Pensamiento del tren (la máquina como especie)_Paola Correa

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PENSAMIENTO DEL TREN (LA MÁQUINA COMO ESPECIE)1 Escrito por Paola Correa Algunos me han nombrado la que yace detenida, a pesar de que cada domingo, algunos martes y jueves hago un grandísimo esfuerzo de hierro para transitar lentamente, a una velocidad de 30 kilómetros por hora, entre durmientes que se han quedado cortos ante un progreso que aún se añora. Con mi sonido ruidoso aviso que la modernidad se quedó atorada tratando de salir al mar pacífico y atlántico entre algo más de 3.300 kilómetros… también anuncio que me faltaron líneas y me sobraron vagones, aquellos que se oxidan y deterioran paulatinamente ante unos ojos que no han querido ver el esplendor de mi vida. Entre las palomeras de aquellos vagones guardo olores a comidas preparadas por la “Casta de la boca”, la cual funcionaba de forma clandestina en la torre de control de la Estación de la Sabana en Bogotá, lugar al que siempre regreso a dormir antes de caer el sol. En mis sueños vuelven memorias de esos olores enquistados en la precariedad mientras imagino el tránsito de mi cuerpo entre Bacatá y Zipaquirá, a pesar del aplastamiento que en esas épocas provocaron camiones y autos veloces. Recuerdo aquellas épocas en las que recorría grandes distancias en total oscuridad para escuchar los murmullos atrapados entre mis rieles. Las locomotoras son mi corazón, muchas de ellas me han permitido hacer viajes férreos calmados, otros descarrilados e incluso muchos de ascensos casi imposibles. En la Estación de la Sabana de Bogotá, 5 de esas locomotoras se han quedado ancladas en el paisaje citadino negándose a desaparecer en el pasado. Mi favorita es la número 76, de fuerza y resistencia incalculables, ella me concedió el deseo de ver el cielo entre las cordilleras y saber que la vida va más allá que incrementar la velocidad. La número 76 es quien hoy día hace posible que mi pesado, lento y ferroso cuerpo se despliegue desde la “puerta de oro de la ciudad” hasta “nuestro cercado grande “o la “ciudad del Zipa”. Asómate por la ventana y verás que en los alrededores de este tránsito repetitivo se ven gentes y situaciones expulsadas al margen de la vida, contextos reflejo de un territorio excluido de sí mismo que de vez en cuando se deja acariciar por el verde sabanero, por los humedales subterráneos y por las montañas aún presentes. Así como me ves, me escuchas y me muevo he pasado una larga vida, tirando nostalgias abonadas en la memoria de sal de esa tierra a la que llego cansada a las 11 de la mañana. Allí las fuerzas se me agotan, me siento obligada a detenerme en el tiempo de la espera entre algodones de azúcar y pompas de jabón…permanezco cansada, pero sigo erguida, recordando los escritos del grupo de los 13 que en cada espera se subían a mi para inventar cuentos e historias mágicas. Siento el tiempo en cada exhalación y sé que, aunque vaya hacia atrás eso seguirá siendo un ir hacia adelante. La calma de las minas saladas se apodera de mí, escucho todo lo que pasa, lo archivo en estos ventanales que dejan entretejer paisajes del adentro y del afuera, del ayer y del hoy como portales de tiempos de sal vigua inmemorables. En el regreso al tiempo de la quietud inútil miró hacia atrás los fragmentos de mí misma, en ellos se siguen archivando pensamientos, aromas, gestos y acciones que corroen mis rieles como palabras de vapor que trae el viento. Palabras fuertes que suenan Chicaquicha, o que expelen un grito, o que a veces se enmudecen mientras te abrazo sobre mis rodillas en forma de sillas giratorias. Me gusta llevarte entre imágenes de contraste, entre umbrales a un porvenir que no existe. He acumulado vidas, sueños, alegrías de la gente vieja que todavía se acuerda de mí ¿Tú me recuerdas?

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Texto escrito en el marco de la creación en colaboración del proyecto “Memoria de sal” para Cuerpo etc - Encuentro de prácticas expandidas del movimiento, un proyecto suramericano del Goethe-Institut en coordinación con la Red de Artes Vivas. Noviembre de 2021.


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