel mundial, se le distingue como especial y este reconocimiento se ha hecho evidente en el conocido concurso de la Taza de la Excelencia del Café, en donde este municipio ha liderado con honores. Porque obtener un café de calidad, que pueda ser considerado especial, no es un proceso sencillo. Los caficultores trabajan arduamente para hacerlo realidad; con una rigurosidad total. El proceso inicia con la selección de la semilla, que dependerá de qué variedad se quiera sembrar. En Palestina se encuentran diversos tipos de café, entre los que resaltan varietales como: Bourbon, Catimor, Castillo, Tabi y Geisha, todos de procesos especiales. Una vez seleccionada la simiente, se realiza un despulpado, es decir, se extrae la cereza en rojo, la cual es desechada para trabajar con la almendra en un germinador, espacio en el que se siembra y nace la chapola, a la que se le considera plántula de café. Este procedimiento tiene una duración de aproximadamente cinco meses; luego se inicia la trasplantación, que consiste en sacar la chapola del germinador y sembrarla en tierra firme. Allí permanecerá de seis a nueve meses hasta que florezca, y una vez se obtenga la flor pasarán otros nueve meses hasta que el grano madure. Cuando se obtiene, empieza un proceso de post cosecha, que se refiere a la recolección, y, posteriormente, a una serie de manejos que consisten en el fermentado, el lavado, el secado, el tostado, para finalmente molerlo.

Camila Herrera


´ Raices y procesos

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Conoce más acerca de lo que ofrece Palestina, descubre su dulce sabor

Un CAFÉ SUAVE característico de Palestina Dayanna Velandia

Cada uno de estos pasos debe ser aplicado de forma responsable y adecuada, pues de no ser así, los atributos del café, como su cuerpo, acidez, dulzor, amargor, aroma y textura, pueden afectarse y, asimismo, su calidad decrecerá; esto lo afirma Yenifer Barrera, barista de Maía Coffee Shop, en el casco urbano de Palestina. Lo cierto es que en Palestina se encuentra el mejor café del mundo. Las evidencias están presentes en la última Taza de Excelencia, celebrada en el 2021, en la que este municipio acaparó 14 de los 36 lotes con los que contaba el departamento del Huila, permitiendo así el reconocimiento nacional que los certifica como los mejores productores de café en Colombia.

"En otros lugares del mundo, como en Brasil, exportan café en grandes cantidades, ahí son los mejores. Pero en la calidad, el de Palestina, es el mejor del mundo". Yenifer Barrera

Según Diana Barrera, propietaria de Maía Coffee Shop y una experta empírica en el tema, el orgullo de ser de Palestina es incalculable, pues resulta emotivo ver tantos productores en lo más alto del ranking de la excelencia. Afirma que es algo histórico, nunca antes un solo municipio había contado con tantos caficultores en el mencionado concurso. Entre los mejores 20 a nivel nacional, Palestina cuenta con 12, un fiel ejemplo de lo que significa este cultivo para el municipio y de la calidad que ofrecen a los consumidores.

Dayanna Velandia


Dayanna Velandia

Aunque todo parece ser positivo, en el apartado campesino existe una gran decepción, ellos consideran que su trabajo es poco reconocido y además, vulnerado por las grandes industrias cafeteras en el país. Según Gustavo Coy, un reconocido productor local y propietario del establecimiento Café Gustar, la labor de los caficultores no es valorada, además añade que el café comercial que se consume normalmente en las grandes ciudades colombianas, no es de calidad, pues estas empresas por comprar a bajo costo, lo que hacen es adquirir los granos brocados o defectuosos, que comúnmente se les conoce como pasilla, una realidad muy preocupante, porque se les hace creer a millones de colombianos que están consumiendo “el mejor café del mundo” con una calidad indiscutible y lamentablemente no es así. El campesinado lo que busca es un reconocimiento digno por la labor que ejercen todos los años y no que simplemente se dirijan a ellos como distribuidores que venden su producto a un precio bajo (la carga actualmente está en $1 400 000), aún cuando es un valor histórico, no justifica el trabajo realizado. Detrás de cada productor existen ansias de crear una marca que se encargue de llevar a todos los hogares colombianos un café especial de calidad, que se distinga por ese sabor cítrico, amaderado y esa textura suave, tan distintiva del municipio. En resumidas cuentas, si lo que se busca es la mejor taza del mundo, hay que visitar Palestina. No importa en qué modalidad se consuma, tal vez un cappuccino o un expreso, su sabor será exquisito y sus cualidades se notarán.

Dayanna Velandia


MIRADAS

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En Palestina, el día sábado ha adquirido una connotación especial: el mercado es ahora un punto de encuentro entre campesinos y pobladores del casco urbano. La Alcaldía, la comunidad indígena Yacuas e, incluso, la Iglesia se unieron con el fin de apoyar y celebrar un almuerzo comunitario. Dayanna Velandia

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´ despues ´ El dIa

Incertidumbre, lágrimas y sangre corrieron por el municipio de Palestina, al sur del Huila. Hoy, gracias a su entereza, los palestinenses buscan reconstruir su historia, el reconocimiento como víctimas y la mediación con el actor armado. Por: Jesús Rodríguez

egún relatan los habitantes más longevos de la región, a finales de los años 70 el municipio de Palestina empezó a sufrir un cambio drástico en su diario vivir. La llegada de grupos armados alteró la tranquilidad de un pueblo trabajador, de familias oriundas de todas las zonas del país. La violencia para los jóvenes era desconocida; tal vez sus padres y abuelos sí sabían de qué se trataba, pues precisamente llegaron al sur del Huila huyendo de la desgraciada violencia bipartidista que azotó al país a finales del siglo XIX. Cuando recién todo empezaba, las personas no comprendían la amenaza que significaba tener un grupo guerrillero estableciéndose en la zona. Se escuchaban comentarios entre veredas haciendo alusión a amenazas y asesinatos, pero esas voces se perdían entre las extensiones de las montañas y no llegaban directamente a las calles del pueblo. No fue hasta 1980 cuando tuvo su primer estallido en forma, los asesinatos y las desapariciones empezaron a inundar de dolor la tierra de Palestina, que veía cómo cruelmente actores armados, como las FARC, el M-19, el ELN, el EPL e incluso el Ejército Nacional, atentaban contra sus vidas. En los hogares de las veredas que componen este territorio se alojan historias impactantes. Don Octavio Rojas, quien fue el conductor por excelencia durante muchos años por contar con la única volqueta del pueblo, recuerda cómo eran esos días tan dolorosos en los que le tocaba ir a buscar cadáveres, personas asesinadas por la guerrilla o por el Ejército Nacional, y el dolor tan inmenso que sentía cuando se daba cuenta de que conocía a esos individuos, muchos de ellos sus amigos, y sin importar su tormento tenía por obligación que cargar esos cuerpos, subirlos a su vehículo y dirigirlos a las veredas. Por si fuera poco, luego tenía que recoger a los responsables del crimen y también transportarlos; de no hacerlo, su vida corría riesgo. El miedo fue una constante durante esos años, el conflicto ocasionó que los pobladores no tuvieran confianza ni con sus mismos vecinos: cualquiera podía resultar siendo un “miliciano”, esos que se encargaban de darle información de forma clandestina a la guerrilla, provocando miles de asesinatos y desapariciones, producto de chismes o desdenes entre los mismos habitantes del pueblo. Si una persona tenía problemas con un individuo de estos, su vida estaba en peligro porque podía ser calumniada ante los grupos armados, y ellos actuaban de inmediato.

El grupo guerrillero con más trascendencia en este lugar fue las FARC, pero existieron otros más y el poder hasta cierto tiempo fue compartido en gran parte con el Movimiento 19 de abril (M-19). Pedro Coy, palestinense de cuna y habitante actualmente del municipio de Pitalito, recuerda cómo fue que estos grupos se jugaron el asentamiento y el poder definitivo:

"Los comandantes de ambas guerrillas acordaron encontrarse frente a frente con sus soldados, y levantarse a plomo. Aquél que perdiera, tenía que coger sus maletas y salir de Palestina; el que ganaba se quedaba con el poder del territorio. Ganaron las FARC, y el M-19 se marchó".

Uno de los discursos más reiterativos por gran parte de la población es el trato que ofrecían los grupos guerrilleros a la gente y el contraste tan evidente en comparación con el que propiciaba el Ejército. Aunque pueda parecer impopular, por todo el daño que ocasionaron, por las familias que separaron y las personas a las que les quitaron la vida, es recurrente escuchar


´ despues ´ El dIa

La guerra fue dolorosa y lo sigue siendo. Hablar de paz es complicado cuando las madres aún lloran a sus hijos y a sus esposos, o tal vez cuando muchos hombres aún recuerdan cómo fueron reclutados por un grupo guerrillero y tuvieron que crecer lejos de sus familiares. Lo cierto es que hace aproximadamente 17 años la realidad cambió, la guerrilla salió de Palestina y muchas personas tuvieron un respiro.

Estas organizaciones trabajan muchas veces contracorriente, pues, aunque son una labor nacida bajo el marco del punto cinco del Acuerdo de Paz con las FARC, que dio forma al Sistema Integral de Verdad Justicia Reparación y No Repetición, no existe una coordinación armónica, ni voluntad política completa en todo el andamiaje del Estado para trabajar temas de reconstrucción del tejido social y reconciliación con las víctimas, algo que dificulta de gran manera los aportes y avances que se puedan realizar, tal como lo afirma Andrés Restrepo Correa, coordinador territorial en Huila para la CEV.

Así nacieron proyectos como la Comisión de la Verdad (CEV), entidad que busca esclarecer qué pasó con miles de víctimas, encontrar respuestas y servir de puente para procesos de reconciliación entre agentes desmovilizados y afectados, esto en pro de ayudar a construir un futuro en el que se establezcan y se otorguen garantías de no repetición.

Finalmente, cabe resaltar que el trabajo de entidades como la CEV, la Unidad de Personas Desaparecidas y la Jurisdicción Especial para la Paz, sería muy complicado de realizar sin la disposición de las partes afectadas, tanto del lado de las víctimas como del sector de excombatientes de las FARC. Por esta razón, es que resulta elogiable el compromiso de los involucrados y su afán por generar una realidad diferente a la de decenios anteriores, en la que auguren situaciones positivas para la vida digna de todos los habitantes del territorio nacional.

que la guerrilla tenía una forma “dialogante y amable” en la que se dirigían a la población, tal vez como estrategia de reclutamiento, pero a final de cuentas era una realidad muy distante de las formas comunicativas del Ejército, que amedrentaba e impartía temor.

Ilustracion de: Juan Zárate

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Conoce las historias de Natalia y Mariela, en nuestra sección "Un adiós invisible"


Entre finales de los 70 y 2005, los habitantes de Palestina, Huila, se enfrentaron a diferentes problemáticas a causa del conflicto armado, pero a su vez, tuvieron la capacidad para superarse, y transformar su territorio en un lugar de paz.


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RESILIENTES

De padecer la pérdida de su padre pasó a ser reconocido como un defensor de la vida, que lucha incansablemente por el bienestar de las poblaciones más afectadas en toda Colombia. Por: Jesús Rodríguez y Viviana Matiz

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n la cuna de una familia humilde y trabajadora, al sur del departamento del Huila, específicamente en Palestina, nació el segundo de los siete hijos de Tulio Enrique Chimonja y María Fanny Coy. El pequeño Enrique fue un niño que desde muy temprano se acostumbró a labrar y cosechar, pues su padre era un trabajador incansable que con su labor ejemplificaba e impartía conocimiento respecto a las labores del campo. La infancia de Enrique estuvo marcada por diferentes sucesos que lo guiaron a lo que se convirtió a día de hoy: una niñez totalmente distante de la que se vive actualmente, pues en el municipio ni siquiera se contaba con energía eléctrica; por lo que sus pasatiempos y actividades se reducían a alimentar los caballos de su padre y a realizar competencias equinas junto a su hermano, Omar. Su padre siempre estuvo dispuesto a enseñarle las labores que ejercía. “Tuve una infancia cargada de aprendizajes por parte de mi padre. Aprendí a sembrar plátano, yuca, a ordeñar vacas, ensillar un caballo, aprendí a cómo no caerme de él y, en caso de hacerlo, a volverme a levantar. En resumidas cuentas, una vida muy tranquila, bajo un entorno protector de papá y mamá”, dice con emotividad.

Tomada de: datasketch.co


RESILIENTES Su vida comenzaría a cambiar y quedaría marcada con la llegada de los actores armados al territorio palestinense. Las cosas nunca serían iguales en el municipio, la gente comenzó a sentir temor, los conflictos empañaron la tranquilidad de las familias campesinas, que no se imaginaban la cruda y trágica realidad que los acechaba. “Intentábamos entender por qué había que caminar tanto para ir a comprar el azúcar, la panela, o el alimento, por qué había que caminar tantas horas para sacar un árbol de madera, por qué alumbrarse con luz de vela, entre otras tantas cosas que empezaron a cambiar. Entender por qué se peleaban, se disparaban, por qué los campesinos éramos señalados de un lado u otro”.

Cortesía de: Álbum Familiar de Enrique

El momento más triste en la niñez de Enrique se dio el 3 de septiembre de 1983, cuando solo tenía diez años de edad. La guerrilla colombiana se apareció en su casa mientras dormía junto a sus hermanos y, sin mediar palabras, se llevaron a su padre, don Tulio Chimonja, dejando un vacío que ha permanecido por casi 38 años con muchas preguntas sin respuestas, las cuales incentivan un dolor y desesperación en el seno de la familia Chimonja Coy. La cercanía de Enrique con su padre fue muy estrecha. Aunque en la época era común ver cómo los padres castigaban cruelmente a sus hijos hasta el punto de lastimarlos, el señor Tulio nunca tuvo un acto despectivo para con su hijo, incluso, nunca le puso una mano encima aun cuando era avalado por las escuelas y la Iglesia. Lo preparó a él y a sus hermanos para la vida, les entregó las bases para que se defendieran ante las adversidades. Enrique recuerda cómo se turnaba junto con su hermano Omar para ir a las montañas a preparar la comida de su padre en un fogón de leña. Esas experiencias que parecen tan simples, son las que hoy en día atesora en su corazón. Por momentos, parecía que todas esas enseñanzas estaban predestinando el reto más grande de su vida.

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Con el paso de los años, tras muchos escenarios cargados de obstáculos, Enrique encontró su vocación en la lucha por la defensa de la comunidad, de los derechos humanos y en la incansable búsqueda de la paz. Intentó probar por el sector religioso, se instruyó y se preparó en aras de ser sacerdote, pero se decepcionó rotundamente de la forma en la que la Iglesia respondía ante las necesidades de una sociedad campesina, que sufría en primera persona las desgracias de un conflicto entre Ejército y guerrilla.

Tomada de: vidanuevadigital.com

Se convirtió en un líder social ejemplar. Aunque se ha visto amenazado por su labor, compromiso y, precisamente, por defender la vida, también ha sido reconocido y su esmero, recompensado. En 2017 recibió el premio al Defensor del Año en el marco del Premio Nacional a la Defensa de los Derechos Humanos, reconocimiento que entrega una organización llamada Diakonia y la Iglesia Sueca. Enrique Chimonja, a pesar de sufrir en carne propia la desdicha y el dolor de perder a sus seres queridos por una guerra incomprensible y vil, ha logrado superarse y demostrar que es fiel ejemplo de resiliencia.

Esos años me marcaron muchísimo, porque hoy lo veo en perspectiva y parecía que mi papá nos hubiera estado preparando para dejarnos solos después”, recuerda con dolor.


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RESILIENTES

Por: Dayanna Velandía y Lina Sanabria.

Fanny Coy es una mujer que sin duda alguna es fiel reflejo de la palabra resiliencia. Mujer integra, luchadora, feliz y con un brillo en sus ojos que llega al alma. Una historia de vida que marca a toda Palestina.

"A uno la vida se la quitan, pero el alma no la matan"

aría Fanny Coy es una mujer de 68 años que aclara no haber vivido la violencia desde pequeña; sin embargo, era algo que se encontraba marcado en su familia. Sus padres, al igual que la mayoría de palestinenses, llegaron como desplazados por el conflicto bipartidista que se desató en Colombia a finales del siglo XIX: su madre llegó a los tres años y su padre, a los 18. Escuchaba entre las calles hablar de los ‘chulavitas y bandoleros’ que caminaban entre las montañas, pero no era consciente de que sucediera algo más allá con esos individuos. Hasta que la prima de su esposo, Libia Chimonja, de 17 años, pasó a formar parte de las FARC. La madrugada del 3 de septiembre de 1983 se encontraba en su casa, en la vereda El Tabor, junto a su esposo Tulio Enrique Chimonja, de 33 años y sus siete hijos, cuando el decimotercer frente de las FARC tocó su puerta; al mando estaban los comandantes Ricaurte y Santiago. Lo primero que les dijeron fue que se tiraran al piso. Amarron a Tulio de las manos y le dieron la orden a María Fanny de pasarle las botas y su ropa porque lo llevarían a “aclarar una situación”. Ella, en medio de la duda y el miedo, les preguntó que cuándo volvería y la respuesta fue contundente: “Si le va bien, a las 5:00 de la mañana; si no, en tres días”.

Dayanna Velandia


RESILIENTES

Esa fue la última vez que vio a Tulín, como solían llamar a su esposo. En Radio Sur se comenzó a mencionar su nombre como desaparecido mientras lo esperaban en casa. Para sorpresa de Fanny, la gente comenzó a rechazarla y a decirle que se callara, que se rindiera y dejara de buscar, incluso, le llegaron a decir que se fuera del municipio… entre esas personas se encontraba la mamá de Tulio y sus hermanos. En un contexto complejo por la desaparición de su esposo, tuvo que afrontar la crianza de sus hijos —el último, prácticamente, recién nacido— y, por si fuera poco, un conflicto de papeleo de un terreno que le pertenecía. Pasó de ser ama de casa a arriera.

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Casa donde vivían y se llevarón a Tulio Chimonja

El 11 de octubre de 1985, sus dos hijos mayores, Omar y Enrique, salieron muy temprano a trabajar. Sus clases habían sido canceladas y querían apoyar a su madre en las labores diarias. Inesperadamente, Fanny vio subir tropas a la casa de su vecino, el señor Jaime Loaiza, gestor de la creación del municipio de Palestina y presidente de la Junta Patriótica. Se escuchó una balacera que resonó en los oídos de María, quien se escondió y a las 6:30 de la mañana fue a ver qué había ocurrido.

DAYANNA VELANDIA

“Se oyó la balacera más cruel de la vida. Me escondí detrás de un palo hasta que vi pasar a los militares. Salí para donde Jaime a ver qué había pasado, y cuando llego allá, encuentro las puertas abiertas, la losa en el piso, las gallinas peladas, en fin… la casa estaba toda revolcada. De pronto vi unos muertos. Los mataron y los tiraron en costales con los pies hacia arriba y la cabeza hacia abajo”, recuerda. Los cuerpos eran de Yecid Loaiza y Jesús María, hijo de don Jaime y un trabajador de la familia, respectivamente. No encontró a Jaime ni a su hermano. María Fanny fue a solicitar que atendieran sus peticiones al juzgado, pero cuando regresó, se encontró con la trágica noticia de que ya habían encontrado a su hermano y al señor Loaiza: estaban muertos.

´ DE PERIODICOS ´ RECOPILACION

La señora Fanny pasó por la adversidad, recibió amenazas y rechazos e, incluso, aguantó que le negaran el tener el cuerpo de su esposo para una santa sepultura. Estos hechos de intolerancia y falta de empatía la hicieron fuerte y nunca dejó de trabajar ni de esforzarse para sacar adelante a su familia. Hoy, Tulio Enrique solo vive en su memoria, en la misma que tiene presente que hay una verdad detrás de la violencia que vivió Palestina, que nunca fue atendida por el Estado ni las organizaciones competentes.

“"Así nos vuelvan pedacitos, la esperanza no se pierde".” . Maria Fanny Coy

JAIME LOAIZA EN PERIODICOS ´


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, la cacica RESILIENTES

,

A orillas del río Putumayo y a cuatro horas de Puerto Asís, se encuentra el cabildo indígena que vio nacer a Nidia Arcila, una mujer empoderada, que ama a su patria y no se cansa de luchar por ella.

Ilustración: Viviana Matiz.

Por: Isabella Caro, Viviana Matiz y Lina Sanabria.

R

odeada por la naturaleza y en medio de grandes dificultades, creció Nidia, mejor conocida como ‘La Cacica’, quien desde muy joven tuvo que vivir la cruda realidad de muchos campesinos en Colombia. De su niñez recuerda especialmente los impedimentos que tuvo para estudiar, la falta de ingresos económicos para sus útiles escolares, para su mesada e, incluso, la experiencia de ver sus clases con los pies descalzos. Su familia siempre fue muy tradicional y conservadora. Su padre fue un hombre trabajador y su madre, una mujer entregada al hogar; tenía tres hermanos junto a los que creció y compartió grandes momentos, pero también unos muy dolorosos. Entre lágrimas, recuerda los atropellos y abusos de autoridad que tuvieron los soldados del Ejército, no solo con su familia sino con su comunidad, pues para nadie es un secreto que en el Putumayo muchas familias sobreviven gracias al cultivo de la hoja de coca. “Nosotros lo vivíamos en la casa. Mi papá estaba en el laboratorio cuando llegó un comando del Ejército. Yo tenía ocho años. De repente, llegaron esos militares todos bravos a decirnos que nos saliéramos de ahí, que nos iban a quemar el laboratorio. A uno como niño le daba mucho miedo… mi papá les decía: “Si ustedes me queman el laboratorio, ¿yo qué le voy a dar a mis hijos?”. Él se les arrodilló llorando, les decía: “No me hagan esto, no es justo, nosotros somos muy pobres”. Ese man se conmovió tanto, que no le quemó el rancho a mi papá”, recuerda con nostalgia.


Nidia realizó sus primeros estudios en la pequeña escuela de su comunidad, disfrutaba sus labores académicas y se destacaba por sus buenas calificaciones. Por desgracia, la pobreza y las circunstancias sociales la obligaron a abandonar la educación y buscar otras alternativas para salir adelante. Así, a sus trece años, terminó siendo la empleada de un hogar en el cual debía desempeñar pesadas tareas. Además, tenía que atender la droguería de sus jefes, a donde arribaban grupos guerrilleros por suministros médicos. Nidia desde muy pequeña recuerda haber tenido contacto con estas organizaciones, sin embargo, no fue hasta ese momento en que decidió ingresar a las filas. Después de muchos intentos y algunas mentiras, finalmente entró a las FARC en 1997 con el nombre de ‘Yanhira’. Para consolidar su estadía y seguridad debió aprender a defenderse y a sobrevivir en medio de la selva; para Yanhira, este grupo se convirtió en su segundo hogar y en una gran oportunidad para acercarse a ciertos privilegios que, como civil, nunca tuvo: disfrutar de un enlatado, saborear el dulce de frutas o sentir por primera vez el calor de un abrazo. “Un día llegué tarde, toda sucia, a ver al camarada Jorge Briceño, llena de hojas y de telarañas. Le di la mano, se negó y me abrazó fuertemente. Él siempre lo recibía a uno con un abrazo o un besito en la mejilla, cosa que yo no había vivido en la vida civil. Me sentía como si fuera su hija”, dice emotivamente. Lo recuerda con tanto afecto no solo por aquellos abrazos que le regalaba, sino porque fue aquella persona que la bautizó como ‘La Cacica’, el seudónimo que con mucho orgullo lleva hasta el día de hoy. “Él marcó mi vida, porque a pesar de todo lo que se dice, era un gran ser humano, una gran persona…. Me dio mucha tristeza cuando murió. Después me preguntaron que cómo quería que me llamaran, yo les dije que me siguieran llamando ‘Cacica’ en honor al camarada Jorge”, menciona Nidia. Actualmente, la ‘Cacica’ se desempeña como una lideresa social y está colaborando en la construcción de la paz en el municipio de Palestina, Huila. Sueña con un futuro mejor para el país, en el que los jóvenes tengan mayores oportunidades y desaparezca todo tipo de injusticia. Una Colombia para todos.

Foto cortesia de: La Cacica

—’"Jueputa, la cagamos. ¡Nos trajimos a la Cacica del cabildo!". -Alias 'Jorge Briceño', cuando la conoció.

SIGUE ESTA GRAN HISTORIA EN NUESTRO PODCAST


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SOBRE LA MESA

El

dolor de un pueblo

Historias olvidadas, realidades desconocidas. ¿Quién fue el promotor de esta guerra en territorio colombiano?

Por: Viviana Matiz, Isabella Caro.

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or más de 50 años. Colombia ha tenido que vivir los horrores de una guerra que no termina, acontecimientos que –según cifras oficiales– han dejado más de 8 millones de víctimas, entre ellas, miles de muertos, desaparecidos y desplazados. Sin embargo, los que más sufren las consecuencias de este conflicto son los niños, jóvenes y campesinos, que son obligados a vivir en medio de unas circunstancias en las que ninguno quiere estar. En Palestina, Huila, los habitantes han tenido que presenciar la violencia por varias generaciones y, a pesar de que finalmente volvió la calma al territorio, muchos de sus residentes aún tienen miedo. Hoy recuerdan los momentos de terror, trabajan colectivamente en la construcción de la paz y sueñan con garantizarle un buen futuro a sus jóvenes. Ahora bien, durante la reconstrucción de la historia de este municipio, muchos de los testimonios aseguran que la violencia surgió de bandos diferentes: por un lado, estaban los grupos guerrilleros que se disputaban el control de la región, y por otro, los soldados del Ejército Nacional; aunque parezca mentira, la fuerza pública por varios años cometió abusos que los palestinenses aún no olvidan. A medida que las operaciones guerrilleras acababan con todo a su paso, los militares fingían estar combatiéndolas y defendien-

do a los civiles, cuando realmente hacían de las suyas aprovechándose de su poder. Las familias campesinas recuerdan las amenazas y aquellos juegos de terror, en los cuales un interrogatorio -que parecía infinito- determinaba lo que pasaría con sus vidas. Los militares, como casi siempre, salían bien librados. Encontrar al verdadero culpable sería muy difícil, pero, ¿cómo no dudar o juzgar a esta organización estatal si fue una de las que participó activamente arrebatando la paz y la esperanza del pueblo, impartiendo miedo mientras torturaba, violaba y asesinaba a los habitantes del marginado municipio de Palestina? Por desgracia, esta es una de las realidades que no se muestran por la televisión, y terminamos llamando héroes a quienes más dolor dejaron en este pequeño municipio del Huila. Hoy Palestina disfruta de la tranquilidad que sus propios habitantes han conseguido, son ellos mismos quienes crearon la paz que ni el Ejército ni el gobierno pudo ofrecerles, a pesar de habérselas prometido. Historias como la de este pueblo abundan en el territorio colombiano y tristemente aún se encuentran ocultas bajo la sombra de la indiferencia. El país no puede esperar a construir la tan anhelada paz si aún se desconocen todas las historias de violencia que el Estado y el resto de Colombia ha ignorado.


Contarte

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Realizado por: -Dayanna Velandia -Sofia Montoya


ESSAY

Dayanna Velandia

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Personal integrity, a fundamental right

W

Article 5 of the Universal Declaration of Human Rights, and article 1 of the American Declaration of Rights enshrine this as a fundamental right.

ithin the guarantees covered by the personal integrity right, physical and moral torture are prohibited since the priority is to ensure the well-being of persons and not to discriminate against or to disregard them. In Colombia, article 12 of the Political Constitution upholds this rule and also prohibits forced disappearance, an act which is condemned as a crime against humanity; however, although fundamental rights should be a guarantee, its violation by third parties is evident even though they are declared inalienable for all. In the same way, personal integrity should be a right of absolute compliance for every inhabitant of any country, since everyone deserves respect and acceptance by their environment, regardless of differences between thoughts, beliefs, tastes and so on. No one should be despised or rejected, on the contrary: to ensure healthy coexistence, it is important that cultural exchanges and spaces enrich diversity; however, it is public knowledge that there is no full compliance with this right, as many people, even in households, are not considered since they have ideas contrary to those established in family customs. Unfortunately, one of the most aggressive ways in which this rule has been broken is through actions committed within the armed conflicts that have occurred in Colombia. Torture, fear, uncertainty, enforced disappearance, genocide and many other acts have been events that the inhabitants of Huila have dealt with between the 80s and 90s. Their rights were violated and there was no authority to ensure it; ; they were indeed direct victims of diverse clashes between groups such as the FARC, M-19, UP party and the Colombian National Army; and although these armies included goals in their speech to change the country, making arrangements and improvements, and even protecting people, they overlooked the fact that armed confrontations and hatred between them put the lives of civilians at risk, obliging them to prepare food if they demanded it, stealing their belongings from them, and so on. Undoubtedly, these situations were, of course, misinterpreted and put the integrity of these citizens at risk, as they considered them ‘allied’ to one side or the other.

The groups involved in these confrontations are great criminals who are attacking this and many other fundamental rights; in this sense, it is evident that the law does not ensure compliance and, for many years, its principles, which are supposed to be essential for developing a dignified life that all Colombians deserve, have been disrespected. Por: Camila Herrera

Dayanna Velandia



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´ despues ´ El dIa

la esperanza

CON MEMORIA Son muchas las familias que se han visto afectadas por el conflicto armado en Colombia, muchas de ellas siguen sin saber qué pasó con sus seres queridos, lo cierto es que la creación de espacios para honrar su memoria permite que ellos jamás pasen al olvido.

n una de las 40 veredas que componen el municipio de Palestina, específicamente en Montañita, se encuentra un territorio que desprende de su tierra el sentir de muchas familias que afrontaron la desaparición forzada o, tal vez, el asesinato de un ser querido. Con ellos se fue la paz de un pueblo que hoy clama por tranquilidad y esperanza. Así nació lo que hoy se conoce como la Zona de Biodiversidad La Esperanza, una extensión de 18,2 hectáreas, de las cuales ocho se conforman por bosque natural. Este espacio fue la herencia que Tulio Enrique Chimonja, desaparecido forzosamente en septiembre de 1983, les dejó a sus siete hijos. Fue creada oficialmente hace trece años y emanó de la intención de reconstrucción humana de la familia Chimonja Coy, con apoyo de la organización Conpazcol (Comunidades Construyendo Paz en Colombia). Este grupo familiar tuvo la iniciativa de fundar un área de protección y restauración de la biodiversidad, involucrando directamente la reafirmación del derecho a la vida, la verdad y la memoria. Inició y se ha ido estableciendo con el pasar de los años como una propuesta concreta de construcción y tejido de paz. La Esperanza ha propiciado encuentros entre la Comisión de la Verdad, la Jurisdicción Especial para la Paz y la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas, todo bajo el marco del acuerdo de paz con las FARC. Esto es una ferviente muestra del alcance que pueden llegar a tener movimientos como el de la zona de biodiversidad, que busca inagotablemente la siembra de la memoria y la justicia restaurativa en pro de asegurar un futuro concreto, en el que la no repetición de actos violentos, como los que padecieron muchas familias al sur del Huila en los años 80,sea una garantía.

Por: Jesús Rodríguez


nace

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Y SIN OLVIDO Nery Chimonja Coy, lideresa campesina, etno-educadora y defensora de derechos humanos, comenta que el objetivo es generar consciencia educativa, bajo un proceso que vaya ligado al ambiente, al aparato productivo, social y cultural, tomando la etno-educación como punto de partida para fundamentar principios como la integridad, la diversidad lingüística y autónoma; a su vez, se busca fomentar la interculturalidad y la participación comunitaria. Su labor en la Zona de Biodiversidad ha sido y es fundamental para el esclarecimiento de la verdad. Junto a su familia ha liderado un movimiento que busca impulsar el proceso de memoria y dignificación de las víctimas partiendo de la protección y restauración del territorio, el cual se establece como patrimonio ambiental de la humanidad y garantía de conciliación y paz. Además de permitir el encuentro entre distintas organizaciones civiles, desde La Esperanza se han dispuesto a abrir espacios de reconstrucción de relatos en donde se les da la oportunidad a las víctimas de recordar a esos seres queridos que ya no se encuentran, que fueron desplazados forzosamente, desaparecidos e, incluso, asesinados. En la casa principal de la Zona existe un ambiente de memoria, con carteleras y fotografías de las víctimas, esto con el fin simbólico de tenerlas presente siempre, de hacer valer sus vidas y dejar en claro que jamás serán olvidadas. No se puede dejar de lado la importancia que se le otorga a la protección del suelo, el aire, la flora, la fauna, el agua; en resumidas cuentas, la vida en general. Un trabajo admirable que dignifica mucho más el sentido de la resiliencia y la esperanza de ver en las próximas generaciones un respeto a la vida que, lamentablemente, no se ha tenido en decenios anteriores.


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MIRADAS

Dayanna Velandia

Cualquier palestinense puede desconocer quién es Elvia González, pero lo más seguro es que, al escuchar el sobrenombre de ‘Arracacha’, la identificará de inmediato. Ella es una mujer conocida en todo el municipio, tal vez por su peculiar y colorida forma de vestir, su pequeña estatura o las múltiples generaciones que ha conocido en Palestina. Su historia es muy popular en el pueblo: vive del apoyo comunitario; de hecho, su casa fue construida por habitantes del municipio que la estiman y respetan. Lamentablemente, la vida de esta mujer ha estado marcada por la violencia. Fue separada de su hija hace mucho tiempo, por eso, cuando se habla con ella, lo recuerda. “Me quitaron a mi hija”, suele repetir ‘Arracacha’ con nostalgia. Ella no sabe que su hija fue localizada. En el pueblo, están gestionando ese anhelado reencuentro.

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